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lunes, 7 de marzo de 2016

CAE CONOR MCGREGOR CONSUMIDO POR EL EXTRAPESO Y CIERTA SOBERBIA

Por: Jorge Luna Ortuño






En las conferencias de prensa del UFC 196, en la guerra mental de poder a poder de la pelea estelar, quedó claro que Nate Diaz se manejó con eficiencia, no atacó mucho ni muy seguido, pero cuando debía hacerlo lo hacía contundentemente. Dos fueron sus mejores argumentos: el primero que Conor había vencido a tres enanos consecutivamente (Siver, Méndez y Aldo), mientras que él tenía una fila de peleadores de primera línea a los que peleó en la última década. Su otro tema era la legitimidad de su equipo y sus sparrings: con quién entrenas, en tu gimnasio no tienes a nadie, mientras que yo tengo a Nick Diaz, a Kron Gracie, a Shields, a mi coach de boxeo, etc. Tenía dos puntos fuertes, e incluso llegó a callar a Conor en la segunda conferencia de prensa. Fue una antesala de lo que pasó en la gran noche de la pelea, Conor podía venir y venir, pero cuando Nate sacara las grandes armas, la pelea hallaría su fin. Quedó también como gran duda el hecho de que Conor no tenga como coach principal a un striker, pues John Cavenagh es especialista en grappling. Fue John quien le dio instrucciones muy condescendientes y no tan claros en el descanso, en lugar de decirle: "ahora no te quemes, no pongas todo el poder en tus golpes, busca marcar puntos y moverte, guárdate para los rounds finales", lo que le dijo fue "el directo de izquierda está llegando, y el gancho de derecha está ahí. Sigue así, y destroza esa pierna delantera". 






La electrizante pelea que protagonizaron Conor McGregor y Nate Diaz la noche del 5 de marzo del 2016 será recordada por un largo tiempo por los estudiosos del combate y los fans de la MMA. Quedará marcado el cómo, en el minuto 3.11 del segundo round, Conor McGregor descubrió que la trampa que creía estar tejiendo para Nate Diaz era en realidad una tumba que había cavado para sí mismo. En el minuto 2.22 la tormenta se le vino encima. Nos referimos a la cuestión estratégica: quedó emboscado en un plan de pelea que creía haber armado para su conveniencia, pero resultó que le había estado haciendo el mejor negocio al mismo Nate. El mismo Conor reconoció en tono humilde, después de la pelea, que hubo un momento en el que pasó al modo “pánico”. En ese horroroso instante para sus pretensiones, Conor descubrió que llevaba todas las de perder en una pelea de toma y daca frente a un luchador como Nate, curtido en cien batallas de ese tipo, provisto de una cabeza de piedra y una quijada granítica, pese a la dureza con la que se puede impactar al rosto con los guantes de MMA. 

Conor había sido conmovido por una combinación 1-2, lo que era como recibir una cuchara de su propia medicina. Así tocado, notando que sus golpes ya no producían ningún daño, y tragándose todo su orgullo, en tal situación Conor optó por buscar el derribo, que intentó con un double leg bastante previsible. Fue el momento en que Nate supo finalmente que lo tenía a su merced, la guillotina esperaba lista, la guillotina Kron Gracie, que se efectúa con el codo bien alto. Nunca en toda su carrera, salvo en aquella ocasión contra Holloway que sufrió una lesión en el ligamento de su rodilla izquierda, Conor había buscado ir al derribo durante un intercambio franco de golpes de puño. “Estoy invicto en intercambios”/ “Veamos quién da el primer paso atrás”. Justamente, en esta pérdida tajante, Conor perdió ese invicto del que tanto se vanagloriaba, lo que en el balance tal vez resulte el golpe más decisivo a su moral. Anoche fue Conor el que tuvo que acudir al papel de “wrestler desperado”, como él mismo bautizó a todos sus oponentes perdedores en las 145 libras.

