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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Parque De Filosofía - Aeropuerto de Ideas (II)


Es interesante ver cómo el concepto "espacio aéreo" adquiere otras connotaciones cuando se lo une al de "seguridad nacional". No estamos seguros de que ambos sean realmente conceptos, y sí, tal vez, simplemente nociones prácticas que delimitan ciertas prácticas de control y de organización. En términos de seguridad nacional, se necesita del permiso de cada país para sobrevolar su espacio aéreo. Esto requiere de una "gestión de tal espacio aéreo" que se debe hacer con al menos un mes de anticipación. Claro que dividirse la majestuosidad del espacio aéreo en porciones o estancos asignados a países, es decir, trasladar la cuestión de la división que hacen países por porciones tierra hacia el aire, puede antojarse como una estupidez de marca mayor, eso de dividir al aire común en estancos..., aunque todo adquiere otra significación desde los lentes de la estrategia militar. Ahora, también existen los sucesos del 9-11, que todavía indignan a una gran parte de los americanos, pues un país que gasta trillones de dólares en seguridad nacional no pudo interceptar, al menos, al segundo avión que se dice se estrelló contra la Torre Sur del World Trade Center aquel día negro y lleno de sospechas. 

Otra cosa sin embargo son las vibraciones magnéticas del pensamiento que flotan en tal o cual espacio aéreo. ¿Acaso es el mismo el que se siente vibrar en Amsterdam que el de París? Descartes no hubiera estado de acuerdo en responderlo afirmativamente. Lease este poderoso párrafo que nos regala Sloterdijk en el libro El sol y la muerte (Biblioteca de Ensayo Ciruela), donde conversa con Hans Jurgen Heinrichs, y dice respecto de su trabajo:

"En el futuro trataré principalmente de impulsar, tanto desde un punto de vista físico como metafórico, una teoría de los medios aéreos, toda vez que el aire es un medio en el que tienen lugar acoplamientos blandos entre unidades comunicantes. En cuanto portador de resonancias, el aire asegura que las voces lleguen a los oídos, esto es, el tráfico sonoro entre direcciones de ámbitos cercanos. Los técnicos quizá llamarían a esto voice traffic en medio del aire" (p. 340). 

   El párrafo citado nos sirve en este caso para no perdernos y apuntalar la marcha. Nos interesa pensar el aire como un medio portador de resonancias. Por otra parte, el aire es un requisito indispensable para la vida, luego para el pensamiento. Existe una misteriosa conexión entre vivir-pensar-escribir, escribir-vivir-pensar... Cómo olvidar que sus ametrallados pulmones a Gilles Deleuze lo invadían de un empuje diferente en su trabajo filosófico. Tomás Abraham escribe que Deleuze muy posiblemente escribía y filosofaba para compensar su falta de aire, por su tuberculósis mal curada. Un 6 de noviembre, según me recuerda mi amigo Raúl Romero, Deleuze se lanzó desde la ventana de su departamento, perdiendo así la vida. Tenía 70 años y dejaba una vasta obra como legado. Una lección que nos puede dar este episodio es que hay ocasiones en que la necesidad de una salida supera a la creación filosófica. Es decir, la filosofía se ve desbordada por una urgencia de vida. Llegó un punto en que la creación en filosofía no fue suficiente para trazarle líneas de fuga a nuestro filósofo, ni abrirles ventanas a sus pulmones. Las líneas de fuga que nos había abierto sus obras quedaron como un legado, lo que pasaba ese día simplemente desbordaba la resistencia de nuestro filósofo. En ese punto finalmente, a sus 70 años, con todo derecho, y en posesión de sí mismo, Deleuze eligió ese camino, justo cuando las presiones externas que lo atosigaban, en concreto la crónica enfermedad, ya no le dejaban ningún resquicio para intentar una fuga inmóvil. Fue un acto de impotencia, en cierto sentido, pero si hemos de tomar también esta última acción como un gesto más de su obra, habrá que decir que posiblemente Deleuze no pensaba para nada en su obra en ese momento, era una cuestión puramente vital, algo que lo forzaba desde fuera, además la elección soberana del que ha llegado a la certeza de que es momento de cerrar las persianas. Recordemos que Deleuze no era de esos que se reivindican como autor, antes bien promovía una serie de ejercicios de despersonalización en su escritura, y no pidió tratos privilegiados ni para él ni para ningún libro. "Quien pretende cruzar el camino cargado de mucho no podrá llegar lejos ni llorando" -escribe el poeta Jesús Urzagasti en "El país del silencio". Un grande como él lo sabía. Deleuze había conquistado su serenidad, su alegría, se iba sosegado, había compartido con generosidad en todo lo que su potencia creativa le había permitido, ¿qué más se le podía pedir? Tocaba simplemente respetar su encrucijada. Llegó un momento en que su debilitado y cansado organismo no pudo más, saltó libre su espíritu al parque de sus personajes conceptuales, ese espíritu rebosa ahora de energía y se multiplica cada vez que lo visitamos a través de la lectura de sus libros y la prolongación de sus problemas planteados.  En términos de trabajo espiritual, estar en conexión con Gilles Deleuze, el parque de la filosofía, ya no el jardín, es una de las experiencias más enriquecedoras que puedan haber. 

