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lunes, 30 de diciembre de 2013

LA DERROTA DE ANDERSON SILVA




Desde los tiempos en que seguía las peleas de Roy Jones Jr, poco antes de que enfrentara a Tarver, no había guardado tantas expectativas respecto de una pelea como lo volví a sentir todos los días previos al pasado 28 de diciembre. Como muchos saben, era el día del choque revancha entre Anderson Silva y el sólido Chris Weidman, reciente campeón de los medianos en el UFC. Se enfrentaron en el MGM de Las Vegas, escenario oscuro y desafortunado para las memorias de la araña Silva. El resultado de la pelea ya todos los fans de MMA lo conocen, unos quedaron más atónitos que otros. 

La primera sensación que tuve al enterarme de la trágica noticia fue de cierto espanto, una especie de repulsión frente a lo que significa el mundo del peleador, a lo que uno se expone cuando elige entrenarse en esto. No lo veía solamente como un espectador, también como un artista marcial que se relaciona con mucho de lo que sucede ahí adentro en la jaula. 

Un día antes revisaba videos en youtube y me encontré un pequeño documental que hablaba de las condiciones precarias en las que instaló su campo de entrenamiento Chris Weidman por falta de apoyo económico. Esa era una muestra muy clara del hambre que tenía para ganar ese cinturón, y no simplemente ganarlo, sino sobre todo arrebatárselo a Anderson Silva, el campeón, a estas alturas una figura ya muy pública y expuesta. El puesto que ocupaba Anderson en el negocio no era el que más le sentaba, es decir, desde luego que deseaba ser el campeón, con toda esa aura de grandeza que le rodeaba, pero todo aquello que venía con su éxito no era ya de su agrado. Desde su pelea con Rich Franklin cuando ganó el cinturón en gran manera, lo vi con mayor admiración por la diferencia que hacía presentir su presencia en el octágono desde la misma forma de caminarlo y alistarse para el combate: lo que veíamos ahí era un artista marcial verdadero, que mostraba su devoción hacia el antiguo ritual del combate, inclinándose siempre con lentitud y gesto de respeto para la audiencia y para su oponente. Esa presencia mostraba un lado espiritual con el que pocos comulgaban en la bulliciosa y farandulera escena del UFC y del público norteamericano en general. Después de tocar guantes en el centro del octágono, Anderson retrocedía a su esquina abría los brazos y tomaba aire profundo, mirando hacia arriba, como asegurándose de estar conectado con las fuerzas divinas que merodean en la atmósfera, y sintiéndose preparado para afrontar todo lo que pudiera venir, dando lo mejor de su capacidad. Era un estado de relajación final antes de lanzarse a una situación que demandaba su máximo esfuerzo. Y así acabó con sus oponentes uno tras uno, granjeándose con el tiempo no sólo el respeto, además la admiración. Seis años invicto demoliendo a casi todos los desafiantes que se le cruzaron no es poca cosa, de hecho marcó récords en el UFC y en el mundo de la MMA en general. 

Pero en algún punto Anderson comenzó a perder su frialdad y su gesto de respeto por el combate en sí. Habiendo ganado todo de manera tan decisiva, se creyó por encima de todo, como era posible que le pase dado que lo hacía sentir un rey dentro de la gran burbuja construida a su alrededor por la misma gente que desea sacar todos los dividendos de este tipo de atención mediática y expectativa de los fans. Esto no es un secreto, Dana White es un hombre de negocios, probablemente una excelente opción si deseas que venda tu producto de manera masiva deberías contactarte con él, ver si le interesa, pero como persona no quisiera tenerlo cerca nunca, no creo que el contacto con las artes marciales le haya dado un suficiente sentido de integridad, pues su ética es la del negociante al que no le interesa nada más que sus negocios y maquillar apariencias. No es una casualidad que Anderson haya tenido sus roces con Dana desde el inicio, y que dejara ver cierta malagana respecto de las medidas que exigía el presidente del UFC, al que no le daba toda la atención que demanda. Anderson pertenecía a otro mundo, su experiencia peleando en Japón, en ese colosal Tokio Dome, donde no se escuchaba ni un alma entre los miles de espectadores mientras los peleadores están intercambiando golpes y técnicas, le proveyó de otro tipo de serenidad, de una manera de enfocar su mundo muy alejada de los valores que mueven la maquinaria de los grandes eventos norteamericanos. Pero llegó el desnivel, las subidas y bajadas en su carrera, como aquella pelea con Damien Maia, con el que terminó corriendo por el octógono de una manera poco elegante, mientras el público lo abucheaba ya fatigado por su despliegue ostentoso pero nada efectivo al final de cuentas; Anderson ganó aquella pelea por puntos, pero la sensación que dejaba era la de alguien que se sabe muy arriba de su rival, y de todos modos se mide, prefiriendo las payasadas y los ademanes burdos. Fueron los primeros campanasos de alerta.

