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sábado, 13 de diciembre de 2014

AYRTON SENNA, el sonido de la luz y de la tempestad



Por: Jorge Luna Ortuño



"You should know that by being a raicing driver you are under risks all the time. By being a raicing driver means you are raicing with other people. And if you no longer go for a gap that exists, then you´re no longer a raicing driver.  Because we are competing, competing to win, and the main motivation, for all of us, is to compete for victory, not to come fourth, fifth or sixth". 

AYRTON SENNA, entrevista concedida a Jack Stewart


Fue una terrible coincidencia que justo en la competencia que Ayrton Senna necesitaba recuperarse, pues no había completado las anteriores dos carreras de la temporada 94, se produjeran una serie de antecedentes negativos que removieron el clima de ese fin de semana en el Gran Premio de San Marino. Un piloto austriaco novato, Roland Ratzenberg, había fallecido en ese mismo circuito de Imola durante las pruebas clasificatorias, sólo un día antes, el viernes 30 de abril. Por si esto fuera poco, el compatriota de Senna, Rubens Barrichello, había chocado contra una barrera en el mismo circuito el día jueves en los entrenamientos, había tenido suerte, estaba con fracturas pero fuera de peligro, por supuesto que no iba a competir ese domingo. La desgracia rondaba de manera sombría aquellos días, pero al final todos en la FIA parecieron seguir la enorme inercia del cinismo, según esa premisa que dicta que primero están los negocios. ¿Por qué suspender un Gran Premio con todos los millones de dólares que ya habían sido invertidos y planificados? "Este es un deporte de riesgo y estas cosas pasan", se decían muchos. Pero la muerte de un piloto debía provocar algún sacudón más importante. Nadie pudo o nadie supo oponerse a la maquinaria capitalista que moviliza la Fórmula 1. Ayrton Senna pensaba esos días en liderar una nueva asociación de pilotos de F1 para que reivindiquen la necesidad de aumentar seguridad en los circuitos. Senna no pensaba ya solamente en el vértigo, en el hambre por el triunfo, ahora era el hombre tricampeón mundial que se mostraba precavido, estaba más que nunca asombrado ante el golpe de la muerte en una pista de carreras. Prost dijo en algún momento que ese año hablaron mucho, y que no lo notaba con la misma fuerza ni hambre que en años anteriores. Amigos cercanos a Senna recuerdan que el ídolo brasileño extrañaba la falta de Prost en las carreras, que se había retirado, porque no encontraba la motivación extra. En fin, aquel fin de semana el Gran Premio de San Marino se llevó a cabo igual, encima de todo lo ocurrido, cada uno cargó con el muerto como pudo, el deporte de la Fórmula 1 perdió algo más que su entereza aquel domingo, todo siguió su curso, y el costo final siempre nos parecerá demasiado elevado, el Gran Premio de San Marino de ese año se llevó al piloto más brillante de la historia, tal vez no en las estadísticas pero sí en el nivel de sus presentaciones, en los puntos pico que alcanzó.  

Aquel año de 1994 los eventos tomaron el curso que tomaron, la curva Tambarello fue el cierre de la carrera de Ayrton, que chocó contra ella a más de 200 millas por hora. Cuando el mundo se enteró la noche de aquel 1 de mayo que Ayrton Senna, el piloto mejor dotado técnicamente en la historia del deporte, el hombre más veloz de su generación, había fallecido como consecuencia de ese accidente nunca esclarecido del todo, la vida se suspendió en una borrosa cortina de humo para muchos seguidores; imagino que la existencia se apareció entonces como algo mucho más frágil que de costumbre. En diez años de competición en F1 no se había visto fallecer a un piloto en el circuito, y aquel fin de semana dos pilotos se despedían de manera trágica del mundo. Era inconcebible que uno de ellos fuera el admirado Ayrton Senna, a esas alturas tricampeón mundial, ícono del deporte brasileño, figura idolatrada a nivel mundial. 

