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martes, 31 de octubre de 2017

LAS OTRAS VIDAS DEL OBJETO EN EL ARTE



Sobre una exposición artística que se exhibió en el Centro de la Cultura Plurinacional.




En el mes de agosto se exhibió en el Centro de la Cultura Plurinacional una muestra compuesta por obras de 19 reconocidos artistas bolivianos, que cuestionaba las definiciones tradicionales del arte, o al menos invitaba a buscarle nuevos sentidos. ¿Será el espectador quien define lo que es arte, o es el sistema institucional museal quien lo impone? ¿O serán más bien los artistas quienes con su firma avalúan lo que debe ser considerado como tal? La exposición se tituló “El objeto”, y fue el resultado de un trabajo conjunto entre el Centro de la Cultura Plurinacional (CCP) y el Museo Nacional de Arte (MNA), ambos repositorios dependientes de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.


La experiencia
Al entrar a una de las salas, el espectador se encontrará con una serie de objetos comunes, objetos de la vida cotidiana, en ocasiones compuestos de dos objetos ordinarios, como ser un juego de botas impermeables sobre una pila de ladrillos, o dos juegos de plátanos ennegrecidos colgados en la pared lado a lado, acompañados de un sugestivo título que evoca a la caja toráxica del ser humano, obra firmada por Andrés Bedoya. Muy cerca de ahí se verá un pesado y elegante sillón de madera, del escultor Marcelo Callaú, emergiendo de un montón de arena para irrumpir en el espacio pulcro de la sala. En otro rincón se podrá apreciar dentro de una caja de vidrio un cuchillo que lleva incrustado en la punta un pequeño candado, común y corriente, obra de Douglas Rodrigo Rada. Y así continuará el recorrido con obras de Ramiro Garavito, Sandra de Berduccy, Roberto Valcárcel, Anuar Elías, sólo para citar a algunos de los 19 artistas que conforman esta muestra, todos ellos ya reconocidos en el país.

Antecedente
Para encontrar un sustento para esta exposición dentro de la historia del arte, los curadores de la muestra –Andrea Hinojosa (CCP) y Juan Fabbri (CCP)–, nos remontan a la primera década del siglo XX, cuando Marcel Duchamp, en el año 1915, expuso en el Museo de Nueva York su obra “La fuente”, el famoso urinario, que firmó como R. Mutt. Esta acción le permitió a Duchamp inesperadamente instalar en el mundo del arte su definición de “readymade”, que designa a objetos manufacturados que se producen masivamente, y que son tomados para ser expuestos en un espacio que invita a la contemplación estética.  
La operación de Duchamp de relocalizar objetos comunes servía, aparentemente, para hacer notar que cualquier objeto puede ser considerado artístico si tan solo es exhibido como tal dentro de un museo. No obstante ello, su propuesta era más subversiva aún. Recordemos su obra “In Advance of the Broken Arm”, 1964 (cuarta versión después de la pérdida del original en 1915). Este sugestivo título, que significa “En avance de un brazo roto”, sirvió para nombrar de una manera absurda a una pala de recoger nieve que se ha expuesto en Museos de la talla del MoMA. No se llega a entender la crítica en la exposición de este objeto si no se comprende antes que se expuso en el contexto de la Primera Guerra Mundial, con toda su conmoción, en especial en Europa; además, forma parte del surgimiento del movimiento dadaísta, al cual Duchamp fue siempre asimilado, incluso contra su voluntad. “Dadá” es una palabra sin sentido, que los artistas que conformaron este movimiento utilizaban para designar lo absurdo que se había tornado ese mundo con el que no querían tener nada que ver; Europa ardía en llamas y ellos actuaban en reacción de repudio, buscando por diversos procedimientos, como en los inicios del collage, desorganizar la manera de registrar y experimentar la realidad. 



En este sentido, más allá del cuestionamiento respecto de lo que significa ser artista, y de los modos en que algo se define como obra de arte, Duchamp motivó a sus contemporáneos a romper ataduras con las formas convencionales de apreciar las cosas del mundo. Rompiendo con el arte impresionista, Duchamp reivindicó obras que no se definieran solamente por criterios visuales, o lo que él llamaba obras “retinales”, sino que se apreciara mucho más el sentido conceptual de la obra, y que hiciera esmerar al espectador a encontrar algo en ella más allá de su impresión visual.  Esto significaba romper con los patrones acostumbrados y las cualidades con las que se asociaba a lo artístico (belleza, composición, simetría...).

