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miércoles, 18 de abril de 2012

DESOBEDIENCIA CIVIL PARA INTERVENIR CONTRA LA INJUSTICIA




 Indaguemos brevemente en dos conceptos, el de intervención y el de desobediencia civil. No se trata de una cuestión lúdica, al revés, es el constante estado de conflicto que vive el país el que debe forzarnos a pensarlo. La idea es trabajarlos en conjunto para hacer la pregunta: ¿cómo se puede hacer en pleno siglo XXI para que la desobediencia civil sea un arma efectiva de intervención del campo social boliviano?


Intervenir es ejecutar una acción, individual o colectiva, que produzca efectos reales, que perturbe, que reordene, logrando así renovar el campo de posibilidades de una situación.

Desobediencia civil es una idea postulada por el filósofo naturalista Henry David Thoreau (1817-1862) en su famoso ensayo del mismo nombre, escrito después de que lo encarcelaran por haberse negado a pagar los impuestos; la razón es que se oponía a las leyes de Massachusetts que promovían la persecución de esclavos y la guerra a México. El resultado es un ensayo poderoso, lleno de fuego y de paz interior, al punto que su lectura hace retumbar la voz resuelta de un hombre pacífico que ha transformado sus ideas en un hacha envuelta en llamas. Verdadero alimento para leones…

A lo largo de la historia la resistencia contra la injusticia ha adquirido muchas formas, las Guerras Civiles, la Revolución Francesa, el movimiento en Cuba, Mayo del 68, nuestro Octubre Negro…, con millones de ciudadanos saltando a las calles en defensa de sus derechos. Aquí las movilizaciones son prácticamente una cuestión cultural –parte del exotismo de vivir en Bolivia– casi una forma de empleo para algunos sectores. Pero cabe preguntarse ¿cuántos en ésta historia han sabido defender esos derechos con la integridad y visión de Henry David Thoreau? Pocos, muy pocos. Antes sólo Jesús de Nazareth, con aquella sentencia que invita a ofrecer la otra mejilla a aquel que fue agresor. Thoreau le declaró una guerra silenciosa al Estado, aunque estaba dispuesto a servirse de él a su manera, una vez que sus grotescas medidas le habían hecho perder todo el respeto que le merecía. 


Desobediencia civil es un concepto que pertenece a un linaje minoritario dentro del pensamiento, pero a Thoreau no le importaban las minorías ni las mayorías, pues nunca ha sido el número de simpatizantes de una idea el criterio para medir la veracidad de la misma. Sólo le importaba la labor del hombre consecuente con su hombría, es decir con su honor; y del individuo consecuente con su individualidad, “porque no importa lo pequeño que parezca el comienzo: lo que se hace bien una vez, está hecho para siempre”.

El notable político hindú Mohandas Gandhi (1869-1948) –que tomó la antorcha encendida por Thoreau y la aplicó en su lucha por liberar a la India del imperio británico–, solía decir: “no importa que un solo hombre tenga una idea verdadera, ese hombre ya es una mayoría”. En la India esto se conoce como el satyagraha, que significa “tener firmeza en la verdad”, promueve una actitud de lucha no-violenta contra la injusticia. Gandhi aplicó la desobediencia civil en conjunción con el ahimsa, que es la doctrina de la no-violencia. Es un error creer que Gandhi promovió la resistencia pasiva, como algunos entienden, puesto que toda movilización con capacidad para intervenir un campo social demanda una resistencia activa y provocativa. No-violencia no significa pasividad. La idea básica era la desobediencia, Gandhi lo entendió, no se podía chocar frontalmente contra un enemigo poderoso, pero era posible, al menos, no-cooperarle. La experiencia que tuvo a Gandhi al frente es el mejor ejemplo de cómo se puede hacer de la desobediencia civil una fuerza con poder de intervención. 
La intervención consiste en mostrarse firmes en lo que es justo, induciendo en ocasiones al Estado a que cometa errores de juicio, abusos de poder, medidas descalificables, y estar dispuestos a sufrirlas. ¿No residió aquí la fuerza de la XVII Marcha por el TIPNIS, después de aquella deplorable intervención de la policía? En aikido nunca se agrede, simplemente se encauza la fuerza del agresor en contra de sí mismo para restaurar el cauce natural de las energías. En política debería atenderse más a esta filosofía de la resistencia.  










