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domingo, 25 de septiembre de 2016

LA FUNCIÓN DE UN CENTRO CULTURAL, APROXIMACIONES




Whiplash es una película dramática estadounidense estrenada el 2014, escrita y dirigida por Damien Chazelle.  Se distribuyó en Latinoamérica con el tìtulo Obsesión por el rítmo. La protagonizan Miles Teller como el joven baterista de jazz Andrew Neiman, que asiste a una de las mejores escuelas de música en Nueva York, bajo la tutela del riguroso y despiadado jazzista y maestro Terence Fletcher (J.K. Simmons). 

En una de las primeras escenas de Whiplash (2014), el novato postulante al reconocido Conservatorio de música Shaffer, Andrew Neiman, conversa algo nervioso con el temido maestro Terence Fletcher, a quien se le conoce capaz de hacer quebrar a hombres hechos y derechos como si fueran niños de primaria. 

Como quien quiere saludar y conocer, Fletcher lo aborda sorpresivamente mientras están en el descanso del ensayo con la banda. Es la primera clase de Andrew, aparentemente sólo intenta hacerse una idea de él, es una conversación informal de café, pero no todo es lo que aparenta, pues en realidad es parte del proceso de medirlo. Lo primero que le pregunta es si existen artistas en su familia, músicos preferentemente. 
- No, sólo yo.
¿Algún tío, familiar o amigo cercano que le guste el arte y te pueda apoyar? 
-No, ni uno. 
Bueno, entonces -le dirá el profesor-, tu única chance es escuchar todo lo que puedas los discos de los grandes maestros del jazz. 
Después le recomendará algunas joyas como las de Charlie Parker, entre otros. Es decir, si no encuentras el estímulo competente desde tu hogar o en tu círculo caliente, lo que puedes hacer es exponerte a la irradiación de los más grandes en el arte que practicas. Floyd Mayweather por ejemplo, venía de una familia de boxeadores -su padre Floyd y su tío Roger fueron boxeadores profesionales-; la mayoría en su entorno entendía ya el sacrificio y el tipo de vida que requería para llegar donde llegó; la atmósfera en la que creció tendía a favorecer que se especialice en el boxeo. Muhammad Alí en cambio fue hijo de un laborioso pintor con talento artístico, tuvo que formarse por su cuenta, no tuvo boxeadores en su familia que hablaran su mismo idioma. Para encaminarse, Alí tuvo que frecuentar desde muy joven los gimnasios de Louisville y conversar con entrenadores, managers, ex-boxeadores, con todo aquel que pudiera transmitirle alguna valiosa información de segunda mano.

En el mundo del arte, probablemente esta sea la primera función que cumplen los centros culturales y los repositorios del tipo museos y galerías: generar espacios de transmisión de información, vitrinas para exponer al visitante a una irradiación continua de la mentalidad y las preocupaciones del artista. 

Transmisión
Quién podría rebatir el hecho de que la obsesión, la total dedicación al arte, la exagerada búsqueda de la perfección que todo verdadero artista lleva consigo, es algo que no se enseña, no se puede enseñar. Sólo se puede despertar un tipo de interés para que luego el aspirante se haga cargo. Eso es algo de lo que se contagia de modo indirecto al estar en contacto con los grandes maestros, al exponerse a sus trabajos, o al seguirlos, al leerlos, escucharlos. 

Volviendo a la película, además hay otra razón por la que el profesor le dice que escuche muy seguido a los grandes del jazz. Cuando uno es joven aprende mucho por el deseo de imitar, de ser como el ídolo que admira. Es una forma de avanzar. En el fútbol es curioso cuánto aprendemos de niños por sólo ver cómo juegan nuestros jugadores favoritos. El patio de recreo es el laboratorio de ensayo de las jugadas de Messi o de Neymar. Y Ronaldinho primero tuvo que intentar ser como Romario o Pelé antes de ser Ronaldinho. Se trata de la transmisión particular que emiten los grandes en su campo, los maestros. "De un maestro uno no aprende lo que hace, sino cómo hace lo que hace" -me dijo una vez el filósofo Tomás Abraham al visitar La Paz. Pero imitar es sólo un primer paso, propio de la obsesión inicial. En algún momento, tanto imitar, se llega a comprender cómo funciona el asunto, y se empieza a experimentar por cuenta propia. Es la etapa de germen de la creación de un estilo propio. 

Jesús Urzagasti me hablaba de aquello que es intransferible en la poesía, pero que es comunicable. El artista, el músico, el poeta, emiten señales, vibraciones que se encuentran en el fondo de su obra, de su música, de su poesía. Se capta o no se capta, pero hay que exponerse a ello. Y una palabra muy propia del mundo de las artes escénicas es "conectar". Después de la fase de la imitación, lo siguiente es aprender a conectarse con ello, tomar cuenta de cómo sucede. La lectura de un libro de Cortázar, de Joyce, de Borges o de Cervantes te pueden conectar con distintos mundos vibratorios. Algunos libros se dice que son reescrituras de los grandes libros de la literatura, como el Pierre Menard de Borges a partir del Quijote de Cervantes, o el Máquinahamlet que escribió el dramaturgo alemán Heiner Muller luego de treinta años de obsesivo y meticuloso estudio de la obra clásica de Shakespeare. Son conexiones casi atemporales, que hacen perder la noción del tiempo, o se prolongan a veces por toda la vida, nos hablan de la sostenida obsesión del artista, de escritores, filósofos, danzarines, poetas.  