Impresiones
El artista paceño Roberto Valcárcel, que expone en esta muestra la obra “Pompeya, 2016”, señala que la visita a una exposición artística debería ser una experiencia que le permita al espectador modificar su manera de percibir el mundo, y que una obra sólo funciona como arte en tanto que sirve como “abridor de ojos”. Es por ello que, para definirla como arte, no interesaría si la obra expuesta es una escultura que tomó tres décadas de trabajo, o es una pintura esmeradamente lograda, o es simplemente una rueda de bicicleta unida a una silla de madera, con tal de que cumpla el requisito de que verla sirva para alterar la manera de percibir algo en la vida, en la existencia sencilla e inmediata que respiramos cotidianamente.

Otra característica de estos objetos, expuestos como “ready-mades”, es que en la acción de ser expuestos, han sido desprovistos de su utilidad, la misma que le daba sentido a su existencia. Así se verá en la obra de Ramiro Garavito “Coca y motosierra” (2014), en coherencia con lo que hacía notar Jean Paul Sartre en su época existencialista en El ser y la nada, acerca de los artefactos creados por el hombre, donde la idea precede a la creación del objeto, y esa idea es su funcionalidad: la idea de cortar papeles da lugar a la invención de la tijera. La esencia de la tijera es que sirva para cortar papeles. Pero si, como dice Sartre, se confecciona una tijera utilizando fideos, se ha roto con la idea, pues ya no sirve para cortar, convirtiéndolo en un absurdo.

Son este tipo de objetos modificados, que alteran la propiedad utilitaria de los objetos, los que han sido reunidos en esta muestra titulada curada por el MNA y el CCP, titulada “El objeto”. La muestra vuelve a los “ready-mades”, pero la relocaliza en el tiempo actual, quizá ya no tanto para invitar a ver lo absurdo de los tiempos actuales en que vivimos, sino para generar procesos de cuestionamiento y de reflexión a partir de objetos que encontramos en la realidad cotidiana de nuestro país.

Finalmente, cabe tomar atención de una potestad que tiene ganada el artista para sí, y que consiste en la capacidad de nombrar y significar, muchas veces de manera poética. No puede pasar desapercibido este elemento en la obra de Anuar Elías, un Cubo de Rubik con los colores de la Whipala, que titula “El mecanismo de las invenciones”. Y más notoriamente aún, el título de la obra de Iván Cáceres, “Una forma de concretar algo que nunca existió se hace infinito como el grito redondo del ser redondo”, (2014), que reúne estructuras metálicas con llantas y chiwiñas. Existe la opinión de que el título es una exterioridad de acompañamiento a la obra, algo prescindible, sin embargo, en el caso de la exposición “El objeto”, tal vez el espectador encuentre curiosa la manera en que muchas de ellas hallan un sentido muy diferente en el momento en el que se lee su título.  




CONVERSATORIO: DESVELANDO LA AMAZONÍA



CONVERSATORIO
DESVELANDO LA AMAZONÍA
Instalación “Sangre blanca de la selva”


Evento: Espacio de reflexión y debate artístico
Lugar: Centro de la Cultura Plurinacional
Fecha: 27/06/2017
Horas: 19:00
Sala: Chiquitana

Invitados ESPECIALES:
·         Raquel Schwartz, Directora Galería KIOSKO.
·         José Baudoin, Centro Eco-Pedagógico del Centro Simón I. Patiño.
·         Ramiro Zenteno, Secretario Educación Cultura y Descolonización CPESC.

Con la participación del artista Ernesto Azcuy.

Puedes escuchar la grabación del conversatorio pinchando el siguiente enlace: Desvelando la amazonía


Descripción:
Temáticas
Parte I: Contexto
  • Diferencias de significado entre las nociones de territorio y tierra en los pueblos de la Amazonía.
  • La sabiduría de los pueblos indígenas en su adaptación a la vida en la Amazonía.
  • Situación de los recursos naturales de la Amazonía.

