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sábado, 31 de mayo de 2014

DE RELACIONES, HER DE SPIKE JONZE, Y LAS DISTANCIAS






¿Quién diablos sabe dónde irán a parar las palabras que uno confecciona inocentemente en un blog? No sé si lo que digo aquí será la plataforma para el libro por venir, si será trasladado a un artículo para revista, o si se quedara en el anonimato algo diferente de este blog. Hay veces en que la vida nos obliga a madurar con un ritmo acelerado que no había hecho presa de nosotros antes. Son circunstancias excepcionales, es decir, propias de cada individuo, plenamente reales. No sé por qué escribo esto, no le hagan caso, en realidad lo que me trajo acá es el tema de las tecnologías de comunicación. 

Sucede en ocasiones que una observación que apareció en su momento con el destello de la inteligencia, caduca desde el momento en que comienza a ser usada a diestra y siniestra como crítica cliché. Así por ejemplo, desde diversas tribunas se ha cuestionado a las tecnologías de comunicación señalando que en lugar de acercarnos lo que hacen es distanciarnos más. Esa observación tuvo su peculariedad, pero peca de soberbia, de corta visión. Las distancias han sido siempre el tema de fondo en cuanto a las relaciones humanas ("el amor es el arte de las distancias", "la diplomacia también"), y parece que ahora se ha desplazado como temática cuando se explora en la existencia del internet y de los nuevos modos de conectarse con la web, los cuales reconfiguran las formas de establecer vínculos entre seres humanos. Me viene a la mente ahora una frase que leí en el poemario de Camila Toribio: "Las distancias son macabras historias de amor".

Quisiéramos decir que los problemas de lejanía entre las personas vienen de mucho antes que aparecieran los aparatos inalámbricos, celulares inteligentes y conexiones wi fi banda ancha. Acerquémonos a la película Her, de Spike Jonze, que dice sentirse atrapado en las historias de amor como la atmósfera creativa ideal de su trabajo. 

¿Cómo titular una lectura crítica de este ingenioso y al mismo tiempo repetitivo film? Acabo de ver un documental admirable sobre la ideología de Slavoj Zizek, su voz todavía retumba en mis dedos, de modo que trataré de deshacerme de su formato un poco más cuadrado de elocución, lo haré acercándome al gran poeta uruguayo Mario Benedetti. Creo que este poema suyo, perteneciente al libro El amor, las mujeres y la vida, sirve de excelente prefacio a la película Her:

Rostro de vos
Por: Mario Benedetti.

Tengo una soledad 
tan concurrida 
tan llena de nostalgias 
y de rostros de vos 
de adioses hace tiempo 
y besos bienvenidos 
de primeras de cambio 
y de último vagón. 

Tengo una soledad 
tan concurrida 
que puedo organizarla 
como una procesión 
por colores 
tamaños 
y promesas 
por época 
por tacto 
y por sabor. 

Sin temblor de más 
me abrazo a tus ausencias 
que asisten y me asisten 
con mi rostro de vos. 

Estoy lleno de sombras 
de noches y deseos 
de risas y de alguna 
maldición. 

Mis huéspedes concurren 
concurren como sueños 
con sus rencores nuevos 
su falta de candor 
yo les pongo una escoba 
tras la puerta 
porque quiero estar solo 
con mi rostro de vos. 

Pero el rostro de vos 
mira a otra parte 
con sus ojos de amor 
que ya no aman 
como víveres 
que buscan su hambre 
miran y miran 
y apagan mi jornada. 

Las paredes se van 
queda la noche 
las nostalgias se van 
no queda nada. 

Ya mi rostro de vos 
cierra los ojos 
y es una soledad 
tan desolada.


Porque, en el fondo, de lo que nos habla la historia es de un personaje algo aislado, todavía roto, incompleto, que está demasiado lleno del rostro de su ex-mujer. Al estar tan lleno de ella, al tener ese rostro incorporado en su imaginario, no resulta tan difícil después que se termine enamorando de un S.O. Lo que hace es ponerle algo de sustancia a ese rostro que lo acecha. En las relaciones a distancia actuales, se enamora con una identidad digital, te relacionas con el perfil de facebook de la imagen-persona amada, utilizas el skype para interactuar en vivo, utilizas el Whatsup, y otros portales, pero tienes necesidad de rostro, de saber cómo es, cómo luce, cuáles son sus señas, aunque esta imagen sea algo mentirosa, aunque siempre se te muestre de 3/4 para arriba, y el día que veas a la persona "en persona", sea posible que te sorprendas con que tiene unos 25 kilos más de los que aparentaba en sus fotos, o que es mucho mayor. Pero Theodore no tiene necesidad de pedirle un rostro a Samantha, él ya tiene su rostro con él, aunque de una manera camuflada, él no querrá aceptar una realidad así. No sabemos qué mujer imagina Theodore cuando habla con Samantha, no es un chat normal, es como una conversación telefónica constante. Es la nueva versión de la clásica película romántica Antes del amanecer. Nosotros imaginamos a esa voz relacionada al sensual cuerpto de Scarlett Johanson, tiene perfecto sentido que se enamore de ella, pero el personaje de Phoenix no puede pensar lo mismo. Entonces ¿en quién piensa? ¿Cómo completa su fantasía cuando hacen el amor? Es cierto que Theodore y Samantha establecen una conexión, ambos en función de su crecimiento compartido, de sobrellevar juntos sus situaciones particulares. Ella quiere crecer, quiere aprender de todo, quiere experimentar todo lo posible. Su voz es la de una persona que está en la etapa de juventud, de descubrimiento, de intrepidez. Theodore se complace en serle de ayuda, de alguna manera intercambian un poco los papeles, él le posibilita transformar su experiencia pasiva. Zizek Slavoj escribió hace ya varios años un ensayo titulado "El sujeto interpasivo", que es capital para leer este film de Spike Jonze. No sólo ese, también sus comentarios sobre el sexo virtual, donde recuerda a Lacan diciendo que el sexo siempre ha sido virtual, incluso antes de la existencia del internet, y esa es una buena crítica. Los amantes siempre fantasean con un tercero o una tercera a tiempo que están frotando sus cuerpos con el de su compañero (a) físicamente presente en el lugar. Mientras tiene sexo con su S.O., Theodore fantasea con alguien, tal vez con la mujer de la cita fallida, "hay algo sensual en esa mujer", le comenta a Samantha. Pero todos están algo desesperados, algo neuróticos, algo desilusionados con la realidad, cada uno lleva su propia agenda, así por ejemplo, esa mujer no quiere ni siquiera abrirse para dar unos besos si no recibe la certeza de que la llamará, y que quede dicho que están iniciando una relación con proyecciones serias de continuidad. Él se ve paralizado, titubea al responder con excesivo cuidado, en una muestra propia de su inseguridad, de su carácter algo suave. No se atreve a recordarle que se están conociendo, que es inapropiado pedirle algo en ese momento tan embrionario, como lo sería igualmente si él le reclamara algo a ella. Pero la mujer siempre se siente con mayor derecho de efectuar su violencia simbólica contra el hombre, por alguna razón siempre se siente en desventaja, está más vulnerable, o quién sabe qué diablos, así que reclama implícitamente con su queja formal que el hombre debe además entenderla. No hablo de todas las mujeres, hablo del 99% de las mujeres que yo he conocido. Sí, diablos, es una inducción, pero que no parece tan alejada, por las experiencias de las que me han hecho partícipes muchísimos amigos y amigas a su turno. 

En el fondo, entonces, o en la superficie, como deseen verlo (de todos modos no podemos cuantificar esa profundidad), lo que la película Her explora es la naturaleza de nuestras formas de relacionarnos, y de poner nombres a esas relaciones. Cada relación tiene el peso específico inherente a la manera en que ambos han sabido lidiar con su soledad en sus propias vidas, antes de conocerse o de reconciliarse. Pero lo más importante a decir sería: "Reconcíliate con tu soledad", es el primer paso para que surja en el jardín de tu casa un verdadero amor. Lo verdadero estaría en el hecho de que no surge de la necesidad, del apego, o si se trata de necesidad ya no es el caso de una debilidad, de una pequeñez de tu ser, sino de una vitalidad, pues hay necesidad en todo aquello que es vital. 