Pero no sirve de nada ganar una batalla que nos ha obligado a incurrir en las mismas medidas deplorables de los subyugadores. “Antes que el respeto por la ley se encuentra el respeto por lo que es correcto”. Jesús mismo nos ha enseñado a no obedecer las leyes que contrarían nuestro corazón. 

El hombre no es una arcilla, nos es una fuerza bruta ni una máquina del Estado; el hombre debe servir al Estado, pero no sólo con su cuerpo, sino principalmente con su consciencia, y por ello, dada la naturaleza monopolizante del Estado democrático, la mayor parte del tiempo deberá resistirle. Thoreau escribe con algunos gritos. “Cuando un Estado es injusto ningún hombre podrá asociarse con él sin humillarse al mismo tiempo”. “Todos los hombres aceptan el derecho a la revolución, o sea, el derecho a negar lealtad y a resistir al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia son grandes e intolerables. Pero casi todos dicen que éste aún no es el caso”. Que no vacile el espíritu, que estén atentos los ojos y templada la inteligencia cuando llegue el momento de actuar como se hizo con dos figuras repudiables: Gonzalo Sánchez de Lozada y Sánchez Versain. Es en la resistencia que un hombre se conoce a sí mismo. Ninguna revolución verdadera puede ser administrada por un Estado. ésta debe partir de los hombres que resisten con su consciencia. Es cierto, no venimos al mundo para hacer  revoluciones, sino para vivir de la mejor manera posible dentro de lo que existe, pero cuídese cada uno de no propagar lo negativo con su pasividad. 
La clase media ha sido educada para rendir honores a la seguridad. Un hombre de terno y corbata bien puede atravesar la plaza principal por sobre las víctimas que ha dejado una movilización social, teniendo el cuidado de no ensuciar sus zapatos, todo con tal de llegar a tiempo a marcar tarjeta en su trabajo. Thoreau es contundente: “Aquellos que, mientras desaprueban el carácter y las medidas de un gobierno, le prestan su lealtad y su apoyo, son indudablemente sus partidarios más conscientes y, por lo tanto, a menudo se convierten en los más serios obstáculos para realizar reformas. Algunos piden al Estado que disuelva la Unión, que desatienda las solicitudes del presidente. ¿Por qué, entonces, no la disuelven ellos mismos -la unión entre ellos mismos y el Estado- y se niegan a pagar sus impuestos al tesoro? ¿Acaso no están ellos en la misma relación con el Estado que el Estado con la Unión? ¿Y acaso las razones que impiden al Estado resistir la Unión no son las mismas que les impiden resistir al Estado?”
¿No es esta relación hipócrita la que tienen la mayoría de los bolivianos con el Estado Plurinacional? Marcelo Quiroga no se equivocaba al identificar la dejadez y el conformismo de una clase social como un tema decisivo. No es solamente la clase media, a muy poca gente le interesa resistir a la injusticia con consciencia, a no ser que toque sus propios intereses. Ya es hora de desobedecer colectivamente. Dejar de financiar a un gobierno que no logra asegurarnos las mínimas condiciones para vivir como la gente en este país. El campesino, el obrero, el cura, el micrero, el ropavejero, el médico, el profesor, el policía, están todos cortados por la misma cuchilla, a la hora de resistir patinan en la misma ciénaga, son todos seres tumultuosos y egoístas, que anteponen el bien personal o de clase por sobre el bien común. 

Camilla Vallejo, bella mujer de fuerte espíritu
Ayer, lunes 16 de abril, en las movilizaciones de los sectores de salud en Santa Cruz de la Sierra (BOL), enfrentados con  los grupos de choque del MAS, una mujer de mediana edad recibió una terrible pedrada que le fracturó el cráneo y la nariz. Ni un mes ha pasado de la famosa Semana Santa, de la moral hipócrita en un país que se dice mayoritariamente católico. ¿Acaso resistir no es más que animarse a tirar la primera piedra? 


Consigue un poco de paz mental y armonía interior, y no esperes que el gobierno te procure esos elementos centrales para la vida.  Surfea, escucha un tema de Bob Marley, controla tu respuesta hacia el estímulo externo, ponle un poco más de amor al cemento de tus decisiones, amor, amor Ché.

Jorge Luna Ortuño



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