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domingo, 3 de mayo de 2015

FLOYD MAYWEATHER DERROTA A MANNY PACQUIAO SIN VENCERLO



Pacquiao era la extravaganza, después de que tantos boxeadores mexicanos salieran derrotados del desafío contra Mayweather, sólo quedaba pensar que una mezcla de velocidad, potencia, juego de pies y estilo unortodoxo podría descifrar la defensa del cotizado boxeador estadounidense. De la Hoya al enfrentarlo probó que un boxeador más grande con muy buen jab e instinto de campeón podría poner en dificultades a Floyd. ¿Y Canelo, o Guerrero, o Marquez, qué decir de Castillo? Eventualmente ninguno de ellos resultó ser la competencia que se esperaba.

Ante el desencanto de los fans, es decir de los que esperaban aquellos enfrentamientos para ver perder a Floyd, la cuestión de ponerlo en el ring con algún bravo guerrero se convirtió en un mega-negocio. Como él mismo lo ha dicho, llegar a la cima requiere que boxees con inteligencia tanto dentro como fuera del ring. Floyd esquiva y golpea y se desplaza de modo flotante también en la antesala de cada combate, de hecho, desde el 2006, lo hace también en el arreglo y la promoción misma de sus peleas, junto a su empresa Mayweather Promotions. 

Ante ayer, sábado 2 de mayo (2015), observamos en plena media noche la olvidable pelea que protagonizaron Pacquiao y Mayweather. Fue olvidable porque ganó Mayweather haciendo lo que siempre hace, aunque luciéndose algo menos que con otros oponentes. En cambio si Pacquiao ganaba, y sobre todo si imponía su voluntad en el ring, si sacudía a Floyd, si lo hacía lucir menos listo, más lento o simplemente si lo quebraba, aunque le ganara en puntos, la pelea habría sido histórica. Pero dado el desencanto generalizado del público y los internautas, entendimos que la pelea era para ver qué podía hacerle Pacquiao a Mayweather, en otras palabras, para ver si podía quitarle la pelea que ya creíamos en el bolsillo del americano. De modo que así las cosas, la pelotita estaba en la cancha del filipino, la expectativa tenía que ver mucho más con lo que él le podría hacer a su escurridizo rival que con la interrogante de lo que intentaría hacer este último. 

Y hubiera sido fantástico si la pelea se desarrollase en el ritmo que fue el combate entre Mayweather y DeMarcus Corley hace más de una década, una pelea que fue muy rápida e intensa desde el primer round, con algunos cruzados de derecha que movieron de su centro a Floyd en el inicio y varias caídas de Corley, quien no pudo sostener la vorágine de golpes de Floyd. Aquella oportunidad Floyd tenía 27 años, mientras que ayer contra Pacquiao contaba 11 años más. Que continúe boxeando a esta nivel de élite, en las bolsas más millonarias, dentro del evento más esperado y vendible del negocio, dice ya bastante de su calidad, de su resistencia y su actualidad. Sin embargo, la gente que se queja de su performance olvida que se trata de un boxeador de 38 años, y es como si esperaran que los años no pasen. Curiosamente, a veces olvidamos que Floyd también envejece, que sus cualidades, aunque todavía hoy bastante admirables, antes eran superiores, hablamos en términos de explosión, de estamina, capacidad de movimiento, de velocidad y algo incluso en los reflejos. 

A Roy Jones Jr, otra figura legendaria del tiempo moderno, lo noquearon cuando sus facultades disminuyeron y él fue uno de los últimos en notarlo. Floyd en cambio parece siempre muy consciente de lo que puede su cuerpo. Aquella pregunta que lanza Spinoza en su prodigioso libro Etica, (¿qué es lo que puede el cuerpo?) sería notablemente respondida hoy por Floyd. Y fue en base a lo que tiene, a lo que preserva en su físico y sus facultades, además de su experiencia e inteligencia, que armó una estrategia que hiciera predecible a Pacquiao sin ponerse a sí mismo en un lugar vulnerable. Se basó desde luego en toda la información que había adquirido de su rival, de primera y segunda mano. Claro que a mí también me hubiera gustado que Floyd peleara con mayor intensidad en algunos rounds, como en el quinto, cuando conectó una buena derecha abierta e hizo retroceder hasta las cuerdas al filipino. Hubo momentos en que parecía que soltaría una combinación, pero se detenía, hubiéramos deseado que use más su largo de brazo para mostrar supremacía en los golpes conectados.