II

Theodore el protagonista, es un escritor de tarjetas de inspiración, que acaba de separarse, y no sabe convivir con su soledad. Her, o Ella en español, es una película de guión novedoso (nominada al Oscar también en este ítem), con aptitud filosófica, de modo que hacer una lectura no-filosófica de su trama se nos antoja interesante. Joaquin Phoenix interpreta con maestría al protagonista, Theodore, el alcahuete de las tarjetas de cumpleaños. Él siente por los otros, él experimenta las emociones por los otros, las plasma en una tarjeta, y se acomodan al molde de las experiencias deseables de la mayoría de los seres humanos. Naturalmente, siendo así tiene un negocio entre manos, por ello vive bien, no tiene problemas económicos, es un escritor burgués, de modo que sus preocupaciones se limitan a ser cuestiones del tipo sentimental, volver a su pasado, revisitarlo para atormentarse. Así avanza la trama, hasta que este hombre de letras se ve arrastrado en un devenir de alegría cuando un nuevo sistema operativo S.O., algo así como un sistema inteligente autónomo, entra en su vida, y lo saca de su depresión estática poco a poco. De alguna manera descabellada se enamoran, Theodore y la S.O.,  algo que sólo se nos hace creíble porque la voz de la S.O. es interpretada por Scarlett Johansson. Las gentes que hacen teatro pueden suscribir este pensamiento: la voz es ante todo corporal, la voz produce cuerpo. En ese caso, estamos familiarizados con la voz sensual, atrevida y de emociones fuertes que nos transmite esta bella actriz. 

Pero como hemos dicho, Theodore no ve a Scarlett, él ve a su esposa, la imagen congelada y fantasmal de su esposa, una tarjeta postal de su esposa, momentos atascados en su memoria, que olvidan que ella ya no es ella. Las personas cambian, pero la memoria nos hace guardar una especie de paquetes sensible de emoción acerca de ellas. La inadecuación de la verdadera presencia de esas personas respecto de nuestros paquetes, de cómo las recordamos, nos provoca desconcierto, sufrimiento, desilusión. Es acerca de esta formación de imágenes que la película se ocupa, y no es tanto, como se podría creer, una película sobre las nuevas tecnologías de comunicación. Su mismo director ha dicho que ese simplemente es el artilugio creativo, el trasfondo ideal para contar una historia, es la puesta del escenario, y en esa escenografía es posible tocar temas, apretar botones que hacen saltar cuestiones incómodas en las relaciones. Por ejemplo, el amor y la distancia no parecen ser una dupla compatible, la tendencia a distanciarse suele ser seña de lo opuesto al amor, que podría llamarse odio, desinterés, resentimiento... Entonces, cuando las personas se ven confrontadas con una situación que les obliga a vivir su amor a distancia se producen circunstancias peculiares que permiten comprender otras facetas del amor. Eso es lo que explora Jonze en gran parte en este film. Lo más duro de una relación a distancia es llegar al punto en que se puede unificar una vida, una forma de vivir juntos, día a día, en persona. Para ello uno de los dos tiene que abandonar algo de lo que ha logrado en su tierra, uno de los dos tiene que efectuar un traslado, una transición radical, para que su mundo se altere y sea recibido por el mundo del otro, que en el caso es el que menos posibilidades tiene de moverse, ya sea por temas laborales, o familiares, etcétera. 

Una relación a distancia, cuando se pone seria, exige decisiones más radicales, exige cierto cariño por el cambio, haber perdido el temor a la inestabilidad, estar dispuesto a arriesgar casi todo. Hay que hacerlo antes de que la ansiedad comience a distorsionar las cosas y todo se encarrile hacia la cornisa; una relación a distancia es una situación de presión constante, no se sabe bien a partir de qué determinado punto, cuando una especie de fuente se rompe, algo que contenía la comodidad de no convivir en todo, y entonces las preguntas urgentes empiezan a saltar por la cabeza. No lo demanda necesariamente la otra persona en la relación, lo demanda sobre todo la situación que establece la relación misma. Las coordenadas propias de esa relación amorosa. Hay que trazar un mapa, qué peligros se oponen, cuáles son los lugares de paso, y dónde están los montes y los cruces de ríos, etcétera. Ayer veía un capítulo en MGM de The Bachellor, no se ni siquiera los nombres, pero eran ya los capítulos finales, cuando el solterón viaja con las tres últimas damas que han clasificado, y debe decidir cuáles serán las dos privilegiadas que irán con él a conocer a su familia. Por la brevedad del tiempo, todo debe reconocerse a través de indicios,  el soltero es una especie de detective, pone a prueba los materiales, si se doblan o si resisten, si son maleables, y qué puede pasar en adelante, qué muestra el más mínimo gesto de la otra persona; no hay mucho tiempo, debe hacer su lectura de señales con eficiencia, requiere de una capacidad lectora asombrosa, estar atento a cada mínimo detalle, todo lo cual pone al soltero tremendamente nervioso en bastantes pasajes, con los nervios a punto de romperse, porque su gran miedo es que podría estar dejando de ver algo, podría estar cometiendo un error al dejar ir a una chica y preferir que otra se quede. Esto desde luego alimenta el morbo de la gente, es bueno ver de vez en cuando cómo se desfigura su protagonista, cómo pierde la compostura, como se amarga alguna de las participantes. La serie nos confronta con el miedo de la libertad, del terror de tomar decisiones que definen trozos enormes de tu vida. Y entonces está el capítulo del que les hablo: él sale en una cita con la rubia que parece intrigarle más, con la que siente mejores sensaciones. Y comienza a ver qué puede haber entre ellos, en sus comentarios para la audiencia dice que ni un solo momento en todos sus encuentros han podido unificar sus sueños para una vida futura en pareja, siempre han hablado de lo que cada uno quiere individualmente. Así que tiene cierta prisa, aprovecha una especie de picnic para interrogarla, le cuestiona cuánto está dispuesta a dar. Juega el papel del que hace de interesante: Si yo te elijo a ti, qué querrías hacer, cuánto tiempo le dedicarías a tu trabajo y cuánto tiempo le dedicarías a mí. ¿En qué momento estás de tu vida? Ha notado que se trata de una mujer muy ensimismada en sus estudios y su superación personal en el área profesional. Es una mujer que lleva su propia agenda, con cierta autonomía emocional. Es por todo ello una mujer desafiante, difícil de manejar. Hablan de dónde podrían vivir, si ella estaría dispuesta a renunciar a ciertas cosas y dejarse llevar un poco, si podría entrar en su estilo de vida, el de él. No lo dice con todas las palabras, lo dice de manera encubierta, con esa asquerosa consideración de los que encubren sus palabras, sus intenciones de manipulación. Ella no es ninguna tonta, le dice que está muy enfocada en su carrera, que le ha costado mucho todo su sacrificio, que ha dejado de salir y de divertirse en muchas ocasiones por lograr sus objetivos personales, y al decirlo no se esfuerza en dorar la píldora, al contrario, lo dice de manera algo fría y egoísta, como afirmándose a sí misma,  no desea darle la mínima esperanza de que algo ahí cambie, se porta de una manera auténtica. Si el otro proponía una pulseada, ella se ha puesto tan firme que lo ha descolocado. No le deja nada para continuar la conversación, él queda algo balbuciente, la escena es cómica, es bastante incómoda, ella atina a sonreír y quitarle la vista de encima, comienza a tomar los alimentos y saborearlos, incluso hace un comentario sobre lo rica que está la comida, mientras él no puede creerlo, continúa algo desenchufado, no halla pie, no sabe por donde continuar, ha buscado respuestas y las ha hallado, pero esperaba que ella se portara un poco más hipócrita y necesitada, que le dijera algunas cosas bonitas que alimentaran mejor su ego, su importancia, pues, ¡por favor!, él es el protagonista de la serie, él es el héroe, ahora casi está en ridículo, cómo puede haberlo dejado a su suerte ahí, colgando de la nada, como si le hubiera mandado una estocada que dice "no sé, tu ve, esto es así, será así". Dice sentirse frustrado, siente que "no está comunicando correctamente", suena como un directivo de marketing, quieren comunicar el mensaje, está frustrado consigo mismo, se lamenta. Y ella, después que se produce el quiebre en la conversación, ya no ayuda mucho, le da una especie de patada cuando le hace notar que lo ve como que está buscando respuestas para llegar a una situación en que todo sea como él quiere, que tienen una bonita química, hay una chispa que para ella es importante tener fe en ello, pero a él lo ve solo demasiado enfocado en encontrar una esposa. Le dice algo así como "esto tiene que ir creciendo... no sigamos los tiempos del show". Y esto es totalmente cierto. El soltero se defiende, en realidad "sólo buscaba una situación perfecta para dos personas" "sea lo que fuere esta situación perfecta" quiere arreglar. En ese punto ella ya parece rendida, agotada, lo que llaman conexión se apagó, "estamos fuera del juego" dirá más tarde mostrándose también desconcertada. Él está congelado, no sabe qué decir, comienza a divagar, lo que sale de su boca no aclara nada, termina diciendo "no sé, lo que quería era... no sé, y debo dejar de decir que no sé... mm...". El soltero se muestra inexperto, comenta que nunca en su vida estuvo cerca a casarse ni comprometerse, entendemos esa especie de lejanía y seriedad que proyecta. En ese punto ella es fría, no se inmuta, aunque está plenamente consciente de lo que quería escuchar el otro, no le da ni una mano, tampoco aumenta nada para confundirlo, simplemente se queda ahí como si no estuviera ahí. Se dan un abrazo, todo es medio forzado,  él saca la tarjeta que le queda como último recurso, es una propuesta, ella la lee, está escrita por el presentador del programa; se los invita a pasar una noche íntima en la suite de lujo, "si decidieran.." dice, con algo de tacto. Ella responde algo así como "no hay duda en mi mente...". Se toma como un sí. En ese punto ambos se consuelan, al menos quedará la posibilidad de quedarse con el goce físico, y es que si ya han llegado hasta ahí... Pero los espectadores no sabemos qué pasará en la intimidad. Ambos parecen estar haciendo internamente unos cálculos de costo-beneficio, y tal vez sea cierto que todos lo hacen, aunque pocos estén dispuestos a emparejar abiertamente la idea de que una relación amorosa con una transacción comercial... La cara de él todavía luce medio desacomodada, ella perdió todo brillo en su expresión, se mandan sonrisas de circunstancia, la batalla queda pendiente, en lo que viene deberán decidir algunas cosas, ¡si alcanza el tiempo! Él es de esos tipos que gusta de hablar, pero sobre todo, le encanta que digan lo que sus oídos quieren escuchar. Ella no es así.



