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jueves, 5 de enero de 2012

Selena, Jennifer Lopez y el arte del retrato



Selena Quintanilla (Lake Jackson, Texas 16 de abril de 1971 – † Corpus Christi , Texas, 31 de marzo de 1995) fue una talentosa cantante de música tex-mex, cumbia, ranchera y pop. Recuerdo que cuando salí de colegio su tema “Amor prohibido” estaba de moda, pero nunca le di bola verdaderamente sino hasta que una tarde me encontré con la película que hicieron sobre ella, la que protagoniza a gran altura Jennifer Lopez. El film es del año 1997, está dirigido por Gregory Nava y es una producción de su padre Abraham Quintanilla. Deja la sensación de ser bastante fiel a la realidad, por lo menos a esa gran porción que su padre y su familia estuvieron interesados en hacer conocer. Es una película simpática, a lo menos, que tiene el mérito de inmortalizar a una mujer notable que de otro modo, quizás, hubiera pasado desapercibida para muchos de los que no atendimos sus canciones.

 Un pequeño desvío: en el mundo de la filosofía, de la literatura y del arte, poco se suele escribir en relación al canto, a la interpretación de una canción, de una letra. En el teatro se le toma más atención, como pariente en el arte escénico. Deleuze decía que los primeros pasos de un aficionado a la filosofía deben consistir en ir confeccionando unos retratos de los filósofos que uno lee, aquellos que no sólo son motivo de nuestra admiración, sino que nos hacen movernos al escribir sobre ellos. Hay que tener humidad al empezar, tratar con esos materiales con mucha precaución. Sólo después comienza uno a escribir en nombre propio, aunque no deje por ello de ser una gran población. Escribir sobre otro es hacer un retrato, algo muy similar a lo que se hace en pintura. Pero en el caso del cine, y sobre todo cuando el personaje retratado es una cantante, el desafío es gigante. Gael García Bernal, a propósito de la filmación de "Diarios de motocicleta", contaba que hizo un pequeño ritual pidiéndole permiso al Ché para que lo dejara interpretarlo con la mayor fidelidad. La actuación tiene una dimensión espiritual, esto no es un secreto. Jennifer López fue muy inteligente al decidir realizar ese papel, puesto que ponía en movimiento todo su diagrama de trabajo: el canto, la actuación, y los negocios. En el fondo lo que hacía era interpretar a una de sus precursoras. Poco antes de su muerte, la industria norteamericana musical ya le tenía a Selena un lugar reservado como “la próxima Gloria Stefan”. Los temas en inglés comenzaban a salir y todo parecía un manjar, haría ganar mucho dinero a mucha gente. En aquellos tiempos lo latino no era un boom mundial en la dimensión que ahora lo es. No sabemos qué hubiera sido de Selena de haber seguido viva, cómo hubiera llevado su carrera después de esa gira con canciones en inglés que pensaba realizar, y que nunca fue; no sabemos si la industria la hubiera asimilado en tal manera que le habrían quitado algo de su esencia en el camino. 
 Hoy vemos a Shakira, la cantante latinoamericana más exitosa, más representativa en el mundo, y daría la sensación de que fue ella quien tomó la posta. Pero viendo la película de Selena en el cable hace un par de horas, me quedé con la idea de que fue Jenifer Lopez la que tomó esa posta. La manera en que despegó después de la película fue increíble. Su interpretación fue magistral, se notaba empapada en su rol, en la sonrisa, en el estado-de-ánimo-Selena, en los pasos de baile. Su mérito, o uno de ellos, fue no dejar que ese papel la marcara, la encasillara, fue capaz de crear una distancia y crear algo propio, singularizar su nombre y su estilo. 

 La gran JLO, sin duda es una mujer para admirar, no tanto por sus canciones o películas pero por su impulso, su osadía, sus logros en un país que no le era completamente familiar.Pero no quisiera despegarme de Selena todavía. Antes de ponerme a escribir esta nota fui a dar un paseo por la web para ver qué se decía sobre Selena. La mayoría son intrigas e indagaciones sobre los motivos de su muerte. Dicen por ejemplo que Selena habría muerto porque su padre no aceptó que se le hiciera una transfusión de sangre, debido a que ellos profesan la religión de Los testigos de Jehová. Otras versiones dicen que Abraham habría decidido sacar de la figura a Yolanda, la mujer que disparó a Selena, debido a que había tenido un amorío oculto con ella, y la situación se había hecho insostenible. Desde luego, en la película nunca nos habrían dado el más mínimo indicio de una cosa así. Me parece bastante sobrio el final, la manera en que decidieron filmarlo. Un tema de Selena de fondo, ya no hay diálogos, no son necesarios, todo pasamos a suponerlo, la película se va terminando con algunas imágenes que nos muestran el dolor de su familia al enterarse de su deceso, un escenario vacío en un gigante estadium, ella ya no está para poblar ese espacio, lo que vemos es una velada en honor a ella, un centenar de niñas y jovencitas vestidas como réplicas sostienen una vela y un retrato suyo donde aparece sonriente. Es conmovedor el final, estoy seguro que les remueve algo hasta aquellos críticos que tienen la sensibilidad de un ladrillo.