Cuando se abandona la imitación, surge la posibilidad de la creación. Pero todo comienza con exponerse, salir y ponerse en contacto, hay que exponerse a las vibraciones de los que hicieron el trabajo antes que tú. No conformarse con seguir a los que están cerca, sino ponerse a mirar a la altura de los más grandes, dialogar con ellos constantemente. Se trata de ser autodidacta, un buen buscador, o lo que Gilles Deleuze llamaba "cazador", alguien que va a exposiciones, visita muestras de escultura, conciertos, obras de teatro, presentaciones de libros, y que lo hace con el olfato del que sigue el rastro de algo que persigue: una idea, una sensación, nuevas interrogantes. Hay que estar en busca de algo, y tener la creencia de que ese algo se puede encontrar en el mundo de las artes.  

En Bolivia, la oferta es variada en el eje troncal, sobretodo en La Paz y Santa Cruz, siendo esta última la ciudad que parece promover con más fuerza un cierto aire de experimentación y de incertidumbre. Los centros pedagógico-culturales de la Fundación Simón I. Patiño, los repositorios de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, además de AECID, el Goethe Institut y la Alianza Francesa, cumplen la tarea de aperturar este tipo de irradiaciones a la ciudadanía. 

No todo lo que se presenta es siempre bueno, o al menos, no es algo que te cambiará la vida. Pero hay que perseverar en la búsqueda. El problema que siempre existirá es que no puede en verdad haber encuentro si no existe una mínima búsqueda en algún sentido de parte de los visitantes. De modo similar a lo que se busca cuando se hojea una buena novela o un libro de filosofía, hay que estar abiertos cuando se visita un centro cultural a que nos tome por arrebato un nuevo concepto, una nueva manera de plantearnos la interrogante, una asociación curiosa, nuevas sinápsis, algo que nos inquiete... A veces tenemos con nosotros el ochenta pro ciento de un proyecto, y la asociación de ideas termina de completarse con algo que vemos en una película, en una exposición o en una charla. Hay que darse la posibilidad de que nuestras curiosas obsesiones nos lleven a la siguiente conexión. 



Un centro cultural debe ser aprovechado especialmente por los autodidactas. Mientras el primero expone conocimientos dentro de sus instalaciones sin intentar enseñar ni tener pretensiones de escuela, los segundos van a capturar algo, van a aprender, sin ser estudiantes de esa institución ni estar ligados formalmente a ella. Un centro cultural es un lugar perfecto para respirar libertad y ampliar el sentido del olfato, activar la antena, y forzarse a uno mismo a aprender algo nuevo, investigar un poco, preguntarse qué puede tener que ver algo con otra cosa en una misma sala. Un Museo, en tanto institución preservadora de memoria y de patrimonio, también ofrece esta posibilidad, pero el rango de variedad de disciplinas que cubre y de eventos que monta, será siempre más limitado, por el hecho de su especificidad y de los objetos que custodia. El centro cultural tiende cada vez más a ser un híbrido, como bien lo explica García Canclini en buena parte de su bibliografía; su campo de acción puede ser enorme, su desafío es saber hallar unas líneas conectoras que sirvan de hilos conductores y organicen un poco la oferta cultural que ponen a consideración de la ciudadanía, de los vecinos, de la comunidad en definitiva. El objetivo mayor para todo centro cultural debería ser el de consolidarse como aparato editorial confiable dentro de la marea de ofertas culturales que flotan en el ambiente. El nombre de un centro cultural serio debe ser como la firma de un escritor de verdadero renombre: cuando ves estampado el nombre de ese escritor en la tapa todo lo demás pasa a segundo plano, la editorial, el año, el título, porque ya el nombre te ofrece una garantía de seriedad, de magia, de calidad, de aquello que buscas en un libro. Por ello es muy importante que un centro cultural defina claramente sus criterios de discriminación, para protegerse, para establecer un horizonte de exigencia y calidad hacia los postulantes y ofertantes, pero sobre todo para cumplir cabalmente el rol de intermediario legítimo y confiable para la ciudadanía que no está especializada en artes ni en filosofía ni en literatura, pero que quiere acercarse, despacio y con calma, para tomar algo y llevarlo a su vida.


BALADA DEL VELERO


Por: Jorge Suárez.


Un día tú, velero de pureza
llegaste a mí sobre la mar en sombra
yo era un rendido náufrago del alba
un trágico viajero hacia la muerte.

Tú, solamente, que por altos mares
lejos de mí, vencieras la tormenta, velero de ilusión, velero mio,
pudiste amarme navegante muerto.

Sobre las ondas manejó la vida,
en lo profundo, peces de ternura,
te sintieron cruzar hacia mi encuentro,
bajo un alegre vuelo de gaviotas

Tú que has bebido la anterior marea,
mordida en la jauría del oleaje,
isla del amor que navegaste sola
junto a mí detuviste la borrasca.

Inútiles mis redes pensativas
ambularon las aguas del encuentro;
siempre vigía de la mar en furia,
lejos de ti, bajo la niebla solo.

Inútil pasajero hacia la muerte,
proa de soledad, navío triste
por aterrados vértigos
de espuma
y mármoles de hiel inconmovible.

Tú solamente, viajera loca,
leve juguete de la marejada,
velero de ilusión,
velero mío,
pudiste amarme navegando muerto.


*Tomado de su poemario "Sinfonía del tiempo inmóvil".

domingo, 21 de agosto de 2016

NOTAS SOBRE LA REVANCHA DE CONOR MCGREGOR FRENTE A NATE DIAZ







Connor McGregor mostró destellos de mucha calidad en sus dos peleas en las 170 libras con Nate Diaz. Calidad en términos de precisión en sus golpes, velocidad al ejecutar el directo de izquierda, excelente timing para contratacar por encima del jab de Díaz; y en cuanto a la segunda pelea, hay que tomar nota de su manejo combinado del jab, la izquierda cruzada y las patadas circulares bajas, algo que no solía hacer en su carrera. También se mostró eficiente en sus defensas de derribo, y en general confirmó su excelente sentido de la distancia y del ritmo a la hora de atacar. Connor es, sin duda, un peleador mucho más estético, elegante y preciosista que Nate Díaz (no recibe tanto golpes por su modo de esquivar y luce mucho más fino en sus movimientos y balance). Pero pese a estos chispazos de brillantez, es justo decir que éste Connor de 168 libras no es tan divertido como el que pelea en las 145 libras, peso gallo. Basta con revisar los highlights de su historial de peleas en el UFC, donde se observan otros elementos como el manejo de la distancia, pero además mucha más movilidad, entrando y saliendo, generando ángulos, con patadas circulares en salto, patadas en giro, patadas rectas al plexus celular..., y por supuesto, la infame mano cruzada de izquierda, que en la otra categoría definió casi todas sus peleas. 

