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jueves, 11 de abril de 2013

PROGRAMA DE AMPLIACIÓN DE LA FILOSOFÍA VI



Hace poco leí un artículo sobre la filósofa Martha C. Nussbaum. Me trajo una idea: lo que hace falta en Bolivia es una propuesta de proyecto para ligar desarrollo económico y filosofía. Veamos por qué a nivel micro. Todos recordarán aquella conmovedora historia de Chris Gardner, contada por Will Smith y su pequeño hijo en La búsqueda de la felicidad; en la historia ambos pasan una serie de apremios y privaciones, mientras Gardner, sin contar con mayor apoyo, lucha por hallar seguridad y estabilidad en la persecución de un empleo como corredor de bolsa; es un caso particular que nos permitiría mostrar cómo y por qué es importante pensar la economía con la filosofía, no sólo aquí y no sólo ahora. En  el fondo, esa película nos habla de cuán egoísta es éste mundo, de cuán egoísta debes ser para alcanzar los niveles más altos del estratósfera social y económica. 
En todo el mundo se habla de motivación como una de las claves para tener éxito. El éxito es la categoría central, pero la motivación es una de las áreas en la que más se enfocan. En la historia Chris Gardner es un hombre que se automotiva a partir de ver a su hijo. Todos tenemos algo semejante que nos motiva a movernos en nuestras vidas. Pero cuando se dice que hay que trabajar la mente, empezar a pensar diferente para promover nuevos modos de vida, no es suficiente con motivar. La motivación puede ser también una manipulación. Muchas compañías que basan su éxito en la capacitación contínua a sus empleados y vendedores utilizan la motivación para empujarlos a la pista rápida de la carrera de ratas: correr por conseguir dinero para gastarlo en otros bienes que te obligan a tener más dinero para mantenerlos. El personaje de Will comienza a desesperarse, se pelea con su amigo del barrio por $us 14 que le debe; se baja de un taxi sin pagar, porque elige en ese momento que es mejor perjudicar al taxista antes que gastar ese último resto de dinero que podría servir para alimentar a su hijo. Y corre por la ciudad y el metro, y por un momento todos queremos que no lo atrapen. Pero eso es desde nuestra visión incompleta y parcializada de la historia; ya Will y su hijo se han ganado nuestra simpatía, y sabemos de sus circunstancias desesperadas. Sin embargo, ¿qué si el taxista estuviera viviendo una situación de escasez parecida, en caso de que esto haya sucedido así en la vida de Chris Gardner, el personaje cuya vida inspira la película? La motivación te enseña a ser egoísta, activa la voluntad, pero no una comprensión global de las cosas, de las situaciones en la que te encuentras. Puedes correr muy rápido, y hacerlo durante mucho tiempo, y llegarás, quizas antes de lo previsto, pero lo importante es ¿a dónde? ¿A qué costo? Por supuesto que funciona, tendrás para ti una manera de vivir, buena o mala, ¿pero a qué precio funciona eso para ti?

De modo que tenemos este proyecto. Unir desarrollo económico con filosofía. La idea aquí es potenciar la lectura como un paso inicial básico, el punto de partida y de llegada de la filosofía. (La lectura es para la filosofía lo que un aeropuerto es para el pasajero). Pensamos que es el medio para compensar la enorme desigualdad de nuestro país respecto de los países más desarrollados. En Europa, en ciudades como Francia o Alemania, lo que se observa es una educación mucho más alta, no sólo a nivel académico, principalmente de normas de vida, de convivencia en sociedad, respeto y cuidado del espación público, educación vial, respeto de los transeúntes respecto de las señalizaciones y cruce de calles, etc. Si en algo estamos atrasados en Bolivia es en educación y es esto lo que nos separa de un mundo de posibilidades. 

Entonces, leemos en un artículo publicado en el diario madrileño El País (13/0ct/2012) que la filósofa, 
Martha Craven Nussbaum, profesora de Ética y Derecho en la Universidad de Chicago, comparte su experiencia de haber desarrollado un proyecto que une economía y filosofía. "Nussbaum trabajó a partir de 1986 con el premio Nobel de Economía Amartya Sen en la iniciativa sobre capacidades, un enfoque diferente para medir el desarrollo de un país, en el centro de Naciones Unidas (UNU-WIDER) dedicado a la investigación en desarrollo económico". 