 La fantástica actuación de JLO nos hace pensar en algunas cuestiones referidas a la escritura. Escribir, por ejemplo sobre Van Gogh, escribir como si fuera tu doble, un circuito eléctrico pasa entre ambos, y se conjuga en alguna frecuencia. El libro de Artaud es ya una referencia central. Genialidad compartida, la misma asfixia frente a la sociedad que los ´suicidó´. Ejercicio de sensibilidades. Quisiera siempre estar lo suficientemente bien acomodado para que la luz entre en el ángulo que le corresponde. Ser una especie de médium, un transporte por el que aquel del que uno escribe puede volver a hablar. Escribir sobre Henry Miller, y que cuando alguien lo lea pueda decir, “sí, ahí está Henry Miller”. Parece lograrlo Benicio del  Toro cuando encarna el papel del Ché Guevara en el largometraje de Soderbergh. Lo mismo pasa en el film de “Selena”, es lo que admiro de esta encarnación de JLO, de este vaciamiento que hizo de sí misma para dar paso a la frecuencia Selena, claro que sin dejar de aportar con algunos toques de su propio carisma. Cuando ves la película sientes que has visto a Selena. No soy ni fui un fan, presiento. Me enteré de que en aquellos tiempos hubo varias quejas de los residentes de Corpus Cristi y otros segmentos de los admiradores de Selena cuando se enteraron de que la protagonista sería JLO, porque querían a alguien más mexicana, y que después de ver su interpretación le dieron la razón al director por su elección. Supongo que esa es una buena referencia.


Es interesante también observar cómo pudo lograr Selena lo que gobernantes y otros tantos hombres no lograron antes de ella: que la gente de México y la de EEUU la adoraran de la misma manera. Ella fue una especie de bisagra. Su vida se construyó en la frontera entre esos dos países, y pasó la mayor parte de ella dentro de la casa rodante de la banda, conducida por su padre, que llevaba de gira a “Selena y los dinos” por la zona continuamente. Captó la atención de dos idiosincrasias muy diferentes. Estaba lista para dar el salto más grande cuando repentinamente le arrancaron la vida. Era ella algo similar al puente que une Istambul con Alemania, era el puente, la cifra de una afinidad musical. Después de ella la cumbia mexicana y la tecnocumbia se popularizaron. Su hermano creó la banda Cumbia Kings, y lleva todavía encendida la antorcha de los Quintanilla. Hoy Selena tendría 40 años, no supimos mucho de ella, tampoco lo sabemos ahora, pero se siente bien recordarla, y saludarla ahí donde quiera que se encuentre.  




miércoles, 4 de enero de 2012

LA CRÍTICA COMO PUNTO DE PARTIDA DE PLATAFORMAS EDITORIALES


Crítica y lectura
Quisiéramos hacer algunas acotaciones al eterno tema de la falta de crítica especializada en nuestro medio y articularlo con un par de zonas aledañas. Sebastián Antezana escribió en Entretendencias (La Prensa) cuestionando la reducida cantidad de espacios que promueven la práctica de la crítica literaria periodística como ejercicio intelectual en Bolivia. Esta ausencia se compensó en cierta manera con el desborde hacia plataformas digitales, gracias a las nuevas posibilidades de visibilidad que abrieron los blogs: crítica de cine, reseñas de libros, etc. Claro que esto creó cierta banalización de la crítica, pero esto es otro tema. A pesar de todo, el periodismo es todavía hoy un campo de intervención importante. 
  