Después encontró una prueba de fuego cuando llegó el turno de Sonnen, una de las noches más agitadas para la araña Silva en su carrera en el UFC; aquel triángulo salvador, ejecutado con perfecto sentido del momento, terminó redimiendo a Silva frente a su público, decepcionado hasta aquel quinto round, y nos dio nuevas pautas para admirarlo, pues su tenacidad y resistencia nos dejaba ver señales de su espíritu guerrero. En una pelea en la que había estado incómodo toda la noche terminó triunfando en base a mantenerse siempre con una chance dentro de la pelea, pura tenacidad y voluntad. Algunas peleas que tuvo después no fueron de las más competitivas, pero Anderson ya era visto como un dios en el mundo MMA. 

En el UFC 167 George St Pierre, el otro gigante histórico todavía en actividad en el octágono, anunciaba su retiro, al menos por una temporada indefinida, y aducía como razones la necesidad de alejarse de la presión que significaba mantenerse en la posición de campeón, con todo lo que significa estar dispuesto a exponerse para promocionar una pelea tras otra, aunque sea una o dos veces al año. El training camp para cada pelea hace que estos peleadores de élite pasen 6 a 7 meses lejos de sus hogares y familias, concentrados en idear un plan de pelea y ponerse al límite de sus posibilidades físicas y técnicas. Ser aquel al que todos tienen en la mira para derribar en busca del sitial privilegiado debe ser una sensación muy asfixiante a momentos. George se fue, necesitaba darle atención a problemas personales que no podía atender como debía si se mantenía dentro de la vorágine exigente que arma el UFC. Una muestra más de su inteligencia y su sentido de la oportunidad. 

Anderson Silva también se mostró cansado y falto de hambre cuando perdió en julio frente a Weidman. Sus razones parecían ser parecidas, le costaba mantenerse motivado para sostener toda la atención que conlleva ser un campeón de categoría del torneo más grande e importante de MMA en el mundo. Peleador, figura pública, patrocinador, promotor... y padre, esposo, amigo... Pero pese a su inteligencia y cierta independencia respecto de la atmósfera a la que es religiosamente devota cierta gente en el UFC, Anderson cometió el error de tomar una revancha que inicialmente había rechazado. La principal razón que podría haber llevado a Dana a apresurar esa revancha seguramente era la edad de Silva, 38 años no daban un marguen muy grande a futuro. Pero después de las declaraciones de Silva hablando de retiro inmediatamente después de aquella derrota, de confesar que se sentía quemado internamente, y deseaba quitarse todo el peso de encima por un tiempo, era muy difícil que pudiera centrarse y ponerse a sí mismo listo para asumir su mundo y estar dispuesto a exponerse nuevamente con sus cinco sentidos y su fuerza intacta. Sin embargo cambió de opinión, quien sabe en base a qué incentivos comerciales, y se puso en marcha para enfrentar nuevamente a Weidman. Pero era la decisión más riesgosa, porque tenía todas las desventajas. Hubiera sido muy beneficioso que Silva hiciera como George St Pierre hizo después de perder el cinturón frente a Matt Serra: se tomó un tiempo para reconstruirse, recuperar un momentun favorable, venciendo a un par de oponentes de muy buen calibre, y luego sí recién ganarse el lugar de contendor número 1. Así llegó completamente recargado y renovado a la pelea en Canadá donde apabulló a Serra ganando por detención del árbitro en el segundo round. Tal vez fue el día en que St Pierre lució más apabullante, dinámico y digno de su sobrenombre "Rush". 