Conor gritó a los cielos que una vez sus oponentes sentían su mano izquierda, antes o después todos se quebraban, así lo profetizaba respecto de Dustin Pourier por ejemplo. La batalla mental que tan bien se le había dado a Conor en toda su carrera, finalmente anoche resultó un boomerang contra sí mismo. Oyendo la conferencia de prensa y lo que pasó en el pesaje oficial, me dio la sensación de que fue demasiado; con tan pocas horas antes de la pelea, un guerrero necesita estar en una estado de paz, de control de sí mismo, serenidad pura, como lo mostró frente a José Aldo en el pesaje antes del UFC 194. En cambio con Nate se vio entrampado en una situación donde la soberbia, la agresividad y el gusto por los insultos se había multiplicado como virus, la temperatura de la pelea se salía de los límites, sin ser algo personal estos dos hombres actuaban como si se odiasen. Conor había subido tanto las expectativas que estaba obligado a noquear a Nate Diaz para cumplir acorde a su discurso. 

Conor podría haber hecho una pelea muy inteligente, con todos los recursos técnicos que posee, bastante superiores en variedad y fluidez a los de Díaz, pero eligió meterse en una batalla por el orgullo, que era acerca de quién quebraba primero al otro mentalmente y lo talaba como se hace caer un gran árbol. Fue él mismo quien puso las expectativas tan altas, diciendo cosas como que Nate era muy suave en su cuerpo, un flacucho, con juego de pies previsible, con golpes demasiado repetidos, lento, muy lento para él. Por eso cuando inició el round, Conor lanzó desde los primeros diez segundos sus izquierdos volados colocando todo el poder encima. Erró la distancia en varios golpes,  se sintió incomodado por la amenaza de jab de Diaz, por la longitud de su brazo. 

Lo que pocos tienen en cuenta es que el golpe que se falla o se tira al aire cansa más que el que conecta. Díaz se movía atrás y en círculos, ocasionalmente lanzaba un jab y pronto se animó a soltar una que otra izquierda, pero sin lograr preocupar a McGregor. No hacía mucho Díaz, pero controlaba la distancia hasta la mitad del round. Recién cuando faltaban dos minutos para la finalización de ese round inicial Conor logró aterrizar sus cruzados y directos con algo más de notoriedad, logrando marcar el rostro de su rival, quien todavía daba la impresión de que estaba en ánimo tentativo y algo tímido. Los movimientos de Conor eran ágiles, se le veía cierta armonía a momentos, combinando bastante con la patada pisotón a la rodilla adelantada de Díaz, que le ayudó estratégicamente a prevenir mayores avances de Díaz. Pero lo cierto es que Conor se desgastó bastante en ese primer round, sobre todo en el suelo al final, donde Nate amenazó con revertir a Conor quedando montado pero con visión norte-sur. Conor usó su fuerza y tuvo que poner todo su peso hacia adelante para impedirlo, pero no consiguió hacer ningún daño en el ground and ound, siendo que invirtió buena cantidad de energía. 

Otro problema de ineficiencia para Conor fue que cuando lanzó sus temidas izquierdas en ese inicio, varias eran desmedidas, lanzadas con toda la fuerza, quedaban en el aire y comprometían su balance, lo cual compensaba agachando la cabeza contra un posible contrataque. Pero un experimentado kickboxer probablemente hubiera aprovechado para rodillarlo en la cara o lanzar una patada ascendente. Díaz no atacó estos movimientos de McGregor, se conformó con hacerlo fallar, y a veces soltar su cross de derecha como respuesta.

Se ha dicho que Conor McGregor ha enfatizado la atención al movimiento del cuerpo humano en las artes marciales. La presencia de Ido Portal por segunda vez en su esquina probablemente tenía la intención de continuar con ese discurso públicamente y hacerlo muy obvio para todos, pese a que Ido sólo se acopla a sus cmpus en la última semana de su preparación. Lo lamentable es que el peleador irlandés no mostró propiamente toda la fluidez de movimiento que hubiéramos esperado. Con algunas de sus patadas en giro de capoeira, que nunca llegaron al rostro de Díaz, nos pusimos a recordar a Bruce Lee, cuando decía que la libre expresión de uno mismo no es lo mismo que auto-exhibición; que la funcionalidad está antes que la vistosidad. Conor hizo cierta exposición de sí mismo con fines de búsqueda de la admiración externa, como todo buen vendedor de su negocio. Pero, en lo profundo, esas prácticas no le hacen bien a un artista marcial, que necesita mantenerse ligado a lo que es real, a lo que funciona, a lo que surge realmente como forma de expresión honesta de uno mismo. Es muy fácil ponerse arrogante y mostrar a la gente una serie de movimientos llamativos, es fácil impresionar con movimientos, y eso es algo que también es parte de la cultura de movimiento vista desde afuera. Pero, vale decir que el verdadero movimiento no es auténtico si se hace en busca de alguna aprobación externa. El artista marcial moviliza su cuerpo a partir de algo honesto.

