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viernes, 10 de mayo de 2013

II Encuentro de Arte con Roberto Valcárcel - Santa Cruz de la Sierra




Ayer en la noche, jueves 9 de mayo, asistí con mi cumpa a la charla que organizó y ofreció Roberto Valcárcel (en adelante R.V.), el reconocido artista cruceño. Pactado para las 7, el encuentro comenzó con algún retraso, pero todo se llevó adelante dentro del ambiente idóneo que se requiere para sustraerse y empezar a forjar ideas sobre lo que se expone. La invitación rezaba que se posibilitarían conocimiento de las obras de Tito Kuramoto y Herminio Pedraza, de la colección permanente del Museo de Arte Contemporáneo. Roberto nos aclaró que quería usarlas como disparador para referirse a las relaciones con el arte, no ya las de los especialistas, ni museólogos ni críticos o curadores, sino de individuos que quieren crecer y cultivarse. Invitación a la charla


Inicio

Cuadro de Tito Kuramoto que fue interpretado en la charla

Comienza Roberto dejando clarísima la posición en la que quisiera que lo sigan. Es el marco de la charla: "Hay que eliminar la presentación del arte como rito, como algo repetitivo". Esto resulta prometedor de entrada. Lo que busca Valcárcel es invitar a una renovación de las relaciones del espectador con la obra de arte. Entonces continúa: el arte debe servirte para cambiar algo en tu vida, de hecho, puede cambiar tu vida. ¿Si no buscas eso qué haces aquí? - pregunta a los presentes. Esto sucederá de manera gradual, desde luego, subrayará más adelante. 



Para R.V., el objeto artístico es un objeto muerto. No se le puede achacar ninguna responsabilidad de lo que pase o no pase. Compartimos aquello de que no se puede pedirle todo a la obra, ni a un libro ni a un album de música; depende mucho de cuán dispuesto está el individuo a relacionarse, en qué posición de su vida se encuentra, su actualidad. El cuadro es siempre actual, porque hace removerse algo en contacto con nuestra actualidad. 



Breve crítica
Pero R. es extremo, no le toma importancia alguna al poder del artista, no considera la influencia, en la ecuación general, de las capacidades persuasivas o tendenciosas del lenguaje de la obra pictórica. 

Cabe apuntar aquí, que su visión de arte, la manera en que piensa difundir una visión, está todavía enmarcada dentro de la vieja idea de que arte es algo que se expone en un espacio aceptado, y los receptores deben asistir al lugar para interactuar con eso que se exhibe. Por tanto, está lejos de coincidir con las propuestas que Reinaldo Laddaga comparte en su maravilloso libro Estéticas emergentes (2006). Laddaga se interesa ahí por el arte considerado como proyecto, que asocia desde su misma producción tanto a artistas como no artistas, o miembros de una porción de comunidad, y sirven en su presentación como intervenciones en el espacio público. No suceden necesariamente en un museo, se definen como artísticas por la participación que convocan y el efecto que producen. 

Esta es la base de la leve crítica que se puede esbozar a la propuesta teórica de R.V.: Se propone como liberadora, quiere arrasar con todas las ideas convencionales. Pero todavía respeta las instituciones que funcionan como legitimadoras de las obras de arte ante las personas comunes y corrientes que rumbean sus vidas por otras aguas. Para empezar, su charla se hace en las instalaciones del Museo de Arte Contemporáneo (abordando obras de su colección permanente), por tanto no se va contra las instituciones del sistema de arte; tampoco discute la idea de dónde se debe exponer una obra para que sea tomada en cuenta como artística. Todavía parte del museo como lugar privilegiado. Tal vez también una galería, si está dispuesta a organizar una de estas charlas. Ahora, no decimos que se deba a un carácter oportunista del conferenciante,  lo que decimos es que no asume todas las implicaciones de su teoría, no la lleva hasta las últimas consecuencias, pues si se trata de eliminar los intermediarios entre la obra y el perceptor, ¿por qué todavía creemos en los criterios del Museo? Ellos la exponen en su espacio como afirmando que comprobaron ya del efecto "trastocador" de la obra, ¿y por ello asumen que los visitantes a las instalaciones deben considerarla obra de arte? Esto no queda claro.


Una obra de Valcárcel
Volvamos a citar las ideas que expuso en su charla. R.V. insiste en que la obra no  tiene responsabilidad alguna. "Es un signo polisémico que no tiene responsabilidad alguna". La responsabilidad está en cada uno, es decir, está en el lector. Me late que R.V. ante todo toma como tema el cultivo de las lecturas creativas. A este efecto, propone el arte como objeto ideal para tal propósito. El diría que leer creativamente es algo íntimamente relacionado con lo que es el arte mismo. Es el arte el que nos enseña que se puede leer creativamente los objetos culturales. Esto no es nada descabellado. Me cuestiono porque creo haber descubierto lo mismo desde la filosofía, sin embargo, no puedo desestimar que ese aprendizaje haya bebido de las aguas del arte, tradicional y/o contemporáneo. 