Condiciones de lectura
La práctica de la escritura como ejercicio crítico, literario-periodístico, depende bastante de las plataformas de lectura en las que puede inscribirse. En Bolivia es complicado practicarla, puesto que los periódicos concentran la atención de los públicos mayoritarios, e instalan ciertos hábitos no tanto de lectura, sino de consumo de la noticia rápida: se “lee” en la parada, en el micro, en la peluquería, mientras la esposa vuelve al coche o hasta que el nene salga del colegio…, es decir, en los tiempos muertos de espera de lo que realmente hay que hacer. Los periódicos tienen la potestad de imponer formatos comerciales de escritura, cuestiones de estilo: a saber, toda una ideología uniformizante acerca de lo que es más “leíble/vendible” (escritura lineal, textos cortos, vaga densidad crítica, subtítulos e imágenes abundantes que agilicen la “pesadez de la lectura”, etc.) ¿¡Qué sociedad creamos con la adscripción a estos criterios!? El ejemplo paradigmático sería El Deber, de Santa Cruz, quizá el periódico con más ventas en territorio boliviano. Correcto en su formato noticioso, pero ideología “las magníficas” a la carta: muy raro que otorgue espacio a los análisis a fondo de un tema coyuntural, y que desplace por ello las fotos de una señorita Santa Cruz, una “mij teenager”. Y se vende muy bien, cómo discutirles. Convengamos entonces que un periódico es un campo de batalla, una plataforma ideal para darse a la tarea de problematizar los formatos de lectura instalados por las tendencias. Escribir para reorganizar los espacios de inscripción que ciertas lecturas promueven.






Espacios editoriales
La otra cuestión es la relación entre las prácticas de escritura crítica y la conformación de espacios de arte y cultura en la escena local. Nos hemos referido a las publicaciones impresas como el primer tipo de espacios editoriales. El otro tipo serían los proyectos de articulación de prácticas estéticas –Seminarios, Talleres, Congresos– dentro de plataformas como la Bienal de Arte, el Festival de Poesía, el Congreso de Filosofía para no-filósofos y, por qué no, una Feria del Libro. He aquí el otro tema: la posibilidad de revertir la dependencia: que ciertas prácticas de escritura crítica pasen a ser el punto de inicio de otros espacios editoriales. Esto es, ya no depender de que una publicación te acoja, sino organizar exposiciones de arte, coloquios de filosofía, encuentros de literatura, mesas interdisciplinarias, etc., pero con el objetivo central de que funcionen como dispositivos de escritura financiables. Por ejemplo, que una exposición en el Museo Nacional de Arte como la de Walter Solón sea un pretexto para la escritura de ensayos sobre un periodo en la historia de las artes plásticas en Bolivia, contribuyendo así a la potenciación del archivo nacional. El trabajo no sería gratis, en estos proyectos cada escritor recibiría un pago, no simbólico sino justo, que le permitiría dedicarle tiempo a la producción de estos ensayos. Léase el texto del curador Justo Pastor Mellado, “Acerca de la curaduría como producción de infraestructura”, para entender mejor esta propuesta.

Resumiendo: un importante desafío de las iniciativas editoriales de la actualidad es fortalecer las prácticas de escritura, enfocadas hacia análisis político, periodismo cultural, crítica de arte, de cine, etc. ¿Cómo? La crítica a la ausencia de crítica debe realizarse no sólo desde la escritura, sino desde la misma gestión de otro tipo de espacios de visibilidad para el arte, la literatura, la filosofía, la poesía, el teatro, etc. Gestor cultural es un término soso; requerimos de curadores de libros y de editores de espacios culturales. Señalemos un procedimiento: Que un ejercicio de crítica sobre pintura sea posible, por ejemplo, sólo a partir de cierto tipo de práctica pictórica. Desplazar este procedimiento a otros campos. Hacer de la escritura y la gestión parte de un mismo diagrama de acción.

TENER UN PROYECTO VITAL-DIAGRAMA (I)


Manifiesto


Me he propuesto escribir un manuscrito de sesenta y cuatro páginas. Un amigo ya experto en estas lides me ha dado una cifra de referencia: 150000 caracteres con espacios. Es interesante que se considere que en medio de tantos caracteres juntos pueda haber algo que llamemos literatura, filosofía, poesía, etc. En cierto modo quiero seguir el ejemplo de Ricardo Pérez Alcalá, según la mirada de mi amigo Justo, que no se ha preocupado por atenerse al mismo formato ni soporte para dar vida al conjunto de su obra.

