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jueves, 12 de febrero de 2015

QUINTÍN Y LA CRÍTICA DE CINE



Imagen de Festival A cielo abierto


En el mes de septiembre del 2014 tuve la fortuna de asistir a un taller de crítica de cine en Cochabamba, iniciativa organizada por el Centro Pedagógico y Cultural Simón I. Patiño en cooperación con el Goethe Institut. Fue una de las actividades formativas que montaron los organizadores dentro del festival de cine documental titulado "A cielo abierto". El taller lo dictaron el argentino Eduardo Antín, más conocido como Quintín, y el peruano John Campos Gómez. Quintín me pareció fantástico, logré hacerle una entrevista breve antes del tercer día del taller, justo después de los almuerzos que disfrutábamos como delegación en un restaurante por la zona del Boullevard. 

La dinámica elegida por los talleristas resultó muy apropiada y estimulante para los que participamos, que éramos una veintena de aficionados al cine, mezcla de periodistas con gestores y cinéfilos. Como requisito inicial, semanas antes cada uno de nosotros había enviado a la organización una crítica de alguna película; además de ser el pasaporte de entrada, ese documento sirvió para identificarnos dentro del taller y ejercitar la idea central de ese espacio: una crítica de la crítica de cine. Al iniciar cada sesión Quintín y Campos nos repartían fotocopias de cada una de las críticas, que fueron entre quince a veinte, y después de leerlas ellos comenzaban los comentarios y críticas. Así avanzamos una por una, deslizándonos entre estilos de escritura y de formas de mirar muy diferentes, algunas casi antagónicas. 


Quintín a la izquierda, a su lado John Campos.

Quintín se mostró de entrada reacio a las recomendaciones personalizadas y al aleccionamiento. Pero se mostró como una máquina de afirmaciones provocadoras. Sabiéndose ante un público mayormente joven, compuesto por cinéfilos que se identifican con el animal llamado "crítico de cine", un animal muy inquieto, disconforme, observador y liberal, lo mejor que podía hacerse era hilar por la vía de la incertidumbre. Así lo hizo. En cambio John Campos, en toda su juventud e impetuosidad, parecía tener un decálogo de lo que debe hacer y no hacer un crítico de cine, y vino a transmitirnos su convicción. Su posición era muy cercana a la de aquellos que desconfían del trance del cinéfilo. Es decir, trance en sentido de que el cine, como una forma de arte, es una máquina para hipnotizar: toda la posibilidad de su conexión más íntima con el espectador recae en la experiencia del trance. Claro que es posible ver desde fuera, de modo muy consciente y frío, y escribir algo inteligente sobre una película, pero no existe nada como la conexión del cinéfilo que se hipnotiza con tal o cual película, que se deja llevar. 

Como diría el fallecido escritor uruguayo Mario Levrero, el arte provoca esa hipnosis para que bajen los niveles críticos de consciencia y así pueda transmitir vivencias o experiencias anímicas que no se traducen en hechos perceptibles. Pero el crítico de cine, en su figura más dura y frecuente, tiende a presentarse como aquel al que no lo obnubilan los efectos, él se mantiene imparcial, distante, desconectado, presto para decodificar mensajes o ideologías escondidas, porque a él no se la hacen.

Quintín no tenía nada que ganar ni perder en cualquier debate sobre la tarea del crítico de cine, en cada intervención dejaba ver su tremenda erudición sobre el tema, pero no era avasallador ni engreído, hablaba muy piola, con humor, sarcástico a veces, lo que hacía era abrir corredores para pensar las posibilidades de la crítica, pero se evadía a dar definiciones. Cuando terminaba de exponer su posición ya no quedaba nadie que quisiera contradecirlo, nos había lanzado hacia un nuevo oleaje de pensamientos. 

El tercer día de taller, ante una cierta insistencia de John Campos por asentar alguna definición, Quintín interrumpió diciendo, "bueno, yo propongo una nueva definición: ¿Qué es la crítica de cine? No sabemos." Promover la incertidumbre sobre ese modesto oficio fue su motor, en ese momento arrancaba y su pensamiento comenzaba a sobrevolar. Capturé algunas de sus ideas, lo cito aquí: 

"La crítica no está dirigida al lector. Lo que hace el crítico es escribirle una carta al director de la película, establece un diálogo imaginario, y pone al lector como testigo de esa conversación."

"Es una convención errónea pensar que el texto debe ser subsidiario a la película. El texto de una crítica goza de su propia autonomía. ¿Por qué no pensar que es posible hacer críticas sobre películas que todavía no existen o que nunca se hicieron?"

"Hay que tener presente que los directores se proponen hacer algo con sus filmes para algo más que ser descritos por un crítico de cine".

"Estamos frente a un problema de la crítica cuando una película no nos deja avanzar."

"Un modo de hacer crítica es sintiéndose dentro del universo del director. Una crítica nueva es la de una nueva generación que se hace cargo de lo que se produce hoy, y que plantea como condición que uno esté dentro de ese universo."




Una cuestión que pareció sorprenderle de los textos que trabajamos fue la falta de trasfondo político en las críticas sobre determinadas películas. “¿Cómo se puede hacer una crítica sobre esta película sin hablar francamente de política?” – se preguntaba después de leer dos trabajos sobre Ivimarae de Valdivia. Él se ubicaba muy bien por dónde venía una historia y un director con algunos datos que le contábamos. Nos confesó su sensación de que había una precaución y hasta cierto temor en nuestras críticas por entrar en el meollo de la discusión política nacional.

Quedó clara la impresión de que no le gusta la crítica timorata. Si en algo insistió fue en que se debe escribir con honestidad intelectual ante todo. Nos propuso que este oficio de escribir crítica no incluya el escabullirse y colocarse en el lugar común, de elogiar lo que ya goza del consenso de todos, o ser crítico con lo que todos están de acuerdo en deplorar. Te tira para atrás creer que siempre hay algo bueno que se puede decir de una pésima película, o guardar demasiado las formas rigurosas para decir algo simple. 

Las ideas y debates que se produjeron en ese taller y la riqueza de la experiencia junto a varios colegas talentosos tendría que dar lugar a más reseñas de lo sucedido, seguramente irán apareciendo con el tiempo.


Por: Jorge Luna Ortuño