A Floyd lo escuché después el domingo a la hora de almuerzo. La conferencia postfight se realizó en la madrugada en el MGM Las Vegas. Horas después, en un pequeño apartamento en Santa Cruz, estaba yo presenciando esa curiosa conferencia gracias a YouTube. Me llamó la atención el protagonismo que intentó tener el entrenador Fredy Roach en esta pelea, presente a todo momento y hablando incluso en esta oportunidad, mientras que Floyd Sr., el otro entrenador, no fue visto haciendo el mismo papel. Fue también notoria la mala manera en que Pacquiao intentó vender la idea de una revancha. Su equipo debió aconsejarle que hable de alguna razón que pueda dejar abierta la necesidad de una revancha, aunque luego de lo visto en esos 12 rounds no quedaran muchas preguntas y en cambio sí una neblina de desencanto y bronca. Pacquiao, acompañado por Bob Arum, presidente de Top Rank, insistió con creciente frecuencia que todo se debía a la lesión de su hombro derecho, que lo habría afectado desde el tercer round, impidiendo que lanze sus combinaciones y sea más agresivo y activo. Cuando Pacquiao hablaba de eso se lo vio patético, incluso dejó una pobre impresión de sí mismo como persona, ya no sólo como peleador. Por supuesto que Arum lo secundó en esa línea, y tuvo por ello que afrontar una pregunta con filo: "cómo se siente vender a 99.95 $us el derecho de ver una pelea (PPV) donde uno de los boxeadores está lastimado y luego explica que por ello no pudo pelear usando sus combinaciones". ¿Cómo puede ser tan cínico?, es lo que parecía decirle con otras palabras.  Arum, viejo zorro, se escudó señalando que todos los atletas acostumbran competir con alguna lesión o heridos de alguna manera, debido a los entrenamientos a los que se someten y que fue una lástima que la lesión de Pacquiao volviera a molestarle desde el tercer round. Pero todo ello se fue diluyendo cuando en ese momento apareció Floyd saludando a todos en la mesa ofreciéndoles la mano, y luego asumiendo el lugar del micrófono central para dirigirse al público. Desde ese momento Bob Arum le cedió la palabra, todo se congeló y él comenzó a dominar el ambiente, como si un ser climático hubiera invadido la habitación. 

Floyd se molestó cuando le consultaron sobre la cuestión de la lesión de Pacquiao como explicación posible al resultado de la pelea. Sin embargo se contuvo y mantuvo la calma, luego empezó a articular una respuesta que selló la cuestión: "yo he tenido muchas lesiones, tengo lastimados mis dos hombros y mis dos manos, pero siempre buscaré la forma de ganar". Lo que decía es que él no se habría escudado en una razón tal para no seguir buscando de todos modos la victoria, cosa que su rival pareció resignar. Por otro lado, Pacquiao lució como los equipos de Marcelo Bielsa en final de temporada, es decir sobre-entrenado, como si hubiera dejado lo mejor del picante en la preparación, no se vio que tenía cargada su arma para explotar y encimar a Floyd. Fue el americano quien lo tuvo a distancia desde el primer round y Pacquiao apenas logró conectar algunas izquierdas aisladas en el centro del ring. Quedamos en ascuas los que creímos que la straight left lead sería un arma peligrosísima del filipino, con ese salto y la manera impredecible de lanzarlo, como lo hizo contra De la Hoya.