Parte II: El proceso creativo de la obra
Ernesto Azcuy con el micrófono
·         Conversación con el artista Ernesto Azcuy. 
 Ernesto postuló la idea de que el artista puede generar transformaciones en la realidad social con la movilidad de su obra. Fue una idea en la que discrepó con Raquel Schwartz, Directora de Kiosko Galería, quien dijo más bien darle poco poder de impacto a la obra del artista  a nivel transformación social. 




DE LA EXPOSICIÓN:
La exposición fue organizada de manera conjunta entre el Centro de la Cultura Plurinacional (Santa Cruz) y el Museo Nacional de Arte (La Paz), ambos repositorios de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. 
En esta muestra el artista se propuso hacer una reconstrucción de partes de la memoria amazónica, a través del uso sensitivo de texturas desafiantes en los lienzos digitalizados, combinando variadas fuentes y técnicas. Azcuy invita a observar y reflexionar sobre las imágenes históricas cargadas de sentido político, ético y estético. Al mismo tiempo, promueve el análisis de esas imágenes como testimonios de la colonización en la Amazonia, considerándolos reflejos que hieren y que recupera para evitar el olvido.
Se evocan los procesos de colonización y las expediciones, primero por el oro y los minerales preciosos, después por el caucho y la castaña, y probablemente hoy por petróleo, gas natural, madera o la construcción de hidroeléctricas y carreteras.
En suma, se trata de una exploración crítica e imaginativa de la Amazonia. El antropólogo Álvaro Díez Astete describe a la muestra de esta manera:
“El mundo amazónico es retratado en esta obra sin racionalismos, con alta poesía, donde se muestran los rastros de la humillación y la ofensa, que la selva sufrió en el siglo XIX, cuando fue brutalmente invadida, asechada y macheteada: Durante décadas los depredadores mezclaron la sangre blanca de la amazonia -el látex- con la sangre roja de los indígenas, para formar las “bolachas” que les enriquecía. El horror genocida de la codicia arrasó a bala e incendió las aldeas de decenas de pueblos de cazadores-recolectores-agricultores estacionales, asesinando miles de indígenas”.

 POSTALES DE LA MUESTRA:






El equipo del CCP que montó la muestra.




Participación del público invitado en la instalación en la Bóveda

 PÁGINAS RELACIONADAS:

Noticias de la exposición en El Deber

ERNESTO AZCUY TRAE SU EXPOSICIÓN "SANGRE BLANCA DE LA SELVA"

miércoles, 22 de marzo de 2017

ENRIQUE VILA MATAS, DIFERENCIA Y REPETICIÓN

Introducción
No existe material suficiente para completar una biografía satisfactoria del escritor catalán Enrique Vila-Matas. A lo mucho, lo que alcanzamos a imaginar, por la textura de los personajes en los que habla en primera persona, es un ser meditativo, experto en fugas, que ve literatura en todo y que goza con la mutabilidad de las identidades. Se ha dicho que hace “metaliteratura”, “autoficción”, pero él se declara inocente de ambos dictámenes. Su forma irreverente de trabajar con las citas es el asunto más controvertido de su obra. En este artículo me limitaré a sugerir que los procedimientos que usa Vila-Matas, siguen un trayecto paralelo con los que utilizó el filósofo francés Gilles Deleuze (1925-14995) al interior de la historia de la filosofía.

Contexto
Enrique Vila-Matas es un autor poco comentado en nuestro país, pero su obra heterodoxa guarda múltiples afinidades con más de un autor boliviano, entre ellos con nuestro querido narrador Jesús Urzagasti (1940-2013), especialmente respecto del género híbrido de novela ensayística o ensayo novelado, que constituye En el país del silencio. (¿Y acaso Tirinea no es un doblez de las meditaciones metafísicas de Descartes, pero con otro final más feliz?)
Antes de entrar en materia, habrá que contextualizar. Vila-Matas nació en Barcelona-España, ronda los 68 años, es uno de esos escritores que te devuelve la confianza en la escritura y en la ficción cuando más lo necesitas. Sin duda, es uno de los autores más traviesos e inclasificables del panorama mundial. Destacan en su producción Historia abreviada de la literatura portátil, Bartleby y compañía, El mal de Montano, Doctor Pasavento, Kassel no invita a la lógica, entre otros. Recientemente este año, bajo el sello de Seix-Barral, presentó su última travesura: Mac y su contratiempo.