De modo que, el aire es fundamental para la vida, también para la filosofía. No es una casualidad que Kant necesitara seguir una rutina religiosa de paseos diarios por los jardínes con toda su frescura antes de sentarse a trabajar; Nietzsche dijo alguna vez que sólo los pensamientos que aparecen al aire libre tienen verdadero valor; ¿acaso Heiddeger, ese potente nombre propio, no hizo alarde de su gusto por los paseos y los bosques en su última etapa? Ahora, no decimos que el aire sea primordial por sí solo. Para que se produzca una diferencia hay que saber respirar, ya no un cuarto de la porción que nos corresponde, sino la totalidad, llenar el tanque y aprender a vaciarlo completamente, renovarlo, inspiración profunda y expiración a fondo.  En esto hay que ser un poco yogui, un poco atleta. 

A pesar de la gran popularidad que tiene el Yoga en nuestros días, algunos todavía creen que respirar es algo natural, que no hay nada más que aprender al respecto cuando uno es adulto porque se trataría de una función espontánea del cuerpo humano. Pero en la práctica la situación es otra. Dado que nos enseñan a respirar con los pulmones, pese a que siendo niños usamos mucho más el abdomen, cuando se crece se requiere recordar, desaprender algunas cosas y retomar otras. Hay una forma de respiración que se debe recuperar, inflando el vientre con la boca cerrada en lugar de sólo con los pulmones. El maestro Rajneesh habla de esto en su libro Hara, el centro vital, donde señala que cuando somos niños respiramos con el vientre de manera natural, el vientre se hunde y luego se infla y luego se hunde... Esto permite el ingreso de un caudal mayor de aire a nuestro cuerpo, que pasa a estar mejor irrigado, más lúcido, y por tanto con mayores porciones de energía. Pero en algún momento de nuestro crecimiento, cuando se introduce el miedo y otras emociones, se olvida respirar con el vientre, y se comienza a respirar sólo con la parte superior que son los pulmones. Una ciencia que estudia esto a profundidad es el mencionado Yoga, demás está decir que en Oriente las técnicas respiratorias desarrolladas con saberes místicos y técnicas de artes marciales fueron desde antaño una marca de ese continente. Pero Occidente, a través de mentes pioneras, aprendió a extraer e importar esa visión y esas prácticas, poco a poco, logró ir asimilándolas.

Un Parque De Filosofía - Aeropuerto de Ideas cultiva el desarrollo de ambos aspectos como algo muy ligado: empoderar a los individuos tanto a nivel de una instrucción a nivel mental, combinada con una alimentación que enfatiza en la máxima energía y una digestión liviana, y sobre todo técnicas de respiración y de estiramiento para cuidado del cuerpo. En este sentido, combinar la enseñanza de la filosofía, de ciertas maneras de leer, junto a una dieta adecuada y las técnicas de respiración que nos ponen en contacto puro con el cosmos, es un verdadero alimento para leones, para seres indomables que saben vivir con sencillez y sin meter mucha bulla. 

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