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sábado, 25 de agosto de 2012

EL PALAIS CONCERT COMO ESPACIO POST-PATRIMONIAL



Palais Concert de Oruro Bolivia


En torno a la continuidad del Palais Concert como edificación destinada al arte y la cultura, y a la naturaleza de esta continuidad, se han agrupado distintas inquietudes en las últimas semanas, no todas apuntando en la misma dirección. Así lo pudimos constatar recorriendo la ciudad y conversando  tanto con autoridades del área cultural como con artistas, gestores y miembros del Consejo Departamental de Cultura; la mayoría encuentra un común denominador en la catalogación de este edificio centenario como “espacio patrimonial”. Es a partir de ese estatus que plantean su defensa y su propuesta. Entre todos, es el Consejo el que se comprometió más con la tarea de resistir a una visión que planteaba remodelar el Palais Concert con fines administrativos, y buscaba ampliar el sector que ahora se usa como oficina de la Secretaría de Turismo y Cultura de la Gobernación. Finalmente, el titular de esta secretaría, Pedro Ramos, nos dijo que esa intención había sido descartada, y que se encontraban en plena gestión para que se publique en el SICOES una licitación nacional para restaurar completamente el edificio en cuestión. Además aseguró que la última palabra del Gobernador del Santos Tito ha sido declarar el tema del Palais como prioridad para el 2013.


La discusión latente sin embargo no se ha apagado: remodelar o restaurar, reactivar o readecuar. Son verbos que marcan una enorme diferencia de concepción en la operación a realizar. Ruth Chaparro, presidenta del Colegio de Arquitectos, hizo conocer que la entidad firmó un convenio con la gobernación para actuar como “observador” en el proceso que se siga adelante, y además que respalda plenamente un procedimiento de restauración que no atente contra la construcción original. Miguel Angel Guerra, Oficial Mayor de Cultura de Oruro, considera más apropiado hablar de una revitalización. Mientras que, por su parte, algunos artistas orureños del campo audiovisual son más arronjados y prefieren que se haga una remodelación que le dé nueva funcionalidad a los espacios hoy deteriorados y en desuso. En suma existe una confrontación entre una visión conservadora-restauradora y otra arriesgada-remodeladora. Pero en este caso también, como todo en la vida, nada es puro blanco o puro negro. La tarea que deberíamos proponernos es la de pensar los grises: pensar una política de acción que combine elementos de restauración con elementos de refuncionalización de los espacios. Por ejemplo, restaurar las pinturas murales, tarea urgente, pero darle una nueva dinámica a todo el sector de las butacas en luneta (asientos pegados al suelo que no permiten variar el uso de ese espacio), que además se encuentra muy alejado respecto del escenario, que debería ser ampliado.  

La Plaza 10 de febrero a las 4 de la tarde

Vista panorámica interna hacia la entrada

El escenario


En este sentido, el Palais Concert no debería pensarse de manera unidimensional como edificio patrimonial, ya que esto limita su funcionalidad y su adecuación con las necesidades actuales de la disminuida escena artística orureña. La propuesta con la que deseamos aportar parte de considerar al Palais Concert como un complejo post-patrimonial, porque esto abre un nuevo campo de trabajo muy desafiante, que no tiene precedentes en nuestra ciudad, y consiste en diseñar un modelo de gestión acorde con alternativas de uso que van más allá de su definición como bien patrimonial. De esta manera, queremos involucrar una nueva tensión entre preservación y creación. 

No se crea que se le hace un gran favor a la población orureña destinando tres millones de bolivianos para la restauración de un edificio que después servirá para que los jóvenes se sienten en sus gradas a la entrada para escuchar algo de música. No se crea que es un gran avance reactivar el Palais Concert como espacio de programación de espectáculos y entretenimiento. Que unos cuantos grupos de teatro locales, completamente olvidados por las políticas culturales de fomento a la creación, reciban como consuelo el préstamo de ese espacio para presentar sus últimas ocurrencias no produce nada efectivo. Oruro necesita centros de desarrollo local que se ocupen de construir públicos para el arte. Oruro necesita de que lugares como el Palais Concert, que concentran una alta densidad en el imaginario colectivo de la ciudad, funcionen para producir dos efectos: difundir y formar. Difundir cultura e historia de Oruro, pero pensando en un fin más importante: formar ciudadanía. 

Miguel, el cuidador del edificio, quien amablemente dirigió nuestro tour por las instalaciones

Vista de galería

Miembros del Consejo de Cultura en la toma del edificio para desalojar a miembros de la Asamblea Legislativa, que ocuparon las oficinas destinadas a Cultura

Vista de Palco

Palais Concert de noche


¿Cómo se fortalece el imaginario colectivo del orureño? ¿Cómo se puede reforzar el sentido de pertenencia del orureño, sobre todo de los que están todavía en edad escolar? Precisamente a través de una estrategia que modifica la manera de concebir un espacio de arte. Si Oruro ha caído desde hace décadas en un pozo de olvido y dejadez, siendo el Palais Concert la imagen perfecta de ese deterioro, que sea su readecuación en vista de nuevos propósitos el símbolo del resurgimiento de esta maravillosa ciudad de los Urus. 


 Si en Perú, en relación al Palais Concert de Lima, Abraham Valdelomar lanzó este grito célebre para los peruanos:
 “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión. el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo” 

Tal vez debamos también lanzar un grito de guerra sobre nuestro centro histórico en Oruro, grito que no se lanza contra nadie sino a favor de una acción creadora colectiva. 