Pero hay que ir más lejos. ¿Movimiento y qué más, de qué hablamos? Bruce Lee nunca ensalzó el movimiento sólo por sí mismo. En El Tao del Jeet Kune Do, el único libro que escribió esperando publicarlo, enmarca la economía de movimiento y el juego de pies.  Conor tiene una comprensión más desarrollada de esos elementos del combate, su estilo lo demuestra. Pero contra Díaz no estaba realmente en posesión de todo su arsenal, algo lo distraía. El cambio de estancias de guardia con el que avisaba a Díaz en la apertura, finalmente no salió a flote. McGregor fue directo a su tarea desde la guardia natural, si asumimos que utiliza la mano diestra principalmente. En ese caso tenía la chance de utilizar su patada lateral, la misma que usó contra José Aldo en su choque del UFC 194. Pero en esta ocasión, a partir de cierto punto del segundo round, Conor sintió la queda de su tanque de gasolina y pareció olvidarse de todas sus patadas. Había menospreciado el asunto de la subida de peso, no se sentía en dominio, control y conocimiento de su cuerpo. ¿Cómo no previno eso si había subido de 145 a 168 libras en menos de tres meses? Él mismo diría: “No fui eficiente con mi energía, y él sí lo fue, peleó una pelea inteligente”. Para colmo, Díaz se sabía en una guerra de poderes, matar o morir, por lo que soltaba sus puños y conectaba de rato en rato, sobre todo los jabs, sólidos a la quijada del irlandés. Y cuando tocaba recibir, se cubría, hacía que los golpes de Conor se volvieran inofensivos en sus guantes amortiguadores. Conor comenzó a abundar en ganchos ascendentes, desde diversos ángulos. Todavía se notaba su riqueza técnica con puños. Pero dejó de atacar el cuerpo, siempre cerraba la combinación con un golpe a la cabeza que no hacía casi daño. La cara ensangrentada de Díaz no parecía encontrar un fin, y así, con toda su envergadura, luego de cubrirse y aguantar el temporal, Díaz iba a buscar sus propios impactos. El colmo del error fue que Conor peleó esta fase con las manos a la altura de la cintura, confiándose en su esquiva y cabeceo, que en esos momentos ya era muy inefectivo. La defensa de Conor se vio rebasada, y el cruzado impactó con dureza, en el mejor estilo de un doble de McGregor que de pronto lo colocaba a él en la situación en la que siempre ponía a sus oponentes. Esto no hubiera pasado si Conor peleaba con mayor responsabilidad defensiva, intentando al menos subir su brazo y codo derecho para bloquear los directos que lanzaba Díaz como jabalinas. Cuando no fue este cruzado el que impactaba, fue el cross de derecha, que Díaz lanza como un sopapo, como si se tratara de un chicotazo al lateral del rostro. Conor aun tenía ánimo de sonreír y decirle algo a Díaz, todavía se animó a desafiarlo a seguir pegando, como si nada hubiera pasado. Pero sus piernas y la torpeza de sus movimientos lo delataban. Su caminar por el octógono se había tornado difuso, sus movimientos de cintura torpes y fuera de timing, incluso lo vi cruzar los pies al desplazarse a los lados. Era la versión torpe y descuidada de Conor contra la versión más seria y lista para matar de Nate Díaz. En algún punto Conor lo sintió, supo que iba a morir, así que eligió la derrota más administrable para su imagen, la derrota por finalización, que ya antes ha ocurrido en su carrera en dos ocasiones, cuando era un inexperto en las artes del grapling. Nate Díaz lo dejó claro, si Conor se hubiera mantenido en pie hubiera sido un k.o., y eso es lo que evitó al lanzarse en un takedown que resultó como meter la cabeza en la boca del lobo. Díaz mostró además que su jiu jitsu, aprendido con la guía de Cesar Gracie, está en un nivel muy superior al del irlandés, que practica con interesantes grapplers en el Straight Blass Gym, pero que no parece obligarlo a evolucionar como se esperaría.