En aquello tiempos el único que veía F1 en mi casa era mi papá, era mediados de 1994 y lo único que esperaba con ansias era el inicio de vacaciones en el colegio para ver el Mundial de Estados Unidos 94. En un encuentro en un partido en París, Senna les había dicho a los jugadores de la selección brasileña que ese año uno de los dos debía conquistar el tetracampeonato: "Ustedes aceleren rumbo al tetra que yo aceleraré de allá", les dijo con ánimo de impulsarlos. Brasil no vencía una Copa del Mundo de Fútbol desde 1970, se había quedado con tres estrellas en el pecho desde la presentación del equipo de Pelé y otros magos con la bola como Rivelinho, Tostao, Gerson. Senna por su parte había conquistado los títulos mundiales de 1988, 90 y 91, pero en ese momento eran más de dos años que no revalidaba su título. En 1994 se había pasado a Williams, justo en ese año las reglas del deporte habían cambiado, movidas políticas de por medio, se había suspendido el juego de suspensión activa que le había permitido a la Williams dominar y quedarse con el título en las temporadas 92 y 93. Senna se había movido ahora a ese equipo de Williams con el que, se entendía, podría gozar de una máquina de primera línea, quería ser campeón y necesitaba superar la máquina de McClaren, que se había quedado estancada. Y aquel año, inesperadamente, los del equipo mecánico de Willliams-Reanault tuvieron que repensar el diseño sobre la marcha, buscar las formas de compensación, devolverle estabilidad, experimentaban con cambios por aquí y por allá. Mientras a Ayrton no le iba bien en los premios de Brasil en Interlagos ni en México, donde tuvo que retirarse por problemas mecánicos. Quedaban 14 carreras en el año, no había acumulado ni un punto, comenzaba con dos premios en desventaja, y la Bennetton conducida por el joven Schumacher representaba el nuevo rival a vencer, Senna no quería dejarlos crecer. Así como había hecho con Prost en su momento, en 1988, cuando fueron compañeros de equipo en McClaren, se había propuesto vencer una lucha psicológica al mismo tiempo que de habilidades en la pista; debía ganar en el Premio de Imola, pero además debía hacerlo con un margen que intimide a su joven competencia. 



He podido saber gracias a algunos documentales, como el aplaudido y cuestionado "Senna, la película", dirigida por Asif Kapadia, que nuestro piloto brasileño se encontraba notoriamente tenso aquel fin de semana trágico, que lidiaba con una incomodidad que nunca antes se le había visto exteriorizar en tal manera, que el accidente de su compatriota y la muerte del colega piloto austriaco lo había sacudido internamente muy fuerte, además de que comentan que había sufrido una decepción amorosa por una noticia sobre su novia, aunque esto último sea una especulación muy discutida. Ayrton Senna sabía que no debía correr ese domingo en Imola, de una manera muy íntima, al menos no lo deseaba, algo estaba mal, no era el momento para competir al tope, sin embargo lo apremiaba la sumatoria de puntos, no tenía margen, venían mal con la máquina, era momento de hacer nuevas pruebas con el carro, y Senna tenía que competir a 100 por 100, pese a que no tenía la certeza de que su máquina acompañaría a su cerebro como extensión precisa del mismo. Muy en el sentido de Marshall Mc Luhan, Ayrton Senna declaró en imágenes de video captadas en el documental "Ayrton Senna, racing is in my blood", que la máquina es una parte de su cuerpo, más aún, es una extensión de su cuerpo, y esto no es una manera metafórica de hablar, se debe comprender literalmente. Cualquier mortal común y corriente que haya experimentado cierta intimidad con su bicicleta después de un tiempo de manejarla comprenderá rápidamente de lo que hablaba Senna. Su punto era que mientras más pudieras sentir de la máquina, de la potencia del motor, de sus balanceos, de mil factores, como prolongaciones de su propio cuerpo, más ventajas tendría para luchar por la punta. Pero eso también estaba en contra de Senna aquel año, después de seis años exitosos con la McClaren, aquel 1994 recién empezaba a conocer su nueva máquina, no tenía la máquina lista para vencer, pero él como piloto, como nombre, tenía la obligación de buscar el título. Las cosas no estaban perfectamente sincronizadas, como sí parecían estarlo en el equipo de Benetton, donde venían a confirmar un trabajo realizado ya en 1993. Schumacher comenzó ese año venciendo los dos primeros premios, se instalaba en la punta, más presión para Senna.

Existen ocasiones en que la oportunidad se encuentra con la idea, días en que el sentido de urgencia y timing se sincronizan perfectamente con la aparición de una crisis que es una puerta, pero hay también ocasiones en que todo lo sucedido se va acumulando como señal para impulsarnos o bien para aplacarnos en nuestras tomas de decisiones. Infortunadamente, sólo después de que se han desarrollado los hechos podemos decir con certeza que Senna no debía haber corrido. Es fácil decirlo después, lo peor es que Senna no pudiera estar ahí para tomar nota de la enseñanza, para saber cuánto su instinto contaba. Desde luego que habían intereses económicos gigantes de por medio, él se había colocado en una posición de tal visibilidad que el foco de atención estaba sobre su rendimiento. Esa era una de sus desventajas, Senna no podía permitirse una carrera mediocre, estaba de algún modo demasiado atado a su imagen vencedora. Aunque el 92 y 93 no había ganado los campeonatos, sí había ganado carreras singulares, fueron triunfos puntuales, algunos de ellos grabados como momentos memorables en la historia de la Fórmula 1, auténticas cátedras acerca de lo que es pilotar un carro fórmula 1 en la lluvia.

