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miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA BRILLANTE CUARTA TEMPORADA DE MAD MEN EN LA TELEVISIÓN




Cada nuevo capítulo de Mad Men, la serie televisiva creada por Matthew Weiner que se transmite por AMC, representa una superación respecto de lo presentado anteriormente. Esa es la sensación que me da la cuarta temporada, que se transmitió originalmente entre julio y octubre del 2010. Después del trepidante último capítulo de la temporada anterior ("Shut the door, have a seat"), en el que Sterling & Cooper es comprado nuevamente por los fundadores originales, en asociación con Don Draper y Lane Pryce, es una gran incógnita para el teleespectador qué es lo que vendrá, qué se puede esperar de lo que viene. Los adelantos al iniciar la cuarta avisan además que Draper viene de divorciarse de Betty, que se casó a su vez con un hombre político de apellido Francis, ligado a la gobernación. 

Resulta que ver a Draper separado, viviendo por su cuenta en un departamento donde lleva varias mujeres ocasionales, junto con sus bajones por la soledad de la vida de soltero que no parece sentarle ya muy bien, convierten a esta cuarta temporada en una de las más entretenidas y estimulantes. Quizá sea porque la situación da vida a un Don Draper con otro tipo de apetito, es un Don algo más desorganizado, más imprevisible, se lo ha sacado de ese lugar que era su hogar donde parecía un hombre correcto, se le ha dado un perfil más de hombre a la deriva, de don juan, de buen vividor, en suma, algo más interesante. En el trabajo no tiene muchas pulgas, ya desde el mismo primer episodio de la temporada expulsa de su oficina a unos clientes indecisos que deseaban una publicidad para su marca de trajes de baño; tal vez se le pasa un poco la mano, pero es cierto que aquellos hombres eran ridículamente conservadores, pedían algo nuevo y deseaban acelerar con un lado del cerebro, mientras que con el otro se aferraban religiosamente al freno de mano, eran como curas vendiendo un bikini. Don lo había percibido, no pudiendo hacerles razonar, y al escuchar su rechazo al trabajo que habían hecho, se le acaba la paciencia, está cansado de aparentar, desea dejar algo claro en ese momento: su agencia no está para rogar por una nueva cuenta, no la necesitan, es un mensaje prepotente, de un pecho orgulloso, que debe tener eco en el exterior. Ofrecen un trabajo creativo singular, no necesitan bajar sus estándares con tal de conseguir el dinero de una cuenta. Por supuesto que esta abrupta reacción desconcierta a Sterling y a Campbell, que estaban en la reunión, pero sólo Draper ve las implicaciones de todo ello, no duda ni un segundo en hacerlo, no es una técnica de negociación, simplemente tiene claro que no tiene más tiempo que perder con ese tipo de clientes, y espera que al salir ellos pasen la voz. Es el derecho que se da de poder elegir a sus clientes, un privilegio que intenta transmitir a sus colegas para que lo sientan también. La realidad es que Sterling-Cooper-Draper & Pryce está sufriendo su dependencia extrema de la cuenta de Lucky Strikes, la marca de cigarrillos. Draper lo hace a pesar de ello, es el nivel de confianza que tiene en lo que piensa, suele tomar ese tipo de caminos cuando más difícil están las cosas.

En ese primer capítulo de la cuarta, titulado "Public relations", está muy presente la cuestión de la imagen de la nueva firma que han iniciado. Todo es acerca de la imagen que proyectan, incluso la imagen del mismo Donald Draper. En la agencia se presionan para cuidar esa imagen, son de una escuela más vieja, Cooper es conservador, pero Don no parece condicionarse por ello, en la junta le ponen la presión encima, la misma Peggy se lo recuerda. Los socios mayoritarios de la agencia le exigen a Don que, en orden de responder a las entrevistas que le hacen en periódicos de alto tiraje, que se saque la máscara, o el casco que usa, cual si fuera un piloto de fórmula 1, y que de una vez se revele de manera interesante para hacer un poco de publicidad en esas entrevistas. Si los medios los usan a ellos para tener una nota interesante, la idea es aprovechar la relación para que sea una buena publicidad con los lectores. Don prefiere dejar los datos personales para que los investigue el periodista, por su temple es de naturaleza reservado, serio, no dice más de lo justo, es afilado y certero cuando debe hablar, es observativo, también muy competitivo y demandante, y acerca de su vida y sus asuntos no le avisa a nadie. Nadie sabe de dónde viene, qué pasado ni que familia lo acompañan en su mochila. Don quiere que su trabajo hable por él, se muestra modesto a la hora de recordar los hechos que lo llevaron a su presente. Pero ya que tanto el zorro de Cooper como el desvergonzado de Roger Sterling lo presionan para que se exponga más, en la segunda entrevista no tendrá frenos para aclamarse a sí mismo como el tipo especial de la firma, cuenta detalles de cómo iniciaron el emprendimiento, cómo zafaron a la antigua venta, y cómo todo se le ocurrió a él. Ha decidido aprovecharse de los medios, es un adelanto de lo que ocurrirá en el último capítulo de la temporada. Por supuesto que esta aproximación será algo más molesta para los socios de la firma, al menos de los seniors, pero Draper les estará dando lo que querían, liberado quizá de lo que ellos no habían alcanzado a apreciar: Don estaba siendo reservado al principio por ubicación, por diplomacia, por tino, no simplemente por timidez o falsa modestia. Evitaba descollar por delante del equipo. Para él no todo era una medida de marketing, no le daba esa importancia a una entrevista en el periódico, ponía por encima esa relación de jerarquía con sus socios, los antiguos fundadores. Pero en ese mundo superficial donde a muchos sólo parece interesarles el dinero, la fama y el reconocimiento, se lo echan en cara sus mismos socios, de modo que el Don actúa sin asco en la segunda entrevista. Badass... Un primer episodio redondo, explica un dilema acerca de cómo actuar en estas situaciones, y se perfila lo que será la preocupación central de la empresa: cómo abastecerse de cuentas para no depender de la millonaria cuenta de Lucky Strike, que representa casi el 90% de sus ingresos. 