R.V. dice que se trata de volcar las jerarquías. Devolverle toda la autoridad y libertad de lectura al lector. "Empoderarlo", usando un término de las nuevas tecnologías de la comunicación. No estoy seguro si haya que asumir una defensa, o plantearle el camino. Creo más en que los que desean la libertad la toman antes que pedirla. Uno asume su libertad, no es nadie quien te la concede. Tal vez, sea bueno recordarles que les corresponde asumirlo. Creo que es lo que se propone Roberto con la serie de charlas. 



La obra no puede comunicar, porque ha sido creada en un lenguaje no codificado. No se apoya en un lenguaje convencional de entendimiento con el que la observa. Es otra premisa de R.V. El lenguaje del artista es creativo. 



Comentario
¿Qué le queda al autor? Es autor porque crea, no por la firma. El autor sólo puede asumir su propio mundo y destilar en la obra algo que por necesidad quiere nacer. Si nosotros, desde afuera, nos comunicamos con ese mundo, con partes o esquinas de esa frazada, es una posibilidad de encuentro que no le quita ni agrega nada a la obra. La obra de arte parte de algo que la fuerza a ser expresada, y eso viene del creador. Lo cierto es que este fuerza no tiene por qué reducirse a una cuestión biográfica solitaria, no es una  isla la que habla; es una especie de archipiélago de soledad, donde otras soledades pueden conectarse. 

¿Quién sabe con certeza cuántos son los seres extraños con los que podría comulgar su mundo, pero no tuvieron la oportunidad de vivir en una misma región, ciudad, o incluso en un mismo tiempo? Muchas veces la percepción de un albañil que pasa por el lugar, la lectura de un niño, o de un alma danzarina que se cruza por nuestro camino sin mayor aviso, resulta ser más enriquecedora que la de un especialista o crítico erudito en la historia del arte. (O de la literatura o de la filosofía...). 



Hay que ser muy libre y hábil para poder meterse en las camisas del conocimiento especializado, y después poder salir de todos modos para exhalar una brisa de frescura en lo que se piensa y se observa con amor. 



Entonces, el autor de un cuadro deja algo de su experiencia en el cuadro; dado que confluyen no sólo lo consciente, sino lo que habita en su inconsciente, es difícil que se pueda creer completamente premeditado cualquier acto de creación. En adelante, lo que cabe es ver qué puede hacer el que observa con el cuadro. ¿Cómo se puede apropiar de él?



Para R.V. el pintor no hace otra cosa que generar estímulos visuales con su obra. Y sentencia: "Me importa un comino lo que haya querido decir Erminio Pedraza con su cuadro, y lo digo con todo respeto a mi colega". Pero ¿no habría que al menos agradecer a un artista por ser mejor estimulador que otro? ¿Y acaso uno no toma cierto afecto por esos guías que nos estimulan siempre a ir más allá?

Si este tipo me estimula creativamente en tal forma, en algún punto seguramente me interesará saber qué quiso decir. Es sólo una impresión, en el inicio de este iniciativa de Roberto Valcárcel que merece ser aplaudida. Hacen falta más de éste tipo.


[Continuará...]


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Entrevista a Valcárcel en LA PRENSA

"Santa Cruz aún es preadolescente", opina Valcárcel


miércoles, 8 de mayo de 2013

Gentes de cultura y brindis en Santa Cruz


El pasado martes 30 de abril por la noche, asistí a la presentación del libro de fotografía Salar de Uyuni, el espejo del cielo,  del reconocido artista-fotógrafo Gastón Ugalde y la periodista Marie France Perrin, que se encargó de los textos. En realidad, el libro lo presenta la periodista, pero lo que despertó el interés en los medios y alguna gente fueron las magníficas fotografías que ahí se muestran. En todo caso la alquimia se produjo entre los dos. Hizo bien Gastón Ugalde en no asistir y dejar que las fotografías hablen por él. Es la marca de los artistas de fuste.

Afortunadamente, aquella tranquila noche cruceña, en que también se presentaba un Concierto de Música de Cámara en La Casa de la Cultura, no se veía amenazada por las lloviznas otoñales. En la plaza 24 de septiembre se disfrutaba del calor, los sonidos y el aroma de frondosos árboles que la hacen incomparable. 

Pero nosotros estábamos sentados en uno de los elegantes salones del Centro Cultural Santa Cruz. La presentación de aquel libro sobre el Salar de Uyuni, de papel fino, tapa dura, edición lujosa, que tenía un costo de Bs. 300. Dado el elevado valor se asumía que entregarían factura pero las encargadas se limitaron a informar su negativa.