¿Qué hizo que Martha fuera invitada? Se forjó una reputación sin duda, que según el artículo mencionado es apabullante. No se limitó al curriculum extenso en docencia, además supo escribir un libro donde vertía su propuesta, el libro se titula: "Crear capacidades"


Nussbaum detalla con detenimiento este enfoque en su último libro publicado en español: Crear capacidades. Propuestas para el desarrollo humano (Paidós). En él, hace un análisis del desarrollo social y económico, que lejos de estar basado en los habituales indicadores económicos, como el producto interior bruto o la renta per capita, tiene en cuenta los medios que pone un Estado al alcance de sus nacionales para que desarrollen las capacidades que cada ser humano encierra, y que ella resume en un decálogo. Lo que mediría el verdadero desarrollo, por tanto, sería que la gente disfrutara del derecho a la vida (“a una vida de duración normal, sin muerte prematura”, especifica la autora), a la salud física, a la integridad física (“estar protegidos de los ataques violentos, incluidas las agresiones sexuales y la violencia doméstica”), o del derecho a poder usar “los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento de una forma verdaderamente humana”. El decálogo incluye también “el poder vivir una relación próxima y respetuosa con los animales, las plantas y el mundo real”.



Se sabe que todavía ninguna nación ha utilizado por completo estas propuestas. No he leído el libro porque todavia no lo encontré en Bolivia. No se a qué se refiere con aquello de un uso "verdaderamente humano" de los sentidos la imaginación y el pensamiento". Puede ser tanto una crítica a los modos de operar de la ciencia como a la racionalidad económica, pero esas son ya críticas muy conocidas. Enfoca la cuestión hacia las capacidades, el derecho a desarrollarse, gozar de derechos, y plantea que se logre un consenso internacional para que se consideren derechos humanos fundamentales. 

Recuerdo que participé en un concurso de ensayo en Bolivia el 2009, la Revista Pulso proponía pensar bienestar en relación con economía, si su relación era proporcional, inversamente proporcional, etcétera. Desde luego, la crítica obvia era decir que el mundo es hiper-consumista, que aún con plata se puede vivir mal y cosas así. Así que, sin dejar de tocar esos temas del todo, planteé algo adicional: el concepto de "principio de economía" como línea de intersección. Era una manera de pensar sobre las formas de vivir, queriendo hacer del principio de economía algo que nos permitiera modificar nuestras maneras de valorar acostumbradas, inculcadas por el mismo sistema mucho más que decisiones propias. En esto, un poco más o un poco menos, estamos todos en la misma ciénaga. Más allá del resultado de aquel concurso, que me fue muy favorable, considero que comencé ahí una forma de trabajar y de plantear abordajes de ciertos temas desde espacios completamente externos, como queriendo ver qué es lo que puede aportar al análisis en tal disciplina, una mirada que ya no es ni siquiera multidisciplinaria sino más posdisciplinaria. 


Entonces encontrarme con Martha C. Nissbaum, una mujer madre de dos hijas, divorciada, plenamente desarrollada en su veta profesional, me ha alegrado mucho, porque me permitió ver un campo de trabajo que me mostró ser importante y reedituable en el pasado reciente, y ella lo llevó mucho más allá. Estas algunas de sus impresiones recogidas de aquel artículo de El País: 


Para Nussbaum, los estudios humanísticos son fundamentales en la forja de un saludable sistema democrático. “Son materias que nos aportan información sobre el mundo en el que vivimos”, dice. Y de entre ellas destaca la filosofía. “Como ya lo vio Sócrates, la filosofía tiene una capacidad única para producir una vida examinada, es una fuente de razonamientos y de intercambio de argumentos. Nuestro clima político actual es histérico, dado a las invectivas más que a los argumentos. Necesitamos de la filosofía con la misma urgencia que la Atenas de Sócrates”.


