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viernes, 19 de enero de 2018

CONSTRUYENDO SUMERGENCIAS (IV)


Qué es un individuo? ¿En qué consiste su identidad? Todas las novelas buscan una respuesta a estas preguntas. En efecto, ¿mediante qué se define un yo? ¿Por lo que hace un personaje, por sus actos? Pero la acción escapa a su autor, se vuelve casi siempre contra él. ¿Por su vida interior, pues, por los sentimientos ocultos? Pero ¿es capaz de un hombre de comprenderse a sí mismo? ¿Pueden sus pensamientos ocultos servir de clave para su identidad?
Milan Kundera, Los testamentos traicionados, p. 19. 

La vida interior escapa al individuo, se vuelve contra él en ocasiones. Los acontecimientos que se suceden en la vida generan un movimiento involuntario en el mundo interior. Aparecemos convulsionados y agitados por dentro. Es muy importante cuidar lo que uno va viviendo en la experiencia cotidiana, las personas con quienes se junta, las conversaciones a las que da lugar, los momentos de tranquilidad y los exabruptos. En todo ello se va constituyendo una otra dimensión de nuestra individualidad, dimensión que llevamos con nosotros a cuestas.

Tomas Mann lanza la pregunta: "¿Está el yo del hombre estrechamente circunscrito y herméticamente encerrado en sus límites carnales y efímeros?" En el lenguaje de sumergencias responderíamos que no, que no se circunscribe a ello, sino que se desborda a sus límites aparentes como persona. Somos individuos colectivos. Todos. Los otros están como parte de lo que llevamos sumergido. Cada individuo lleva consigo sus abismos.

El individuo es una sumergencia, una acción de zambullirse y emerger. El individuo no es una persona. Hay tanto de subterráneo en un hombre como en una mujer.Son las onduras del ser humano. El individuo es con los otros. Yo soy con mi hijo, mi hijo es conmigo, pero no sólo conmigo. Él es una composición, somos composiciones. Vemos personas, pero no vemos individualidades. Cuando te separas de un ser querido, pierdes algo en ti, se desmembra una porción, como un sector de ramificaciones en el rizoma. Ese es el dolor que se siente, como si se hubiera perdido un miembro fantasma. En ese abismo del ser humano están los vínculos que lo ligan a otros. El cuidado, el extremo cuidado, es lo que se impone.

Camino con mi abismo a cuestas. Vemos personas pero no vemos abismos. Yo veo mucho abismo cuando trato con los indígenas. El abismo debe ser algo de lo que se tiene ciertas noticias. (Noticias del fondo del abismo). No puede ser simplemente lo inexplorado, pues entonces no sabríamos que existe. El abismo no está disponible para la visión ordinaria, requiere de la percepción del novelista, del artista. Se puede sentir mucho abismo cuando se trata con algunos indígenas.
Cuando hablo de sumergirme estoy expresando una necesidad de reconocer a los míos. Las personas nos comunicamos en silencio también, a lo lejos, esos diálogos mentales son reales. Sumergirse no es el sólo hecho de escribir, es estar conectado a los tuyos.

No vemos el abismo de los otros. Vemos acciones, rupturas.


II

Un 20 de septiembre del 2017 me preguntaba ¿qué tiene que pasar para que un escritor deje de escribir? Como hicieron Juan Rulfo, o Rimbaud, o Bartleby. Yo dejé de escribir por largas temporadas y me perdí en el deambulamiento desordenado por la superficie de la vida. Es la etapa de la irrelevancia en la vida. En mi caso fue por dejarme abrumar por los temas del trabajo, pero ahora no dejo que eso vuelva a pasar, me conecto con el centro de mi realización.

Se me ocurrió una idea curatorial para una exposición de arte en torno a la sumergencia. La llamaría VACÍOS, de modo provisional. Indagar en la producción de los artistas desde sus vacíos. Estos vacíos en la vida de un personaje, el tiempo olvidado, es lo que me interesa en la vida de los que están en búsqueda de algo. Son loos tiempos de perdedor. Pienso en los beats, en los underground... Gracias a la colección de PARA PRINCIPIANTES, aprendí a disfrutar de la corriente contracultural y otras afines desde que empecé a leer de sus vidas y cómo eran los episodios de sus vidas, dónde sufrían, cómo se resistían, descollaban, etc. Hablo de Kerouac, Miller, Burroughs, Rimbaud, Artaud... Bukowski. Crecí con ellos, fueron mi UNIVERSIDAD PORTÁTIL, o mi aeropuerto flotante. En todos ellos se puede observar un descenso, una caída, un desaparecer, que nos habla de un acto de sumergirse. Las personas se pieden cuando están demasiado inmersas en algo. Pero lo duro es lo que pega más. Perder a tu novia, quedarse sin plata, estar desempleado, volver a casa de tus padres y vender tus cosas, vivir con tus pertenencias encajonadas en el rincón de una sala, sin dinero para salir ni viajar, sólo trabajar y trabajar como un asceta en tu cubil. Es una especie de retiros forzados que en ocasiones revelan cosas maravillosas. Pues de ese descenso en las profundidades de tu propio abismo, de ese volver hacia dentro de ti, la pregunta es ¿qué ha de emerger?

