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lunes, 16 de abril de 2012

BRUCE LEE Y GILLES DELEUZE, UNA SECRETA AMISTAD


 
BRUCE LEE

 Amistad tripartita

En un pasaje de una de sus novelas más elogiadas, mi amigo el escritor chaqueño Jesús Urzagasti escribe: “Los muertos que no se conocieron en vida, traban amistad en el más allá, pero sus aventuras no están vedadas. Y en buena hora. Mis amigos muertos proceden de mundos dispares, algunos de ellos ni siquiera cruzaron un saludo y en la mayoría de los casos el uno no supo de la existencia del otro. […] Sin embargo, los muertos que están destinados a no conocerse en vida, delegan el papel de intermediarios a un montón de personas. Una del montón soy yo”. [1]

Tengo dos amigos que son parte de la tribu que me habita, de las fuerzas que me animan y de las voces que hablan en mi escritura. Uno vivió en Francia casi toda su vida, el otro estuvo mixturando su percepción entre la rigidez de las tradiciones chinas y la pragmática visión de vida que tienen los norteamericanos. Uno en la filosofía occidental, el otro en las artes marciales orientales, cada uno le habrío ventanas de liberación a su campo, hasta llegar al punto de que sus creaciones trazaran poderosas líneas de fuga y renovación para sus artes. 
Filosofía y artes marciales. Aunque vivieron en la misma época, y es casi seguro que no se conocieron (ninguno de los dos nombra al otro en sus escritos), ni tampoco pudieron leerse mutuamente, pues mientras uno comenzaba a hacerse más notorio, allá por el 72 con El AntiEdipo, el otro moría un año después en circunstancias misteriosas, haciendo de Operación Dragón una película póstuma. Pero su afinidad ya había comenzado a partir de un filósofo que los afectó por igual: ambos fueron fervientes lectores de Baruch Espinoza. (Cabe apuntar que la filosofía oriental siempre le interesó a Gilles Deleuze, basta con darle una leída a Lógica del sentido, y que Bruce Lee estudió filosofía en la Universidad de San Francisco, aunque no terminó la carrera).

GILLES DELEUZE
 Hoy por hoy los dos se han ido, muchas de las bellas imágenes que tenían del mundo se fueron con ellos, pero muchas otras nos fueron legadas a través de sus libros, de sus estudiantes y amigos y de algunas raras entrevistas que quedaron grabadas. Se fueron, por lo menos en lo que atañe a su forma orgánica, pero en realidad se quedaron, porque no han dejado de trazarle sus rutas de salida a la vida ahí donde está comprimida, aprisionada por las formas, los sistemas, las líneas segmentarias, los sujetos o las rutinas. Nada que interpretar, ambos son una provocación para que desencadenemos experimentaciones con nosotros mismos. 

Sus nombres propios designan  mucho más que la historia o la biografía de un personaje; más bien son la cifra de una multiplicidad de encuentros y devenires que siguen pasando a través de ellos. Ellos son Bruce Lee y Gilles Deleuze, y las aventuras que han debido tenerlos por protagonistas en el más allá no nos han sido vedadas, en buena hora, y si es que por algún capricho aún no hubieran podido juntarse, en este caso es el que escribe una de esas personas privilegiadas que a través del mundo de los conceptos se conoció con ambos e intuyó desde el principio que hubieran sido grandes amigos. Soy por tanto en esta ocasión uno entre el montón que puede hacer las funciones de intermediario para hilar lo que no ha alcanzó a tejerse en vida. Esta es, ante todo, una cuestión de amistad y de agradecimiento.

El mejor libro que existe para comprender la filosofía del Jeet Kune Do, la creación de Bruce Lee