En definitiva, Conor lució vulnerable y descuidado, mientras que Nate lució sorprendente y auténtico. No intentes jugar mi juego contra mí, es lo que parecía haberle dicho Nate a Conor. Reclamaba así su personaje, el del provocador chico malo. Ser el bravucón con ventaja de tamaño y de alcance que aterroriza a sus rivales no era la estrategia correcta para esta pelea, pero en el campus de Conor no lo resolvieron. Recordé mucho una pelea de fines de 1996, cuando Roy Jones Jr subió a la categoría de los semipesados para pelear con Mike McCallum por el título interino. Su enfoque fue de respeto al peleador más pesado, más acostumbrado a la división, y más experimentado. En algunos rounds, como en el quinto, Roy utilizó sus armas de lucha mental, ayudado por su cegadora velocidad y sus reflejos infernales. Y en el round 10 incluso logró un knock down a su favor al sorprender al McCallum con un derechazo directo. Fue una estrategia de cocinar la comida a fuego lento. Luego se vería por qué no había salido a buscar el k.o de entrada. Cuando subes de categoría tu poder de knoquear ya no es el mismo, debe ajustarse a los rivales, y Roy había subido para aprender, debía testear durante algunas peleas cuáles eran sus posibilidades.

La lección que nos llevamos de este resultado del UFC 196 debe ser mesurada, pese a lo impactante de los desenlaces y sus repercusiones inmediatas. Misha Tate venció a Holm, sí, pero fue una enseñanza sobre detalles, algo específico que mejorar en su juego, su vulnerabilidad al derribo como contraataque a su mano izquierda. En el caso de Conor McGregor, fue una cuestión muy mental. Él cree que realizando algunos ajustes, y tomando consciencia de que al peleador más pesado debes respetarlo y no lanzarle todos tus golpes para noquearlo, tendrá todas las chances de volver y ganar el cinturón de las 155 lbs. Tendría que lanzar más golpes para marcar puntos, parecía decir, también reservarse sus mejores golpes para momentos específicos de la pelea. Conor hablaba de que los pesos no deberían importar tanto, pero aprendió que sí importan, que no es tan fácil aventurarse a pelear con cualquier oponente. Debes tener un plan de pelea, estudiar un poco a tu rival, tener claro ciertas cosas respecto de dónde quieres ir y dónde no deseas llegar. Conor fue a lucirse, basado en la idea de que su arsenal es mayor y que Nate no podría resistirlo. Pero lo resistió, y de ahí en adelante Conor no tuvo más respuesta, no habían imaginado tan lejos.
POSDATA: La conferencia de prensa inicial, donde Nate y Conor intercambiaron una divertida ronda de ironías, acusaciones y críticas, fue un muestrario del mapa mental de la velada. ¿Cómo será la pelea? –le preguntaban a Nate. Él respondía sucinto: “Será una pelea”. Ante otro periodista que le marcaba la ventaja que podría tener McGregor por sus movimientos, Nate replicó: “Yo también tengo movimientos”. ¿Cuál será tu estrategia, fue incluso una de las arriesgadas preguntas? Nate dijo: “pienso ir a matar o ser muerto”. Conor reía en esos momentos, pero no sabía lo que esperaba. Queda la imagen de una sesión en la que Conor fue contestado, en la que no pudo señorearse como siempre. Cierta frustración se pudo notar cuando Nate lo acusó de estar en osteroides. Conor tiró todo lo que tenía y Nate pareció nunca caerse. Fue quizá un momento revelatorio de lo que iba a pasar en la batalla del UFC.