En esta última incursión, el autor catalán saluda explícitamente a Gilles Deleuze por su libro Diferencia y repetición (1968). Lo mencionó en varias ocasiones, como en este extracto de una entrevista para El País de Madrid:

“[…] el protagonista quiere producir el efecto de una novela póstuma incompleta, para apuntarse a la moda de estas novelas. Al mismo tiempo, Mac lucha por que la novela no invada su diario de debutante. Es también un ensayo sobre la repetición y la diferencia, como decía Gilles Deleuze, y también es un libro de cuentos. Este trasvase de géneros es bastante sencillo. La cuestión es que sea cuatro cosas al mismo tiempo. Vengo de una trayectoria en la que he manejado mucho esos trasvases”.[1]

Es un encuentro afortunado en el que se cumple lo que Deleuze postulaba: la filosofía debe ser como la música, no se necesita ser un estudioso de la música para escucharla, para sentirla o disfrutarla. Con mucha lucidez, Enrique Vila-Matas efectúa una comprensión no-filosófica de un planteamiento filosófico. Más que a Deleuze, lo que le interesa es recuperar su concepción sobre las categorías de repetición y diferencia. Søren Kierkegaard, Nietzsche, Bergson, son varios filósofos que se reúnen en esa línea, catalogados por Deleuze según ese criterio en ese libro Diferencia y repetición de 1968.

Para el autor de Mac y su contratiempo se trata de una cuestión de escritura, o de re-escritura, porque en literatura, considera, no se hace otra cosa que repetir sobre lo que ya se hizo, para afirmar algo diferente. “Toda la historia de la literatura es modificar los textos ya escritos y esto es lo que intento explicar en el libro”. Por ello, seguramente, abundan en internet los estudios del palimpsesto en la obra de Enrique Vila-Matas.

Sin entrar en profundidades con el palimpsesto –conocida categoría literaria– mi teoría es que la obra de Enrique Vila Matas se alumbra de modo inaudito leyéndola desde el pensamiento de Gilles Deleuze. Entre ellos resuenan varios intereses compartidos. Alguna vez se dijo que si Fernando Pessoa hubiera hecho filosofía, sería la de Gilles Deleuze. Ahora yo diré que si Gilles Deleuze hubiera hecho novelas, hubiera sido Enrique Vila-Matas. Por supuesto que esto es mucho más un ejercicio lúdico, pues cada uno de ellos es un Original.

Deleuze-Vila-Matas

No soy el primero en relacionar a Enrique Vila-Matas con Gilles Deleuze, y recomiendo entre otros el bello artículo de Luis Reguero “Los Bartleby no se acaban nunca”[2]. La diferencia es que aquí me intereso por el procedimiento de escritura. En ese sentido, Vila-Matas es una radicalización del filósofo francés. En su libro Conversaciones, Deleuze explica cómo, desde sus primeras monografías sobre Nietzsche, Bergson, Hume, usó las citas de un modo controversial, aunque siempre fue exacto y riguroso en ese sentido. “Era necesario que el autor haya dicho efectivamente lo que le hacía decir”. Sin embargo él usaba esas citas para que se piense algo diferente de lo que se decía del autor en cuestión. El mundo académico no entendía que usaba las citas como sintaxis, porque lo que estaba haciendo era evocar una presencia, había algo vivo, eléctrico, ocurriendo ahí. Una cita es un conector de párrafos, como trampolín del pensamiento; a veces sirve para reforzar algo que se ha dicho, pero los grandes autores utilizan la cita para ingresar algo nuevo que va subiendo el tono del texto en general, y dispara nuevas posibilidades de conexión. Afecta en la prosa general de todo el texto, eleva la exigencia, irradia su belleza. Es un pensamiento hipertextual, de las multiplicidades, abierto a las múltiples conexiones, el que les da lugar.   

