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domingo, 17 de noviembre de 2013

AL LÍMITE libro memoria



El martes 19 de noviembre del presente año se presentará en el Espacio Simón I. Patiño de La Paz, el libro memoria de un encuentro multidisciplinario que se realizó con el título de ¨Al límite: escenarios, escrituras e imágenes¨. Este encuentro, que se llevó a cabo en marzo del año 2011, fue organizado por Espacio Simón I. Patiño, que dirige Michela Pentimalli, junto a la Carrera de Literatura de la UMSA, ambas instituciones inquietas en la escena cultural paceña. 

Habiendo pasado un par de años desde aquel encuentro, que reunió a estudiosos de distintas disciplinas, tanto nacionales como extranjeros, puede decirse que las temáticas tratadas maceraron lo suficiente, y hallan ahora en el formato de un libro-memoria la forma de prolongarse y enriquecer un archivo para otras generaciones de estudiosos. El libro fue editado por Omar Rocha, catedrático en la mencionada carrera de literatura, afecto también al estudio de la filosofía.   

El evento aquella vez estuvo muy bien organizado. Recuerdo que ya en octubre del 2010 Michella me enviaba la invitación para participar del encuentro, que a la postre resultó una experiencia muy valiosa para el desarrollo de mi propio trabajo. Este era el concepto que nos proponían aquel momento los organizadores:

AL LÍMITE: ESCENARIOS, ESCRITURAS E IMÁGENES

El concepto de límite nos remite a varios ámbitos: una línea divisoria, un fin, un término, un extremo espacial, físico o imaginario, una posibilidad de transgresión, de renegar del confín. Matemáticamente, lo que interesa es acercarse tanto como se pueda a ese límite, no se trata de traspasarlo sino de bordearlo y de conseguir “escribirlo”. Si nos deslizamos del concepto de bordear el borde, entramos en el terreno de la topología, con sus superficies que rompen toda lógica y razón. En fin, estamos frente a múltiples posibilidades alrededor de las que se mueven los conocimientos, los saberes y las artes, muchos de ellos de margen, de orilla. Traspasar un límite ‹o, para cierta nomenclatura filosófica, abrir el afuera‹ implica un forzamiento de las reglas de juego, obliga a volcar la mirada a expresiones contemporáneas, a impulsos renovadores que necesariamente entran en tensión, a momentos hasta la fractura, con las tradiciones. Al mismo tiempo, estamos ante la posibilidad de establecer diálogo entre discursos, éticas, estéticas y praxis que trabajan desde una herencia occidental o con una firme intención de relativizarla y cuestionar su lugar preponderante. Vivimos tiempos nuevos, pensamos en los límites posibles desde escenarios, escrituras e imágenes diversas.

   Recuerdo que fueron tres o cuatro días donde mesas de distintas disciplinas invitaban a respirar la atmósfera de cierto tipo de problemas y formas de enfocar una cuestión. Desde literatura hasta psicoanálisis, pasando por las audiovisuales. Participé en la mesa de artes audiovisuales, que habría el encuentro, junto a Roberto Valcárcel que fue el moderador, Ramiro Garavito y un invitado de Costa Rica que no recuerdo cómo se llamaba. Fue positiva la participación de un público que no siempre le da atención a este tipo de eventos, a veces por los temas, otras veces por el frío, o simplemente porque no viven en Sopocachi y no se animan a subir la cuesta para llegar hasta ese punto de la avenida Ecuador. Sin embargo aquellos días el auditorio se llenó, y se notó además que había interés por conversar y rumiar lo que se estaba diciendo. Recuerdo la ponencia de Mauricio Souza que cerraba el encuentro y hablaba del psicoanálisis como caja de herramientas; los criterios vertidos, una crítica al MAS de por medio, crearon estímulos a favor pero también inconformidad de parte de un sector que lee el psicoanálisis en La Paz de una manera diferente. La disparidad de criterios quedó grabada en un artículo de respuesta que publicaron en Nueva Crónica y buen gobierno poco después, el cual también tenía un resorte político, ni duda cabe. En todo caso, se trataba de un tipo de discordancia que también era parte de los objetivos del encuentro, pues cuando se propone reunir exponentes de distintos campos de estudio, caben esperar lo mismo líneas de divergencia que espacios de convergencia; lo que cada uno elige es en qué zonas prefiere circular con mayor énfasis en favor de su propio trabajo. 

Como nota anecdótica, recuerdo que al terminar la presentación de temas en nuestro panel, uno de los jóvenes que estaba en la audiencia me preguntó que cómo hablaba yo de artes audiovisuales si no era exponente de ninguna obra de artes visuales y más bien me había formado en filosofía. Era una oportunidad de tocar un tema interesante, ligado a la misma idea del límite que proponían los organizadores, visto este como un tipo de frontera abstracta. Nos servía para concretizar el asunto de algún modo. Sin embargo se me adelantó mi amigo Roberto Valcárcel, que era el moderador, en dar una respuesta, que era casi una defensa que hacía por mí, y decía que es perfectamente correcto que un filósofo cavile sobre el arte audiovisual. No recuerdo las razones que exponía. Sin embargo a mí no me quedó mucho más que redondear un poco mi ponencia por evitar extendernos en ese tema que era periférico a todo lo que se había dicho en la mesa. No quedé conforme con la respuesta que ofrecí. Un mes después, conversando en un taxi con Tomás Abraham en mi visita a Buenos Aires, le comenté este suceso. Él fue claro en su rechazo a las visiones que reivindican la especialización y la clausura dentro de un campo de estudio. "Claro, como si sólo los políticos estarían habilitados para hablar de política, y sólo los militares pudieran hablar de milicia... es una idea equivocada", me decía Tomás. ¿Vos te imaginas qué pasaría si todos aceptáramos esa idea sumisamente?

Hay que ser lo suficientemente creativos para poder extraer de otras disciplinas los pedazos que pueden hacer funcionar nuestras propias maquinarias. Nuestra primera duda parte de cuestionar el hábito mismo de etiquetar a los estudiosos en tanto que filósofo, matemático, literato o psicoanalista, etcétera, y no dejar abierta la posibilidad de que todos ellos sean seres parados en bifurcaciones, entre el arte, la ciencia y la filosofía, como condición misma de su posibilidad de pensamiento. 

Vivimos un mundo asaltado por la hiper-textualidad, por las referencias múltiples en una misma página en el internet, por la mezcla de lenguajes visuales con el texto y el sonido. Pensar no es más simplemente ser coherente, ni desglosar con éxito nuevos silogismos. Pensar es conectar con el afuera, si cabe una manera de denominar esta nueva operación que emerge con creciente fuerza. El libro Memoria Límite seguramente aportará nuevas líneas de discusión y de encuentro. 


Links relacionados:

Agenda del Espacio Simón I Patiño

Libro Memoria

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