También creo que necesitamos de la filosofía, aunque no sé hasta qué punto se puede relacionar nuestra actualidad con la situación de la Grecia de la antiguedad. Pero sin desviarnos, apuntando al título de esta entrada, cuando uno organiza un Encuentro de Filosofía hoy en día, como parte de ciertas actividades internas de una Universidad como la Gabriel Rene Moreno en Santa Cruz de la Sierra, lo que se plantea de entrada es aquella pregunta: ¿Cómo puede hoy la filosofía servir a músicos y matemáticos, incluso cuando no trata de música ni matemática? Pueden conjugar la oración con cualquier otra carrera profesional. Por ejemplo, ¿por qué es importante que los estudiantes de derecho reciban cierta formación en filosofía? La mayoría de los que me he encontrado en la vida me dicen que les pareció interesante, y justo cuando sentían entrar en temas más atractivos, la materia terminaba, y sólo llevan una o dos materias en los primeros años. Sucede lo mismo en las áreas comerciales. ¿Por qué es importante que los estudiantes de administración de empresas, ingeniería comercial, contabilidad, entren en contacto con la filosofía a nivel formativo? 


LINK RELACIONADO:

Martha C. Nussbaum Libro

lunes, 8 de abril de 2013

Lecturas del fútbol boliviano (II)




Después de la victoria y el paseo de la selección verdeamarelha por el Tahuichi Aguilera, en casi todos los portales brasileños se leía que su equipo había triunfado ante "la débil", "la endeble" selección de Bolivia. Para ellos era más una cuestión de recalcar que el resultado debía medirse con cautela, no alegrarse demasiado por la goleada, pues la realidad se vería contra adversarios "de peso". En cambio, para nosotros los bolivianos fue una especie de confirmación, la goleada fue un deja vu. En el programa televisivo Deporte Total decían que lo preocupante no es simplemente que estamos mal, sino que estamos peor, pues ahora nos golean otra vez con frecuencia, ya no perdemos por resultados ajustados. Un análisis triste sin duda.

Y en casi todos los medios televisivos, tanto los conductores como los espectadores entrevistados se expresaron con voces derrotistas ("es nuestra realidad", "sabíamos que estamos por debajo", "había que apoyar aunque sabíamos que perderíamos"...). 

A esto hay algo que quisiéramos aportar. El problema no parece ser la derrota en sí, que es simplemente el resultado lógico de una manera de hacer las cosas. El problema central tiene que ver con la manera de enfocar el asunto. En Bolivia siempre se ha planteado metas como "llegar al Mundial", "hacer un buen papel", "clasificar a la segunda ronda", e incluso más de una vez: "no ser goleados". Pero, ¿cuándo ha sido proyecto hacer de la selección boliviana un campeón deportivo? El boliviano suele marginarse mentalmente de la lucha por los primeros puestos, casi como si fuera algo sobreentendido.

Entonces, hay que empezar por la manera de comprender las cosas. Todos los campeones deportivos tienen una mentalidad propositiva respecto de sus fracasos, ni siquiera les llaman errores, sino prácticas. Todo lo que logran es parte de un gran ensayo en vistas del objetivo grande: calificar a un torneo, batir un récord, ascender en el ránking, conseguir el título... Grandes tenistas como Steffi Graff o Roger Federer estrellaron la pelota a la red miles de veces en su camino a la cima del tenis. Pero ninguno de los coachs marcó aquellos tiros como fracasos: eran partes del aprendizaje. 

Respecto del partido Bolivia-Brasil, no importa tanto que haya sido una goleada, ni siquiera que se haya perdido, lo que angustia a todos es la sensación de "ir hacia ninguna parte" que ofrece nuestra selección y nuestro fútbol. En otras palabras, no existe un proceso dentro del cual se pueda enmarcar esta derrota como parte de un aprendizaje hacia una meta. 

En Bolivia nos hemos cansado de perder, toda nuestra historia es acerca de perder, es algo que nos marca hasta el día de hoy; la famosa "pérdida de salida al mar", la pérdida de extensos territorios a favor de países vecinos, y las miles de veces que hicimos casi todo lo necesario, pero de todos modos no logramos el objetivo deseado. A fuerza de ello, en Bolivia hay una cierta mezquindad que se ha hecho parte de la idiosincrasia nacional. Motiva mucho más el miedo a perder que el deseo de triunfar. Jorge Valdano escribe en uno de sus libros que el estilo de juego de una selección es reflejo vivo de la forma de ser y de pensar que tiene un país. Gran acierto. A brocha gorda, los argentinos destilan cierta insolencia y dignidad casi altanera en su juego; los brasileños transmiten la gracia y los ritmos de su carnaval en su fútbol pentacampeón; los paraguayos son  de choque y fuertes en juego aéreo; los charrúas son los de la garra y el compromiso... Pero, a falta de estilo y de señales referentes, en Bolivia se juega a no perder. 