 El cuerpo
¿De qué servirían las artes marciales y la filosofía si no fueran un vehículo a través del cual el ser humano pudiera expresarse honesta e integralmente a sí mismo? Bruce decía las cosas simple. Ahí donde Deleuze dice “aprendan a hacerse un cuerpo sin órganos”, Bruce dice: “vacía tu copa”. (A parte de Antonin Artaud, el taoísmo es la referencia de ambos). Y vaciar tu copa significa que no puedes expresarte realmente a ti mismo hasta que no te hayas deshecho de tus certezas, de lo que ya sabes, de tus prejuicios, de los conceptos que tienes y a través de los cuales quieres hacer encajar el flujo puro de la vida. Un escritor, un pintor, un filósofo, no se enfrentan con una página ni con un lienzo en blanco, pues incluso ellos mismos están ya rayados de antemano por una serie de líneas que los amarran y de las cuales tienen que liberarse. Hay una organización de su organismo que tienen que hacer saltar antes de que lo nuevo pueda brotar. “¿Cómo hacer para escribir si no es sobre lo que no se sabe, o lo que se sabe mal? Es acerca de esto, necesariamente, que imaginamos tener algo que decir. Sólo escribimos en la extremidad de nuestro saber, en ese punto extremo que separa nuestro saber y nuestra ignorancia, y que hace pasar el uno dentro de la otra”.[2]

Bruce practicando una patada de intercepción
Pero está bien, son ideas, son ideas mi amigo, no perdamos mucho tiempo en eso. No te concentres demasiado en el dedo o te perderás toda la gloriosa majestuosidad de la luna hacia la que está apuntando. El pensamiento tiene que ser algo muy práctico, porque está al servicio de la vida, nunca al revés. Respecto del cuerpo, Baruch Spinoza hace una poderosa afirmación en contra el dualismo cartesiano: “nadie sabe de lo que es capaz el cuerpo”. (Jesús Urzagasti lo dice en forma más bella: "aunque tú no sepas, tu cuerpo sabe). ¿Cómo llevar este interés a las artes marciales? Bruce Lee lo pone así: antes que la preferencia por un estilo de combate u otro, antes que la adhesión a un sistema o a una doctrina, el ser humano comprometido con su propio desarrollo debe preocuparse por conocer qué es lo que puede su cuerpo, ¿de qué afectos es capaz, cuáles son sus poderes de ser afectado? 

GILLES-DELEUZE-RIZOMA
Bruce Lee retoma esta batalla contra el dualismo cuerpo-alma, y la lleva a la aplicación de una pedagogía en las artes marciales.“No enseño nada, sólo puedo ayudarte a explorarte a ti mismo”, aclara a sus estudiantes. Esto no consiste en preguntarse ¿quién soy yo?, sino en cuestiones funcionales: ¿qué funciona mejor para mí?, ¿qué puede mi cuerpo?, ¿qué está en la potencia de mi cuerpo? Helio Gracie se hace esta pregunta y modifica el jiu jitsu más rústico que habían aprendido sus hermanos de un japonéz. ¡Gracie Jiu Jitsu! Bruce escribe en un pasaje de sus miles de folios de apuntes acumulados –difundidos por John Little–: “La utilidad de una copa está en su vacío, y lo mismo puede decirse de un artista marcial que no tiene forma, y que en consecuencia carece de estilo, puesto que no tiene juicios preconcebidos respecto al combate, ni a favor ni en contra. En consecuencia él es fluido, adaptable, y capaz de trascender la dualidad y llegar a la totalidad última”.

La no-forma
Toda la lucha de Deleuze contra la trascendencia se llevó a la práctica en la vida de Bruce Lee: “experimenten, no descarten lo que no conocen, tomen de los otros sistemas lo que les sea útil, pero sin dejar que este sistema restringa su libre investigación”. 

 Deleuze hubiera dicho: AGENCIEN. Agenciar=extraer elementos de campos heterogéneos para hacerlos co-funcionar. Hacer rizoma. Parafraseando a Bob Dylan, el artista tiene que cuidarse de no creer nunca que ya ha llegado a un lugar, sino estar consciente de que está continuamente convirtiéndose en algo, becoming, estado de devenir, algo siempre inacabado, sin forma. Pero he aquí una distinción: no es lo mismo no tener forma que tener la no-forma. Devenir es lo segundo. “Aprende la forma, obedece la forma, y luego trasciende la forma”.[3] Tener un no-estilo, aprender a utilizar todos los caminos sin estar limitado por uno. No acumular ni evolucionar, mas bien devenir, involuir, hacerse más simple y económico. Estar siempre inacabado, como este texto que no se cierra aquí. 



Jorge Luna Ortuño

Enlaces de interés:


La filosofía del Dragón



[1] Jesús Urzagasti, De la ventana al parque, pp. 10-11.
[2] Gilles Deleuze en el Prefacio a Diferencia y repetición.
[3] Bruce Lee, El Tao del Jeet Kune Do.

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