Vila-Matas es Deleuze llevado a las últimas consecuencias, no cualquier Deleuze, sino el de sus primeras dos etapas, el de Lógica del sentido o Diferencia y repetición, antes de su encuentro con Guattari. Vila-Matas introduce citas, o hace guiños constantes dentro de su prosa, algo que le han criticado, pero lo hace como sintaxis o ejercicio de estilo. Tanto es así que, para dejarlo claro, muchas veces inventa citas que atribuye a autores imaginarios, en otras modifica citas de autores conocidos, y otras les atribuye frases que en realidad no son suyas. De mil formas desdobla su voz polifónica, y deshace la figura del sujeto del enunciado. Para explicarse ha utilizado otra cita: “Sólo se puede citar lo que uno mismo piensa, aunque haya sido dicho en palabras de otro y en otros contextos”. Y esto es cierto: ¿cuántas veces no le habrá pasado al lector que se encuentra con algo que pensaba pero que otro autor ha puesto en palabras exactas? Con todo lo discutible que podría resultar este procedimiento, es plenamente coherente con su ímpetu de escritor de “ficción-radical”.



[1] “La autenticidad me parece el santo grial de la mala literatura”. Diario El País, Madrid. Entrevista de Ferrán Bono, 13 febrero 2017.
[2] Disponible en http://www.culturamas.es/blog/2015/09/05/los-bartlebys-no-se-acaban-nunca/

DE BARTLEBY A ENRIQUE VILA-MATAS

¿Cómo empezar a hablar de Enrique Vila Matas? Digamos que lo encontré gracias a la cadena invisible que se forma entre los grandes escritores, y que provoca que el lector pase de un libro a otro, de un autor a otro, en una seguidilla imprevisible que ya nunca puede acabar. A Vila-Matas llegué cuando me enteré de su novela Bartleby y compañía, en la que juega en torno a la figura de este extraño personaje.

Cabe decir que Bartleby es un personaje secundario salido de un relato corto de Herman Melville (“Bartleby, el escribiente”, 1856); llamarlo secundario es sólo un decir, puesto que pocas veces un personaje en su lugar puede concentrar tan avasalladoramente la atención sobre sí, y definir así el clima de toda la lectura.

Ahora, a Bartleby no se llega por cualquier parte, es un carácter minoritario, casi subterráneo, en la historia de la literatura; la gran mayoría asociará a Melville, el autor, con la titánica novela Moby Dick, pero quedará perplejo al oír el curioso nombre Bartleby. Algunos afortunados como yo lo conocimos gracias al filósofo francés Gilles Deleuze, que en su libro Crítica y clínica (1993) le dedicó un ya célebre ensayo titulado “Bartleby o la fórmula”. En este ensayo desmenuza detalles en torno al poderoso enunciado de Bartleby, “I would prefer not” (preferiría no), que daba por respuesta a cualquier pedido que le hiciera su jefe en el despacho de trámites legales en el que trabajaba. Este enunciado descolocaba irremediablemente a todos.

Enrique Vila-Matas es un escritor Bartleby al interior de la literatura, y más que ello, es una radicalización de Bartleby. El copista Bartleby cortó todos los cables que lo podrían atar a un significante social o sujetar a una identidad cristalizada, se hizo indiscernible y quedó flotante en un espacio sin referencias, ejerciendo una lívida e inquietante libertad. Pero una vez que logró soltar todas las amarras, no le dieron el tiempo para crear algo nuevo desde ahí; como es sabido, su muerte ocurrió en una cárcel donde lo llevaron porque no sabían dónde recluirlo. Según la lectura de Giorgio Agamben, se podría decir que Bartleby fue una pura potencia que no se llegó a efectuar. En cambio, Enrique Vila-Matas, que presentó este año su última novela Mac y su contratiempo (Seix-barral), es la efectuación prometida, cortó casi todas las amarras que le delinean un camino conocido al escritor, para luego inventar un plano insólito, disparatado, hecho a su medida, la de la ficción radical.

Del plano Vila-Matas emergen fácilmente dispositivos adecuados para extraños usos minoritarios (El mal de Montano, Kassel no invita a la lógica, Viaje vertical…). Sus libros conllevan siempre algún riesgo, un giro propio de su talante, aunque el paso del tiempo y las mañas del oficio hayan asentado en alguna medida la pólvora que mostró en dos de sus más grandes creaciones: Historia abreviada de la literatura portátil, donde relata las peripecias de los shandys, curiosos personajes que llevaban nombres de artistas y escritores conocidos; y la otra travesura, Bartleby y compañía, donde hace un catálogo de más de ochenta escritores, algunos de ellos ficticios, que por una u otra razón decidieron dejar de escribir (caso Rimbaud, Rulfo y otros). A esos escritores les llama Bartlebys, porque en el relato mencionado, un buen día Bartleby se niega a cotejar las copias que había hecho, y luego deja de escribir, lo que en realidad, en su labor de amanuense, era transcribir. Bartleby es el que deja de transcribir, el que abandona la copia.

