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miércoles, 17 de julio de 2013

BRASIL VENCE A ESPAÑA Y SELLA SU TRAMPOLÍN




Maracaná remodelado, repleto, domingo por la tarde, panorama colorido. Himno cantado apasionadamente. Brasil frente a España. Durante todo el torneo de la Copa Confederaciones se habló de la final deseada para todos: Brasil vs. España. Lo deseaban tanto los hinchas de cada selección como los organizadores y la FIFA. A pesar de que Uruguay e Italia jugaron sendos partidos de semifinales para evitar la consumación de ese deseo, al final se dio nomas. 

El director de la revista As de España decía que la diferencia estaba en que Brasil abandonó sus raíces de juego bonito para asumir un juego más a la europea. Mientras que España hizo lo opuesto, dejó de lado la idea de juego de furia, para tomar el relevo del juego bonito. Entonces, el mérito de España habría sido perseverar en el cuidado de la forma de jugar, mantener la belleza como un camino posible a la eficacia. 

Los comentaristas en los medios y los titulares en la prensa anunciaban el choque de manera peculiar. Casi todos decían que era un partido entre la mejor selección de la historia contra la mejor selección de la actualidad. El palmarés de Brasil, y el sitial de España en el ranking junto a sus títulos consecutivos, avalan esta afirmación. Pero lo que los brasileños no aceptaban era que se diga que España les había robado el rayo. Es decir, que sea la nueva selección que maraville por su juego y sea la más ganadora. 

De entrada Brasil demostró que tenía todo el hambre de ganar esa batalla, que era casi una batalla de estilos. Brasil creció durante la competición, se formó y se descubrió partido a partido. España venía de mantenerse dentro de un proceso iniciado con Luis Aragonés, y de exitosa transición con el gran técnico Vicente Del Bosque. Las probabilidades de superar a España eran pocas. Meterle un gol, aventajarla, incluso ganar el partido por un gol, todo eso era posible, pero realmente superarla, desarticularla, eso era poco probable. Scolari fue muy listo en su planteamiento. Sabía que debía compensar con otros elementos lo que tenía para perder ante los españoles, ese su mayor entendimiento, su juego de conjunto afianzado, la táctica ya testeada y mejorada. Scolari no había tenido el mismo tiempo para hacer crecer a ese grupo joven de futbolistas brasileños. Pero tenía sus armas, sabía que podía hacerle un partido muy incómodo a España. 

Entonces el partido contra España fue ideal para explicar por qué había elegido a los 11 titulares que había elegido. Fue muy objetivo. Decía que le encantaba el juego de Fernandinho, pero cuando llegó Luis Gustavo del Bayer de Munich, no había cómo no valorar su oficio para el puesto. A Paulinho lo tenía ya de seguro y acertó. De hecho Paulinho se pinta como una nueva generación de volante perfecto: robusto, potente, fuerte, hábil con el balón, juego aéreo, presencia en el área rival, mucho despliegue y marcación. Es una versión mejorada de lo que hacen volantes como Xavi. Luego la decisión más polémica tenía que ver con la elección de Hulk como medio por la derecha. Todos pedíamos a Lucas, pero Felipao pensaba en una funcionalidad para el equipo, y no los calibraba individualmente. Para éste equipo, en el modo de juego que quiere para Brasil, Hulk es más conveniente, de eso se trata. Costó entenderlo, dado que Hulk cometía erros que hacían que nos saquemos los pelos en algunas jugadas. Pero fue subiendo de nivel, y ahora es casi unanimidad. Se respeta su titularidad. Es casi un Mauro Silva que puede amagar, correr en velocidad, chutar con fuerza con la pierna izquierda y meter goles. Se trata de un 5 disfrazado de 7. Felipao vio que tenía ahí un arma muy interesante, que le rendía tanto para defender y retornar, primera cosa, y luego para generar juego adelante. La prioridad de Felipao estuvo en armar una disciplina táctica bien organizada, que diese protección y sensación de control en el partido. Luego mandó a que se presione arriba, y además aceptó que se juegue con muchas faltas como recurso defensivo. 