Pero Anderson Silva cometió un error parecido al de su ídolo, Roy Jones Jr, quien tomó una revancha frente a Antonio Tarver que lo ponía en un lugar de mayor riesgo aún. En el caso de Weidman, el pasarse todo el año entrenando para enfrentarse a un mismo peleador le resultó un gran beneficio. Además él era poco conocido, y tenía todo lo que necesitaba saber de un personaje totalmente expuesto y estudiado como Silva. El mérito del norteamericano y su equipo fue el de desarrollar un plan perfecto de neutralización de las mejores armas de Anderson Silva, y luego de haberlo ejecutado perfectamente. Primero, la gran clave fue establecer una distancia de resguardo en la pelea en pie. Chris usó sus largos brazos y piernas para establecer una referencia de protección, que mantenía a Silva algo alejado, y al mismo tiempo alargaba sus dos brazos  como si quisiera confundir a Silva y hacerlo errar en su cálculo de la distancia. Así fue, en la primera pelea casi todos los golpes que lanzó conectaron en el rostro de la araña, que recibió un castigo innecesario. Sin embargo, experto como es, curtido en cien batallas, Anderson escuchó a su cuerpo, que le marcó el camino: debía mantener la pelea en pie, y a la media y larga distancia, ni siquiera en el clinch, si quería tener oportunidades de ganar la pelea. Weidman tenía la potencia de wrestling de Sonnen y Henderson, antiguos oponentes duros, pero además tenía la peligrosidad de Demien Maia a nivel de las sumisiones, y por si fuera poco, parecía una especie de Shogun Rua peleando en pie. En suma, era la combinación perfecta que Dana White había estado esperando por años para desbancar a ese odioso peleador brasileño que no hacía caso de todas sus reglas, y que no lo lisonjeaba como hubiera deseado. Dicho todo esto, calibrado muy rápidamente en el primer round por Silva, hizo lo que el cuerpo le pedía, mantenerse en pie, forzar la pelea en pie, apelando al recurso de ofender el amor propio del rival. Tal vez Silva hizo más payasadas que nunca en ese primer asalto en su primer encuentro, estaban diseñadas para que Weidman se expusiera, primero a ser contraatacado, y luego a encajar algún golpe que lo conmoviera. Pero la tendencia en la pelea a nivel de confianza y saber lo que estaba haciendo en la pelea siempre tuvo al frente a Weidman. Hay que admirar su solidez, su convicción mantenida, pues había dicho que desde el día uno sabía que podía vencer a Silva. Y si uno ve peleas anteriores de Silva, como aquella frente a Lee Murray en Londres, se da cuenta de que habían varias cosas que sus rivales no hacían bien. Una de esas cosas era mantener la distancia, convertirla en un terreno nuboso, que se modificaba constantemente. Por ejemplo, lanza un 1-2, pero con engaño, no con los pies clavados en el suelo, Weidman lo lanzó más a lo Floyd Mayweather, cuando lanza su right lead. Y así alcanzó la quijada de Silva, pero este todavía tenía toda la moral a su favor, no había sido derrotado nunca en ese octágono, así que mantenía sus manos abajo y le pedía que se acerque a Weidman para que siga lanzando golpes. A simple vista, era todo un despliegue de arrogancia, una falsa grandeza que sólo exhiben en esa manera los que no son verdaderamente grandes. Pero en el fondo Silva estaba preocupado, lo que hacía no era por arrogancia, sino porque era lo único que creía podía hacer para evitar todavía lo peor, y era ir al suelo con Weidman. Mientras, esperaba encontrar una debilidad, una entrada, para atacar a su feroz competidor. Pero se tomó demasiado tiempo, su error fue sobre todo la displicencia, no saber apretar a fondo para hacer también a su vez algún daño, y preocupar a Weidman, impedir que se sintiera cómodo en la pelea. 

