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miércoles, 22 de enero de 2014

9/11 CONSPIRACIÓN Y VERDAD




Recuerdo que era una fresca mañana en la pequeña ciudad de Oruro, a miles de kilómetros de distancia de New York. Era un día cualquiera, prendí la televisión con cierto desgano y lo primero que busqué fueron mis canales preferidos en cable, los brasileros, Bandeirantes y Globo. Ambos canales tenían la imagen de una noticia de último momento, un enorme edificio en llamas, y unos titulares que estaban para no creer. Luego CNN, cadenas del Perú, de Chile, todos congelados en torno a la imagen del edificio en llamas. 

Tenía 20 años aquellos días, curiosamente o no, no tenía verdadera idea de la magnitud y del valor simbólico que tenían las Torres Gemelas del World Trade Center; supongo que ese mi desconocimiento no será tan lejano ni difícil de creer para muchos en el mundo. Lo cierto es que en el pie de la pantalla se leía lo que parecía una línea extraída de un film donde aparece Bruce Willis haciendo de Duro de matar: "Avión secuestrado se estrella a una de las torres gemelas". Por su puesto que cito de manera aproximada, no recuerdo las palabras exactas. Dado el hecho, bastaban pocas palabras para darse cuenta de la envergadura de la tragedia: un avión secuestrado que iba con pasajeros fue llevado a estrellarse contra uno de los edificios más altos del mundo, en pleno Manhattan. El solo pensarlo nos estremece el cuerpo entero todavía a muchos. Después, con llamativa celeridad, más de un conductor de estos noticieros de último momento se animaban a acompañar la narración de los hechos usando los términos "inminente ataque terrorista que ni siquiera podemos comenzar a imaginar", u otros como "América bajo ataque". La sencillez de nuestros cerebros unía unos cuantos cabos, dejados ahí de manera muy cuidadosa, y teníamos rápidamente todos la certeza de que se trataba de terroristas, y en algunos canales se hablaba ya muy rápido de un tal Osama Bin Ladden. 

Llamé a mis papás y a mi hermana inmediatamente para que vieran lo que estaba sucediendo. A veces cuando sólo tu sabes algo no termina de cuajar el hecho como realidad, pero cuando lo compartes con otros, en esa atmósfera que se establece de estar presenciando lo mismo todos, de pronto la realidad se hace más cruda, palpable, no hay manera alguna de escaparle, no lo estás soñando, no es una alucinación, eso es lo que hay. Punto. Recuerdo que aquel tiempo era universitario, estudiante de ingeniería civil, segundo año, tenía clases en el periodo de las 10:00 a las 12:00.  Fui con retraso, para encontrarme con la misma extrañeza en los rostros de mis compañeros por lo que estaba pasando. Pese a que habían muchos lugares en la ciudad donde la gente simplemente habría sus negocios y hacía su comercio informal igual que cualquier otro día, la sensación interna que tenía aquel día jueves era de que todo se debía congelar en el mundo durante esas horas, ¿qué podía ser más importante?, debíamos atender al desenlace de esa terrible situación que vivían miles de personas en aquel lugar, combatiendo contra el pánico, la incertidumbre, el humo, los gritos, el espanto... todo. 

Y de repente, lo que ya se veía mal se tornó casi ridículo, salido de ciencia ficción, pues el segundo avión se estrelló contra la otra Torre, la Torre Sur, a la vista de millones de televidentes. El impacto se hacía así más notorio, aquello quedaba grabado en la retina del mundo. (¿A quién se le habrá ocurrido realzar en tal manera el efecto psicológico de ese ataque, sin temer que a esas alturas debía ser más probable que el vuelo fuera interceptado por fuerzas militares?). Esto ocurrió a las 9:02 a.m. en New York. En esta ocasión el avión tuvo la precisión de estrellarse a la altura de la mitad del edificio -y no tan arriba como lo había hecho el primer avión-, lo cual después podría hacer más creíble el eminente derrumbe de la torre.  


Imágenes en vivo captadas por varios medios de televisión, durante el choque del segundo avión. Varios de los relatores sólo atinan a decir: "Parece que esto realmente es a propósito, ahora sí".



