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jueves, 5 de enero de 2012

Selena, Jennifer Lopez y el arte del retrato



Selena Quintanilla (Lake Jackson, Texas 16 de abril de 1971 – † Corpus Christi , Texas, 31 de marzo de 1995) fue una talentosa cantante de música tex-mex, cumbia, ranchera y pop. Recuerdo que cuando salí de colegio su tema “Amor prohibido” estaba de moda, pero nunca le di bola verdaderamente sino hasta que una tarde me encontré con la película que hicieron sobre ella, la que protagoniza a gran altura Jennifer Lopez. El film es del año 1997, está dirigido por Gregory Nava y es una producción de su padre Abraham Quintanilla. Deja la sensación de ser bastante fiel a la realidad, por lo menos a esa gran porción que su padre y su familia estuvieron interesados en hacer conocer. Es una película simpática, a lo menos, que tiene el mérito de inmortalizar a una mujer notable que de otro modo, quizás, hubiera pasado desapercibida para muchos de los que no atendimos sus canciones.

 Un pequeño desvío: en el mundo de la filosofía, de la literatura y del arte, poco se suele escribir en relación al canto, a la interpretación de una canción, de una letra. En el teatro se le toma más atención, como pariente en el arte escénico. Deleuze decía que los primeros pasos de un aficionado a la filosofía deben consistir en ir confeccionando unos retratos de los filósofos que uno lee, aquellos que no sólo son motivo de nuestra admiración, sino que nos hacen movernos al escribir sobre ellos. Hay que tener humidad al empezar, tratar con esos materiales con mucha precaución. Sólo después comienza uno a escribir en nombre propio, aunque no deje por ello de ser una gran población. Escribir sobre otro es hacer un retrato, algo muy similar a lo que se hace en pintura. Pero en el caso del cine, y sobre todo cuando el personaje retratado es una cantante, el desafío es gigante. Gael García Bernal, a propósito de la filmación de "Diarios de motocicleta", contaba que hizo un pequeño ritual pidiéndole permiso al Ché para que lo dejara interpretarlo con la mayor fidelidad. La actuación tiene una dimensión espiritual, esto no es un secreto. Jennifer López fue muy inteligente al decidir realizar ese papel, puesto que ponía en movimiento todo su diagrama de trabajo: el canto, la actuación, y los negocios. En el fondo lo que hacía era interpretar a una de sus precursoras. Poco antes de su muerte, la industria norteamericana musical ya le tenía a Selena un lugar reservado como “la próxima Gloria Stefan”. Los temas en inglés comenzaban a salir y todo parecía un manjar, haría ganar mucho dinero a mucha gente. En aquellos tiempos lo latino no era un boom mundial en la dimensión que ahora lo es. No sabemos qué hubiera sido de Selena de haber seguido viva, cómo hubiera llevado su carrera después de esa gira con canciones en inglés que pensaba realizar, y que nunca fue; no sabemos si la industria la hubiera asimilado en tal manera que le habrían quitado algo de su esencia en el camino. 
 Hoy vemos a Shakira, la cantante latinoamericana más exitosa, más representativa en el mundo, y daría la sensación de que fue ella quien tomó la posta. Pero viendo la película de Selena en el cable hace un par de horas, me quedé con la idea de que fue Jenifer Lopez la que tomó esa posta. La manera en que despegó después de la película fue increíble. Su interpretación fue magistral, se notaba empapada en su rol, en la sonrisa, en el estado-de-ánimo-Selena, en los pasos de baile. Su mérito, o uno de ellos, fue no dejar que ese papel la marcara, la encasillara, fue capaz de crear una distancia y crear algo propio, singularizar su nombre y su estilo. 