Mi contrato con la Fundación Visión Cultural termina en unos días y siento un poco como si la vida estuviera agotada por estas pampas, al menos para mí. Una buena porción de lo que tengo de más querido en la vida no está conmigo, aunque esto se compensa por la dicha que tengo de estar en este momento visitando a mis padres en su casa. No puede uno vivir de compensaciones ni de postergaciones. La vida es muy corta como para avanzarla a trancos largos. Todo al final se convierte en un asunto de percepción. Me encuentro con unas líneas de un amigo curador que me confiesa su hastío actual con el mundo del arte. Y mi amigo Tomás de Buenos Aires me contó que después de ciento sesenta columnas publicadas en un diario, y más de seiscientas en su blog, está podrido de escribir sobre política. Sin embargo él tiene tan claro el diagrama de su vida que su trabajo no contempla la noción de jubilación. ¿A dónde voy? Mi intención es contrastar la cuestión del trabajo como empleo, o medio de subsistencia material, frente a la noción de trabajo como proyecto vital, algo a lo que uno tiende en todo lo que hace, durante toda su vida. Curiosamente, tengo la sensación de que es más probable que alguien del mundo del arte, de la literatura o la filosofía comprenda mejor esta segunda visión del trabajo. Es más probable que esten familiarizados con la noción de “obra”, una obra que se arma a lo largo de una vida. Sospecho también que Ricardo Pérez Alcalá, por ejemplo, el notable acuarelista, escenógrafo, arquitecto boliviano, ha llevado su vida conforme a los principios que le ha delimitado su propio proyecto vital. En el fondo toda su obra está amarrada por hilos invisibles que hablan de lo mismo, indiferentes a las variaciones de soportes o medios de expresión, y eso, eso mis amigos, es una enorme ventaja. 

Las líneas de la vida (siguiendo la visión de Scott Fitzgerald)
La vida se mueve en varias líneas, no es algo muy fácil de explicar. En un par de ocasiones lo conversé con Susy, también con mis papás, y me pareció que les costaba mucho comprender de lo que estaba hablando. Me tocó experimentar la sensación también con más de una mujer con la que enamoré. Necesito escribir sobre ello para explicármelo a mí mismo.

Por contraste con la visión dominante de trabajar (solamente) para pagar cuentas, de trabajar en función del progreso, de prosperar, asentarse, tener bienes, etc., puedo intentar una definición de lo que considero “un proyecto de vida”. Todos lo que se consigue y se logra con un empleo no sería más que la punta del iceberg, la parte más visible o formalmente visible de una vida. Considero que la superación de la posibilidad de edificar la vida en los términos de uno mismo no es posible dentro de la maquinaria de la sociedad. De distintas maneras todos estamos insertados a ella. La recorremos en alguna línea, o estamos parados transitoriamente en alguna de ellas. Hay una manera en la que cada línea nos subjetiva, nos hace sujetos, a distintos niveles que configuran nuestra identidad: hombre-esposo-padre-licenciado-mestizo-boliviano-católico-kolla-blanco…. Cadenas discursivas que otorgan sentido a la identidad. Esto lo estudia de una manera muy provocativa el filósofo argentino Ernesto Laclau. Podríamos entender esta cadena que nos delimita como si fueran unos cortes que efectúan las máquinas duales: hombre-mujer, blanco-negro, etc. Primera cuestión, el proyecto vital se da en aquello que es lo imperceptible, es decir, en aquello que escapa a las máquinas dualistas; es algo completamente contracultural. En una revista de El gráfico, Jorge Valdano habla de Riquelme como un jugador contracultural porque es pensador, pausado, apático, paciente. En la cultura de la ansiedad la paciencia y la impasibilidad son valores contraculturales. Lo contracultural es lo que pasa por debajo, línea subterránea. En ella puedo verme y sentirme a mí mismo como devenir, algo que me está pasando, que está pasándome hace bastante tiempo. Filósofo, amante, vitalista, lector empedernido, escritor, artista marcial, hombre apasionado por el fútbol, ciudadano del mundo, de corazón brasilero y sangre mexicana, aunque residente el mayor tiempo en el altiplano, más atraído a la visión del sur del país… ¿Y qué decir de mi condición de padre? Padre a la distancia. Es raro ser padre sin ser esposo, pero tiene grandes ventajas. Mi hijo es una punta vital en mí diagrama de vida. la cuestión de ser padre es una faceta en construcción…

Tener un proyecto vital, y tenerlo presente siempre, es vivir considerando la figura grande de la vida, haciendo énfasis en lo importante y no siendo arrastrado por lo urgente hacia donde no queremos ser arrastrados. 

Ir al máximo de lo que se puede ir. Extender completamente tu alcance, tu rango de posibilidades. Hacer menos de lo que se puede hacer es un gran daño a uno mismo. Tener un proyecto de vida es tender a perseverar en el ser. Es lo natural. Es lo verdaderamente natural. Ser como un árbol que crece todo lo que puede, y a no ser que tenga un encuentro inconveniente con el exterior (que lo destruya un rayo por ejemplo), el árbol siempre crece en todo lo que puede. De lo que se trata es de no resignar la máxima posibilidad de superación que uno tiene.