miércoles, 28 de mayo de 2014

HURACAN CARTER, O LA LECTURA COMO ARMA DE DEFENSA PERSONAL



La pregunta merodeaba como un cuchicheo entre dos señoras que veían con mala cara aquella escena. ¿Por qué en plena feria del libro cruceña, en uno de sus talleres, se veía a un individuo -seguro el tallerista- enseñando a los muchachos de colegio ciertas posiciones de combate? Los había hecho pararse de a dos frente a frente, y este profesor, como creyéndose en un gimnasio o un dojo de artes marciales, les corregía la postura, les enseñaba dónde colocar la mano, y les hacía encararse para mantenerse bien perfilados. Para suerte de este señor, los chicos del Colegio de la Sierra, así se llamaba, ya tenían algún conocimiento del boxeo, también de la MMA, de hecho dos de ellos practicaban el boxeo como actividad deportiva; uno de ellos era muy grande y pesado, tenía la expresión de una persona amigable, inocente, tes muy blanca, se veía algo bonachón pero al mismo tiempo firme; el otro muchacho era más bien pequeño, de brazos largos como los de un mono trepador, hablaba con soltura, tenía las señas de aquel alborotador a quien todos siguen en el curso cuando las energías reclaman una revuelta. A este último se le daba por dar sus apreciaciones sobre el combate con frecuencia, y lo hacía con pericia, como si hubiera vivido ya unos años más de los que aparentaba. 

Así, el taller se fue desarrollando de manera extraña. Lo primero que se preguntaron fue ¿acaso sólo se leen los libros? ¿no se podría leer un cuadro de pintura, una escultura, una obra de arte contemporáneo, y tal vez un partido de fútbol, quizá hasta una pelea de box? Tal vez sí. La conversación los llevó a hablar de estrategia, el profesor les planteó la interrogante ¿cómo debería pelearle el pequeño al grandote para tener chances de ganar? El pequeño propuso rápidamente: "tendría que acercarme lo más posible y desde adentro lanzar volados a la cabeza, eso nos dijo el profesor". No son sus palabras exactas, pero esa era su idea, hablaba mientras explicaba con su cuerpo movedizo lo que debería hacer. 

Seguidamente, luciendo animado ante la respuesta tan favorable del improvisado auditorio, que sumaba sus opiniones sin dejarse entender, el profesor les pidió a todos que analizaran qué es lo que tenía que hacer el muchacho grandote para no dejarse vencer por el pequeño. Hagan una lectura -fueron sus palabras. Puestos en los zapatos del muchacho grande, ahora sentían todos que tenían las de ganar, entonces su chip cambiaba, su tarea consistía simplemente en no arruinarlo, en no ponerse en problemas sin motivo. El riesgo que se corría siendo el grande, si no se llevaba el combate como mandaba el manual, era el de verse envuelto en una escena cómica, donde una especie de camión aparatoso perseguía infructuosamente a un ratón, escurridizo e infinitamente mucho más rápido para variar direcciones y encontrar pasadizos pequeños de escape. Rápidamente ellos mismos, los dos muchachos, concluyeron que su mejor estrategia sería la de mantener la distancia usando su mano adelantada, para lanzar jabs, moverse, y golpear fuerte desde esa distancia. Ambos muchachos, cuyos nombres el distraído profesor había olvidado en un santiamén, se pusieron a hacer una coreografía de cómo sería un combate entre ambos, algo que, comentaron, ya solían hacer en sus entrenamientos semanales. Todo esto se llevaba dentro de un clima saludablemente descontraído, aunque el profesor sentía la necesidad de tanto en tanto de lanzar alguna frasecilla relacionada a la lectura, para que la cuestión no denigrara en chacota y no perdieran la perspectiva de por qué se había hecho esa conexión. La parodia continuó adelante, con los dos muchachos parados en guardia a lado del profesor. El pequeño hacía mucho movimiento de cabeza y de cintura para franquear la primera línea de ataque de su rival, entrando por los lados del jab que lo piqueteaba, mientras el muchacho grande se mantenía estacionario, confiado como suelen estar los de su medida en las certezas de su envergadura. No es que hacían un sparring, no, aunque tenían todas las ganas, simplemente hacían gestos, ademanes. La lectura que se había convenido en hacer colectivamente parecía en ese punto una cuestión de sentido común. Lectura=estrategia. El profesor sintió que no había enseñado nada, esos chicos lo llevaban en la sangre, en los genes, en la melena, en alguna parte, qué iba a saber él...

Al final de aquella explicación llegaron a hablar todavía de Bruce Lee, de Anderson Silva, y hasta de Muhammad Alí, todos ellos grandes estilistas, peleadores estéticos, que llevaron más lejos las posibilidades de la disciplina que practicaron. Los muchachos se sentían a gusto en medio de esa conversación, sólo algunas jovencitas que también estaban presentes en el salón se mostraban algo incrédulas, sin embargo parecían hallar algo de sentido en lo que se estaba diciendo. El profesor no quiso extenderse más sobre el tema sin antes establecer alguna conexión explícita y formal entre el boxeo y la práctica de la lectura. La cuestión central era sencilla: la lectura es también un medio para aprender defensa personal. Sí, cierto, puedes leer un libro de defensa personal y aprender algo de ese trajín. Pero al mismo tiempo, la lectura misma, cuando la incorporas como parte de las disciplinas de tu vida, se constituye en un arma. No es lo que lees, sino cómo lees. Muchos en el pasado y todavía en nuestros días se han referido a la escritura como un arma, pero no suelen decir lo mismo de la lectura, tal vez por darlo por sentado. ¿Hemingway no era acaso un fanático del boxeo?, ¿y acaso no decía que existe escasa diferencia entre subirse a un ring y encerrarse a batallar con la máquina de escribir? Muhammad Alí era un gran poeta, maestro de la improvisación a la hora de catalogar sus peleas y denostar psicológicamente a sus rivales; trasladaba después ese aliento poético a la cinemática, su manera de moverse en el ring no tenía paralelo, no entre los pesos pesados; Alí era para el boxeo lo que Brasil es para el fútbol, necesitaba ganar pero jugando bien, luciendo bien, de manera estéticamente bella. Charles Bukowski por su rincón hablaba de la escritura como si se desarrollara por rounds, en alguna parte afirma que él vio rápidamente que no era buen escritor, que en realidad sólo era "persistente": Bukowski se formó a sí mismo como esos boxeadores fajadores que necesitan llegar a los rounds de campeonato, los últimos dos, para mostrarse en toda su dimensión. Una vez pasado ese umbral la cosa es más fácil y hasta puede ser un placer a pedir de boca, en adelante las líneas se deslizan como mantequilla en una rodaja de pan. Esto no significa que sea un picnic tampoco, ¡vaya uno a saber lo que cuesta parir un poema, un libro!, y que si el gran Chinaski nos escuchaba sugerir una idea tal muy posible que se apareciera de alguna esquina en la noche sólo para asestarnos una patada en el culo ¡por semejante insensatez!