El acto inició con palabras del Coordinador Operativo y Financiero Jorge Aliaga. Lo acompañaban parados a su lado la periodista-autora y el ex-diplomático Manfredo Kempff Suárez. Por un breve pasaje la pequeña muchedumbre de asistentes elegantemente vestidos asentó los cuchicheos y se oyó el silencio, que se rompió otra vez cuando Kempff comenzó a presentar el libro. Avisó que su participación sería corta, pero se tomó casi media hora. Todo bien. Lo que ya no me agradó fue que hiciera uso de la palabra para decir nada. 

Comenzó diciendo que él no conocía Uyuni, pero de todos modos quiso ilustrarnos lanzándonos datos de geografía, flora y fauna que, según él, había encontrado en wikipedia (!), y los iba leyendo de su hojita de notas. Desconozco si aquello fue una metida de pata involuntaria o una falta de ubicación. Por la naturalidad con la que continuó su parlamento sospecho que ni siquiera reparó en el desatino que aquello suponía. Después de hablarnos de su vida, y de un viaje que hizo a Chile sin llegar a parar por Uyuni, finalmente quiso elogiar a la autora, también al fotógrafo. En más de uno de los presentes atisbó una sonrisa después de tamaña intervención. Pero los aplausos llegaron como mandan las normas sociales.

Lo que más me llamó la atención fueron las "exposiciones" de tres artistas que se exhibían en el mismo espacio. Claramente se pudo observar que aquellas mal llamadas "instalaciones artísticas" habían cumplido una función de decoración para la presentación, con un agudo sentido del oportunismo. No extraña que las pajas armadas en una de ellas fueran pisoteadas por los asistentes a la hora de formar sus rondas en la hora del brindis. Sólo las fotografías de Ugalde, colocadas en las paredes, despertaban la curiosidad. 

Se aplaude que el Centro Cultural Santa Cruz abra sus puertas a iniciativas relacionadas con el arte y la cultura. Pero algún cuidado mayor deberá tener a la hora de elegir los proyectos que apoya, pues estos confeccionan la imagen y los ejes que sostienen su trabajo. Estemos de acuerdo en que el arte no es decoración, cosa básica para un centro de difusión. 

Habiendo compartido una copa de vino con una amiga curadora, me fui por donde había venido. La ciudad comenzaba a reposar, se venía un feriado, era bueno volver a casa.



lunes, 6 de mayo de 2013

De los hondos amores



“Tuve una vez un gran amor que derribó mi casa, agrietó mis puentes y me hizo perder el equilibrio. Después vinieron las réplicas: amoríos de baja intensidad que ni siquiera me hicieron temblar. En cuanto al gran amor, ay mísero de mí, todavía respira debajo de las ruinas.”

                                                                                Óscar Hahn.

La lectura y un Presidente indígena



El presidente Evo Morales volvió a hacer noticia a partir de una de sus afirmaciones medio despistadas medio acertadas. O tal vez sea más correcto decir que los medios de prensa nacionales se sirven de una de sus afirmaciones para convertirlo en línea de primera plana. Lo concreto es que hace unos días se encontraba promulgando la nueva Ley del libro y la lectura Óscar Alfaro (366), ocasión en la que confesó que tiene problemas para leer, que "a lo mucho ve los títulos o unas páginas" de los libros que le regalan. Se critica su sentido de la ubicación y del momento, pero tal vez aquel acto haya sido el más idóneo para plantear el problema. 

Breve rodeo: Al no tener Evo especial inclinación por la lectura, menos aún lo tendrá por la escritura, y entre ambas se pierde un mundo, sin que por ello éste mundo deba ser ajeno a sus aventuras. Resulta curioso sin embargo que en los últimos años haya sorprendido por la publicación de libros donde oficiaba como el prologuista. El primero del que tuve conocimiento fue "El fin de la prehistoria. Un camino hacia la libertad" de Tomás Hirsch. Si Evo Morales hablara como aparece redactando en ese texto, seguramente no habría llegado a ser el primer presidente indígena, pues sería uno más del montón. Para no caer en la monotonía hay que saber tomar cuenta de la singularidad de un personaje. El que escribe ese prólogo lo hace de la manera más uniforme, no patea al castellano en ningún momento, respeta las reglas de puntuación obedientemente, no se sale, no rompe nada, no provoca ni una fuga ni una risa.  Es tan "rectito" que termina por ser olvidable. Pero firma Evo Morales. Desconozco el valor que pueda tener ese texto aunque él lo firme, pues no corresponde con la relación que Morales mantiene con el idioma castellano. El autor Tomás Hirsh lo vio de otra manera, cosa suya. 