Jorge Luna Ortuño

(Continuará)

viernes, 24 de agosto de 2012

LECTURAS DE ORURO I

Camino por la tranquila ciudad de Oruro, es casi como si estuviera en el patio de una casa que nunca dejé. Todo es muy relajado y avanza a nivel cansino. Si aceptamos la idea de que las ciudades se distinguen por sus intensidades de color, de velocidad y de sonidos, entonces veremos que Oruro es una ciudad lenta, de colores más bien opacos. Cuando uno visita la tierra de los Urus después de haber pasado mucho tiempo en Santa Cruz, o volviendo del exterior, experimenta un contraste enorme apenas descender del autobús, y no nos referimos a la cuestión del clima. Los minibuses que vienen de la zona norte avanzan a un paso de tortuga, casi como si estuvieran moviéndose trabajosamente mediante un mecanismo arcaico: dos hámsters corriendo en dos ruedas por debajo, generando así el movimiento de los cansinos transportes públicos. La ciudad adolece de calles angostas, pocas, muy pocas avenidas. Y decimos que adolece porque existen muchos sectores donde los peatones se ven obligados a caminar por la calle, lo cual se suma a la inflación de vehículos de transporte público. Todo se concentra en torno a la Plaza 10 de febrero, íntima, ruidosa, muy agradable en días soleados. La nota negativa es la suciedad. Nos enteramos de que el Municipio hizo correr una circular donde se insta a los vecinos a que saquen la basura sólo en horas tardías de la noche, a riesgo de ser multados en caso contrario. El problema es que a partir de las 9 de la noche la ciudad comienza a verse inundada de montones de bolsas de basura por todos lados (esquina-media cuadra-esquina). Las calles Sucre y Bolívar presentan un deplorable espectáculo, mientras los perros vagabundos hacen su festín. Una vez más, la raíz del problema tiene que ver con la estrechez de las calles. La alcaldía determinó que se dejara la basura en esquinas a partir de las 10 de la noche, porque cuando se hacía el recojo temprano en la mañana se perjudicaba el tránsito vehicular, gente de ida a sus trabajos, niños camino a sus escuelas... un quilombo. Un problema que se vivía ya desde los tiempos en que hice el kinder en el Colegio Alemán de esta ciudad que atesoro en el corazón.

Pasemos. He sostenido diversas reuniones con autoridades locales, es tiempo de descansar. Don Mario es un trabajador que lustra zapatos en la Plaza 10 de Febrero, oriundo de La Paz, pero radicado en esta tierra desde hace 57 años, me cuenta que toca la zampoña y fue jugador de fútbol en la Serie  A de la AFO; hombre muy ameno, conversamos mientras observamos el mal espectáculo que brindan los montones de basura que se han ido juntando en distintos sectores de la plaza que, a comparación de otros lugares de la ciudad como la esquina de la 6 de agosto y León, es más pasable, en parte gracias a la ayuda de los vecinos de la zona central. La ciudad sufre la huelga indefinida decretada desde hace dos días por los trabajadores de la empresa de aseo EMAO, se conoce que reclaman la cancelación de pagos retroactivos y el aumento de salarios.Fuera de esta inocultable evidencia, hay muchas otras cosas que se observan a primera vista en un paseo por las principales calles de la ciudad. Llama la atención que en cualquier lugar, en cualquier esquina, pese a la estrechez de las aceras, una vendedora de comida se instala tapando la circulación, y nadie hace nada para cambiar esa situación. Oruro es cada vez más una especie de gran centro comercial extendido. La Feria del Mercado Fermín López que comienza en la Iglesia Santo Domingo ya no abarca simplemente las calles ascendentes. Da la impresión de que el mercado es toda la ciudad, un gran centro de tiendas y comerciantes informales.

En medio de esa realidad se encuentran los espacios culturales. Al menos tres que son referenciales: La Casa de la Cultura, por la zona de la terminal de buses; la Casa de Patiño en la Soria Galvarro; y el Palais Concert en plena plaza principal. Ninguno de los tres funciona como Centro de Arte. En Oruro estamos muy lejos, el aprovechamiento del espacio es mínimo, la difusión de la cultura es una tarea que se deja en manos de la que gente que tiene buena voluntad y puede animarse a gestionar alguna función de música, de teatro o de danza. La Casa de la Cultura, que es la construcción más imponente en este rubro, se muestra algo abandonada vista desde fuera. El Oficial Mayor de Cultura, un hombre afecto a la lectura de espiritualidad (él cita los libros de Lobsang Rampa como sus favoritos), me cuenta que nunca se ha hecho una mantenimiento del edificio desde su creación (alrededor del año 2001). Mientras la Casa de Patiño acoge mayormente pequeñas ferias del libro, o alguna que otra presentación; se sostiene en la base de su museo. Sin embargo, el que más bulla ha provocado en las últimas semanas ha sido el Palais Concert, debido a que no se ha llegado a un consenso entre Gobernación, artistas, arquitectos, gestores y Consejo Deptal de Cultura respecto a qué hacer con ese espacio, según qué terminos de referencia pedir que se lanze una convocatoria de licitación a nivel nacional. El arquitecto Boris Medina dijo en una Asamblea sobre Arte Patrimonio y Cultura realizada el pasado jueves que resulta un crimen pasar por alto los criterios con los que el edificio del Palais fue construido, y propone que se restaure tal y como fue concebido. El problema de los arquitectos en Oruro es que piensan en términos de monumentos, buscan preservar un modelo de arquitectura que en Oruro ya ha perdido toda su consistencia desde que los comerciantes ambulantes tienen la posibilidad de construir grandes casas comercials con fachadas provenientes de un estilo que el notable arquirecto paceño Carlos Villagómez llamó en su momento "arquitectura chojcha"; él ser refería a las construcciones que se pueden observar en zonas como la Uyustus, en La Paz. 





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