Durante los días previos a la pelea me preguntaba por qué Floyd había postergado tanto la pelea, 5 o 6 años "on the making", como dicen los americanos. Le decían gallina pero ahora sabemos lo que estaba haciendo, dejó esta pelea que no consideraba la más riesgosa para el final, o casi el final, como un cupón de salida del deporte. De todo su hermetismo a la posibilidad de la pelea de repente apareció este año convencido de que la pelea debía realizarse ahora, no después, antes de que ambos se retiraran del deporte. Y como fue él mismo quien movió los hilos del primer encuentro, supuestamente en un encuentro casual en un partido de la NBA, y luego dirigió un encuentro formal para terminar de coordinar lo necesario, todo en persona, daba la impresión de que algo sabía, alguna nueva tranquilidad respecto del boxeador filipino le permitía saber un secreto. No era por todos sabido que Floyd había contratado a alguien del equipo de Pacquiao, el entrenador de fuerza del filipino, como una especie de activo valioso, pues sabía que su papel había sido importante en el equipo de Pacquiao.  En cierta forma llevárselo a su equipo le dio la ventaja de tener a un informante, alguien que conocía de la constitución física de Pacquiao y de su formidable fuerza. 

ANTICIPACIÓN

La pelea entre estos dos colosos del boxeo mundial representaba un interesante curso acelerado en términos de estilo para los que estudiamos las formas de combate. Pacquiao me gustaba porque representa muchos atributos que Bruce Lee y su amigo Uyehara resaltan en su libro Método de Combate, como propios del Jeet Kune Do (la guardia natural, la movilidad, el uso de la mano adelantada, el uso de la línea central al golpear, el ritmo roto al atacar...). De esta forma o disposición de pensar, que Bruce Lee llamó JKD, podemos resaltar la patada de parada o el golpe interceptor. Anoche Floyd, que en los papeles debía ser el menos parecido a Bruce, terminó utilizando el concepto de la interceptación como arma central. Se trataba de anticipar con la derecha recta el momento en que Pacquiao quisiera iniciar una ráfaga de ataque. De esa forma ocupó la línea del centro efectivamente. Con mucha precisión, Floyd grabó su puño derecho en el rostro del filipino en varias ocasiones, y lo hizo justo para romper el rítmo de Pacquiao, lo cortaba en la preparación de su ataque, y esa, pocos lo saben, es una forma de pericia en cuanto a defensa que sólo dominan los maestros: interceptar está un paso más arriba de bloquear y de esquivar. Floyd nos mostró cómo se hace eso esta noche, además que despejó mis dudas sobre el shoulder roll frente a un zurdo de esa clase de actividad (busy fighter). Poco o nada se vio el shoulder roll, pues contra las cuerdas Floyd usó la cintura decididamente cayendo por fuera de la mano izquierda de Pacquiao y amarrando frecuentemente; sobre todo Floyd buscó establecerse en el centro del ring, confiando  mucho en el traspaso de peso a su pierna retrasada, cambiando la forma de posicionar sus guantes en la posición de guardía, usando el jab de manera sólida, moviéndose aquí y allá para que Pacquiao no pudiera fijarse ni asentar su peso decididamente en la pierna delantera para saltar al ataque. En suma, gran parte de su defensa consistió en mantener pensativo al filipino, que nunca se había enfrentado a un puzzle tal.

Roy Jones Jr en ringside debió quedar sorprendido por la manera en que Floyd manejó y congeló la pelea. En ningún momento dejó que tuviera las señas de una guerra, ni siquiera en cuanto a los comentarios que salían de su campus en los meses previos. Parte de su estrategia fue la absoluta serenidad y frialdad, se vio así en el pesaje y luego en el face to face en el ring. Floyd era todo control, sabía que poner a Pacquiao en el lugar de una batalla por el honor sólo podría motivarlo, prefería que el olor de la pelea se vendiera por sí misma, con la frialdad de un pasillo de hospital público en pleno invierno. Y decíamos que Roy se habría sorprendido porque creía que Pacquiao haría más para sacar a Floyd de ese estilo limpio y lujoso que muestra siempre. ¿Acaso Roy no podría haber hecho algo así en su pelea con Tarver aquel 15 de mayo del 2004? Roy dejó a Tarver jugar el toma y daka fuera del ring, incluso en la sala de conferencia, consumido en la dialéctica verbal, de esa manera Tarver ponía fuera de su zona cómoda a Roy, impulsándolo a creer que esa pelea era personal. De algún modo, con insistencia, el zurdo Tarver se metió en la cabeza de Roy, y fue parte de ello una razón para que Roy tomara un riesgo e intentara combinar un cross de izquierda en mala posición cuando Tarver parecía arroparse en modalidad defensiva. Fue un quiebre de tiempo del zurdo de Tampa, Florida, que sorprendió a Roy en un momento en el que le hizo creer que solo se defendería. Roy corrió el riesgo y pagó el precio de ver finalizada su era de predominio, nunca más sería el mismo ni tendría la misma aura. Floyd tomaría el relevo al siguiente fin de semana, justamente contra DeMarcus Corley. 