Vila-Matas es un Bartleby si se entiende que lo que Bartleby quería era escribir, que estaba preñado, pues presentaba todos los síntomas del que se encuentra en plena etapa de gestión y resulta interrumpido. Así de exótico es el escritor cuando está gestando algo y necesita parir, como lo son casi todos los artistas, es complicado estar en la misma casa con ellos, es difícil entenderlos, hablan como si habitaran otro plano, se aíslan, como si la soledad fuera un baño de sol, y vuelven de esos viajes con los ojos enrojecidos, menos pelos y algo malogrados, pero relucientes finalmente cuando han completado la faena y parido al libro. Enrique Vila-Matas es pues un Bartleby que logró parir, aunque su afán primero fuera el cine y su interés inicial no hubiera estado en la literatura.   

Incluso como personaje Vila-Matas es particularmente pintoresco, mayormente da la impresión de haber saltado de las páginas de una de sus novelas. Dice cosas exquisitas, otras eruditas, algunas tremendamente graciosas, pero él las dice con una seriedad absoluta, como si fuera ajeno a su humor travieso, tanto así que ha confesado que esta situación le ha llegado a preocupar un poco, puesto que apenas empieza a hablar en estos actos literarios alguna gente ya está riendo, como si estuviera atenta al chiste inminente. Lo cierto es que escuchar a Enrique Vila-Matas en los espacios donde es invitado es casi tan placentero como leerlo. Después de todo, se trata de ejercicios paralelos, puesto que conversar con alguien es escucharlo, y en cambio leerlo es también escucharlo aunque esto sea con los ojos. Recomiendo al respecto una conversación disponible en youtube, “Ciclo de la palabra: Enrique Vila-Matas”, como una buena introducción.  

El lector que aquí me acompaña podrá quemarse la vista buscando en internet, y no encontrará otra pieza donde se diga que Enrique Vila-Matas es un escritor Bartleby. Esto se debe a que el mismo Vila-Matas, con su maravillosa novela, ha canonizado lo que se debe entender por Bartleby: la interrupción abrupta de la escritura. Y en cambio el español es un escritor muy prolífico, que publica casi a razón de un libro por año. ¿Pero cuándo se puede decir que se ha dejado de escribir? Él mismo comenta que esto puede ser un tormento, puesto que sólo habiendo pasado mese que no se sepa algo nuevo escrito por Vila-Matas, ya especulan algunos con la idea de que estaría dejando de escribir. Lindo sería afirmar que no se necesita escribir todo el tiempo para ser escritor, como la flor de loto sigue siéndolo aunque nadie la vea. Pero aquí reluce otra lección que aprendió Vila-Matas, y es que para ser escritor hay que escribir, escribir y escribir.



lunes, 27 de febrero de 2017

BILLY LYNN, CONTANDO UNA HISTORIA POR CONTAR




Por: Jorge Luna Ortuno

"Escribir es tratar de saber qué escribiríamos si escribiésemos".       Marguerite Duras.

"Es muy extraño que te honren por el peor día de tu vida", confiesa el soldado Billy Lynn en uno de los pasajes de intimidad del film Billy Lynn´s Long Halftime Walk, del director asiático Ang Lee. La cinta no fue premipada en la reciente gala de los Óscar, lo cual no le quita nada. De todos modos, no será el foco central de este artículo referirse a los temas técnicos del film, tarea que harán los buenos críticos de cine, y más bien preferiré abundar sobre algunos temas que esta historia nos evoca e invita a pensar. 