Además de este, se sabe también que hizo el prólogo del libro  “Abya Yala: una visión indígena” (2012), pero ese lo desconozco.

Volvamos a referirnos a las palabras de Evo respecto de la Ley Óscar Alfaro. Una reflexión un poco más acuciosa de sus palabras nos llevará a evitar los juicios, y más bien a reparar en las implicaciones. Alguien ya dijo, Evo Morales no es un ser que pasó a pertenecer a alguna realeza por haberse convertido en Presidente; su victoria electoral no lo exime de su pasado; en realidad es también un producto de las deficiencias y virtudes de la evolución de nuestro sistema educativo. En nuestro país se habla fácil de "incentivar la lectura", pero es como un eslogan vacío. La lectura es una actividad subestimada, y se la suele relacionar con los "hábitos", como cuando se enseña a los niños a que tiendan su cama. Pero la lectura habría que relacionarla mucho más con el juego que con los deberes. Dicho esto, es una falacia pretender que la palabra Presidente equivalga a decir "hombre leído", no por definición, sino por las muestras que nos brinda nuestra realidad.

Algunos comedidos le increparon velozmente por sus palabras, señalaron que les daba un mal ejemplo a los niños. Carlos Cordero, según una nota de Mónica Salvatierra en El Deber (5-5-2013), entiende que el mensaje condenable que se extrae de las palabras del primer mandatario sería que "sin importar que no se lea, igual se puede llegar a ser presidente". Pero eso sólo asumiendo que los niños o cualquier otro ser que siente el paso del tiempo, desee ser presidente. Hay muchas cosas más importantes y deseables que entrar en la política y convertirse en presidente. De hecho, nos resulta familiar la noticia de que los políticos leen poco, o apenas leen, sólo de ese modo pueden moverse a gusto en sus aguas. Esto también va acorde con la idea del actual gobierno, que consiste en quitarle relevancia a la formación académica, y valorar mucho más la experiencia de trabajo sindical.

Lo que no debe olvidarse es que la aventura de la lectura le sucede a cada uno de diversas formas, un poco gracias a la formación, al espacio geográfico que se ocupa, a las posibilidades de la casa paterna, pero otro gran trecho gracias a la valentía de cada uno para asumir su mundo, y elegir sus pasos en concordancia con sus asombros e interrogaciones más recónditas. No se lee "gracias" al colegio, la universidad o el precio alto o bajo de los libros, más bien se lee "a pesar" de todo ello. 

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La categoría de Carlos Bianchi, técnico de Boca




El último clásico Boca-River (5-mayo-2013) terminó empatado, y lo que es peor, deslucido. El técnico de River, Ramón Díaz, salió echando humos antes de tiempo, y todavía en caliente dirigió algunas palabras a los  de Boca, dijo algo así "nosotros no somos como los de Boca, nosotros no festejamos empates". Sobre esta afirmación le preguntaron a Bianchi cuál era su opinión en la conferencia de prensa. Bianchi tuvo categoría. Terminó de empujarse un bocado de soda calmadamente, calibró la intención de la pregunta mientras miraba al periodista y respondió con una sonrisa: "Lo que yo responda ustedes lo van a usar de titular mañana. Ahora tengo deseos de estar con mi señora, mis hijos y mis nietos. Cada uno es dueño de decir lo que quiere. Todos saben cual es la verdad". 

Por supuesto que no estaba obligado a dar una opinión sobre esa afirmación. Él tiene cosas más importantes de que ocuparse, y ahí no había nada que pelear. La disputa de opiniones no definiría nada, cuando hay algo cierto que trasciende a ambos. 

Después le consultaron si había visto al frente a un equipo que tiene hambre de competir por el título.

Esa sí era una pregunta que le permitía hablar un poco más de fútbol. Sutilmente, Bianchi le lanzó algunos palos merecidos a Díaz en su respuesta. "No nos apretaron atrás como pensé que podían hacerlo, una vez que el partido estaba 1-1". "Nosotros teníamos a 7 chicos en cancha, eso nos alegra, muestra que hay proyección a futuro". "Por lo menos ellos tenían la posibilidad de planificar el partido durante toda una semana. Cuando uno juega cada tres días es más difícil mantener una regularidad en las alineaciones".  Claro, se refería a que Boca está jugando la Libertadores, pero en ningún momento menospreció la importancia del campeonato local. Fueron observaciones de ese tipo, bastante acertadas respecto de la realidad, nada malintencionadas. 

Nunca lo admiré particularmente, sí me inspiró respeto siempre por la eficiencia de sus equipos. Pero en esta ocasión había que hacerlo notar, su gesto corresponde a los detalles que marcan la talla de los grandes. Ese es Carlos Bianchi.