Tuvo que aparecer un peleador con las características del asombroso Nate Díaz para que Connor McGregor traspase una suerte de umbral. Con Nate Diaz al frente, Connor se tuvo que poner un poco al corriente de lo que todo el resto estaba haciendo, desde la manera de planificar los campamentos de entrenamiento hasta la forma de pelearle a un zurdo alto y de mucho alcance como Nate Diaz. En el proceso de sus dos encuentros con el estadounidense, Connor acabó resignando elementos como la movilidad, el uso de la patada en giro con la pierna trasera, y las patadas pisotón y lateral a la pierna adelantada. En orden de lograr un predominio táctico, Connor se jugó por el low kick, que ejecutó repetidamente y con bastante intensidad. Era algo que extrañamos todos en la primera pelea, y que siempre juega un factor condicionante contra los hermanos Díaz. En la conferencia de prensa después de la pelea,  el irlandés elogio la manera en que Díaz lidió con esas patadas, enfatizó en que ya no se trata de la vieja manera de padecer ese castigo, sino que supo chequear las patadas, tanto así que Connor se tuvo que ir a casa con el pie izquierdo lastimado, presumiblemente roto, según ha informdo ESPN en las últimas horas de este domingo 21 de agosto. 


El mejor análisis que pude escuchar antes de esta pelea fue del coach Firas Sahabi de TriStar Gym, quien además de especialista en artes marciales mixtas es licenciado en filosofía. Firas habló de la mentalidad de bullying que tienen tanto Connor como Nate, o que suelen demostrar en sus antesalas para cada pelea. A Díaz, el irlandés nunca pudo desmoralizarlo ni fastidiarlo lo suficientemente con sus asaltos verbales; le tiró todo pero Nate siempre volvía con alguna respuesta ingeniosa y punzante que en realidad enfurecía más a McGregor. Tiene razón Firas Sahabi cuando hace notar que la estrategia del que hace bullying tiene el rasgo de ser descuidada. El abusador lo es en tanto que subestima a su víctima, la menosprecia, descarta el poder de reacción del otro, lo disminuye, no se preocupa por su poder. Así actuó McGregor en su primer encuentro en marzo de este año, hasta el último momento, intentó poner a Nate en un lugar incómodo, hostil, amenazado. (Recuerden que en el centro del octógono, mientras el árbitro Herbert Deen les indicaba las instrucciones, Connor seguía cuestionando "qué vas a hacer, vengo con las dos guardias... qué vas a hacer?"). Hasta el último momento, para darse mayor confianza, Connor necesitaba lograr alguna ventaja psicológica para granjearse una extra-seguridad, para asegurarse un lugar que emocionalmente lo hiciera sentirse superior. Pero Nate nunca se lo concedió, desde el principio lo frustró siempre, y no se iba a desarmar si veía a Connor encarándolo con guardia cambiada, es decir ortodoxa, porque Nate, cuando entra a pelear, entra a "matar o ser muerto", el resto son detalles internos de la batalla misma. 


VIDEO: Brutal fight Conor McGregor vs Nate Diaz II - `Pelea completa



Connor McGregor ha estado haciendo desde su entrada al UFC un montón de declaraciones sobre las artes marciales que llamaron la atención sobre su sapiencia y conocimiento del arte de la guerra. Su enigmática frase posterior a la victoria sobre José Aldo (timming beats speed, precision beats power), lo colocó definitivamente en el lugar de alguien que veía cosas que la mayoría no podía ver, como si fuera una suerte de extraño gurú que sabía teorizar a la vez que poner en práctica. Sin embargo, cuando peleó con Nate Díaz la primera vez pareció contradecir muchas de sus frases de marca. Robin Black, en el programa de Fighting Network "Five Rounds", preguntó varias veces: ¿por qué Connor insistió tanto en ganar a Nate usando fuerza sobre precisión y velocidad sobre timing?. Era una pregunta justa. Un elemento más entre varios otros que hicieron que se cayera una gran parte del velo místico que rodeaba a Connor, porque muchas de sus palabras ya no se sostenían desde aquel desenlace. ("Estoy invicto en intercambios de golpes", "yo siempre presiono y voy hacia adelante",  "estoy acostumbrado a enfrentar a luchadores en pánico que no aguantan mi presión").