Floyd estudió seguramente algunos errores que no deseaba cometer contra un zurdo agresivo y veloz, con mucho volumen de golpeo y facilidad para variar ángulos en sus ataques. Uno de los videos que estudió tiene que haber sido aquella infame revancha de Jones con Tarver. ¿Y Hagler contra Sugar Ray Leonard?, seguro que sí, Sugar parecía de la edad de Mayweather aquella noche histórica, tenía mucha movilidad, y Floyd parecía recordarnos que su juego de pies haría algo nunca visto. Y así fue que Mayweather, por precaución, decidió afectar a Pacquiao de falta de acción, llevándolo a una pelea de segundos pensamientos, con dudas y precauciones antes de subir puntaje con algún golpe de autoridad. Confirmábamos entonces que Floyd había buscado que se haga esta pelea porque ya sabía cómo podía vencer a Pacquiao; hay en todo esto algo de Cossa Nostra, como si en su equipo hubieran concebido este plan de desarrollo desde hacía un buen tiempo. Floyd dejó que la bolsa de la pelea suba con los años, que Manny desmejorara o al menos se ralentizara un poco, y tuvo que encontrar seguridad para la perfecta estrategia al enfrentarlo. Cuando Mayweather lo arregló todo para que la pelea se hiciera realidad, quedaba la duda de si ya había decidido cómo pelear y sabía de antemano qué debía hacer para imponerse al estilo feroz y vulnerable del filipino. Presentía que ya lo tenía descifrado, y que sólo por ello aceptó hacer la pelea en este momento. Roy Jones Jr aceptó pelear con Tarver cuando salía del juego, a sus 35 años, peor aún, cuando ya había dado el paso decisivo hacia los pesos pesados, de modo que retornar a semipesados para enfrentarlo con sus capacidades disminuidas fue un error táctico imperdonable para un hombre que siempre fue más listo que el negocio del boxeo. Pero Mayweather, aunque en apariencia hacía algo arriesgado en el crepúsculo de su carrera, no iba a cometer el mismo error, ya tenía definido lo que debía hacer para vencer esa pelea. Después de todo, aunque pocos hablaron de ello en la previa, Mayweather era más alto, tenía ventaja de alcance de brazos y era naturalmente el peleador más grande en la categoría welter.

La pelea
No deja de ser admirable la manera en que Floyd impone sus condiciones, tanto fuera como dentro del ring. A Manny se lo veía mayormente sonriente en la transmisión, incluso desde el camerín, paseando como victorioso, esperando en el ring que comience la pelea sintiéndose parte de una celebración, como si para él estar ahí fuese una especie de gran victoria; la idea de haber sido un niño pobre en Filipinas y ahora tener una fortuna procurada para su vida y los suyos lo reconfortaba, y ese escenario era de ensueño, ser protagonista de la pelea lo arropaba, lo cobijaba en un sueño maravilloso, por eso sería que se lo veía con cara de inocente. Después de muchos años de haber sido duro en las negociaciones, finalmente Floyd quiso hablar cara a cara con él, mirándolo a los ojos, y convencerlo de que el trato 60-40 era el justo, pues Mayweather era el invicto, el rey pound for pound, el hombre que hacía dinero. Manny aceptó, el ocupó el lugar de peleador B, y desde ese momento, en esas condiciones, Floyd comenzó a mandar en el combate. Floyd no es sólo un superdotado técnica y físicamente, su agilidad mental lo ha llevado a desarrollarse como productor de su propio espacio de exposición, algo que bien podríamos hacer también los escritores que dependemos de editoriales que no hacen bien su trabajo en la mayoría de los casos. De modo que Floyd fue imponiendo su voluntad desde el principio, Manny no le dio la importancia, incluso afirmó que le gustaba ser el underdog, una posición que rara vez ocupaba desde hace años. Manny llegó a la pelea como aquel que tiene todo para ganar y poco que perder, alguien a quien la pelea le ha caído como regalo, es una especie de colado a una fiesta de matrimonio, no teniendo nada que ver con ese resultado se aprovecha y divierte en todo lo posible conociendo a los invitados y saboreando los platos. 