Han pasado más de 10 años desde aquel día desolador para el brillo de la inocencia. El tiempo nos ha permitido observar el suceso con mayor distancia, asentando mejor algunas fibras íntimas que habían sido tocadas en nuestro interior. Un breve paseo por el internet no permite ver que un montón de usuarios se han suscrito a una o más teorías de la conspiración. En concreto, dos eran las posiciones más populares que iban en contra de la versión oficial que manejaba la Casa Blanca. Primero se cuestionó que esto le haya podido pasar al país más poderoso del planeta, que se filtraran en tal manera sus defensas aéreas; por tanto, se sospechaba que esto sólo podía haber sucedido con consentimiento del gobierno de los Estados Unidos, que habría permitido deliberadamente que los ataques sucedieran con conocimiento. Difícil de ahí arriesgar razones más que la ya conocida: un pretexto para poner al pueblo a su favor y legitimar así la necesidad de una invasión a Afganistán, en busca del archi-enemigo Osama Bin Laden. La otra teoría de conspiración se centraba en otro enfoque, le interesaba más saber cómo era posible que las Torres Gemelas se hayan podido desplomar como lo hicieron, algunos dicen en apróx. 10 segundos, siendo que dada su construcción y los materiales de acero utilizados en la estructura debería haber soportado temperaturas de calor mucho más altas. ¿Acaso el combustible de los aviones había sido el factor determinante en la ecuación, como señalaban algunas fuentes oficiales? Los partidarios de esta teoría usaron el término "demolición controlada". 

Cuando se observa el video que compartimos arriba, con relatores algo estupefactos ante los acontecimientos, notamos algo infrecuente, y es que ante tales acontecimientos no se sabe bien cómo reaccionar, y de pronto se desvela una característica del ser humano: un organismo entrenado en base a cierta cantidad de patrones para responder a cierta cantidad de situaciones más probables, que llamamos la realidad. En el momento que impacta el segundo avión los relatores están sólo atando unos cuantos puntos en sus mentes, y atinan a decir: "esto ahora sí que podemos decir que debe ser a propósito". Semejante cálculo para hacer descender un avión a la altura que tuvo que volar antes de pegar de frente con la Torre Sur denota obviamente que se trata de un ataque a propósito. Lo que quedaba en el aire era quién estaba detrás de toda esa serie de sucesos sin precedentes, realizados con evidente voluntad planificada. Dado que no se podía ni remotamente sospechar que gente de ese mismo país, o gente del gobierno de ese mismo país, podía ocasionar ese daño autoinfligido, la mente deseaba pensar inmediatamente en una fuerza del extranjero. 

El primer golpe, el choque asestado a la Torre Norte a horas 8.40 más o menos, había dejado a todos atónitos, no se sabía bien qué pensar, ni qué decir, ni cómo darle un marco a la noticia. Simplemente era el seguimiento de un acto en curso. Las pantallas de los medios tenían que estar posicionadas, filmando en vivo (On air) para que convenientemente llegara a la vista de todos el segundo avión. Hasta minutos antes todavía se especulaba que podía haber sido un accidente, claro, algo bizarro, cómo podía haber pasado algo así, pero había la chance de que fuera un terrible accidente, un avión colisionando con la Torre del World Trade Center. Y entonces el segundo avión llegó para despejar cualquier sospecha de ese tipo, en ese momento los sucesos adquirieron un tono más oscuro y amenazante: debía ser un ataque. No sé por qué muchos relatores arriesgaban usar en seguida la palabra "terrorista". No era tan obvia la ligazón de esas dos palabras, por el momento simplemente era un ataque, no se sabía de quién, ni por qué, y peor aún, no se sabía qué podía todavía ocurrir. ¿Un tercer avión? Dónde diablos estaban los sofisticados aviones de resguardo del gobierno de los EEUU?

Algo que no me convence en las teorías de la conspiración es que intentan unir sus análisis directamente a una posible intención de los sujetos que estarían ocultando la verdad. Quieren explicar el móvil, es algo lógico, pero a momentos esa su necesidad de dar coherencia a su teoría, al plantear un móvil razonable, termina quitándole fuerza a su posición. Porque todo lo que se puede hacer, si uno estudia y da vueltas a las imágenes de mil maneras, es demostrar, por ejemplo, que el segundo avión no era claramente un avión de aerolínea, y que parecía más bien un avión militar (Drone plane). Ya sólo eso es impactante. Listo. 