La defensa no tenía mayores problemas, defensa de categoría, defensa europea. El tema era un poco quién sería el 9. Felipao sabía lo que quería. Fred era su 9 y Fred lo fue hasta el final. No falló. La figura del equipo circula entre Oscar y Neymar. Mediáticamente mucho más Neymar, sobre todo algo notorio ante el cansancio que trajo sobre sí Oscar en esta convocatoria. Pero es bueno saber que además tienen a un Lucas, un Bernard, un Leandro Damiao y un Jo. Y encima todavía está Kaká, que por despliegue físico, tiene más chances en este Brasil que las que tiene Ronaldinho. 

La final
Metámonos de lleno en la final. Muchas veces se ha dicho que la actitud define el otro segmento de la torta  en ese espacio donde la preparación y el talento ya no tienen jurisdicción, o al menos chapucean sin consistencia si no van acompañas por la adecuada fuerza psicológica. Fue ese el elemento que en la final decantó todo a favor de Brasil, al punto de que los dirigidos por Del Bosque aludieran también a una cierta mala fortuna en el partido: "no nos salió nada y a ellos les salió todo". Y es que Brasil tenía mucho más que ganar que España. A los españoles se les escuchaba decir en sus declaraciones algo así como que sería bonito cerrar un ciclo de títulos conseguidos en el Mundial y las Eurocopas frente a Brasil y en su casa, en una de las cunas del fútbol, quizá la catedral o la meca de este deporte, el mismo Maracaná. Había un peso histórico de por medio muy grande, no es lo mismo enfrentar a la campeonísima Alemania en una estadium de Sudárica que chocar contra Brasil en el mismo Maracaná. No decimos que los jugadores de la roja lucieran intimidados, pero tenían algo de perplejos ante todo ese clima generado, esa grandiosidad, el peso invisible de la historia... A muchos se les había olvidado, nos referimos a la crítica, que España es una selección relativamente nueva en estas lides de la élite del fútbol mundial. Hasta el 2010 no había ganado ni un mundial, mientras que Brasil ganó su primera Copa del Mundo en 1958. Brasil tiene 5 estrellas en la polera oficial, España sólo lleva una, la más reciente. En términos de historia, de lo que cada equipo representa para el Fútbol, el ente Fútbol, Brasil es muy superior. Estoy seguro que Felipe Scolari apeló a este recurso de alusión a la historia para motivar a sus jugadores: Brasil es el equipo más grande de la historia, jugamos una final en nuestra casa, frente a nuestra gente, estamos a un año de organizar un Mundial en nuestro país, y vienen ahora los españoles que recién se están asentando en este lugar que nosotros tantos años conocimos, ¿y pretenden que van a ganarnos? Hay que tener coraje para dejar abierta esa posibilidad frente a un brasileño. Felipao debió haber pedido cierta rabia al salir al campo de juego, cierto coraje por el simple hecho de que el mundo considere que Brasil iba a dejar que le quiten la copa confederaciones en s propio terreno.

Y así salió la verdeamarelha como una aplanadora. La estrategia, pases largos, que salten las líneas ràpido, como en el primer gol, pelotazo desde la defensa, David Luiz a la punta allá arriba, donde Hulk la mató con el pecho y se acomodó para emplear su aguijón. Los jugadores del medio de España recién estaban llegando de vuelta hacia su área para efectuar coberturas cuando Hulk sacó rápido un centro perfecto al área, donde Neymar y Fred estaban 1-1 con sus defensores. Las chances de que algo saliera de esa bola eran muy grandes, y así fue, con un Fred muy hambriento y atento para embocar la primera bola en las redes estando todavía caído en el pasto. Primer grito de gol y delirio en las tribunas, era un aliciente grande para creer que sería un partido emocionante, y que Brasil tenía reales chances de llevarse la victoria.