El profesor no había usado estas analogías en su corto taller dentro de la feria del libro, no le habían dado el tiempo, o no parecía haberlas necesitado. Como el taller era presencial prefirió hacer algunas explicaciones más dinámicas con los mismos muchachos para captar su atención. Mientras ellos conversaban ya casi media hora, a su lado una de las encargadas de la biblioteca municipal, que organizaba este taller, se debatía con la laptob y el data display para lograr que se proyecte en la pared una película que utilizarían para la sesión: Huracan Carter, con Denzel Washington de protagonista. Esta era la historia verídica de un hombre al que encarcelaron injustamente, cuando ya estaba a las puertas de pelear por el título mundial de los welters. Lo condenaron a cadena perpetua. Ante tal injusticia el hombre pareció solidificarse, se dedicó a forjar su cuerpo como un arma, uniendo arduo ejercicio físico, disciplina mental y lectura obsesiva de textos de todo tipo, sobre todo de literatura y leyes. Fue esa su manera de resistir y lidiar con su larga condena. Además decidió desconectarse de todo lo que ligaba con el exterior, rompió vínculos con su esposa, dejó de añorar la vida que había disfrutado, se metió en cuerpo y alma en esa prisión, y lo cambió todo por la posibilidad de escribir. Él mismo cuenta después en un pasaje: "Escribir es mágico, ¿no sientes eso a veces? Cuando empecé a escribir descubrí que no sólo estaba contando una historia. Escribir es un arma, y es más poderosa de lo que nunca podría ser un puño. Cada vez que me sentaba a escribir, me elevaba por encima de los muros de la cárcel. Podía ver por encima de ellos todo el Estado de Nueva Jersey. Podía ver a Nelson Mandela en su celda, escribiendo su libro. Podía ver a Huey, a Dostoievsky..." Poderosas líneas, tal vez los muchachos las hubieran encontrado sorprendentes, o las habrían guardado en alguna parte de su inconsciente, pero no pudo ser porque la computadora nunca pudo funcionar correctamente aquel día; decidió colgarse apenas comenzada la película, una y otra vez, hasta dos veces, de modo que el profesor decidió en el acto olvidarse de la película, para evitar que se enfriase el entusiasmo que había despertado en su joven y nomádica audiencia. Uno de los muchachos avisó, como hablando entre dientes, que ya iba a dar las cinco, hora en que su colegio debía dejar las instalaciones del campo ferial. Tenía pinta de piola, algunos de sus compañeros lo mandaron a callar, cosa que le agradó al profesor, sólo por un momento, por una cuestión de halago. Después se enteró de que esa era la hora de salida de su bus, de modo que no quiso retenerlos, se centró en cerrar un par de ideas para que se las lleven como libro de bolsillo.

¿Qué restaba decir? Que la lectura te sirve para defenderte, es un medio para construirse a uno mismo como arma, es una cuestión de defensa personal. No vivimos ya en una era de falta de saber, no nos molesta tanto la falta de acceso a la información, al contrario, lo que nos obnubila es el sobreexceso de información que circula por ahí, luego la desinformación, el manoseo del conocimiento por gentes de todas las proveniencias e intenciones. Por tanto, no es ya la ignorancia lo que el sistema educativo debe preocuparse por conjurar. Existe además una ignorancia que es signo de sabiduría, es bueno no saber aquellas cosas que no te convienen saber, la vida avanza para cada uno según tiempos misteriosos, no se le revela al individuo aquello que no estaría en condiciones de soportar, como se suele decir en el lenguaje popular, "la vida aprieta pero no ahorca", y en esta tolerancia se encuentra bien de por medio la ignorancia. Un muy querido amigo, escritor chaqueño, tenía esta frase poderosa con la que establecía una especie de contraseña con las almas afines: "yo cuido mi ignorancia como oro". Existe una ignorancia que es completamente sana, protege la vida, la encamina, le sirve de trasfondo a nuestro saber, como un paisaje en la pintura contiene a sus figuras de cerros, de piedras o de animales, una exhalación, el tono del bajo que dirige a la guitarra y pone el pie cuando la batería debe entrar en escena. 

Pero si no es la ignorancia el enemigo contra el que se combate, entonces ¿cuál es? El verdadero enemigo es la desconexión. Dado que la información sobrevuela alrededor nuestro, y se actualiza minuto a minuto de una manera insensata, lo que nos abruma es la manera inconexa en que se encuentra todo en medio de su sobreabundancia. Vivimos la cultura del zapping, de la navegación sin brújula, nadie ha hablado de brújula en internet, y eso es algo que te aporta la lectura, cuando comprendes que se trata de conectar puntos, líneas con puntos, puntos entre puntos, líneas con sus prolongaciones... El desorden que nos impone la web, sus múltiples opciones, la dispersión, la lectura fragmentada que nos obliga a incorporar como forma de lidiar con la ingente cantidad de conocimiento circulando en formatos multimedia.... todo ello termina en la desconexión, o puede terminar en ese acantilado. Pero si afinamos nuestra habilidad para conectar elementos heterogéneos y darles un nuevo sentido en la intersección, probablemente tendremos a mano una buena manera de aprovechar los limones que existen ahí afuera y hacernos una limonada, en lugar de quejarnos por el sabor agrio del limón.  

Por supuesto que el profesor no utilizó exactamente ese lenguaje, los muchachos tenían la expresión en el rostro de que ya habían tomado los alimentos que necesitaban, era hora de retirarse de la mesa y salir otra vez libres hacia el encuentro con el aire fresco y frío que abrazaba el campo ferial. Así que los dejó ir, complacido de haber compartido con semejante talento contenido en cuerpos todavía muy jóvenes, casi adolescentes. Abrió su maleta, guardó sus cosas en la más pura soledad, y se dispuso a partir, nuevamente, al infinito mundo de los libros que lo esperaban ahí afuera en las estanterías de la feria cruceña. 

lunes, 26 de mayo de 2014

¿MERECIDA DERROTA DEL ATLÉTICO MADRID? HACIA UN ESTILO DE JUEGO IDEAL

En ocasiones la vida nos enseña que las dificultades llegan por el mismo ángulo por donde entra la luz. Así se evidenció el pasado sábado 24 de mayo en ocasión de la final de la Champions League entre los dos equipos de la capital de Madrid. Al equipo del cholo Simeone se lo había elogiado hasta el cansancio por su capacidad para desactivar al Barcelona, que nunca pudo vencerlo en más de seis enfrentamientos en el curso de la temporada. El cholo marcaba la gran diferencia respecto de la cultura de juego del Barcelona: "mientras ellos basan su juego en tener la pelota, a nosotros nos gusta jugar en base a los espacios". 

Eso que se llama choque de estilos tiene que ver con lo que un equipo hace cuando tiene la pelota, y lo que hace cuando no la tiene. Simeone parecía imaginar los partidos primero con la bola en los pies del rival, muy contrario de lo que pregonan otros directores técnicos argentinos como Menotti o Bielsa, ambos faroles en la cultura contemporánea del fútbol. En el banquillo del Barcelona el Tata Martino no daba pie con bola en las instancias finales, pero le perjudicó una cuestión capital, y fueron las lesiones en seguidilla de jugadores clave de la defensa. Pagaron caro su atrevimiento los dirigentes cuando señalaron al inicio de la temporada que "el refuerzo para la defensa era Puyol, apostar por su recuperación". A más de uno esto le provocó una sonrisita irónica, y los hechos terminaron por confirmar lo que la mayoría había visto con escepticismo, Puyol nunca llegó a recuperarse, terminó retirándose antes de que concluyera la temporada. 

Pero decíamos al iniciar que la luz y las dificultades parecen llegar por los mismos canales en ciertas ocasiones. Los deportistas de élite por ejemplo adquieren enfermedades crónicas en sus articulaciones por efectuar la actividad que los convierte en seres excepcionales, bien pagados, famosos o talentosos reconocidos. En el caso del Atlético Madrid se trataba del costo de su estilo de juego, habían decidido como sello que no querían tener mucho la bola, lo suyo era la solidez en defensa, el control con un pressing asfixiante en diversos sectores del campo, y la efectividad a la hora de golpear en arco contrario. ¿Pero cuánto desgasta un estilo de juego tal a lo largo de una temporada en la que se disputan tres torneos importantes? El suyo era un fútbol aguerrido, emparentado con la tradición charrúa, donde se elevaba como figura baluarte el enorme Godín. Se admiraban los logros del Atlético porque todos valorábamos el trabajo de alguien que lograba mucho con poco, o al menos con mucho menos que sus competidores inmediatos, los azulgranas y el equipo merengue. 

Resultó sin embargo que el día de la final de la Champions, en el partido más importante de la carrera de muchos de los del Atlético, aquello que los había distinguido en su camino se reveló como una gran deficiencia. El Atlético no sabía apaciguar la avalancha ofensiva del Real Madrid por medio de la posesión de balón. Como dependían demasiado de un centro delantero referente adelante, veían con preocupación que no podían sostener las bolas arriba, la cancha se inclinaba hacia su arco, y los jugadores que se dedican a neutralizar el juego del rival comenzaron a sentir la extra-carga. El mérito del Real Madrid fue a nivel de la actitud, del gen ganador que llaman, que extrañamente parecía ausente en los últimos veinte minutos que jugó el Barcelona contra el mismo Atlético en cuartos de final. Lejos del equipo roto anímicamente, rendido antes de tiempo, que se había visto con el Barcelona, los del Real Madrid insistieron hasta los minutos de adición. Fue así en un córner que llegó el cabezaso salvador de Ramos, pero la jugada previa había demostrado cuan encajonado estaba el Atletico en su área. 