Y lo cierto es que Nate Diaz le ha cambiado la vida, el modo de entrenarse y el estilo de pelea. El mismo Nate lo hizo notar en la conferencia de prensa posterior al UFC 202: "Él (Connor) no hizo otra cosa que lo que yo le marqué que debía hacer: consiguió otros sparrings de jerarquía para su boxeo, y ese su entrenador de jiu jitsu que ahora tiene..., antes no tenía realmente un equipo de talla...". La cita es inexacta, pero Nate marcaba con estas palabras una realidad muy clara. Ahora Connor no puede decir nada acerca de cómo el resto no está en su nivel, ni desacreditar el peso decisivo que tiene la diferencia de pesos, ni asegurar que todos se derrumban inevitablemente ante su mano izquierda, ni afirmar que no le interesan los rivales y que sólo se prepara para patrones corporales de movimiento. Para pelear con Nate la revancha, el campamento de Connor fue muy específico, había tareas que cumplir respecto a ciertas áreas de su plan de pelea, consiguió sparrings que emularan las características físicas de Nate, e implementó mucha mayor rigurosidad en su entrenamiento de jiu jitsu, incluyendo en su equipo a Dylan, un cinta negra que, si no me equivoco, salió de la prestigiosa Academia de Marcelo García. Además de todos estos ajustes técnicos, Connor tuvo que resignar ciertos elementos de su personaje, el misticMac, porque ya no podía simplemente afirmar que lo que se necesita es "desear algo con muchas fuerzas y atreverse a decirlo en voz alta". No se trata ya simplemente de que los deseos se materialicen porque el universo se confabula con los deseos de un hombre en particular. La ideología empresarial norteamericana, que tan bien encarnaba él y difundía, ya no se bastaba. Debía atenderse a detalles específicos del combate, de la preparación, de la forma de guardarse y de evitar el derroche de energía interna. Si Connor no se preparaba para pelear contra una montaña que podía resistir cinco rounds contra él ahí adentro, y además que esté presionando para acabar con él hasta el último segundo, entonces no tenía chances de lograr su obsesivo deseo de obtener esa victoria. 


Luego de ver el desenlace de la revancha, cabe preguntarse si esta vez Connor fue realmente económico y eficaz con el uso de su energía. Esa era la razón que Connor encontraba para explicar su sonada derrota la primera vez. No cabe duda de que Connor lució mucho más en control y paciente en el primer round, pero al final sucedió algo muy parecido, se cansó, y casi a la misma altura de la pelea -mitad del segundo round- el irlandés mostró claramente señales de debilitamiento, y Nate comenzó a presionarlo. Fue el momento en que la pelea comenzó a difuminarse en un horizonte de difícil lectura.  No obstante ello, a efectos de conteo de la tarjeta de los jueces, creo que la mayoría estuvo de acuerdo en darle ese round a McGregor, por los dos knock-downs, pero además por el dominio en general de la mayor parte del round. Entonces, si Connor ya no golpeaba para knockear a su oponente, si se estaba guardando y ya no falló tantos puñetazos al aire, entonces ¿por qué se cansó de todos modos a la misma altura? 

La última pregunta nos invita  dudar de la resistencia física real que Connor puede desarrollar en esa categoría, que no es su categoría natural de pelea. No lució fresco ni multidiverso como suele lucir, la mayor parte del combate se basó en una estrategia sencilla con los golpes básicos que menos riesgo de contragolpe le podían representar. Entre los comentaristas de ESPN, escuché una especulación acerca de si el estilo de pelea de Connor tiene un potencial de durabilidad, o si tiene elementos de velocidad, de intensidad, de extensión de sus brazos, que hace que no sea un estilo ideal para cinco rounds. Si vemos el estilo de Nate, por más de que sea un guerrero que se banca todos los castigos y pelea hasta el final, hay que decir que no es un gran estilo para preservarse y defenderse la cara ni la pierna delantera. Pero en cuanto a Connor, tal vez habría que reclamarle su dependencia de los puños, porque, contra un rival más pesado y más alto, sus puños se desgastan sin conmover decisivamente, entonces tal vez los codos y las rodillas deberían jugar un papel mucho más protagónico. 

Varias lecciones están aprendidas a partir de estas dos peleas. Debes respetar el poder de golpeo del hombre que tiene más peso, y considerar que podrá absorber los tuyos mucho mejor que los más livianos. La masa corporal es un factor que efectivamente determina claves importantes. A Nate no fue capaz de dejarlo mareado ni realmente en apuros, aunque lo tiró tres veces, siempre lució muy entero y consciente desde el suelo, invitando a la pelea de sumisiones y posiciones. La otra cuestión es que no conviene entrar mucho en el juego del desgaste verbal en la preparación de una pelea por el simple hecho de que hay que venderla.  Connor lo hacía con casi todos sus oponentes, esto de ponerse en un tono personal, de mucha animosidad. Con Nate esto se multiplicó a la estratósfera. No pudo evitar Connor salirse de una línea de impasibilidad y de control sobre sus acciones. Se mostró desmesurado e invertido emocionalmente en esta pelea. Ya no era sólo acerca de vencer a ese monstuo, sino además de no perder el tren dentro del UFC. Pese a todo, Connor se mostró mucho más inteligente en la segunda pelea, supo resistir a las tormentas, estableció su dominio en los primeros rounds. pero luego le atribuyó a la diferencia de peso que los últimos rounds tuvieran que ser mucho más parejos y reñidos. 

Finalmente, debo agregar que, al igual que la mayoría de la comunidad de fans del UFC, disfruté mucho de ver esta pelea, pero con una salvedad: no fue realmente completa en téminos de MMA en sí, es decir, a momentos me pareció algo unidimensional, mucho boxeo, se extrañó los intercambios y búsquedas de predominio en la pelea cuerpo a cuerpo y en el suelo. Connor no quiso ir nunca al suelo, pero para ser una de las peleas màs gloriosas de la MMA tendría que tener más de esos elementos. No sólo por la falta de pelea de piso, sino también por la falta de variantes en la pelea de parados, y basta ver a un Jon Jones, o al emergente Yael Rodríguez, para ver cómo se pueden mixturar técnicas de patada, rodilla voladora y puños en una pelea de MMA. En est revancha, después de un cierto tiempo, ya más o menos todos sabíamos cuáles eran los patrones de ataque, perdió sorpresa, Nate con su 1-2 básico, y McGregor acechando con el low kick y la mano izquierda. Es una opinión que el amigo o amiga lectora puede muy bien contradecir. En todo caso, no hay manera justa ni adecuada de quitarle sus méritos a estos dos peleadores, que nos hicieron vibrar otra vez y en grande. Quién sabe ahora si la tercera pelea se tomará unos años en materializarse, hasta asegurarse que la espera de los años la haga crecer económicamente a estratos inimaginables para la MMA en este momento. ¿No sería inteligente emular un poco de la espera de 6 años que Mayweather construyó en torno a su pelea con Pacquiao? 