Rara vez un equipo nacional querrá golear a su rival internacional. Normalmente se cierran a cuidar una ventaja mínima, y en esas muchas veces terminan haciéndose empatar o ganar en minutos finales; es la historia de nuestros equipos en Libertadores. La generosidad tampoco es sello de la verde. Y es importante marcarlo porque es un elemento que diferenciaba al equipo de Azkargorta en las Eliminatorias del 93; eso de convertirle 14 goles a Venezuela en dos partidos fue un acto de generosidad futbolera. 

¿Tenía un estilo aquella selección? Seguramente que sí, algo más cercano a la selección española de la actualidad, porque privilegiaba el buen toque, a favor de la excelente técnica de sus mediocampistas y aleros. Etcheverry, Baldivieso, Sánchez, asistidos en las líneas por las corridas de Cristaldo y Borja, reunidos todos en la visión del Melgar elegante, era promesa de una fiesta. Recuerdo aquella Eliminatoria, en la vuelta en el horno de Recife los brasileños ganaban el partido 6-0, y sin embargo Bolivia seguía tocando la bola, sin salirse de su línea de juego, confiante en su identidad. Era una derrota, pero se sentía la moral alta, ningún boliviano se sintió humillado aquel día.

Es esto último lo que extrañan nuestras últimas selecciones, donde se reúnen jugadores de diversas regiones pero sin una idea de juego que responda a las pulsaciones de Bolivia como conjunto. No es sólo garra, no es sólo amor propio lo que se necesita. Hace falta que se desarrolle un sentido de juego. Por ahora, queriendo tomar ventaja de la altura, nuestros equipos aprenden a jugar de una manera en Bolivia, y de otra en el exterior. En el Hernando Siles juegan con confianza, todos patean desde donde sea, incluso si la jugada no lo pide, o apuestan por los centros repetitivos al área rival, como si quisieran atosigar a los visitantes. A veces surte efecto, otras veces no. Pero cuando salen de visita, se dan cuenta de que ese juego no es posible, la bola no tiene la misma velocidad, y se saben en igualdad de condiciones frente a sus adversarios, pues el aire les toca lo mismo. Y entonces se achican. Se festeja un empate, si llega, como la gloria. (El 1-1 con Argentina al iniciar las Eliminatorias). Pero ¿cuántas veces la selección ha logrado empates en el exterior jugando partidos mediocres? Y sin embargo, todos quedaban tranquilos, nadie hablaba de crisis ni apuntaba la decadencia. 

En nuestro país es el resultado el que fuerza al análisis mucho más que la forma de jugar. Bueno, es tiempo de olvidarse de los resultados, pero no sólo para que se fogueen los jóvenes, como muchos opinan, sino para abrir un laboratorio, que se empiece a dar una identidad al fútbol de la selección, algo que no se fuerza, pero que se cultiva. 

Seguro es que muchas de las actitudes de los bolivianos cambiarán para mejor si ven en el juego de la selección otros elementos como la confianza en sí mismo, la generosidad, el amor a la belleza, el equilibrio, la valentía... Aprendamos de España, su concepto ahora es jugar en torno a la devoción por la bola, y han hecho de ello una seña de su identidad, ganen o pierdan.

domingo, 7 de abril de 2013

Desvaríos a partir de películas románticas



No hemos dejado de ser unos novatos en cuanto al amor. Pero el amor nos ha enseñado a escribir. Desde tiempos remotos las almas se han encontrado en lugares insólitos, espacios recónditos del universo, y aquello que comenzaba como la posibilidad de un romance sin visos de compromisos se convertía antes de lo pensado en una necesidad vital. ¿Por qué tantas veces la distancia, traicionera y obligatoria? Prueba de fuego de las verdaderas almas gemelas; todas ellas derramaron lágrimas de hierro y de plata, suspiraron en tierras y océanos, lanzaron gritos que se fueron con la arena, vidrios rotos, y sólo atinaron a coger el papel y desembarazarse ahí del gran caudal que hacía cansar sus corazones. Una vez que has amado a alguien a la distancia estás listo para ser un escritor.  
Casablanca. "We'll always have Paris"