¿Cuál era la apuesta del cholo Simeone? Ganar el partido capitalizando un gol medio fortuito, cuando los del Real Madrid habían cometido una gruesa falla, concretamente la de su arquero Casillas. Por lo demás, no se acercó mucho ofensivamente al arco rival, quemó sus naves en el tiempo reglamentario, como si no pudieran preveer que en las anteriores versiones de las finales ocurrieron hechos sorprendentes en los últimos minutos, que obligaban a alargar el partido. Pero Simeone ya había quemado sus cambios, y tenía montado en campo un equipo netamente defensivo, desarticulado hacia adelante por falta de su número 10. Pudo ser peor, pudo haber sido remontado como lo fue el Bayer de Munich cuando enfrentó en aquella memorable final al Manchester United, y donde los ingleses termiraron remontando hasta llegar a un 2-1 a favor. 

En cierta medida nos alegró que la propuesta de Simeone no triunfara, el premio de una orejona para la galera del Atlético Madrid se antojaba demasiado generoso. Su gesta heroica consistía más en ver cómo, a pesar de la ausencia por lesiones de Diego Costa, ya desde cuartos de final, el equipo había podido compensar esa falta a base de esfuerzo, de los goles de Godín, de las jugadas por arriba. Ver a un equipo que se conforma con un gol medio bizarro, y pretende aguantar hasta el final con ese gol, tirando las bolas a cualquier parte ya desde el segundo tiempo, mezquinando el juego, era algo que no se podía premiar con semejante trofeo. La virtud de los rojiblancos frente al Chelsea había sido la de salir agresivos al segundo tiempo para liquidar el partido, aun cuando ya estaban clasificados, pero en la final en Lisboa no se sintieron capaces de repetir la gesta. Al frente tenían a un Real Madrid que jugó con la flexibilidad, Angelotti notó muy bien que el rival no tenían jugadores suficientes para hacerle daño, así que puso a Isco en lugar de Khedira. En otras circunstancias este cambio podría haber desbalanceado al equipo defensivamente, pero para este partido puntualmente funcionaba muy bien. El Madrid se multiplicó en opciones de pase, se mejoró en cualidad técnica, y con la entrada de Marcelo exploró un agujero en la defensa rojiblanca por el lado derecho. La dupla Di María-Marcelo se reveló muy exigente, a punto de que dejaron acalambrado al recio Juan Fran, marcador derecho correcto, con limitaciones técnicas, pero disciplinado tácticamente. 

El Atlético, que siempre había jugado con una mentalidad Gracie, es decir, jugar a no perder antes que buscar la victoria, se vio rebalsado, inundado por todas partes, era un Titanic por donde empezaban a aparecer goteras. Puede jugarse al ritmo físico que Simeone diseñó para su equipo, que demanda mucho desplazamiento, pero al final el fútbol se construye en base a goles, y el medio para lograrlos son los pases, la cualidad de los pases, la manera en que se arma una jugada, ya sea de manera punzante y voraz como lo hace el Real Madrid, o de manera paciente y rebuscada como lo hace el Barcelona. Dado el retraso de la defensa del Atlético, los del Real tuvieron que tomar mano de los recursos que lucen al Barcelona, y que son la continua rotación del balón, hacerlo ir de aquí para allá, buscar alguna pared, cansar al rival, que se cansa más porque corre detrás de la bola para intentar armar emboscadas a los receptores. Llegó un punto en que el equipo no se sostenía. El gol definitorio sin embargo llegó a causa de una falla de Tiago, que nadie ha comentado: el centrocampista erró su intento de parar un bola y terminó dejándola en los pies de Di María, que se enfrentó a un par de defensores en plena carrera; la mayoría de los del Atlético se encontraban por delante de la línea de la bola, era una franca situación de contraataque, pero que sólo se había podido dar por el error de Tiago, al fallar su parada de una bola relativamente fácil. Desde luego, todo ello es parte del fútbol, que un jugador en minutos de adición, con el cerebro y los músculos menos oxigenados, pueda equivocarse en algo que normalmente hubiera hecho con pericia. 

Así debemos decir que el fútbol se revela también con un deporte de desgaste. Es difícil cansar a los rivales porque ahora todos son muy atletas, la competición sube los niveles de preparación física, pero otra cosa sucede cuando se juegan minutos adicionales después de haber jugado 60 partidos en una temporada, semana tras semana, y con todas las dificultades de la presión psicológica domingo a domingo. 

Por ello el modelo de juego del Barcelona se mantiene todavía como el más efectivo, el que menos energía propia consume, y tiende a desgastar más al rival. Antes los rivales se impacientaban ante el toque de balón repetido de los azulgranas, esto hacía que cometan errores, ahora es como si no les sorprendiera, no les molesta, les basta con acordonarse atrás con dos líneas de cuatro. Esto le ha dificultado más las cosas al Barcelona, que requiere recordar que la posesión sin gestación de oportunidades de gol no significa nada, es irrelevante. La posesión de bola sin crear chances sirve sólo como modo de contención, pero debe agregarse ahí la faceta de la creación. Guardiola lo sabía, el fútbol ha aprendido de su modelo,  debe verse ahora si se llevara ese tipo de juego a sus últimas consecuencias, o se preferirá cambiar la figura, dado lo previsible que se ha convertido cuando se compite con los equipos de punta. 

domingo, 25 de mayo de 2014

CAMINANDO POR LA XV FERIA DEL LIBRO DE SANTA CRUZ (I)



El pasado jueves 22 de mayo comenzó la XV versión de la Feria del Libro, con el lema: "Santa Cruz, un libro abierto". En cuanto al contexto de la ciudad, la particularidad de este año es que el evento se constituye en antesala del encuentro internacional del G77 más China, que se realizará en junio también en la ciudad de los anillos. Hacemos notar este hecho por una cuestión práctica: una Feria del Libro, al igual que una Bienal de Arte, debería siempre deberse a su ciudad, subordinarse a ella, ser una invitación para recorrerla. 

Pero bueno, ya volveremos a ello. Lo concreto es que llegué a la ciudad con bríos medidos la noche de ese mismo jueves, en medio de una lluvia torrencial, sin saber que había arribado un frente de aire frío del sur. El viernes comenzaba recién la feria para mí como para muchos otros. Los stands en los pabellones todavía se estaban completando en muchos casos, pero en general el ambiente exhalaba ya el aire del que tiene todo listo para oficiar de anfitrión. El mal tiempo se mantuvo, lluvia y viento se sumaban a la baja temperatura, que en esta cálida ciudad hace escapar hasta al más pintado. 



Escuché a más de uno lamentarse por la coincidencia entre el pésimo clima con el inicio de esta fiesta del libro. Para mi coleto pensé que era más bien algo positivo, puesto que las ferias del libro -particularmente como se arman aquí- no terminan de transmitir la imagen esencial: que la lectura es una experiencia íntima, personal, individual, que requiere cierta desconexión respecto de la vorágine de nimiedades acostumbrada. Se puede después pensar en que diversos individuos que han leído una obra se reúnan para conocer otras miradas, o armen un club, pero no es ese el centro del asunto. Desde esta perspectiva, es bueno que esté nublado, que llueva, que todo invite a replegarse sobre uno mismo, puesto que es un excelente estímulo para reunirse con un libro de nuestra preferencia. Me parecía que el clima nos mostraba el camino, sentaba el escenario ideal para el evento, en lugar de perjudicarlo. Esta visión sin embargo sería muy difícilmente compartida por los organizadores así como por los libreros y otros encargados de stands, puesto que tales condiciones inciden negativamente en el conteo de asistencia de visitantes al campus ferial, y hacen también más exigente su trabajo, que los ata durante largas horas a su puesto. 

Viernes 23 de mayo
Comencé dando un paseo rápido por el Pabellón Brasil, que reúne a las editoriales y a la mayoría de las entidades más representativas en la industria nacional del libro. En la tarde tuvimos el problema de que los organizadores no encontraban la llave del salón "República Popular de China", donde la Biblioteca Municipal debía llevar a cabo un taller ("El placer de leer con el cine"). Finalmente nos trasladaron a otro salón más o menos cercano, no pillaron nunca el paradero de aquella llave misteriosa. Comencé ahí a darme cuenta de cómo funcionan ciertos espacios dentro de ese campus ferial, de cierta desconexión entre los que coordinan desde un escritorio con los que efectivamente se encuentran ahí para recibir a los expositores. Aquel día no existía todavía un programa impreso, de modo que todo se confiaba a los continuos avisos que realizaba una voz femenina por el megáfono. En realidad los asistentes de organización no tenían la menor idea acerca de qué tipo de talleres se debían dar en cada espacio, ni quién venía, ni de dónde, bastaba con avisarles que uno tenía algo preparado para esa hora, y ellos se ponían a correr y empezar a mover sillas o instalar el sonido. Las chicas de protocolo, en su mayoría muy atentas, se dispersaban para tratar de convencer a pequeños grupos que pasaban por ahí para que entraran a formar parte del taller. Todo era bastante al azar, improvisado, lo cual no dejaba de ser interesante para el taller. ¿Pero acaso no se podrían planificar citas con colegios para que los estudiantes aprovechen estos talleres en el sentido de potenciar ciertas áreas de aprendizaje? ¿No podrían incluso coordinarse un poco más los contenidos en función de las falencias?