Recomendado:
Análisis previo a la pelea de Firas Sahabi



FIN

miércoles, 17 de agosto de 2016

MEDITACIONES SOBRE UN CENTRO CULTURAL I

¿Qué es un Centro Cultural?



Por: Jorge Luna Ortuño

Es una pregunta inicial que nos sobrevuela casi constantemente, nos la planteamos con moderada inquietud, a veces de modo todavía abstracto, indirecto, casi artificial. Sin embargo, en el camino debemos avanzar en base a una respuesta provisional, con una idea que se está construyendo, que no nos detiene sino que nos orienta y anima.  


Borges por Piglia. Cursos para la televisión argentina

Dentro de ese proceso, las lecturas cruzadas pueden ser muy valiosas, leer en otra parte, sobre otros temas, nos puede activar nuevos pensamientos en torno al asunto que nos ocupaba en nuestro campo. En una conferencia para la televisión argentina que dio Ricardo Piglia, contaba que Borges, su admirado maestro, nunca tuvo el hábito de ser paternalista con sus interlocutores, que trataba a todos como si tuvieran el mismo nivel de lecturas, como asumiendo que sabían de lo que él hablaba, con tal soltura que ellos mismos se sentían bien, no se cohibían, o no del todo. Borges no necesitaba hacer una contextualización informativa sobre un autor inglés para luego contar algo interesante sobre él. Y esta es una gran lección para un Centro Cultural, porque muchas veces en la divulgación cultural se derrocha espacio contextualizando a los grandes invitados y se pierde la posibilidad de entrar a fondo con los temas que sus obras trabajan. Ricardo Piglia concluía: "Si el problema de la cultura fuera la información, si el problema fuera quién está informado, entonces sería facilísimo. Pero el problema es quién está atento a algo para lo cual está interesado". 


Esto es valioso en referencia a nuestra pregunta inicial, porque un Centro Cultural, en su calidad de intermediador y de generador, debe plantearse como una de sus misiones centrales la de generar la atención en torno a aquello que se ofrece como "cultura" o como "arte". Parafrasendo al curador Justo Pastor Mellado, la atención crítica no es algo que se deba esperar ni exigir, es algo que se construye. La atención que le brinda una comunidad a los temas culturales o a las propuestas artísticas de los centros culturales depende de la forma en que se gestiona el interés de su aprovechamiento. Pero en más de una ocasión me ha parecido sentir que las ofertas en cultura y artes son como llaves en el viento. 


Llaves en el viento para que mi menta huya, dijo una vez de sus canciones Bob Dylan. De nada sirven las llaves de unas cerraduras cuyas puertas se conocen. Poco valen si no sabes qué te abren.Y a veces una exposición de arte visual, un nuevo libro que se presenta, una obra de teatro que se estrena, o una instalación, presentan nuevas percepciones, ideas fuertes o sensaciones únicas, pero que nadie sabe para qué tipo de problemas específicos responde. Es una cuestión de armar las conexiones. En función de qué acople o con qué tipo de ensamble se puede leer la obra de tal o cual manera, para captar su pertinencia, su relevancia, su interés. Una obra de arte invita a plantearse otro tipo de problemas, pero también puede movilizar otro tipo de pensamientos, otras maneras de pensar que, quizá, sean las que abran el camino a soluciones concretas de la vida ordinaria y práctica. Maneras de pensar, maneras de sentir y maneras de percibir. Son tres maneras, o modos, que se transmiten a través del arte. 



Entonces, si el problema de la cultura fuera saber quién está informado no pasaría nada. Por ello la cuestión de difundir mucho la cultura no es suficiente. Tiene que haber alguien viniendo de otra parte en busca de algo para que exista efectivamente un encuentro con el arte. Entonces, deberíamos preguntarnos, ¿cuáles son las búsquedas contemporáneas?, ¿qué le motiva a pensar y sentir de otro modo a las nuevas generaciones? Por un lado, habría que trabajar sobre estas búsquedas, pero al mismo tiempo, trabajar para incidir, modificar, sobre el tipo de búsquedas que interesan hoy, a los públicos jóvenes, a los públicos que un Centro de Cultura espera interpelar. Esto es, no basta con conformarse llevando el arte hacia los Pokemones, ni hacer de la lectura una cuestión de promocionar los nuevos 50 sombras de Grey porque sean los títulos que están en el tope de las listas de consumo.  



Un Centro Cultural emite en dos frecuencias: por un lado tiene que informar, hacer conocer su propuesta de actividades para el mes, y los datos precisos, para que la ciudadanía pueda asistir. Pero la otra frecuencia es de transmisión, es lo que comparte a otro nivel, la resonancia, los problemas que invita a plantear, la manera en que dialoga con el entorno a partir de lo que propone con sus actividades. ¿Se trata acaso del nivel del contenido?



Para hablar de la transmisión hay que hacer un breve rodeo: En un Centro Cultural se trabaja paulatinamente una urdimbre de significados a través de las distintas actividades y estudios que se promueven, porque, siguiendo a Justo Pastor Mellado otra vez, "es necesario crear una ficción interna para poder tener una política exterior". Se trabaja entonces en el montaje de una ficción -entendida como Borges la plantea - que se alimenta desde las distintas disciplinas que se exponen en ese espacio. 



