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martes, 17 de enero de 2012

La bella Plaza de Santa Cruz de la Sierra (I)

Santa Cruz de la Sierra debe tener la plaza principal más hermosa del país, la Plaza 24 de Septiembre. No es sólo por el hecho de que quizás sea la más amplia, o esté muy poblada de frondosos árboles, y de mujeres bellas que la recorren a todas horas, sino principalmente por su clima, por la onda descontraída, ligera y desenfadada que transmite. Es realmente un lugar para relajarse, en ella no hay lugar para los formalismos, ni los más mínimos autoritarismos. Pero si buscamos un contraste para explicarnos mejor tenemos que referirnos a la Plaza Murillo de La Paz, justamente lo opuesto por su aire más solemne, por su formalidad, su aire cívico, y hasta algo artificial, que hace de su visita una cuestión más turística; basta con ver a los guardias parados en una vereda al frente, imponiendo una presencia autoritaria y unas caras con muecas en el horizonte, o estar a la hora del medio día cuando hacen parar a todos para entonar el himno nacional, y uno tendrá clara idea de las diferencias; ésta es la plaza referente de La Paz, y no le hace mucho bien que al frente se encuentre el edificio donde Senadores y diputados maquinan sus movidas y sus retardos.

Una plaza principal debe dar muestra del estado de ánimo de la ciudad y de su gente. Y así sucede con la plaza cruceña. Se dice y con razón que Santa Cruz es una ciudad peligrosa, sobre todo por la noche, y que está afectada por la violencia en sus zonas más alejadas. Pero si se podría pintar la otra cara de la ciudad sería retratando su aspecto relajante, que lo dibujamos a partir de la enorme Plaza 24 de Septiembre, un lugar de reposo, de socialización, de encuentro, de chequeo; la oportunidad de tomar unos jugos de coco o de copoazú y sacudirse del trabajo por unos minutos. Apostado en uno de sus rincones uno verá a los niños correr libremente, a las colegialas cuchichear por aquí y por allá, además de gentes de todas las edades sentadas en sus banquetas, y a la vista algunos de los mejores pubs a los alrededores. Del día a la noche una hilera de bellas mujeres de todas las edades circulan vestidas con soleras y faldas, o ataviadas con elegantes vestidos que hacen respirar una época pasada. Dos de sus calles están cerradas, a manera de espacios peatonales, y ninguno de los micros del transporte público llega hasta la plaza, además de que nunca se ve invadida por marchistas ni bloqueadores, de modo que cuando uno se interna en la plaza tiene la garantía de encontrar tranquilidad. Incluso los ocasionales huelguistas que se apostan en el lado de la calle Ayacucho no interfieren con la vida de la Plaza, por lo general tienen una manera más pacífica de protesta.

Fotos cortesía Andrés Graf

Si Nueva York es llamada "La gran manzana", Santa Cruz debería llamarse "la gran cebolla". No es un gran invento ni nada por el estilo, es simplemente una imagen. Santa Cruz es una ciudad planificada en anillos, es una ciudad circular, y dado que el pensamiento tiene una cualidad temporal y otra espacial, la manera de pensar de los lugareños es distinta; el pensamiento es circular, cada anillo es como una capa, y en el fondo la ciudad toda es una gran cebolla. A pesar de que la idea general sean los círculos, me da la sensación de que Santa Cruz es una ciudad sin centro. No importa donde estés, tu ubicación no es respecto del centro sino del anillo en el que encuentras, y dónde puedes llegar si cruzas de uno a otro o si recorres todo el anillo hasta el otro lado. Es muy difícil para los cruceños concebir la idea de un Estado que puede influir sobre sus decisiones. El Estado es una instancia que por naturaleza quiere monopolizar el poder, y centraliza, pero para los que viven sin noción de centro el Estado sólo puede ser aceptado mientras no interfiera con su forma de vivir y de progresar ya determinada. Después de todo, como lo ha hecho notar El Deber en editoriales pasadas, Santa Cruz no ha necesitado de la ayuda del gobierno para progresar y convertirse en un motor de desarrollo para todo el país, así que lo menos que se esperaría es que no la estorben ahora, que se encuentra con el motor a toda marcha y el único límite es el cielo.




Santa Cruz está llena de gatos, que son útiles para espantar a los ratones en la casa. Por otro lado, pocas ciudades deben tener tal cantidad de lugares de comida donde se sirve pollo. ¡Cuánto pollo! Pollo hasta por los codos. Alimentarse es un arte, aunque una gran mayoría en esta ciudad es devota a la comida rápida. Esa la otra característica. Santa Cruz es una ciudad donde se piensa circularmente, y además se piensa rápido. Fast thinking. Esto no quiere decir que los que pueblan esta tierra sean necesariamente menos afectos a la filosofía y el trabajo intelectual, sino simplemente que manejan el pensamiento a otras velocidades. Es cierto que la calor redefine todos los hábitos de un escritor, de modo que filósofos e intelectuales no se ven más que escasos; lo que sí se verá son novelistas, comentadores y hasta ensayistas pocos. En cuanto a artistas Santa Cruz no tiene nada que envidiar a otras ciudades, como por ejemplo Juan Bustillos, gran escultor que dirige Manzana Uno, o el pintor Tito Kuramoto, de origen japonés pero más camba que ninguno, entre otros.

Primera tongada, tengo que irme, el calor azota.

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