Pero veo estos documentales en YouTube, como uno producido por la Rede Globo, "Ayrton Senna do Brasil", y me asaltan sentimientos encontrados. Por un lado tienen un poder hipnótico fuerte, apelan al lenguaje emocional, no es difícil hacerlo con Senna de por medio, un hombre intenso de temperamento caliente, que evoca las cúspides del vértigo y la vida al límite. Al principio uno tiende a contagiarse de esa visión, se convierte en otro fan incondicional del piloto brasileño, no se puede menos que empezar a obsesionar con algunos temas, con algunas preguntas, como por ejemplo ¿qué pasó aquel día del accidente? ¿Fue la barra de dirección del volante la que ocasionó la falla al romperse segundos antes de llegar a la curva? Sientes algo de furia o de frustración, se psa, luego vuelves a ello, ¿por qué tuvo que irse con sólo 34 años, no había forma de que se le perdone aquella ocasión, que un golpe del azar lo salvara del final inminente? Eso pasa, lo dejas reposar, escucho The sound of speed de Coldplay, también he estado escuchando algunos temas de Moby y Radio Head. Te ayudan a templar algunas exageraciones.

Ayrton Senna me habla de la realización, del espíritu competitivo, de una fuente de inspiración enorme, de un hombre enigmático que estaba por delante de sus rivales en muchos aspectos, era algo más que un piloto de carreras. Pero Senna también me habla de un país como Brasil lleno de mucha gente dependiente, adicta a los ídolos, sean estos de papel, de verdad o simplemente inventados por el marketing y la publicidad. En los documentales se escucha testimonios de brasileños dolidos diciendo que la alegría de Brasil era Senna, que frente a los problemas sociales del país él era la única esperanza, que era lo único bueno, que era la representación ideal... Y la verdad es que me causa cierto rechazo ese tipo de relaciones de apego tan intenso, esa dependencia neurótica respecto de un tipo que era admirable sin duda, pero que no era un héroe, simplemente alguien de carne y hueso que hacía con excelencia lo suyo. A Senna lo adoptaron como héroe apenas empezó a ganar, ni la gente, ni el pueblo, ni el gobierno hizo nada por creer en Senna cuando no era nadie, cuando no tenía plata para irse a Europa, cuando vivía en Inglaterra comiendo huevo frito, huevo cocido, huevo revuelto, para sostenerse allá y luchar por su oportunidad. ¿Cuántos creían en él cuando estuvo a punto de retirarse porque pensaba que nunca conseguiría patrocinio? Fueron sus padres los que decidieron apoyarlo, lo empujaron con un colchón económico para que fuera tras su sueño, y él se comprometió entonces para ser el mejor. No le interesaba el segundo puesto, ni el tercero ni el cuarto, su mentalidad era ser el primero o nada. Dicen que esa era su manera de negociar, o blanco o negro, no veía muchos grises en su vida. Por ello, resultaba muy fácil decir tiempo después "somos campeones del mundo" cuando Senna ganaba, sólo por el hecho de que ese hombre tan veloz tenía tu misma nacionalidad. A mucha gente que no encontraba ni fuego, ni placer, ni locura, ni peligro en su vida, Senna le resultaba funcional para mantenerse en su mediocridad voluntaria, vivir el éxito y la sombra de la alegría del triunfo aunque de manera indirecta, a través de otro brasilero que los representaba a ellos.