A nivel de transmisión, lo que un Centro Cultural busca es promover nuevas asociaciones, nuevas alianzas, encuentros con otras instituciones, con artistas, colectivos, prensa local, públicos del vecindario o de la zona de manera básica. La transmisión alude a lo que se emite, tal como se emite en una frecuencia de ondas Herz, una onda de vibración que otros, trabajando en sus campos, pueden captar, y pueden engancharse a ella, en función de las afinidades temáticas o de otro tipo. Lo ideal es que un Centro Cultural transmita la sensación de que se están haciendo cosas interesantes en sus instalaciones, que se está tratando temas con relevancia, que se está invitando a la gente que tienes cosas que decir, que se está armando plataformas donde lo que se dice puede tener algún poder real de impacto o inscriptividad en la sociedad. Este tipo de encuentro es por conexión, yo me conecto con lo que el otro dice porque me interesa, porque admiro algo en ello, o tiene algo que me llama. El encuentro es la conexión, el clic que hace que entre dos surja algo tercero, una verdadera comunicación, un acto creativo. 


  

lunes, 7 de marzo de 2016

CAE CONOR MCGREGOR CONSUMIDO POR EL EXTRAPESO Y CIERTA SOBERBIA

Por: Jorge Luna Ortuño






En las conferencias de prensa del UFC 196, en la guerra mental de poder a poder de la pelea estelar, quedó claro que Nate Diaz se manejó con eficiencia, no atacó mucho ni muy seguido, pero cuando debía hacerlo lo hacía contundentemente. Dos fueron sus mejores argumentos: el primero que Conor había vencido a tres enanos consecutivamente (Siver, Méndez y Aldo), mientras que él tenía una fila de peleadores de primera línea a los que peleó en la última década. Su otro tema era la legitimidad de su equipo y sus sparrings: con quién entrenas, en tu gimnasio no tienes a nadie, mientras que yo tengo a Nick Diaz, a Kron Gracie, a Shields, a mi coach de boxeo, etc. Tenía dos puntos fuertes, e incluso llegó a callar a Conor en la segunda conferencia de prensa. Fue una antesala de lo que pasó en la gran noche de la pelea, Conor podía venir y venir, pero cuando Nate sacara las grandes armas, la pelea hallaría su fin. Quedó también como gran duda el hecho de que Conor no tenga como coach principal a un striker, pues John Cavenagh es especialista en grappling. Fue John quien le dio instrucciones muy condescendientes y no tan claros en el descanso, en lugar de decirle: "ahora no te quemes, no pongas todo el poder en tus golpes, busca marcar puntos y moverte, guárdate para los rounds finales", lo que le dijo fue "el directo de izquierda está llegando, y el gancho de derecha está ahí. Sigue así, y destroza esa pierna delantera". 






La electrizante pelea que protagonizaron Conor McGregor y Nate Diaz la noche del 5 de marzo del 2016 será recordada por un largo tiempo por los estudiosos del combate y los fans de la MMA. Quedará marcado el cómo, en el minuto 3.11 del segundo round, Conor McGregor descubrió que la trampa que creía estar tejiendo para Nate Diaz era en realidad una tumba que había cavado para sí mismo. En el minuto 2.22 la tormenta se le vino encima. Nos referimos a la cuestión estratégica: quedó emboscado en un plan de pelea que creía haber armado para su conveniencia, pero resultó que le había estado haciendo el mejor negocio al mismo Nate. El mismo Conor reconoció en tono humilde, después de la pelea, que hubo un momento en el que pasó al modo “pánico”. En ese horroroso instante para sus pretensiones, Conor descubrió que llevaba todas las de perder en una pelea de toma y daca frente a un luchador como Nate, curtido en cien batallas de ese tipo, provisto de una cabeza de piedra y una quijada granítica, pese a la dureza con la que se puede impactar al rosto con los guantes de MMA. 

Conor había sido conmovido por una combinación 1-2, lo que era como recibir una cuchara de su propia medicina. Así tocado, notando que sus golpes ya no producían ningún daño, y tragándose todo su orgullo, en tal situación Conor optó por buscar el derribo, que intentó con un double leg bastante previsible. Fue el momento en que Nate supo finalmente que lo tenía a su merced, la guillotina esperaba lista, la guillotina Kron Gracie, que se efectúa con el codo bien alto. Nunca en toda su carrera, salvo en aquella ocasión contra Holloway que sufrió una lesión en el ligamento de su rodilla izquierda, Conor había buscado ir al derribo durante un intercambio franco de golpes de puño. “Estoy invicto en intercambios”/ “Veamos quién da el primer paso atrás”. Justamente, en esta pérdida tajante, Conor perdió ese invicto del que tanto se vanagloriaba, lo que en el balance tal vez resulte el golpe más decisivo a su moral. Anoche fue Conor el que tuvo que acudir al papel de “wrestler desperado”, como él mismo bautizó a todos sus oponentes perdedores en las 145 libras.

Conor gritó a los cielos que una vez sus oponentes sentían su mano izquierda, antes o después todos se quebraban, así lo profetizaba respecto de Dustin Pourier por ejemplo. La batalla mental que tan bien se le había dado a Conor en toda su carrera, finalmente anoche resultó un boomerang contra sí mismo. Oyendo la conferencia de prensa y lo que pasó en el pesaje oficial, me dio la sensación de que fue demasiado; con tan pocas horas antes de la pelea, un guerrero necesita estar en una estado de paz, de control de sí mismo, serenidad pura, como lo mostró frente a José Aldo en el pesaje antes del UFC 194. En cambio con Nate se vio entrampado en una situación donde la soberbia, la agresividad y el gusto por los insultos se había multiplicado como virus, la temperatura de la pelea se salía de los límites, sin ser algo personal estos dos hombres actuaban como si se odiasen. Conor había subido tanto las expectativas que estaba obligado a noquear a Nate Diaz para cumplir acorde a su discurso. 