Fueron al descanso. Silva gritaba desde su esquina pidiéndole que intercambien golpes, como diciéndole "no seas gallina, si eres macho peleame en los golpes arriba, sin miedo..., pues esa es la verdadera pelea...". Se portaba como si de repente no fuera un peleador de MMA, sólo un rudo thai boxer que quería ver quién era más duro y perverso. En esa su forma de actuar, quizá totalmente controlada, perdió en clase, en brillo, y toda su aura de artista marcial, que no está ahí para sucumbir a las demandas del show y el crudo negocio, se cayeron, o se terminaron de despintar, Silva parecía mostrar que le importaba más ganar esa pelea y el título antes que mantenerse fiel a una manera de conducirse y de poner adelante sus propios principios de guerrero respetuoso con el ritual del combate. Jon Jones opinaría después que los dioses de la guerra habían castigado a Silva por su actitud de burla y poco comprometida en la pelea aquella noche, y que le había costado caro. 

Comenzó el segundo round y Silva estaba fuera de sí, no había esa relajación que emanaba antes en su caminar por el ring completamente suelto, sintiéndose entrar en un estado de fluidez total. En lugar de ello todo lo que había en los ojos de Silva era la necesidad de mover a Weidman hacia donde quería que fuera, pero si él no aceptaba estaba perdido, y por ello insistía con tal elocuencia, de una manera casi irritable también para los espectadores. No se veía como un peleador serio, se acurrucaba totalmente en sus credenciales para poner ese circo adelante, pero él no estaba presente, no era él completamente confiado en sus capacidad actuales. Era una marioneta del momento, del lugar en el que lo había encontrado esa pelea, era su manera de lidiar con su caminar en la cuerda floja, presentía que podía perder todo ese glamour y esa aura en aquel día, y vaya que sus movimientos como cayendo a un lado eran la mejor interpretación de lo que le sucedía sin terminar de comprender lo que estaba por pasar. 

Silva dijo varias veces después de la pelea que su único error fue el de mantener sus pies paralelos para esquivar los golpes de Weidman. Pero no creo que haya sido ese el error. Fue más bien un acierto de Weidman, porque primero lanzó un gancho de izquierda, luego un cruzado de derecha, Silva ya había inclinado su columna hacia atrás un poco, luego, en lugar de encadenar un gancho de izquierda, lo cual tomaba más tiempo, volvió inmediatamente con su misma mano derecha marcando un back fist, al cual Silva reaccionó por puro reflejo inclinándose más atrás aún, pero quedando sin mayor margen, quedando listo para el verdadero golpe de Weidman que llegaba con toda la rotación del tronco, y acelerado por el momentum que había generado aquel back fist un segundo atrás. Así le ganaron a Silva, dentro del mejor plan de pelea que podría haber tenido. Quizá si se hubiera dedicado a atacar más que a esperar por el ataque de Weidman, las posibilidades de alargar esa pelea hubieran sido mejores para la araña. 

¿Y la fractura de su pierna en la revancha? Una consecuencia de la incomodidad con la que Weidman lo hizo pelear desde el primer momento. Primero por la distancia que impuso, pues pienso que normalmente la zona de impacto en la tibia de Silva hubiera sido un poco más arriba; pero dado que no podía acercarse con soltura, arriesgó una patada con potencia estando unos centímetros más atrás. Fue suficiente para que la zona más vulnerable de la tibia de su pierna izquierda, una zona apenas más arriba de su tobillo, impactara con la rodilla de Chris, desencadenando en aquella horrible imagen de la lesión. Fue también un mérito de Weidman, pues como él mismo precisó después, si vas con tanta fuerza a atacar a las piernas, corres el riesgo de lastimarte si el otro chequea ese golpe alzando su rodilla y apuntándola hacia el ángulo de entrada de tu pierna. Chris alzó su rodilla esperando que Silva se lastime, lo cual es en sí mismo una especie de golpe, una estrategia que forma parte del arsenal de los buenos peleadores en pie. Fue eficaz e inteligente, tenía demasiado descifrado el juego de Silva, que perdió en fluidez. Claro signo es que cuando uno ve las fotos del momento del choque, Weidman aparece cubriendo perfectamente el lado de su cabeza con su mano derecha, a tiempo que se curva hacia ese lado para que el codo del mismo brazo proteja todo el costado derecho de su cuerpo, hígado y costillas; sumado a esa precaución, tiene ya la rodilla izquierda levantada en un ángulo amenazante, lo cual nos dice que el golpe de Silva quería ganar en potencia pero sacrificó totalmente su sorpresa, fue totalmente telegrafiado. En otros tiempos de fluidez Anderson hubiera intentado fintar un jab o hubiera armado mejor la llegada de esa patada, que al venir de la pierna trasera, toma más tiempo y se hace más rápidamente visible. No vi la pelea, no la transmitieron en vivo en Bolivia, pero leí detalles sobre los rounds y ese horrible momento, además de chequear todas las imágenes disponibles. Este es el mejor sitio que encontré: La fracturaSobre la pelea 