De inicio, casi contradiciéndose, hay que resaltar lo dinámica y atrapante que es la forma de narrar la historia del soldado Billy Lynn y el pelotón Bravo, gracias al sobrio trabajo de dirección y de edición, que equilibran muy bien los diálogos algo profundos con la parafernalia del espectáculo, las situaciones cómicas con los dramas vividos en plena batalla, y las temporalidades, a través del estado psíquico del soldado Billy, que rememora y se desconecta del lugar donde está, haciendo que cada reacción tenga su contexto. Es un tránsito de pasado a presente y viceversa, incluso hacia la añoranza de unas vivencias que nunca ocurrieron, y que quizás nunca ocurrirán, como cuando se canta el himno de los Estados Unidos en el stadium y la cámara se cierra en un primer plano en el rostro dividido del soldado Billy.

El marco de la narración es que el pelotón Bravo, tildado de heroico, se encuentra en su último día de gira por los Estados Unidos, en Dallas, tras su triunfante retorno de Irak. En verdad no son más que jovencitos que retornan con un conocimiento de primera mano que está vedado para los civiles. Se sienten más fuertes, han elegido en la vida una ruta dura para la maduración del espíritu y la mente. A algunos de ellos no les quedaba otra opción que alistarse en las fuerzas militares en orden de tener algún tipo de futuro, como le sucede a muchos de sus compatriotas.



Cuando vuelven a su país están un poco descolocados, no sólo porque entrar en acción en el campo de guerra y confrontarse al enemigo les ha dejado secuelas de inseguridad, de cierta tensión extrema, algo de una hipersensibilidad ante la brusquedad de los sonidos, de las apariciones bruscas, a los estallidos y las luces fuertes, es decir, todos aquellos elementos que se explotan en el mundo del espectáculo yanqui. Lo que los descoloca también es la enfermedad propia de la vida en las megas ciudades, la distorsión con la que se mira las cosas desde la distancia, la visión comercial de la guerra, el banalismo incesante con el que se vive para alejar de la mente de las masas lo que realmente se debería estar meditando a nivel colectivo en las ciudades. Es un mal viaje para ellos, no por la maldición de la guerra en la que participan, no porque vuelvan traumados -como casi todos aseguran con extraña certidumbre- no sólo por eso, sino porque las cosas en su propia casa, en su país, en el mundo, están ya puestas de cabeza. Por ello al volver le dicen al chofer: llevenos a un lugar seguro, llevenos de vuelta a casa: la guerra es su lugar conocido, el lugar donde los valores que han adoptado encuentran algún sentido. 

Una de las cuestiones interesantes del modo en que se concibió esta película es la experimentación de lo posible, es siempre una espera de algo que podría pasar. Los soldados están entusiasmados con la idea de que su historia sea llevada al cine, pagada por algún estudio gigante de Hollywood, -ante todo por los beneficios económicos que les significaría-; al final esa posibilidad no se dará, aunque nosotros, los espectadores, ya hemos estado asistiendo a un relato bien tejido de su historia. No es un "detrás de escenas", ni un film con corte documental, ni un "reality show", aunque tenga algo de cada uno de ellos, sino que se trata de una película de acción y drama en la que el desarrollo va averiguando cómo se contaría esta historia si se contase. El paralelo con la cita del epígrafe, de Marguerite Duras, no sólo es adecuado, de hecho es más que divertido, parece redondear la fórmula que Ang Lee eligió para contar esta historia: "escribir es tratar de saber qué escribiríamos si escribiéramos". Aquí se trataría de ensayar cómo se contaría visualmente una historia mientras se la está contando. El buen cine también es inacabado y provisional, proviene de la incertidumbre y se alimenta de ella, avanza con ella, hasta el punto en el que no le cabe el deseo de ostentar que algo se ha logrado.

En el papel del soldado Billy Lynn veremos a un actor debutante, Joe Alwyn, que cumple con la transmisión de inocencia, rebeldía y pureza que el personaje requiere, por lo que emerge a la escena internacional de cine con letras grandes. Kirsten Stewart, con sus ya conocidas dotes dramáticas, personifica a la hermana desafortunada que ha perdido una buena porción de su alegría en un accidente automovilístico que la dejó marcada. Por ese episodio trágico del que sale viva pero llena de cicatrices y traumas psicológicos, es que se conectan con Billy de un modo muy profundo; ese episodio, y las repercusiones que tienen sobre su hermano, ocasionan que el papel de la hermana sea también un poco el de una madre, que protege, que coloca sus ilusiones en la realización de su protegido, y que se pone a la espalda la culpa de cualquier cosa mala que podría pasarle en el campo de batalla.