Conor podría haber hecho una pelea muy inteligente, con todos los recursos técnicos que posee, bastante superiores en variedad y fluidez a los de Díaz, pero eligió meterse en una batalla por el orgullo, que era acerca de quién quebraba primero al otro mentalmente y lo talaba como se hace caer un gran árbol. Fue él mismo quien puso las expectativas tan altas, diciendo cosas como que Nate era muy suave en su cuerpo, un flacucho, con juego de pies previsible, con golpes demasiado repetidos, lento, muy lento para él. Por eso cuando inició el round, Conor lanzó desde los primeros diez segundos sus izquierdos volados colocando todo el poder encima. Erró la distancia en varios golpes,  se sintió incomodado por la amenaza de jab de Diaz, por la longitud de su brazo. 

Lo que pocos tienen en cuenta es que el golpe que se falla o se tira al aire cansa más que el que conecta. Díaz se movía atrás y en círculos, ocasionalmente lanzaba un jab y pronto se animó a soltar una que otra izquierda, pero sin lograr preocupar a McGregor. No hacía mucho Díaz, pero controlaba la distancia hasta la mitad del round. Recién cuando faltaban dos minutos para la finalización de ese round inicial Conor logró aterrizar sus cruzados y directos con algo más de notoriedad, logrando marcar el rostro de su rival, quien todavía daba la impresión de que estaba en ánimo tentativo y algo tímido. Los movimientos de Conor eran ágiles, se le veía cierta armonía a momentos, combinando bastante con la patada pisotón a la rodilla adelantada de Díaz, que le ayudó estratégicamente a prevenir mayores avances de Díaz. Pero lo cierto es que Conor se desgastó bastante en ese primer round, sobre todo en el suelo al final, donde Nate amenazó con revertir a Conor quedando montado pero con visión norte-sur. Conor usó su fuerza y tuvo que poner todo su peso hacia adelante para impedirlo, pero no consiguió hacer ningún daño en el ground and ound, siendo que invirtió buena cantidad de energía. 

Otro problema de ineficiencia para Conor fue que cuando lanzó sus temidas izquierdas en ese inicio, varias eran desmedidas, lanzadas con toda la fuerza, quedaban en el aire y comprometían su balance, lo cual compensaba agachando la cabeza contra un posible contrataque. Pero un experimentado kickboxer probablemente hubiera aprovechado para rodillarlo en la cara o lanzar una patada ascendente. Díaz no atacó estos movimientos de McGregor, se conformó con hacerlo fallar, y a veces soltar su cross de derecha como respuesta.

Se ha dicho que Conor McGregor ha enfatizado la atención al movimiento del cuerpo humano en las artes marciales. La presencia de Ido Portal por segunda vez en su esquina probablemente tenía la intención de continuar con ese discurso públicamente y hacerlo muy obvio para todos, pese a que Ido sólo se acopla a sus cmpus en la última semana de su preparación. Lo lamentable es que el peleador irlandés no mostró propiamente toda la fluidez de movimiento que hubiéramos esperado. Con algunas de sus patadas en giro de capoeira, que nunca llegaron al rostro de Díaz, nos pusimos a recordar a Bruce Lee, cuando decía que la libre expresión de uno mismo no es lo mismo que auto-exhibición; que la funcionalidad está antes que la vistosidad. Conor hizo cierta exposición de sí mismo con fines de búsqueda de la admiración externa, como todo buen vendedor de su negocio. Pero, en lo profundo, esas prácticas no le hacen bien a un artista marcial, que necesita mantenerse ligado a lo que es real, a lo que funciona, a lo que surge realmente como forma de expresión honesta de uno mismo. Es muy fácil ponerse arrogante y mostrar a la gente una serie de movimientos llamativos, es fácil impresionar con movimientos, y eso es algo que también es parte de la cultura de movimiento vista desde afuera. Pero, vale decir que el verdadero movimiento no es auténtico si se hace en busca de alguna aprobación externa. El artista marcial moviliza su cuerpo a partir de algo honesto.

