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viernes, 13 de septiembre de 2013

Hablemos de la renuncia del director de Página Siete


Se encuentran dos actores en abierto enfrentamiento: Página Siete y el gobierno del MAS. Renunció Raúl Peñaranda el pasado 22 de agosto a la dirección del matutino, con la convicción de que esto evitaría que el gobierno continúe sus ataques contra los periodistas. El paso en falso del director del matutino paceño fue autorizar la salida de un titular donde se afirmaba que cuatro ministros habían sido excomulgados por la iglesia católica. El perro rabioso del gobierno, Quintana, hizo notar el detalle de contexto como una razón para increpar contra las intenciones del periódico. Se refería a la visita que el viernes de esa misma semana iba a realizar Evo Morales al nuevo Papa en el Vaticano. Su interpretación fue que Página Siete, ya que respondía a intereses de un sector chileno, pretendía alterar las buenas relaciones entre la iglesia católica y el gobierno, para perjudicar ese encuentro. 

No creo equivocarme al afirmar que causó mucha más repercusión la noticia de la renuncia de Peñaranda que el titular de la excomunión de esas autoridades. ¿Todavía se excomulga a las personas en estos tiempos? ¿Y cómo se hace valer esa decisión? ¿Ponen guardianes en la entrada a los templos? Y muchos pensaron como primera reacción que era sorprendente que aquello se pudiera determinar sin demasiado trámite.Sin mucha investigación, sin mucho toma y daca, se aviso de un golpe que esa era la decisión, vaya qué fácil y rápido pensamos muchos. 

Recuerdo haber leído hace unos meses las declaraciones de Peñaranda en la conferencia de prensa que ofreció. Lo llamé unos días después para expresarle una voz de apoyo. Pero no compartía su decisión. Eso no necesitaba saberlo él que tendría mil cosas más en la cabeza en ese momento. No estaba de acuerdo porque no cuadraba con su argumento, algo no estaba fino ahí. En síntesis creo que su idea fue dejar la dirección del periódico para que el gobierno apague su sed de ataque contra ellos, es decir, les permitía ganar algún tiempo. 

No podemos inmiscuirnos en sus razones personales. A veces la decisión de dejar algo que ocupa nuestro tiempo no es tanto una negación, y es mucho más una afirmación que favorece aquello que se está dejando de hacer en otra parte, y que probablemente nos ofrece mayor placer y realización. Cuando se tiene talento y confianza en uno mismo no existe necesidad alguna por aferrarse a un puesto ni a una liana de la vida. 

En cuanto a su puesto importante como director de un medio que no se complacía en la distribución de notas propaganda para el gobierno, nos dejó a los lectores en falta de algo. Tal vez lo más lamentable es que haya cometido el error que el oponente esperaba para apretarlo contra las cuerdas, cuando en realidad debería haber sido mucho más precavido sabiéndose en medio de un campo minado. Estaba en medio de una guerra, quiérase o no, de modo que ganaba el que tuviera más paciencia y el que cometiése menos errores. Personalmente me desespera ver que los periodistas siempre tengan que apoyarse en la cita de una fuente para poder decir algo por el canal que manejan. En ese sentido el periodismo investigativo es mucho más atrayente, al menos permite vislumbrar otras rutas más afortunadas para la denuncia. Pero existe otro periodismo choto, el que más se practica en el país, que consiste en recolectar declaraciones de personajes y luego buscar su contraparte en el otro bando, para volver el asunto una marea de opiniones que van y vienen. No se pregunta la opinión mucho por la capacidad que puede tener para responder el entrevistado, es más porque se llama nanito o fulanito, es conocido y su nombre ligado a ciertos criterios facilita la tarea de los que necesitan vender las noticias. Son muy buenos algunos medios de comunicación de gran audiencia para instalar arenas de discusión entre sectores, aunque estos espacios no aumenten ni un pelo a la comprensión del problema y trabajen para subir la inflación de opiniones sin sentido. 














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