La familia es lo más dulce y lo más tierno, pero es también lo más duro y lo más complejo, en la vida de un guerrero. No se sabe bien en qué momento exacto, a cuál edad, el ser humano adquiere la mayoría de edad, pero con todas las letras, y asume su vida y su mundo. En ese momento lo que corresponde es llevar las riendas de la propia vida. Pero la familia, mientras más amorosa, mientras más unida, será también siempre un faro que se alza al otro lado de la vida, con sus propias expectativas y sus propias demandas, aunque fueran por debilidades del espíritu, por instantes de elevada carga emocional, o por el juego al que nos someten las dulces memorias y todo aquello que algún día los seres queridos planificaron para nosotros en su imaginario ficticio, en el más íntimo fuero interno. Traicionar esas proyecciones es algo duro, ponerse en riesgo, estar dispuesto a llevar batallas que otrora fueron impensadas, escoger una ruta de crecimiento que no parecería ser la más económica, ni las más inteligente, ni siquiera la más sensata. Hay momentos en la vida de un hombre en los que las decisiones ya no pueden conciliarse con los deseos expresos de todos los seres queridos. Ningún hombre puede escapar a su destino. En ese momento le corresponde cruzar la noche por su cuenta ante la indiferencia de las luces momentáneas que lo pasan por encima y le zumban los oídos. Ser un hombre es seguramente hacerse cargo de esas elecciones, sin ensayar el menor atisbo de excusa o de descargo, desde ese momento todo recae en él, para bien o para mal. Billy Lynn se encuentra ante una situación imposible. El karma de la acción, como le diría el fallecido sargento Bremer, lo ha encontrado, es el karma del guerrero. No ha venido él a ser un hombre de negocios, no le ha tocado la fortuna de conformarse con la persecución del dinero y la búsqueda del placer, no se lo verá en los supermercados comprando agitado unos kilos de jiba y de filete para el churrasco del fin de semana. Las historias de estos hombres transitan por otros rumbos, más ásperos, más esforzados en muchos momentos, y no le hacen caso a aquella frase que reza "la vida más fácil es la mejor vida". 

Su hermana se lamenta en el coche, porque sabe que cuando su hermano se ha hecho una idea no hay manera de sacarlo de ella. El volverá a la guerra. Impotencia, la frustración de los seres queridos. El abrazo en el que se encuentran, cargado de lágrimas de ambos, a pesar de que la realidad apeste en ese momento, es finalmente el momento más emotivo de la película. A los soldados que participan de esta guerra, que se debe perder para que el flujo de dinero continúe moviéndose, sólo les queda reconocer que juegan el papel de unos muñequitos de fantasía en el imaginario de la gente, que son amados, y respetados, pero sólo mientras estén allá, lejos, porque en el país no hay nada para hacer por ellos. La misma porrista que parece haberse enamorado a primera vista de Billy, lo saca de su ensueño cuando le dice: "tú eres un héroe, no puedes escaparte, tienes que estar allá". A pesar de que le confiesa su amor y su deseo de pasar cada minuto de la vida con él, también le dice que lo que ama es la imagen de un joven soldado que se ha portado como un héroe, y que ama más esa imagen, que debe mantenerse en la distancia cuando él se vaya, ama más la imagen que a la persona misma; en su mente, se ha construido un ídolo, un fetiche, alguien por quien rezar, el amor platónico que deseaba incluir en su mundo. Lo real es otra cosa. Billy se despide de aquella incursión en un diálogo imaginario con su mentor, que aparece como una presencia serena, y le dice algo así: "nosotros conocemos la guerra, pero ellos, los civiles, el país, son los que manejan, es su guerra, es su show". 

Ningún hombre puede escapar a su destino. Esto es quizá lo que su sargento y mentor le quiere hacer ver cuando le cita los pasajes de Arjuna en las enseñanzas del Gita sobre la guerra, cuando Krishna le instruye a que realice sus actos con total desapego, pero con cercanía hacia lo absoluto, y concluye con una frase: "Descuida, si has de morir por un disparo, la bala ya ha sido disparada". ¿Qué podrías tú hacer al respecto?