Pero hay que ir más lejos. ¿Movimiento y qué más, de qué hablamos? Bruce Lee nunca ensalzó el movimiento sólo por sí mismo. En El Tao del Jeet Kune Do, el único libro que escribió esperando publicarlo, enmarca la economía de movimiento y el juego de pies.  Conor tiene una comprensión más desarrollada de esos elementos del combate, su estilo lo demuestra. Pero contra Díaz no estaba realmente en posesión de todo su arsenal, algo lo distraía. El cambio de estancias de guardia con el que avisaba a Díaz en la apertura, finalmente no salió a flote. McGregor fue directo a su tarea desde la guardia natural, si asumimos que utiliza la mano diestra principalmente. En ese caso tenía la chance de utilizar su patada lateral, la misma que usó contra José Aldo en su choque del UFC 194. Pero en esta ocasión, a partir de cierto punto del segundo round, Conor sintió la queda de su tanque de gasolina y pareció olvidarse de todas sus patadas. Había menospreciado el asunto de la subida de peso, no se sentía en dominio, control y conocimiento de su cuerpo. ¿Cómo no previno eso si había subido de 145 a 168 libras en menos de tres meses? Él mismo diría: “No fui eficiente con mi energía, y él sí lo fue, peleó una pelea inteligente”. Para colmo, Díaz se sabía en una guerra de poderes, matar o morir, por lo que soltaba sus puños y conectaba de rato en rato, sobre todo los jabs, sólidos a la quijada del irlandés. Y cuando tocaba recibir, se cubría, hacía que los golpes de Conor se volvieran inofensivos en sus guantes amortiguadores. Conor comenzó a abundar en ganchos ascendentes, desde diversos ángulos. Todavía se notaba su riqueza técnica con puños. Pero dejó de atacar el cuerpo, siempre cerraba la combinación con un golpe a la cabeza que no hacía casi daño. La cara ensangrentada de Díaz no parecía encontrar un fin, y así, con toda su envergadura, luego de cubrirse y aguantar el temporal, Díaz iba a buscar sus propios impactos. El colmo del error fue que Conor peleó esta fase con las manos a la altura de la cintura, confiándose en su esquiva y cabeceo, que en esos momentos ya era muy inefectivo. La defensa de Conor se vio rebasada, y el cruzado impactó con dureza, en el mejor estilo de un doble de McGregor que de pronto lo colocaba a él en la situación en la que siempre ponía a sus oponentes. Esto no hubiera pasado si Conor peleaba con mayor responsabilidad defensiva, intentando al menos subir su brazo y codo derecho para bloquear los directos que lanzaba Díaz como jabalinas. Cuando no fue este cruzado el que impactaba, fue el cross de derecha, que Díaz lanza como un sopapo, como si se tratara de un chicotazo al lateral del rostro. Conor aun tenía ánimo de sonreír y decirle algo a Díaz, todavía se animó a desafiarlo a seguir pegando, como si nada hubiera pasado. Pero sus piernas y la torpeza de sus movimientos lo delataban. Su caminar por el octógono se había tornado difuso, sus movimientos de cintura torpes y fuera de timing, incluso lo vi cruzar los pies al desplazarse a los lados. Era la versión torpe y descuidada de Conor contra la versión más seria y lista para matar de Nate Díaz. En algún punto Conor lo sintió, supo que iba a morir, así que eligió la derrota más administrable para su imagen, la derrota por finalización, que ya antes ha ocurrido en su carrera en dos ocasiones, cuando era un inexperto en las artes del grapling. Nate Díaz lo dejó claro, si Conor se hubiera mantenido en pie hubiera sido un k.o., y eso es lo que evitó al lanzarse en un takedown que resultó como meter la cabeza en la boca del lobo. Díaz mostró además que su jiu jitsu, aprendido con la guía de Cesar Gracie, está en un nivel muy superior al del irlandés, que practica con interesantes grapplers en el Straight Blass Gym, pero que no parece obligarlo a evolucionar como se esperaría.

En definitiva, Conor lució vulnerable y descuidado, mientras que Nate lució sorprendente y auténtico. No intentes jugar mi juego contra mí, es lo que parecía haberle dicho Nate a Conor. Reclamaba así su personaje, el del provocador chico malo. Ser el bravucón con ventaja de tamaño y de alcance que aterroriza a sus rivales no era la estrategia correcta para esta pelea, pero en el campus de Conor no lo resolvieron. Recordé mucho una pelea de fines de 1996, cuando Roy Jones Jr subió a la categoría de los semipesados para pelear con Mike McCallum por el título interino. Su enfoque fue de respeto al peleador más pesado, más acostumbrado a la división, y más experimentado. En algunos rounds, como en el quinto, Roy utilizó sus armas de lucha mental, ayudado por su cegadora velocidad y sus reflejos infernales. Y en el round 10 incluso logró un knock down a su favor al sorprender al McCallum con un derechazo directo. Fue una estrategia de cocinar la comida a fuego lento. Luego se vería por qué no había salido a buscar el k.o de entrada. Cuando subes de categoría tu poder de knoquear ya no es el mismo, debe ajustarse a los rivales, y Roy había subido para aprender, debía testear durante algunas peleas cuáles eran sus posibilidades.

La lección que nos llevamos de este resultado del UFC 196 debe ser mesurada, pese a lo impactante de los desenlaces y sus repercusiones inmediatas. Misha Tate venció a Holm, sí, pero fue una enseñanza sobre detalles, algo específico que mejorar en su juego, su vulnerabilidad al derribo como contraataque a su mano izquierda. En el caso de Conor McGregor, fue una cuestión muy mental. Él cree que realizando algunos ajustes, y tomando consciencia de que al peleador más pesado debes respetarlo y no lanzarle todos tus golpes para noquearlo, tendrá todas las chances de volver y ganar el cinturón de las 155 lbs. Tendría que lanzar más golpes para marcar puntos, parecía decir, también reservarse sus mejores golpes para momentos específicos de la pelea. Conor hablaba de que los pesos no deberían importar tanto, pero aprendió que sí importan, que no es tan fácil aventurarse a pelear con cualquier oponente. Debes tener un plan de pelea, estudiar un poco a tu rival, tener claro ciertas cosas respecto de dónde quieres ir y dónde no deseas llegar. Conor fue a lucirse, basado en la idea de que su arsenal es mayor y que Nate no podría resistirlo. Pero lo resistió, y de ahí en adelante Conor no tuvo más respuesta, no habían imaginado tan lejos.
POSDATA: La conferencia de prensa inicial, donde Nate y Conor intercambiaron una divertida ronda de ironías, acusaciones y críticas, fue un muestrario del mapa mental de la velada. ¿Cómo será la pelea? –le preguntaban a Nate. Él respondía sucinto: “Será una pelea”. Ante otro periodista que le marcaba la ventaja que podría tener McGregor por sus movimientos, Nate replicó: “Yo también tengo movimientos”. ¿Cuál será tu estrategia, fue incluso una de las arriesgadas preguntas? Nate dijo: “pienso ir a matar o ser muerto”. Conor reía en esos momentos, pero no sabía lo que esperaba. Queda la imagen de una sesión en la que Conor fue contestado, en la que no pudo señorearse como siempre. Cierta frustración se pudo notar cuando Nate lo acusó de estar en osteroides. Conor tiró todo lo que tenía y Nate pareció nunca caerse. Fue quizá un momento revelatorio de lo que iba a pasar en la batalla del UFC.