En la noche me encontré en el stand de La Hoguera con el periodista de televisión Carlos Valverde, quien me presentó al director de la Editorial La Hoguera. Nos pusimos a conversar ahí los tres, cada uno lidiando con el frío, como quien deja pasar el tiempo mientras observa desde un punto de vista panorámico lo que ocurre alrededor. El pelado Valverde lucía más pelos que de costumbre, se mostró reticente a la hora de hacer una crítica a la organización del evento. Nos comentó que le parece maravilloso que asista la gente a pesar de las condiciones climáticas, aunque en menor proporción; hizo notar que es la única feria en el calendario de actividades de Santa Cruz en el que "no se ve culos y cuerpos de mujeres fuera de lugar", y de todos modos la gente va, porque lo que les interesa es eminentemente algo más ligado a la cultura. También está aquello de que se abre un espacio para la familia, que puede pasear y servirse algo en los puestos de pizza, pollos, crepés, cafés, e ir curioseando por ahí, quien sabe, hasta tal vez se compren un libro. :). 

Me encontré también con Ernesto Martinez, dueño de la librería Martinez y Achini. Había llegado desde La Paz para participar de un encuentro de bibliotecarios junto a William Rojas, director de la Biblioteca Municipal, y Peter Lewy, dueño de Lewy libros. Según me contó, el trío compartió ideas acerca del giro comercial que están sufriendo en el mundo los libros a causa de las ventas on line, de los e-books, y la continua tendencia a la digitalización de los libros, incluso en bibliotecas, y la de Harward es un caso especial en este ítem. Por supuesto que en Bolivia todavía no estamos tan preparados tecnológicamente como para asustarnos respecto de las transformaciones efectivas que se irán a dar. En Estados Unidos se ha producido un verdadero boom, no así en países como Francia, que tiene unas normas de protección a los libreros, tampoco en otros países europeos, más ligados a la tradición de los viejos canales de distribución. Ernesto confía sí en una cuestión, trazando un paralelo con la música: a la larga, la posibilidad de comprarse un libro digital, por un precio más barato que el físico, abrirá la posibilidad de que los lectores conozcan más libros, muchos de los que antes sólo en la versión impresa les resultaban inaccesibles por sus precios elevados. Confía en que, naturalmente, a pesar de haber leído ya ciertas novelas o textos de estudio en formato digital, una vez que comprueben de su calidad, decidan comprar también el libro físico, para tenerlo en su biblioteca, pues las personas "tienden a desear coleccionar buenas cosas a medida que van avanzando en edad". El libro es también una especie de fetiche. 

La composición de la sal


A las 19:15 me di una vuelta por el salón Enrique Kempff Mercado, donde se presentaba el libro de cuentos de la periodista boliviana-venezolana Magela Baudoin, a quien recordaba con cierta admiración por las piezas que leí de su trabajo en el Semanario Pulso, ya extinto a estas alturas. Su libro titulaba La composición de la sal (Plural editores), y por lo que comentó en la ocasión, se había servido de la sal como una especie de analogía de aquello que sirve como catalizador en la vida de las personas, ese toque salado que genera reacciones en los alimentos, y que enfatiza también en el dulce de las cosas. La acompañaba en la mesa el poeta Gabriel Chavez, que se expresó con mucha soltura, refiriéndose sólo de paso al libro y tratando más bien de brindarnos un retrato de la escritora, de la persona, la amiga, la periodista, etc. Lo que hizo con muy buena intención fue pasarnos una imagen de Baudoin por rodajas, para que cada uno se hiciera una fotografía integral del calibre de la persona que se mostraba aquel día. El otro presentador era un señor Daher si mal no recuerdo, no alcancé a oír más que las últimas palabras de su participación. Él sí se había referido más detalladamente a la obra en sí. 

Me pareció curioso que todavía persista esa necesidad de decir quién es la autora (no sólo en esta presentación), o quién es la persona, qué hace o qué hizo, que logros tiene en su vida, si tiene pareja o no, si tiene hijos, si trabaja, dónde lo hace, dónde estuvo, y qué es lo que une al comentador con el que ha escrito, si trabajan juntos en una agencia o no, etcétera. Todo ello me parece más bien irrelevante, tal vez porque me siento muy cercano a la posición de filósofos como Deleuze y Foucault, que no creen en la importancia central del autor, prefieren descentrar la cuestión, siguiendo a Nietzsche sostienen que ni siquiera se podría afirmar que el sujeto es el núcleo fundante del pensamiento. Alejados de la tradición iniciada con Descartes, que reconceptualiza al sujeto, ese par de filósofos franceses prefería que la atención se enfocase en el texto, en lo que se dice, qué hace ver, qué movimientos de pensamiento se provocan, qué nuevo giro introduce, qué se ha retomado, qué se ha dejado de atender. Los datos biográficos de un autor pueden allanar en ocasiones la comprensión pero, en líneas generales, lo que hacen es desviar la atención hacia derroteros más fáciles, apuran la interpretación cliché, o establecen pautas básicas que pueden ser mentirosas. Deleuze impulsó su trabajo siempre hacia la preformación de individualidades sin sujeto, el encanto de una sonrisa, el gesto imperceptible, la voz, cuestiones impersonales, más propias de un parque que de una persona. En cuanto a la creación, los seres humanos no somos más que corrientes que se ponen en atmósfera para engancharse a otras corrientes, y ello nos lleva a alguna parte, nos permite producir algo. No somos dueños de lo que se crea, solamente nos atrevemos a oficiar de mediums, según las fuerzas de nuestros tendones y cómo lo caminamos al mundo, sólo desde ahí podemos enganchar en tal o cual manera esas fuerzas. La creación nos visita, nos deja cabos sueltos a la mano, los tomamos para unirlos con otros que nos preceden, que vienen de muy lejos o ni siquiera presentíamos, y de todo ello aparece una obra. ¿Cómo levantarse méritos y quererle pedir el cambio a nadie? En ocasiones se olvidan estas cuestiones con la mejor de las intenciones, creyendo que se le hace un favor a un amigo al presentar su libro.

Volvamos a la presentación de aquel libro de Magela. La autora a su turno se mostró muy halagada, siguiendo la línea de Chávez se puso a detallar la importancia de los miembros de su familia en la confección de su libro. El evento tenía un rostro familiar, fue simpático. Ella se expresaba con una cadencia diferente, elegante, que invitaba a sentirse relajado, sin haber perdido su acento de venezolana, algo disminuido. En el prólogo Giovana Rivero le dedicó líneas elogiosas con un dejo de metafísicas: "Me gusta el cuento invisible que levita sobre cada cuento fáctico de este libro de Baudoin. Bebiendo de las tradiciones anglosajona y rusa de cuento, Baudoin sabe cómo desarrollar un relato doble, e incluso triple, que bebe, al mismo tiempo, de la vida".       

Cultura en la TV




Avanzada un poco más la noche me encontré con un tema de palpitante actualidad, era a las 20:15, un conversatorio que titulaba "Cultura en la TV", organizado por el Ministerio de Culturas y Turismo, en su espacio más íntimo y elegante, aunque pequeño para la cantidad de asistentes que permitía. Los protagonistas eran Ángel Careaga, Gerardo Guerra y José Antonio Prado, que se habían colocado detrás de una especie de mostrador, atrás el tapiz en la pared dando la impresión de que habían colocado ahí toda una biblioteca. 

El evento estaba siendo filmado. Lo interesante de inicio fue que los invitados nos llevaron por las ramas, no tanto José Antonio, pero en general lo hicieron bastante los otros dos. La partipación de Careaga fue una especie de ejercicio de publicidad de su carrera y su trabajo, lo cual me pareció desatinado. Gerardo Guerra le siguió la corriente, se hicieron un poco de propaganda. Hilando fino, de las intervenciones de Careaga se podía llegar a extraer ciertas visiones acerca de la mentalidad de los periodistas y los dueños de la televisión: que resulta difícil poner al aire un programa que trate de cultura, que se pelea contra mucha adversidad, incertidumbre, desánimo de los productores, escepticismo de los patrocinadores... La suerte de Careaga, también su mérito, es que ya se había granjeado la confianza de los directivos conduciendo un programa de rock, que fue el que le abrió las puertas para que escucharan su pedido de un nuevo programa cultural para y con jóvenes. 