Rodrigo Rada por ejemplo, artista cochabambino, me mostró sus dibujos, los que hizo en una época en la que la enfermedad lo relegó a la casa de sus padres para mantenerse. Una seria intervención médica lo mantuvo casi en retiro. Ese es un tipo de golpe de los que nos lanza la vida, sobre todo si tienes más de treinta años y te ves en esa situación dependiente. Uno tiene que ver esos dibujos de Rada en el Catálogo de Dibujos 1999-2013, publicado por la Fundación Simón I. Patiño y Kiosko Galería. La pregunta es pues qué pasa después del hundimiento. El golpe te hunde dentro de ti mismo. Pero qué emerge, si algo emerge. En ocsiones sale a flote una nueva calidad de voz, de expresión, de resistencia ante la situación, de deseo, la fuerza del pez que aprende a saltar tan alto que sobrepasa el nivel de la pecera del agua. La experiencia de sentir ese oxígeno del afuera por unos instantes. Así pues, la investigación de esta curaduría que se me ocurrió debe ubicar las etapas del trabajo de los artistas, los años perdidos en sus desarrollos. Hace bien a cualquiera salir fuera del radar por tiempos.

La condición del buen arte, de los mejores trabajos, es pasar por el olvido. A parte porque es necesario recuperar porciones de clandestinidad y de pasar desapercibido, para volver en algún momento. La zambullida que llamamos inmersió es muchas veces caerse, la depresión, la pérdida, la incertidumbre cuando se rompen tus estándares de comprensión de la vida. Los peces grandes caen hasta profundidades inéditas. Los sumergentes no están atados para nada con el sistema. Bob Dylan es un ejemplo de ser sumergente, lo hemos dicho. Bob Dylan sumergido, no volvió a ser el mismo que la audiencia en ciertos segmentos pedía a gritos que sea; Dylan era una columna de aire variable, una oscilación de velocidades de aire. Elvis Presley pasó a la memoria en cambio como una estrella más maniatada a su propia sombra, con mucho menos poder de reinvención. Dylan se reinventaba pero no para ajustarse a los tiempos, sino que se movía según su propio tiempo.

Jesús Urzagasti (1940-2013), escritor chaqueño muy querido, fue lo más cercano que conocí a un ser extraordinario y artístico de la talla de un Bob Dylan. Jesús era en muchas maneras un sumergente, un sumergido, que hacía aflorar su poesía todavía desde los lejanos confines que navegaba todavía en vida. Jesús cuidaba mucho de la privacidad de su mundo y de sus zambullidos. Le bastaba con disfrutar de la compañía de su esposa Sulma y sus tres hijos. Amigos tenía muchos pero lo conocí en un momento en que no estaba muy abierto a tener visitas en su casa muy seguido. Jesús fue mi amigo desde los abismos. En el abismo nos conocemos cuando realmente vale, y nos conectamos. En el abismo suceden los encuentros duraderos. Descender para ver si se puede alguna vez volver. El tiempo lo cambia todo. Jesús era una especie de brujo, que veía todo mucho más allá. Ahora cuando hablo con Lorgio Vaca recuerdo algunas cuestiones de la sabiduría y el ánimo de Jesús. Claro que Jesús era mucho más serio y estricto en ciertas cosas. A veces  uno temía haber dicho algo indebido, o ajeno al mundo de Jesús. Por ejemplo, una vez me corrigió, "trepar", que fea palabra, quiénes trepan. La usé cuando hablaba de alguien que había aprovechado oprtunidades para saltar más allá de donde correspondía. La forma de contar las cosas dice mucho de ti mismo. No volvi a usar esa palabra. Otra que le repelía era "transar", y sobre todo los que transan. También las manías de la clase burguesa, "ellos mismos se protegen entre ellos, se dan modos". Jesús era un príncipe, un hombre con honor y dignidad infinitas.

Pero de lo que hablamos aquí es de sumergirse y de los vacíos en el olvido, en la pobreza, etc. La pobreza es dura pero purificadora también. Estar desempleado es forjador de espíritus de acero. No le temo a la soledad, como tantas almas le tienen, pues vivo con ella, ella me comunica con el abismo. Jesús Urzagasti también cuenta de su soledad y sus condiciones de vida tan limitadas al llegar a La Paz y sobrevivir con un trabajo desde lo más bajo; lo hace en El país del silencio, la novela que publicó después de más de una década sin publicar. Es un vacío el que vivió después de lo que le pasó de afortunado con Tirinea. Luego estaba jodido, lo siguiente debía pagarlo con sangre y fuego. Ese libro es por ello tan especial. Con El país del silencio Jesús franqueó un umbral, pasó a estar en el sitial de los diferentes.

Pienso en otras experiencias de purificación de este tipo. Anoté en mi cuaderno U2 y sus llamadas crisis de composición de canciones en momentos definitorios. Eso que se daba a llamar las crisis, los momentos de mayor potencial de creación. No lo tomo por ahí. Sólo veo los recorridos y las caídas, y si aquello provoca una emergencia que nunca habría estado ahí. Pienso en Muhammad Alí privado de su licencia como boxeador, arrebatado el cinturón, afrontando el riesgo de la prisión. Se hundió en un mundo de mucho menos exposición como boxeador, pero al mismo tiempo estudió y comenzó su recorrido como inspirador, como conferencista. Escucharlo era otra cosa, su carisma incomparable. Sólo un talento como el suyo podría desempolvarse como él lo hizo para coronarse campeón de los pesados nuevamente en 1974. O me acuerdo ahora del hundimiento de Ronaldo, el fenómeno de Brasil, que nos influyó tanto en 1996; cuando apareció fue una estampida, un delantero moderno, el fútbol comenzaba a ser algo nuevo. Cambió la velocidad del fútbol. Luego, la final del mundial, y la derrota, su desvanecimiento horas antes del partido con Francia. Luego la terrible lesión de rodilla, y el infierno en vida que le tocó atravesar aquellas primeras noches después que lo operaran en Paris. Corría el año 2000. Ronaldo desapareció por un tiempo largo. Pero volvio y fue el goleador el 2002, ganando el Mundial.