Pero nadie representa a nadie, los que son grandes o aspiran a serlo por derecho propio no aceptan ser representados por nadie, o al menos lo niegan con todas sus fuerzas. Los grandes, los que tienen un reservorio cultivado con sus propias riquezas interiores, tienen mucho que decir y hacer por su cuenta. ¿Pero quiénes pueden ser grandes en un país donde se educa para seguir e idolatrar, donde se cree que el 90 por ciento de la gente es simplemente gente ordinaria y común, no destinada para nada especial, a la que se le ha reservado el lugar de público espectador? No te interesa hacerte agua la boca por el goce del triunfo de los otros cuando sabes que tienes mucho para dar, cuando tienes que realizar tus propios movimientos porque te sabes un ser singular con aspiraciones gigantes y propias. La gente que no disfruta de crecer en rebaños se niega a convertirse en seguidora, se aleja de los fanatismos, escapa a los estados de ceguera colectiva. Otra cosa es admirar. Admirar es entrar en un estado de conexión. Conectarse con Senna es algo diferente, es atender a su genialidad, entrar en su zona de vibración, encontrar o crear una zona compartida, una zona de vecindad donde fuerzas de ti y del otro se intercambian. Entonces te interesa estudiar cómo Senna lidiaba con momentos de máxima presión, qué ideas lo animaban, qué valores representaba, qué lo hacía único frente a una generación llena de pilotos con temperamento, Mansell, Prost, Berger, Piquet... Y te interesa entender, aunque sea de manera intuitiva y aproximada, qué fue mal aquel día 1 de mayo del 94, qué hizo diferente, qué dejó de hacer. No se trata de identificarse, como si esa fuera la única manera de relacionarse con algo querido. Se trata de agenciar, tener algo que ver, como decía D.H.Lawrence con los esquimalitos. Deleuze y Guattari dirán ni imitación, ni mímesis ni fusión. Se trata de una simbiosis, momento de twinlight, devenir Senna de otro. En palabras de mi propia investigación, diría que admirar es conectarse inalámbricamente con el otro. Admirar es abrirse a un nuevo campo de posibles, un circuito de energía entre ambos que tiene ida y venida, es algo vivo, tomas algo de Senna para hacer algo con ello en otra parte. ¿No es acaso la mejor manera de homenajear?


Una invocación al espíritu de Senna a través del sonido de los motores, tecnología del equipo mecánico de Honda. Reminiscencia de una carrera de 1989


El pensamiento inalámbrico exige constantemente un esquizoanálisis, un análisis de líneas de vida, ver qué formas de relación se están promoviendo en tal o cual acción, qué se estanca o qué se prolonga, si aparecen ataduras y dónde se ramifican, si existe manera de cortarlas sin provocar una desestabilización muy fuerte. Por todo esto es difícil hablar de pensamiento inalámbrico sin mencionar de una u otra manera a Gilles Deleuze, sobre todo a él, y un poco a Guattari. En el caso de Senna, de la admiración y la pasión por Senna, lo que veo en los testimonios son homenajes decididos, se muestra a un pueblo brasileño que tenía una conexión especial con su héroe, como decía Galvao Bueno, "Senna representaba al Brasil que termina saliendo bien", el Brasil que tiene suceso. Pero yo iría más lejos, alejado del pensamiento de la representación. Senna era el caso de aquellos que juegan con fuego para ir más allá de sí mismos, para explorar en su ser, tanto que atraviesan por momentos experiencias míticas, como aquella carrera en Interlagos en 1991 que Senna venció con la caja enganchada en sexta velocidad, y que terminó primero pero con espasmos musculares muy dolorosos por toda la tensión que había soportado en su cuelllo, los hombros y los brazos. Da la impresión de que en su amor por Senna muchos mostraban su fijación en el triunfo, admiraban la capacidad de tener éxito a nivel mundial, la vida de nuevos lujos, de mujeres bellas, de autos, helicópteros, aviones y lanchas privadas. Pasa lo mismo con el fútbol, Brasil parece más fanático del triunfo que del fútbol mismo. La muerte de Senna, conectada después con el tetracampeonato de Brasil en el fútbol, le recordó a todo un país de la vulnerabilidad de la vida, pero también de sus ídolos, no está bien hacer ídolos, sean de barro o de verdad, sólo sirven para tapar huecos y dejar de ver realidades. Cuando el ídolo se ha ido las cosas vuelven a tirar su olor enmohecido con mayor fetidez, siguen como estaban, y había que asumirlas antes o después. La admiración es una fuerza que anima una relación de modo que incentiva el movimiento, la acción, la mejor comprensión, al contrario del fanatismo, que promueve la pasividad, la imitación, el quedarse en el mismo lugar reconfortado por la imagen del que logra lo suyo, y nos hace sentir que lo hemos logrado también nosotros como experiencia indirecta, a través de él o de ella. Que pilotos, actuales campeones de hoy como Hamilton o Alonso, nos cuenten que en 1994 eran chiquillos e idolatraban a Senna, que lo tenían en poster por todas partes, eso es normal, parte de una relación adolescente y hasta infantil con su ídolo, una relación obsesiva hasta cierto punto. Pero adquiere su verdadero sentido cuando sirve de combustible para comenzar a hacer tu propia carrera, a construirte como piloto, eso es lo que hicieron ellos, esa no es una relación por atadura, no es cableada, es una relación de antena, por captación de señal, lo que les permite movilidad e independencia de pensamiento, eso es otra cosa, la mejor manera de saludar a un brasileño de la mejor cepa, un brasileño que trajo consigo el sonido de la luz, y también de la tempestad.



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