Después intervino José Antonio Prado, quien, según me comentaron, es el impulsor del movimiento Jigote, que el año pasado a estas alturas más o menos se hizo escuchar bastante por los medios. No llegó a más, tampoco se puede agitar el panal si la cuestión es de unos pocos. Lo cierto es que su participación me pareció la más interesante, aunque muy afincada en una sola posición. El problema de Prado consistía en que, en Bolivia, los canales locales no respetan los horarios de protección del menor. Nos comentó que la decisión familiar en su hogar había determinado que no tuvieran televisión, y que estuvieran así desde hace ya dos años. Prefirieron distraerse de otros modos, y cultivarse apelando a otros canales, decisión que no deja de ser encomiable en estos tiempos. De modo que dijo sentirse algo falto de cercanía para hablar del tema, pero que de todos modos opinaría. Su veredicto fue muy preciso, no tan extrañamente, pues la situación no ha cambiado mucho desde hace dos años. Hizo notar que la gente que pone sus programas en televisión no es la que mejores contenidos ofrece como proyectos, sino más bien la que es buena para hacer plata. Estamos seguros de que el programa Red Social, por ejemplo, representa una muy buena entrada de ingresos, pero apenas sí tiene algo de edificante y de peso. El concepto de entretenimiento que maneja es bastante rudimentario, como si se dirigiera a un público algo retardado, y ese tipo de programas caen de los árboles. Prado no habló de esto. Se enfrascó en la cuestión del tipo de televisión que se hace en Bolivia, de los noticieros irresponsables, la idiotez de ciertos directores ejecutivos que no accedieron a controlar mejor sus contenidos en horarios del menor, pues consideraban que atentaban contra su libertad de expresión al pedirles que efectúen un control. Todos sabemos que redes como Unitel viven del amarillismo, que se especializan en alimentar el morbo de un segmento de telespectadores, en plena hora de almuerzo, mostrando  imágenes inquietantes, desde accidentados, asaltos, prostíbulos, detenciones, actos violentos, cuerpos cadavéricos, heridos, víctimas de atentados, animales muertos, etcétera. La noticia es aquello que se tiñe más de sangre y de un espanto de otro tipo, no existe mucha empatía con el desafortunado o desafortunada, que aparece expuesto en televisión de tal manera, sin mucha opción para cambiar esa situación. 

Gerardo Guerra, dueño de la distribuidora Londra Filmes, se refirió a la limitada apertura que recibe el cine no comercial en la televisión y los cines. No quiso culpar a los programadores de cines como el Center porque dice que en realidad, cuando se proyectó cine independiente en esas instalaciones, la gente no asistió, lo que terminó por cerrarles las puertas con ellos. ¿Pero qué esperaban? Guerra lanzaba su quejido confesando: "yo quisiera poder averiguar qué es lo que quiere ver la gente, para que les pongamos eso". Trabajando en la distribución de un canal alternativo de películas, que valora otro tipo de criterios respecto de su calidad, alejado del glamour hollywoodense, lo que les queda es resistir, perseverar, ante la falta de buenos acuerdos que les obliga a marchar siempre a pérdida, según comentan. Pero habría que recordarles primero lo siguiente: la gente no sabe lo que quiere, esto lo argumentan muy bien los especialistas en Neuromarketing. Cómo decía Steve Jobs en otro contexto, ¿cómo pueden saber que necesitan algo que no han visto nunca antes? Lo segundo sería hacer notar que el espacio donde se proyectan materiales artísticos, o donde se montan exposiciones, tiene una influencia directa. No puedes esperar que un espacio conformado para el gozo burdo del fast thinking sea de repente el escenario idóneo para que la gente quiera consumir películas y documentales del cine independiente, por más que se encuentren en cartelera en las grandes instalaciones de un megacine, un multicenter o multicine. En otras palabras, no esperes que el público que ese espacio ha educado durante casi diez años, se muestre así nomas abierto a experimentar con otro tipo de cine. ¿Tendrán algo que ver los altos precios de las entradas? Es decir, si vas a ir al cine, y vas a pagar Bs 40, prefieres ver algo que tenga la acción que viene atada con los buenos efectos, y así vale la pena pagar ese precio. Lo que sea más raro, contenido que invita a la reflexión, tramas muy elaboradas, eso lo puedes ver en la comodidad de tu casa consiguiendo el DVD pirata. Es posible que esta sea la forma de argumentar sus preferencias para muchos, mientras que para otros simplemente no quieren saber nada de películas raras no tienen el tiempo para verlo. 

Después de una breve ronda de preguntas de los asistentes los invitados volvieron a tocar el tema con más brío. En realidad se habló del poco apoyo que existe para financiar programas con contenidos de cultura. José Antonio Prado hablaba de culturas como forma de convivencia, y Careaga afirmaba que sus emprendimientos proponían una cultura de paz. El pequeño debate que se dio entre ellos fue acerca de ver o dejar de ver la televisión boliviana, dado el nivel en el que se encuentran la gran mayoría de sus programas en horas que los menores están prendidos a la pantalla. No a los extremos dijo Guerra, ni ponerlos en una burbuja, ni exponerlos a todo -decía con aire teórico. Prado les hizo notar con una sonrisa que él era el único padre entre ellos, lo cual ocasionó una risa descontraída en el ambiente. Lo que yo me preguntaba era, ¿cómo hace para censurar dentro de su casa otro tipo de contactos con el afuera?, como por ejemplo la masa de información que nos llega a través del internet, al que nuestros hijos también están expuestos. ¿Acaso revisando las configuraciones de cortafuegos? Y más allá de los niños, como un asunto de formación, el bajo nivel de la gran mayoría de programas que se ofertan en la televisión nacional es un golpe a la formación de la ciudadanía en general, pues aquí se asume que por el hecho de tener más de 18 años ya serás una persona con cierto criterio formado, y no es así, existe mucha dejadez a nivel mental, insuficiencia a nivel formativo, en gentes de todas las edades. 

Al final lo que quedó evidente es que ninguno de ellos iba especialmente preparado para hablar del tema concreto: "Cultura en la TV". Hablaron de los contenidos en televisión, y un poco de la limitación de los financiamientos. Pero dado que el conversatorio se hacía en el espacio del mismo ministerio de cultura, debía haberse titulado el encuentro de otra manera, o al menos alguien debería haber planteado la pregunta esencial: ¿Por qué, si vivimos una revolución democrático-cultural en este país, existe tan poco apoyo financiero para iniciativas de cultura en televisión? ¿Y qué pasa con la ley de mecenazgos, para incentivar la inversión privada en el ámbito de la cultura? De esos dos temas no tocaron ni papa. Sólo al final algunos de los asistentes con los que compartimos el brindis me dijeron que ese era el problema, que en realidad vivíamos una revolución cultural muy parecida a la del comunismo en China, que entiende su revolución como censura o represión de lo que es efectivamente cultura. Gerardo Guerra, que ha tenido iniciativas en el pasado recolectando firmas para que los canales den más espacio a la cultura, me comentó que la ley de mecenazgo se congeló porque grupos diversos de artistas complejizaron tanto el tema que el Ministerio de Culturas no tuvo ninguna pena en olvidar el asunto y dejar las cosas como están. 

Terminamos por acá la primera entrega de esta especie de crónica de la feria, todavía una crónica un poco metálica, tal vez carente de la verdadera sustancia de los sucesos, algo desprolija, limitaciones propias de la percepción y la escritura del que la comparte con ustedes. Pero será al menos un pequeño documento en el que encontrarán datos que no tienen cabida en el reducido espacio de periódicos como El Deber o El Día, y que se perderán en la espesura del tiempo conforme avancen las semanas. Queda aquí a su consideración. 


EL LIBRO "CONTROL REMOTO" DE CARA AL LECTOR



Por: Jorge Luna Ortuño*


Hace poco leí un sugerente tweet, con motivo del día del periodista, donde se saludaba con ánimo fraterno tanto a periodistas de medios “paraestatales” como a los que llamaba “paraopositores”. ¿Una definición de estos últimos?: los que, llamándose independientes y/o privados, supeditan su línea editorial a fuerzas ideológicas de oposición.

La terminología aludía al libro Control remoto, de Raúl Peñaranda, que ya va por la cuarta edición, pero que ha originado más maleza que claridad a su alrededor.  ¿Quién auspicia ahora a quién?, esta parece ser su pregunta rectora. Pero pasa de un tranco a las afirmaciones y denuncias. Dado que ofrece escazas fuentes con nombres, uno siente la tentación de pensar que es un libro que sólo se podía haber confeccionado en La Paz, concretamente en el café alexander de Sopocachi, espacio donde circulan periódicamente un montón de personajes de los medios y la política; sentados con un café cortado a la mano y expresión algo inquieta, todos ellos miran de reojo a diestra y siniestra, ¿qué conocido está con quién?, ¿qué pasa?, ¿qué se dice?… ¿quién se tiró un pedo?, ¿cuál es el nuevo rumor?… ¿y el chisme de la semana?… No existe un espacio idéntico ni en Cochabamba ni en Santa  Cruz, es un fenómeno interesante, un lugar de cotilleo que también alimenta a la prensa.  