No quedaron dudas. Lo que hizo Anderson en la primera pelea, el forzar el intercambio arriba, es lo mejor que podía hacer, si hubiera sido él mismo a su vez más agresivo. Queda claro que Weidman es un peleador de cuidado, con todas las dotes para destacarse como campeón y figura. Ganó con todos los méritos porque llevó a la mesa un juego de neutralización de los puntos fuertes de Silva, y se mantuvo a sí mismo en el tope de su fortaleza mental. Si vemos el primer round de la revancha, incluso cuando Silva lo tuvo amarrado en el clinch de Muay Thai, Weidman tenía el antídoto, no lanzar golpes locos a los lados, sino uno bien concentrados directo a la altura del oído. Silva lo sintió y cayó sólo para sobrevivir en el suelo, por pura memoria de lo que su cuerpo había entrenado. Incluso en ese momento el norteamericano, que había entrado cubierto por la bandera de su país, demostró que tenía muy claro cómo desenvolverse en cualquier instancia de una pelea frente a Anderson Silva. ¿Le ganó al mejor Anderson Silva? No lo creo. Pero le ganó cuando tenía que hacerlo, y eso es ya meritorio, pues no todos aceptaban la idea de que Silva ya no estaba en su mejor nivel, y que aún si lo hubiera estado, existen debilidades en su estilo de pelea que pueden ser neutralizadas, como lo fueron en esta ocasión. 

Lo que nos enseña esta pelea es que la sencillez y la humildad son dos características que ningún gran campeón debería dejar de lado por una estrategia de pelea. Estar en el limbo donde todas las luces te llegan a ti, y eres la estrella por donde pasas, como si tus pedos fueran de otro aroma preferencial, tiende a desconectarte de la realidad, y de las razones por las que haces lo que haces. El gran desafío es mantenerse conectado, presente en el momento, sin interferencias del entorno en ese espacio único e intransferible que todo ser humano cobija. Anderson debería retirarse porque ya ha dado todo lo que debía dar, llevó el juego a otro nivel. Tuvo que diseñarse a sí mismo un peleador durante largo tiempo para reunir todas las cualidades requeridas para vencerlo, y acabo transformándose en un nuevo tipo de monstruo que será difícil derrotar. El juego sigue evolucionando. No es un deporte como los otros; a pesar de su marketing y su honda de mundo de la farándula y las estrellas, lo que está en juego es el espíritu guerrero, y cuando estos incidentes pasan en un torneo que concita tal atención mundial, medio mundo se queda atónito, porque venía a ver un entretenimiento, y se recuerda que esto es algo mucho más serio, el que compite en artes marciales lo sabe, y si es sensato entra preparado para aceptar una disposición superior, sea vencer, ser derrotado, quebrarse algo o incluso morir. De otro modo no hay verdadero compromiso si uno vive en ese mundo. Lo de Anderson fue una desgracia, que no se vio antes en UFC, pero algo completamente normal en el mundo de los tahi boxers, que se rompen tibias y antebrazos por la violencia con la que desenfundan sus golpes y deben bloquearlos, por ello la carrera de los boxeadores tailandeses es mucho más corta. Anderson murió en su ley, en la misma que tantos éxitos le trajo, su afilado Muay Thai. Ahora es tiempo de que reordene las cosas en su mundo, algo que no podía haber terminado de hacer en tan poco tiempo desde julio y el revés de su primera derrota. Desde este blog le deseamos una pronta recuperación a la araña, le decimos gracias por darnos tanto, y esperamos que persevere su fuerte espíritu.