Una variación singular también se produce en la cuarta temporada, y es que irrumpe la presencia de la escritura en la narración del personaje principal. Teniendo Don Draper más tiempo para sí mismo, con la necesidad de organizar mejor sus pensamientos, empieza a encontrar confort en las notas diarias que escribe sobre sus vivencias. En otras temporadas se lo había visto leyendo algún libro, como por ejemplo "Meditations in an emergency" de O´Hara, pero ahora por primera vez comienza a escribir. Él mismo va relatando su historia con la escritura, una voz en off nos cuenta sus sensaciones mientras escribe cerca de la ventana, nos cuenta que no acabó la secundaria, nunca escribió más de una plana, era perezoso para ello. Es el prototipo de hombre de acción que se presenta como opuesto al lector, lo contrario de aquel que necesita aislarse, gozar de cierta soledad y de algún tipo de retiro para leer a sus anchas. Sin embargo Don Draper también necesitaba aislarse por momentos, simplemente que no escribía, pero ahora este ejercicio comienza a ser parte de su rutina de batalla, para salir del hueco en el que se siente. Sobrevive a su nueva vida, su divorcio vino de sopetón, ahora se divide para ver a sus hijos cada dos fines de semana, no sabe muy bien qué hacer con ellos, su vida para sí solo es tan alejada de las rutinas y de los espacios que uno suele ofrecerle a los hijos cuando consolida un hogar. Sin embargo al menos tiene una chequera constante y sonante, tiene la capacidad para llevarlos a cualquier parte, lo que no sabe bien es cómo asumir el papel de padre solo. Lo intenta. Sally, su hija mayor, tiene 10 años y avanza por el carril rápido, es la que más ha sentido la salida de su padre de la casa, ahora su mamá vive con otro hombre en la misma casa y duerme con ese otro hombre. Dura situación para ella, terrible posición en la que es puesta, una cuestión más que la terrible mujer que es su madre no tomó en cuenta. Apenas se soportan entre ambas, Sally desea en ocasiones irse a vivir con su padre, pero él no tiene el músculo para recibirla y vivir con ella, no tendría cómo atenderla, y no es el tipo de hombre que dejaría todo de lado para dedicarse a su hija en cuerpo y alma. Se contenta con cumplir, al menos los ve, los recoge cada cierto tiempo, cada dos semanas, él mismo siente que no los ve lo suficiente. Es muy difícil y complejo recomponer tu mundo cuando te alejas de la casa y ya no puedes ver a tus hijos todos los días, de alguna manera el que queda abandonado es el padre mucho más que la madre. La sensación de estar-en-una-familia se evapora, ahora estás otra vez por tu cuenta. Tu hijo no se preocupará por ti en lo absoluto, a él le interesan pasar buenos momentos, divertirse, y así está bien, su trabajo no es preocuparse por ti, en cambio sí es tu trabajo más que nunca el de preocuparte por ti a la vez que te preocupas por él. Él debe estar bien, debes asegurarte de ello, más aún, debes estar tú muy bien para estar disponible para él. Ese el difícil punto al que debe llegar un hombre separado de su hijo que sólo puede tenerlo de visita. 

Betty por su parte en ocasiones siente que quisiera ver muerto a su ex-esposo, felizmente tiene a su lado a un nuevo esposo que, entre sensatez y experiencia, pues él también viene de un divorcio, sabe aconsejarla para tomar las cosas por otro ángulo menos confrontacional. La serie nos habla de cómo las personas acabamos falladas de uno u otro modo, los amores, los desvíos, los fracasos en el transcurrir de la vida muchas veces nos botan contra la lona, nos conmueven, nos destripan, pero seguimos, no sabemos bien qué es lo que queda de nosotros cada vez que nos paramos y volvemos al ruedo, pero ahí estamos, bamboléandonos, entre momentos de tranquilidad y otros de tempestad. Nadie sabe en qué momento puede estallar ni qué podría hacerlo explotar, pero avanza de todas maneras. Cada uno hace lo que puede. Betty era infeliz con Don en su tiempo de casados, algo no cerraba, visitó al psiquiatra varias sesiones, no resultó en nada, fue una frustración, no es la única en la alta sociedad con esos desarreglos, lo tiene todo pero es amargada, y sabe de muchos hogares donde los problemas son verdaderos escándalos bien camuflados. Don Draper por su parte sufre sus propias neurósis, tiene sexo con mujeres de todo tipo, como si fuera un conejo, se alimenta de los vapores del éxito, de la fama, de un trabajo bien hecho, del premio que le otorgan por un anuncio publicitario, lo celebra, pero luego viene la resaca, siempre el día siguiente, despertar y volver a comenzar solo, tenerse sólo a sí mismo, esto no lo motiva tanto, a veces lo vence, duerme dos días seguidos en un sofá de su departamento, con una botella a lado desde luego. No hace ninguna terapia formal, como visitar el diván, pero se esfuerza para encontrar su cura por su cuenta, busca un lugar, va a nadar, escribe, viaja a California a visitar a su vieja amiga Anna, está en búsqueda de algo, de la armonía, de la luz, para atar los cabos y entender lo que le falta. Es el dilema existencial que Draper vive de manera muy íntima, lo vemos así desde la primera temporada, pero ahora parece estar tocando los puntos más bajos. 


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