La puesta en escena

En el citado libro el autor no acaba efectuando un trabajo de periodista, realiza más una labor de intelectual que busca intervenir con una postura en su entorno. Tampoco es verdaderamente un trabajo de investigación, es más una aproximación al género de ensayo, con pasajes de crónica y relato autobiográfico. Podrá resultar arbitrario para algunos categorizarlo en tal modo, pero es bueno recordar que al final del día es siempre cada lector quien define al texto. El ensayista argentino Alberto Manguel lo pone así: “desde el momento en que se inventó la escritura, el lector es el protagonista principal. Y el lector sigue decidiendo qué es un texto: el autor no puede hacer nada más que resignarse”. [1] Empero, entiéndase ésta resignación como gozosa, puesto que el que escribe un libro entrega sus dones al mundo, no con deseo de reclamar algo para sí, antes bien con la satisfacción de haber hecho una modesta devolución a la morada que lo cobija.

Sucede sin embargo que el caso de Control remoto no es tan así. Por el contexto mediático, el reciente pasado de su autor, el tono en que fue presentado, y la escasa presencia del don de la pregunta en sus páginas, fue natural que se produjera una recepción bulliciosa pero poco comprensiva y equilibrada de su valor. La posición del gobierno consistió en girar su ofensiva contra el sujeto del enunciado, como diciendo “no importa mucho lo que dice sino ¿quién lo escribe y qué móviles tiene?” La cuestión devino política en su sentido peregrino,  pues se redujo a una discusión sobre vínculos y pasados. El autor podría haber aclarado, al mejor estilo de El Padrino, que “no era nada personal, sólo negocios…”, pero en realidad todo fue muy personal, y cuando se puso a señalar con el dedo a los amigos de la Vicepresidencia aceptó exponerse para dar y recibir.

Probablemente el mismo gobierno se haya decepcionado con el tratamiento tan endeble que se le da al tema en el libro (no importa cuántos cuadros incluya), de modo que no pareció preocuparle mucho, se limitó a definir el tema principal de discusión al respecto: la doble nacionalidad de Peñaranda. Se trataba de una descalificación idiota, pero lanzada con esa torpeza de manera premeditada. Mientras Peñaranda pretendía “desenmascarar” a algunos medios privados, la Ministra de Comunicación hablaba como si hubieran “desenmascarado” finalmente al autor del libro y la cosa debía zanjarse con ello. Aquella discusión sobre disfraces nos recordaba al Joker de Christopher Nolan forzando a Batman a que revele su verdadera identidad… Lo concreto es que surgieron encendidas defensas a favor del autor del libro, constituido en víctima de un atropello antipopular. Podrán haberse vendido muchos libros como producto de la indignación que despertaron las declaraciones oficialistas, pero lo que hizo el gobierno fue estratégico, reguló las energías de sectores adversos hacia un tema de completa irrelevancia, donde se diluyó el efecto de novedad del tema que proponía.

Claro que mientras existan lectores que sepan prolongar los temas cruciales que nos provoca a pensar un libro, todo estará bien. La gran pena es que Control remoto, como muchos best sellers, no se sostiene por sí solo. Se nos antoja una oportunidad desperdiciada de hacer una crítica contundente. Hay varias razones para señalar la debilidad del libro. Primero, revisando los anexos, llama la atención que Peñaranda se valga de cartas enviadas con cuestionarios en febrero de este año a la directora de La Razón, al Vice, a la ministra Dávila, y que publique el libro ya en los primeros días de abril, ni dos meses después. Y es hasta cómico que le adelante en su carta a la directora Benavente que ya llegó a la conclusión de que su medio es controlado por la Vicepresidencia del Estado, para luego preguntarle si esto es así.

Por otra parte, se esfuerza en demostrar que existen vínculos entre ciertos medios privados y la Vicepresidencia, intenta por al menos tres frentes, pero al final depende mucho de sus mismas impresiones subjetivas para llegar a “conclusiones”. Así por ejemplo, cuando analiza titulares de medios de prensa comenta que el titular “Operativo no consigue despejar ruta a Copacabana” se consideró como el único que publicó La Razón en abril del 2013 en contra de intereses del oficialismo[2]. (p. 56). ¿Así de reductiva es su apreciación? Y en cuanto a sus análisis de contenido indica: “el eje del estudio se basó en tratar de identificar si la línea editorial de los periódicos puede ser considerada ´pro´ o ´anti´ gobierno y cuántas veces incorpora enfoques ´neutrales´”. (p. 57). Véase que manejó la cuestión como si la división habría que trazarla entre los medios que están “a favor” y los que están “en contra”. ¿A esas formas se reducen las posibilidades del periodismo? ¿Y acaso ser independiente consiste en armar tapas con titulares en contra del gobierno? ¿Ser independiente es ser “anti” – gobierno? Resulta después que la noción que tiene de “ser crítico” se limita al ejercicio de decir algo “en contra” del gobierno. Esa es una noción pobre de lo que es la crítica (concepto acuñado por Kant, reformulado por Nietzsche), malentendida por casi todo el gremio, que tiende a reivindicar al periodista como juez de los acontecimientos, papel que le sirve para aquilatar su peso político.

Un detalle más, en varios pasajes da por sentado que decir “medios opositores” es lo mismo que decir “medios independientes”, como si uno implicara lo otro. ¡Vaya tomada de pelo! Vendría bien recordar que los medios independientes son considerados como tales porque pueden elegir su manera de posicionarse frente a una coyuntura y decidir con qué línea política tienen más afinidades (invariablemente será con algún bando aunque hablen de neutralidad). Y si le concediéramos al autor que tiene algo de seriedad su clasificación de titulares y contenidos, habría igualmente que hacer notar: haber evidenciado que existen medios privados con inclinaciones “progubernamentales”, cosa que nos damos cuenta todos, no es lo mismo que demostrar que esos medios son “paraestatales”.

Epílogo
Podemos ensayar algunas conclusiones de la lectura de Control remoto. Primero que la elección de su título fue apropiada para el tema, porque remite a una comodidad de mando a distancia. También porque va en consonancia con las sociedades de control en las que vivimos (satélites, pinchado de llamadas, cámaras de vigilancia, escaneos por internet). Lo primero que nos hace pensar sin embargo es en el control de la TV. Y en ese sentido no hay que olvidar el potencial liberador que tiene el mismo control a través del zapping que nos permite hacer. Con la televisión por cable ya no estamos encadenados a ningún canal local como en otros tiempos. Estamos de acuerdo con el autor cuando señala que el peligro de que el Estado pueda controlar la mayoría de los medios radica en “la coordinación de lo que se dice y, más importante, sobre lo que no se habla”[3]. Como lo ha dicho William Burroughs en su delirante novela Nova express, el poder lucha por tomar el cuarto gris donde se proyecta la película realidad,  y acá no pasa nada diferente. Pero el autor no valora cuánta información tenemos al alcance, principalmente en las ciudades, que no depende exclusivamente de los medios de comunicación tradicionales. Por ello, una manera que tenemos de evitar esa contaminación es el zapping con el control, también el internet, y educarnos así como contraopinadores.

Para ello poner primero en perspectiva lo que informan medios nacionales. Acceder a sitios de periódicos del mundo, vendrá bien manejar más de un idioma, y navegar aleatoriamente. Mover el dial en busca de una comprensión más panorámica, no encariñarse con ninguna radio. Ser muy ligeros para moverse por la televisión, exponerse por tiempos limitados a su avalancha ideológica de la tragedia en noticieros.  Enterarse de lo que se hace en periodismo ciudadano y cyberactivismo. Es bueno también revisar de vez en cuando noticias viejas, lo que se ha dejado de tratar, ¿qué se decía sobre tal tema?, para combatir la frivolidad de la primicia siempre en boga. Además, para cultivar el pensamiento, leer libros y revistas que sirvan para alimentar una visión cuestionadora de la realidad, siendo la filosofía todavía el combo multivitamínico en este departamento. Ante el exceso de información politizada, inmunizarnos con mayor participación en espacios de formación, presenciales y virtuales, donde se estimule la existencia de seres libres, que no confundan los fines de la cultura con los fines del Estado. Al final no se descubre nada, estimular la buena formación del lector siempre será vacuna suficiente.

* Gestor cultural y docente.




[1] Revista Ñ número 553 (Clarín). “Entrevista a Alberto Manguel”
[2] Utiliza aquí estudios de universitarios que compararon La Razón y Página Siete. El ejercicio odioso que realiza en su libro consiste en descalificar a La Razón y luego pasar a destacar trabajo del diario en que él mismo hacía de director, justo en el mes que se toma como muestra, realzando su faena “variado, equilibrado, y rico”.
[3] Ibid.