Podemos simplemente razonar, sin abocarnos mucho en el estudio de las imágenes del momento de los atentados, sobre la coherencia entre las explicaciones que el gobierno dieron sobre el suceso, sobre las medidas que tomaron, sobre cómo se dio el atentado, y qué pasó después en estos más de trece años. Y una cosa debe tenerse muy presente: quien quiera que haya planeado, financiado y ejecutado los atentados del 9/11, era alguien tremendamente poderoso, y además ningún tonto, tenía una refinada inteligencia táctica, tanto así que incluso concibió la existencia de factores de distracción, como el vuelo 93, el supuesto cuarto avión secuestrado, que encalló en Pensylvania y sobre el cual se ha aprovechado para hacer una propaganda recordando a los difuntos pasajeros héroes y demás historias. Lo primero que viene a mi mente es que si este ataque hubiera sido realizado en busca de un nuevo orden mundial, ese no hubiera sido el único incidente, sino el comienzo de una serie de otros más. Pero lo único que hubo después fue la propagación viral del pánico, la completa paranoia, EEUU afrontaba un posible ataque terrorista, podía suceder en cualquier momento, en cualquier parte, pues los terroristas musulmanes incluso habían diseñado unas lapiceras que explotaban, y alertaban en la TV. Todo esto se expone con fuerza crítica en el premiado documental de Michael Moore Farenheit 9/11. Pero ningún grupo poderoso, o ningún líder de una élite temible, se toma el trabajo de organizar tremenda operación, en un país extranjero donde difícilmente puede pasar desapercibido, para finalmente morir siete meses después sin mayor pena ni gloria. Aquel ataque dio paso a muchos más movimientos del gobierno de los EEUU que de los supuestos autores. Y aquí debo recordar la última parte de la novela El Padrino, escrita por Mario Puzo. En el desenlace la Familia Corleone ejecuta a sangre fría su plan de retoma del poder en el mundo de la Mafia, un plan concebido juciosa y pacientemente por Don Corleone en compañía de su hijo Michael, quien llevaría todo a puerto final. Cuando ejecutan ese plan están seguros de que sus rivales, las cabezas de las Cinco Familias, no tendrán ni una chance de reaccionar, será todo muy rápido e imprevisto, salido de un vacío oscuro, nunca podrían verlo venir. Tataglia y Barzini son así borrados de la escena, junto a otros cabezas de regimenes y hombres importantes en sus ejércitos. Así actúa la mente que ambiciona el poder y tiene necesidad de expandirse agresivamente, o de que no le limiten su ancho predominio. Así tendría que haber sucedido con el ataque a las Torres Gemelas, por el sólo hecho de que fue posible debía ser el inicio de un nuevo orden por venir, una nueva fuerza tomando el control de la escena mundial, dando un giro al predominio de las fuerzas políticas que rigen nuestros destinos individuales en gran parte. Pero nada de eso ocurrió, tuvieron la capacidad de agarrar al país más poderoso con la guardia baja, cuando iniciaba el día, lo que quiere decir que debían ser respetado por su capacidad de planeamiento, y la admirable precisión que demostraron. Pero esos autores intelectuales desaparecieron, no se supo más de ellos al respecto del mismo tema, porque no hubo más un siguiente movimiento que estuviera a la altura de sus posibilidades de concepción. ¿Y acaso el pedante George W. Bush realmente era capaz de reconocer en conferencias de prensa que un segmento del mundo árabe representaba una amenaza para la seguridad nacional de su país?  ¿Acaso un hombre que habla con tal grandilocuencia respecto del poder de los EEUU se limitaba a constatar que las barreras defensivas de la fuerza militar de su país quedaban así completamente en ridículo? Claro, pero quién puede tocar a los militares ¿cierto?, quién puede meterse con semejante poder, tan necesario en un régimen democrático cuando se desea tener en silencio a los que representan la peor amenaza interna de derrocamiento. 

Continuará.


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