Después del
Mundial de Sudáfrica el flaco Menotti saludaba el título de España como una muy
buena noticia para el juego. En principio muchos coincidimos, es mucho más
ameno ver jugar a la Roja que a la mayoría de las selecciones inexpresivas de
Europa, contando ahí a la insípida Inglaterra y a la inconsistente Holanda. Como
dice Cruyff, el equipo que trata bien al balón trata bien al espectador. Sin
embargo, aunque algo vistoso el juego de España no deja de tener sus notas de
mezquindad, toda vez que sus jugadores se engolosinan con el sistema de juego
que han automatizado, dejando a un segundo plano el principio básico de jugar a
favor del gol.
España tiene
una selección de élite sin duda, pero hay algo que no deja de gustarnos a los
que vivimos el fútbol con sangre sudamericana. Es quizá el exceso de
automatismo, la pared de memoria cuando ya solo tocaba encarar, el
adormecimiento, la falta de intensidad, de sangre, ¡algo! En medio de la
monotonía de su fútbol el único que escapa y entusiasma es el cerebro Iniesta,
un lujo de jugador.
Pero tratemos
de explicar un poco a qué se debe el descontento de algunos de nosotros,
amantes del fútbol.
El sistema de juego
de España sólo se muestra efectivo y apabullante cuando es utilizado contra
selecciones tan ingenuas y faltas de estrategias como Irlanda. En cambio en las
fases finales, cuando se juega en serio, España está acostumbrada a ganar con
lo justo. Sin duda, el tiqui taca tiene su utilidad y también su vistosidad,
pero es posible que empache y acabe estorbando.
El profesor
Portugal, nuevo técnico de Bolívar, que ofició de comentarista en la
transmisión televisiva del partido en que España doblegó a Francia, hizo un par
de precisiones importantes: según la mentalidad de la Roja, la cual Vicente del
Bosque no ha discutido, es más importante mantener el control del balón que
arriesgarlo cuando no se tiene certeza de que la jugada desembocará en gol. Por
ello que, en las puertas del área, si no ven un pase final que sea definitivo,
prefieren volver atrás y seguir tocando. Es que España no juega a “hacer
merecimientos” para el gol, no intenta acumular ocasiones de gol perdidas,
prefiere el control y la eficiencia. El resultado es que España promedia un 70%
de posesión de bola por partido, que juega en campo rival casi todo el partido
pero genera poco, muy poco. Recuérdese la ruta sufrida que siguieron los
dirigidos por Del Bosque rumbo al título del último Mundial (incluso jugando
con su goleador, Villa): cuatro victorias raquíticas en seguidilla por 1-0,
terminando como la menos goleadora entre los cuatro finalistas.
La idea no muy
grata que sueña la propuesta de los ibéricos es que un día se pueda jugar al
fútbol con puro mediocampistas. Ya no jugar a la especialización en los puestos
sino a la ocupación versátil de los espacios. Portugal apunta que el beneficio
de jugar con Fábregas haciendo de “9 falso” consisten en que se juega buscando
el pase en diagonal para los mediocampistas, que entran y salen, haciendo más
difícil la fijación de las marcas para el equipo adversario. Pero no es una
idea feliz porque atenta contra el juego a favor del gol. Se olvida que saber
jugar en el área requiere de su propio arte, y no es cosa de todos. Aquellas
definiciones perfectas de Romário, que parecía congelar el tiempo del área, no
están al alcance de un Xavi, de un Silva o de un Busquet que de repente se
encuentran con la bola cara a cara con el golero. Da la sensación de que el
fútbol de España quiere desterrar poco a poco la posición del
centro-delantero, condicionando su
alineación mientras no corte el flujo de circulación de la bola. Si el
Barcelona dream team de Cruyff jugaba
para que el último pase terminara en los pies de Romario, la España de Del
Bosque hace todo lo posible por escapar a esa concepción. Por el momento son
campeones y nadie se atreve a discutirles, pero queda en evidencia que ellos
pierden en polenta, el verdadero preciosismo del fútbol se alcanza en la
finalización virtuosa de una jugada bien hilvanada, y España tiene muy de eso,
y seguirá sufriendo de sequía mientras haga que el niño Torres juegue tan
condicionado por el sistema tiqui taca. Sea cual sea el resultado de esta Euro,
seguramente en el Mundial la viveza y el ritmo de los sudamericanos, Argentina,
Brasil, el mismo Uruguay, le harán ver a los españoles que todavía tienen
varios elementos que incorporar a su fútbol bien tocado.
Jorge
Luna Ortuño
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