La insistencia en el documental Inside Mayweather vs Pacquiao, producido por Showtime, fue en que la pelea se llevó a cabo gracias a Floyd. Su gestión, y el cambio de perfil de su ego para acercarse a Pacquiao en persona, hicieron posible que todo fuera casi como él lo quería. (180 millones de dólares la cifra para él, nada mal). En el ring no fue muy diferente, se peleó a la distancia que él mandaba, que siempre era la larga, y contados momentos la media. Se vio a un Manny amarrado, como inhibido ante la grandeza del evento, totalmente disminuido respecto de lo que siempre ha mostrado, lanzando golpes de modo raquítico para sus estadísticas usuales. Se cansó de fallar, se cansó de perseguir a Floyd, se aburrió de ser abrazado, y debió haberse sentido irritado cuando se fueron sumando esos golpes de látigo como piqueteos al rostro, fueran estos el jab o las derechas rectas que lo interrumpían en su avance. Con maestría Floyd se ocupó bien de hacer el juego del boxeador contra el noqueador, el cual consiste en mantenerlo a raya y golpearlo con golpes simples a distancia, buscar el cuerpo con dureza, usar mucha finta, mientras el desplazamiento de los pies se utiliza como un arma más. 

Sin embargo, como este artículo no desea ser un mero elogio al boxeo de Floyd, debemos colocar un asunto que lo pone en perspectiva. Tiene que ver con la percepción generalizada que se tiene del boxeo: un deporte viril. Y viril se entiende como riesgo, hombría como falta de miedo, primacía de la fuerza y el instinto por sobre la belleza y lo estético y lo blando. Se espera sangre de una pelea que cuesta tanto, se desea que los contendientes se muevan el cerebro intercambiando bombas que los tambaleen, y mientras más resistan y alarguen ese drama en varios rounds se considerará más emotiva y excitante una pelea. En tal caso, los espectadores usan a los boxeadores, que son pagados para hacer lo que hacen. Pero existe otro formato, en el que el boxeador entiende este juego y se dedica más bien a usar a los espectadores para convertirse en millonario. Floyd es en esto como Muhammad Ali, valga aquí la comparación, y es que Muhammad, después de vencer a Liston y convertirse al Islam, dijo que no sería el campeón que todos querían que sea, sino que sería el campeón que él quería ser. Con el tiempo Muhammad se llamó el campeón de la gente, fue en 1971 para promocionar la necesidad de una pelea con Frazier, cuando ambos estaban invictos y él salía recién de su prohibición para pelear por negarse a engrosar las filas del ejército. En ese punto Ali dependió de su popularidad, pero siendo más joven, en 1964, habló como todo joven irresponsable que no comprende mucho de todo pero que habla como si lo hiciera. Su deseo de ser el campeón que quería ser se cumplió, eventualmente a la gente le encantó esa forma de ser un campeón, un rey bocón que se reunía con la reina de Inglaterra o con presidentes de los países que visitaba, y que era recibido por Los Beatles o enviado en comisiones de paz y ayuda a África. Ali fue un boxeador tan grande que trascendió el deporte del boxeo, su causa era humanitaria. Floyd en cambio parece ser todo en torno a sí mismo, habla mucho de la importancia de la familia, de la lealtad, no sabemos bien qué piensa de la familia ni qué es exactamente esa categoría doméstica para él, sólo sabemos que cuando alguien dice familia inmediatamente se cree que ha dicho algo bueno moralmente. El caso es que Floyd se dedicó también a ser el campeón que él quería ser, y cuando quería salir a arriesgar un poco lo hacía, y cuando se conformaba con mostrar que no podía ser vencido lo hacía con la misma convicción. La estrategia de la gallina que tanto le han criticado le ha permitido construir su colchón económico y con el mínimo de castigo recibido, como es su lema. 48-0 es su record, lo cual muestra su conocimiento de las reglas y de las maneras en que puntúan los jueces. Pero como un hombre, como un guerrero, no se ha logrado imponer a sus rivales en la forma de dominarlos a todos. Ha dejado inconforme a más de uno, como por ejemplo a Maidana, que se siente vencedor, o al mismo Pacquiao, a quien venció en puntos pero no derrotó, no le hizo sentir superioridad, y en cambio dejó la sensación de que el combate estaba abierto, neutralizado, pero no decidido. 