Después Brasil siguió desarrollando la estrategia planteada por la comisión técnica, un periodista español de El País ha escrito con acierto que se trataba de un modo de juego similar al más bestia de los equipos de Mourinho, cuando arrasaba a los peores equipos del Barcelona. Y así, Brasil esperaba agrupado en medio del campo, pero como si fuera una emboscada, porque apenas la recuperaban cabalgaban en los trancos de Paulinho, Luis Gustavo y el mismo Hulk hacia el área rival, creando una sensación de peligro constante. En cierto momento, muy rápido, los españoles ya tenían claro que debían ser cautelosos, lo cual les obligaba a tener la bola la mayor parte del tiempo con más intención de retención que de creación en vistas de progresar posiciones en la cancha.

Recuerdo que en la final del Mundial de Sudáfrica del 2010, Holanda había jugado de una manera algo similar, de hecho había planteado una estrategía de neutralización muy interesante. Si Robben no hubiera desperdiciado aquel mano a mano frente a Casillas, seguramente estábamos hablando de otra historia hoy. Pero ganó España, merced también a su mayor aguante, a su mejor banca y su convicción asentada en la paciencia. Pero notamos que Holanda no tenía las armas del juego brasileño, es decir, no tenían la misma técnica para discutir la posesión de bola y al mismo tiempo, saber cuidarla y tratarla con técnica del más alto nivel. En el ítem del cuidado del balón, España ha superado a prácticamente todas las selecciones contra las que ha jugado. Pero contra Brasil no podía pretender aquello, eso era una verdadera ofensa. Y tenían por ello razón los pentacampeones en jugar con furia. Combinaron la furia a momentos de lucidez y de juego con toques, pero la estructura soporte de ello fue el juego aguerrido, de presión, de choque, muy físico, como diciendo algo sin decirlo, cuestión de actitud. Brasil jugaba un partido eléctrico, tenía la obligación de ganarlo por hacer respetar su localía, y sobre todo porque era el trampolín emocional rumbo al próximo Mundial, era el día en que debían oficializarse el matrimonio entre la torcida y esta hace poco desacreditada selección. Felipao sabía que se jugaba todo ello, y en cada gol los jugadores fueron a renovar ese lazo con la hinchada, conmemorando las tres estocadas con su gente que bailaba en delirio colectivo.

Pocos nos esperábamos un resultado tan abultado, también porque la selección española es una gran competidora, y difícil es aplacarle el espíritu en un espíritu a sus jugadores de tanto kilometraje. Pero es cierto que varias de sus piezas claves estaban algo quemadas después de la temporada de Liga y Champions. España jugó un día después su llave de semifinal, tuvo un día menos de descanso, pero eso no es mucha novedad, normalmente eso le pasa a uno de los finalistas en torneos internacionales. En realidad los españoles no llegaron con la misma motivación con la que fueron a jugar la última Eurocopa, un poco porque no sabían de lo que les esperaba, fue todo bien nuevo, y en mente sólo habían venido a jugar la final contra el anfitrión. No fue un torneo en sí, nunca calentaron propiamente durante el torneo, siendo poco exigidos. Se toparon con Italia ya ya estaban algo fríos, sólo pasaron por los penales después de una agonía prolongada. Para el día de la final parecía que ya habían gastado sus tanques de reserva. Podían haber llevado el partido a base de su oficio y talla de campeones, muy bien merecida, pero Brasil sorprendió con una energía que desbordaba la importancia que ellos le habían atribuido al torneo. No pasará lo mismo en la copa del mundo, donde los españoles sabrán muy bien qué se están jugando cada partido. Y así como en el boxeo existe muchas veces un mal oponente, estilísticamente hablando, para el más pintado de los campeones así también creemos que Brasil, un Brasil enérgico y contundente, no es un buen rival por estilo para España, es el peor rival para el cual no está preparada del todo. No es una casualidad que desde el 2008 hasta la final de la confederaciones, en su paso tan laureado por competiciones internacionales, los dirigidos no hayan enfrentado nunca a Brasil. Sólo cuando lo hicieron probaron el sabor de una bebida muy diferente,  y entendieron quizás que no son los dueños del rayo, y que tendrán que exigirse al máximo si desean pasar por encima de esta selección brasileña que lleva la marca de los equipos de río grande del sur que dirigió Felipao Scolari.

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