 La gran JLO, sin duda es una mujer para admirar, no tanto por sus canciones o películas pero por su impulso, su osadía, sus logros en un país que no le era completamente familiar.Pero no quisiera despegarme de Selena todavía. Antes de ponerme a escribir esta nota fui a dar un paseo por la web para ver qué se decía sobre Selena. La mayoría son intrigas e indagaciones sobre los motivos de su muerte. Dicen por ejemplo que Selena habría muerto porque su padre no aceptó que se le hiciera una transfusión de sangre, debido a que ellos profesan la religión de Los testigos de Jehová. Otras versiones dicen que Abraham habría decidido sacar de la figura a Yolanda, la mujer que disparó a Selena, debido a que había tenido un amorío oculto con ella, y la situación se había hecho insostenible. Desde luego, en la película nunca nos habrían dado el más mínimo indicio de una cosa así. Me parece bastante sobrio el final, la manera en que decidieron filmarlo. Un tema de Selena de fondo, ya no hay diálogos, no son necesarios, todo pasamos a suponerlo, la película se va terminando con algunas imágenes que nos muestran el dolor de su familia al enterarse de su deceso, un escenario vacío en un gigante estadium, ella ya no está para poblar ese espacio, lo que vemos es una velada en honor a ella, un centenar de niñas y jovencitas vestidas como réplicas sostienen una vela y un retrato suyo donde aparece sonriente. Es conmovedor el final, estoy seguro que les remueve algo hasta aquellos críticos que tienen la sensibilidad de un ladrillo.


 La fantástica actuación de JLO nos hace pensar en algunas cuestiones referidas a la escritura. Escribir, por ejemplo sobre Van Gogh, escribir como si fuera tu doble, un circuito eléctrico pasa entre ambos, y se conjuga en alguna frecuencia. El libro de Artaud es ya una referencia central. Genialidad compartida, la misma asfixia frente a la sociedad que los ´suicidó´. Ejercicio de sensibilidades. Quisiera siempre estar lo suficientemente bien acomodado para que la luz entre en el ángulo que le corresponde. Ser una especie de médium, un transporte por el que aquel del que uno escribe puede volver a hablar. Escribir sobre Henry Miller, y que cuando alguien lo lea pueda decir, “sí, ahí está Henry Miller”. Parece lograrlo Benicio del  Toro cuando encarna el papel del Ché Guevara en el largometraje de Soderbergh. Lo mismo pasa en el film de “Selena”, es lo que admiro de esta encarnación de JLO, de este vaciamiento que hizo de sí misma para dar paso a la frecuencia Selena, claro que sin dejar de aportar con algunos toques de su propio carisma. Cuando ves la película sientes que has visto a Selena. No soy ni fui un fan, presiento. Me enteré de que en aquellos tiempos hubo varias quejas de los residentes de Corpus Cristi y otros segmentos de los admiradores de Selena cuando se enteraron de que la protagonista sería JLO, porque querían a alguien más mexicana, y que después de ver su interpretación le dieron la razón al director por su elección. Supongo que esa es una buena referencia.


Es interesante también observar cómo pudo lograr Selena lo que gobernantes y otros tantos hombres no lograron antes de ella: que la gente de México y la de EEUU la adoraran de la misma manera. Ella fue una especie de bisagra. Su vida se construyó en la frontera entre esos dos países, y pasó la mayor parte de ella dentro de la casa rodante de la banda, conducida por su padre, que llevaba de gira a “Selena y los dinos” por la zona continuamente. Captó la atención de dos idiosincrasias muy diferentes. Estaba lista para dar el salto más grande cuando repentinamente le arrancaron la vida. Era ella algo similar al puente que une Istambul con Alemania, era el puente, la cifra de una afinidad musical. Después de ella la cumbia mexicana y la tecnocumbia se popularizaron. Su hermano creó la banda Cumbia Kings, y lleva todavía encendida la antorcha de los Quintanilla. Hoy Selena tendría 40 años, no supimos mucho de ella, tampoco lo sabemos ahora, pero se siente bien recordarla, y saludarla ahí donde quiera que se encuentre.  




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