No sabemos por qué las películas románticas se repiten por lugares comunes una y otra vez y de todos modos nos gustan. Tal vez porque el amor y las relaciones giran siempre en torno a unos ciclos más o menos conocidos. De modo que llega una historia de esas que sigue todos esos ciclos, y nos atrapa, o capta nuestra atención y nuestros deseos esperando un final justo. Nos gusta creer que la vida es justa, o que puede ser justa con los que se aman. El amor viene de la mano casi siempre con la separación, con las largas esperas, los viajes a carroza por lagunas negras de sosiego interior y tormentas externas. Oímos los pasos renegados caminar sobre los charcos, vendaval de sonidos y colores nos envuelven en sus estados primigenios. Escucho en el fondo tocar el piano a la rubia Taylor Swift, tiene puestas unas botas negras, las piernas desnudas y los labios color rojo carmesí, la cubre una capa, no sé porqué, ella sólo atina a explicarse a su público, como haciendo un prólogo a la canción que va a tocar: All too well. Entiendo poco de lo que dice, no porque lo diga en inglés, sino porque tiene que ver con los viajes por los abismos de su corazón, algo de lo no tengo registro alguno. Lo cierto es que su voz es una ballena que se sumerge entre las frazadas. Es cierto sin embargo que cuando algo muy querido se ha ido, o la magia de una persona, con su piel y sus olores únicos han dejado de ser parte de nuestra vida, sentimos la necesidad de organizarlo todo en una letra y arrojarlo al viento de los tiempos que giran como hojas secas de otoño. En busca del viejo yo, o de un nuevo yo que se resiste a abrirnos la puerta. La letra es todo un viaje de la memoria. Ella se lo dedica a Jake Gyllenhaal; yo por mi parte pienso en ella, la otra, mirándome con sus ojos azules desde una costa brasilera. 



Fue la tarde de un domingo de pocas bullas y mucha lluvia que me encontré con esa película, Dear John (2010), co-protagonizada por Channing Tatum y la preciosa Amanda Seyfried. Es la historia de unas cartas, marcada por las huellas que nos dejan historias que escribió Hemingway en noches de cigarros y muchos alcoholes, a la vuelta de una resaca, en la espera de la viajera que no podía traicionar a su carrera de reportera. Dear John es la historia de un soldado de los EEUU y una chica conservadora, de unos giros inesperados, algo más forzados de lo pensado, siendo que ésto sólo depende de nuestra apertura respecto de lo sabemos ver y sabemos esperar, nuestro pequeño registro de experiencias que nos traen certezas. Se atraviesa en todo ello el 11/S, fecha idílica, cuántas personas en el mundo sintieron aquel día un golpe a la moral, y tuvieron que revisar de nuevo lo que habían planeado para sus vidas. John, en el film, es uno de ellos, su alma no está sujetada por otra cuerda que no sea la que lo une con Amanda; pero no sabe si seguir en el ejército o volver a su país para tomar las riendas de su amor. Es peligroso cuando se confunde amor con obsesión, o se hace de una persona el punto de equilibrio de una vida. Algo puede pasar, un chasquido, el giro de una llanta en la esquina, el maullido de un gato furioso, luces prendidas en la noche y llantos de bebés, el cosmos sumergido en el pánico. Taylor Swift todavía canta en el fondo y las chiquillas gritan de fondo, es como si un cable de emociones las recorriera a todas y las uniera en una fila de sueños rotos. 
No me cabe la menor duda de que somos diminutos, y que tal vez el amor nos haga por segundos esplendorosos sentirnos tan colosos como la luna o el país de los chocolates con besos amarillos descarnados. 

Era sólo una opinión, no sé de qué diablos estoy hablando. Debo volver a los brazos de ella que me ama en el tiempo sin distancias.