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sábado, 27 de abril de 2013

Saludo a mi amigo y maestro Jesús Urzagasti

Acaso reencontrarme con este pequeño pasaje de poema sea mi primera forma de confrontarme con la noticia de su partida. Hoy en las primeras horas de la mañana me enteré de que inició el gran viaje. Pocos como él estaban tan preparados. No sé si es cierto aquello de la reencarnación, no tengo religión alguna en la cual depositar mis proyecciones. Solo se que un alma tan buena como la suya debe volver de una u otra forma, teniendo tanto que compartir, tanta sabiduría que destilar en las mentes y los corazones de los jóvenes sin rumbo, de las almas perdidas y de los cantores dichosos que salen de la tierra. Desde luego que no se ha ido, en lo que a mí respecta simplemente ingresa a otro nivel de presencia. Siempre lo tuve en lo más alto, a lado de mis grandes maestros, los que encontré en los libros y en la vida. La generosidad de una mañana en santa cruz, vía el poeta Nervol, hizo que lo conociera, y sólo por ese hecho este poeta tiene mi agradecimiento eterno. Lo llamé para presentarme, y gracias al pasaje que había abierto el poeta tuve la alegría de que acepte recibirme. Esporádicamente lo visitaba, hablábamos de literatura, de fútbol, de lugares, de relaciones, de la vida. Las horas se pasaban como agua entre los dedos. El tiempo selló todo, la complicidad misteriosa de nuestros espíritus, esa que aparece en la amistad, nos unió como tales, no sólo con él, también con la tribu de los caminantes que alegraron cada uno de sus días, Sulma, Carmen, Pibi... Lo mágico era que a él podía leerlo, y en ocasiones conversar, y hablar sobre lo que había leído. Nadie me enseñó más del oficio de vivir y de escribir. Volverá como una lluvia cualquier momento, mientras persiste en mi memoria la imagen de nuestro último encuentro hace un mes, disfrutando del vino, y escuchándolo mientras pensaba que existen tantas cosas en el mundo en las que no tengo el cuidado de reparar, y de pronto son más tibias y azules cuando se observan a través de sus ojos transparentes.



La lluvia - Jesús Urzagasti (fragmento)



"La lluvia es para mí lo que yo soy para el mundo. Con eso está dicho todo. Pero ahora llueve en algún patio, en algún camino, en algún cementerio donde los muertos abandonaron sus tumbas para cobijarse bajo los árboles. Llueve para los que murieron en una tibia tarde de primavera. No llueve para los que murieron escuchando el rumor de su propia muerte, porque para ellos ya llovió en mi corazón cuando quise alabar la transparencia y el color azul de las montañas…"

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