En la tradición de las artes marciales, y muy particularmente, en la mentalidad de los Gracies, tan instalados hoy en día en USA, lo que importa en un combate no es ganar a los puntos sino finalizar a tu oponente. Vencer significa hacer que el otro desista, hacerlo someterse a tu voluntad, doblegarlo, y que no quede duda de que eres superior, o en ese caso, de que el arte que practicas es superior al suyo. Pero Floyd no cree en eso, aprendió con el tiempo que puede vencer y mantenerse en el pico del deporte sin pisar tan hondo, que puede deslizarse un poco más cómodamente en la pista delgada de la distancia larga, in and out, and then move, y que su velocidad, timing y su manejo general del cuadrilátero le terminarán por dar la ventaja. Su forma de ganar es no dejar hacer al otro peleador la pelea que vino a hacer, y asegurarse de que todo se lleve de acuerdo a sus planes, o lo más cercanamente posible. El box es un deporte, no una batalla por el honor, no es una guerra a muerte, ni un desafío marcial, es simplemente un deporte más, muy rudo, brutal a la larga, pero deporte, con sus reglas, sus formas de puntuación, sus licencias y sus protecciones, tiene demasiada intermediación, no sólo un juez que interviene a todo momento, también una comisión de jueces exteriores, y además un público que influye en el clima y las decisiones. Ante todo ello, como buen boxeador contracultural que es, Mayweather congela la acción, no se deja arrastrar por la vorágine de un público famélico y babeante que desea ver sangre y heridas, sufrimiento y drama en el ring. Es cierto, como a muchos, no me gusta personalmente que se conforme con administrar los rounds en base a los puntos que logra con golpes simples y haciendo fallar, me interesa mucho más cuando busca imponerse, como cuando peleó contra Hatton, o contra Gatti, o la manera en que revirtió las cosas contra Cotto o contra Zab Judah. Pero contra Pacquiao fue indiferente frente a la historia, no actuó para ser registrado en la envergadura de una colisión como esa. Ahora nadie hablará de su pelea con Pacquiao relacionándola con choques del tipo Ali-Frazier, y es porque no hubo competitividad, no hubo suficiente rivalidad ni chispas entre los estilos. Mayweather se encargó de que todo se definiera del modo más tranquilo y seguro, sin meter demasiado los pies al agua, caminando de puntitas, casi flotando, como Jesús al bajarse de las barcas, deslizándose, creyéndose el milagro en persona. No es poco lo que ha logrado, cuando comienza a explicarse verbalmente sobre lo que hace incluso te sobrecoge un poco, es una mente muy avanzada. Habla del dinero como si fuera un adicto al dinero, pero a veces me parece que tiene una subterraneidad bastante poblada y construida, y que entiende muy bien que al deslizarse en el mundo de élite del negocio del boxeo, el lenguaje atrayente a utilizar es el dinero, es su manea de flotar, aunque sus prioridades se encuentren en otra parte, y en verdad sus motivaciones sean completamente otras. 



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