“Si ustedes no aceptan estas condiciones ¿qué me queda por hacer? Mi proyecto, al que tiendo como a mi vida, mi vida espiritual, no como mi vida llana sino, esto es lo maravilloso, mi vida mental, ese proyecto al que tiendo, me vería forzado, evidentemente, a renunciar a él”. (Deleuze)

Osho dice que la vida transcurre en dos líneas: la horizontal y la vertical. La línea vertical nos habla prácticamente de todo lo contracultural. En la vertical se encuentra el hombre del zen, el hombre del Tao, lo imperceptible. No se trata de progreso, no es esa la manera de avanzar; se trata de involucionar, hacerse más simple, sobrio y económico. Aprender a amar. Dejar de lado el yo y el amor. Ser feliz con tan pocas cosas, bastarse uno mismo. La eficiencia deja de ser algo importante y lo inútil recupera su sentido de importancia y necesidad.



 
Vivir la vida en varias líneas, esto es algo que no muchos logran en el transcurso de sus existencias. Una oficinista que llena papeles de trámite le preguntó en una ocasión al periodista argentino Rodolfo Walsh a qué se dedicaba. Walsh respondió: “escritor, periodista, militante político, todo eso a la vez”. La oficinista necesitaba sólo una cosa que lo defina por su actividad, sólo había una línea pensada para esa respuesta. Se cuenta que Walsh soñó con vivir tres vidas paralelas: una dedicada a la política, otra a la escritura, y otra a los afectos. Algunos lo entienden como un intento por tener tres vidas. ¿Una especie de esquizofrenia? Así les pasa a los descodificados. Nosotros diríamos mejor que se trataba de vivir la vida en tres líneas o más. Las líneas están enmarañadas, son inmanentes entre sí, movimientos en una provocan efectos en la otra. Lo interesante no está en constatar que Walsh las haya vivido simultáneamente, sino en darse cuenta de que cada línea está siempre implicada dentro la otra. Periodismo, novela o crónica, y militancia política, todas eran aristas de un mismo diagrama de trabajo, el diagrama-Walsh, y se ordenaban a partir de la actividad de la escritura. Si aprendemos a pensar así ya no es necesario preguntarse cuál va primero, ni priorizar la figura del escritor en desmedro de la del militante político, o de resaltar su faceta política y poner en segundo plano su actividad artística. Tal como en el caso de Marcelo Quiroga, no existe realmente una división entre la faceta política y la literaria. Marcelo quiso servirse de la literatura para construir su máquina de guerra, lo logró a medias y su obra quedó mucho menos desarrollada (de su segunda novela Otra vez marzo sólo alcanzó a redactar uno de los tres capítulos que tenía pensados); fue Walsh sin embargo, entre los dos, el que realmente pudo poner en funcionamiento esta máquina literaria dentro de la política contra las injusticias de la dictadura en Argentina. En su obra, cuando el lenguaje golpea con la contundencia de un martillo, esas líneas de vida resaltan como algo imposible de concebirse por separado, a no ser que sea para realizar ciertas puntualizaciones.

Rodolfo Walsh y Marcelo Quiroga tenían proyectos vitales. Habían consagrado su vida a un compromiso que iba más allá del trabajo circunstancial que estaban desempeñando, más allá de la necesidad de generar ingresos para sustentar sus vidas. Uno logra mantenerse, pero no es para eso para lo que se vive. Consigues el alimento para cada día con lo que ganas, pero lo que importa es: qué haces cada día con ese alimento que ingieres. ¿Qué haces con lo que comes? ¿Qué es lo que puede tu cuerpo después de haberse compuesto con tal o cual alimento? Zorba dice que algunos lo transforman en trabajo, otros en risa y buen humor, otros incluso lo transforman en Dios, y los más no pasan de convertirlo en excremento. ¡Qué desperdicio cuando un día te toca comer un gran banquete de carnes, salsas y vinos, pero luego no produces nada diferente a lo de todos los días!


En el caso de los superhéroes se da la posibilidad ideal de pensar desde otros ángulos la cuestión de las vidas paralelas. El Batman de Christopher Nolan nos parece un caso ejemplar. Deleuze dice en Diálogos: “Un oficio, por ejemplo profesor, juez, abogado, contable, criada, es un segmento duro, pero también es muchas cosas más: ¿cuántas conexiones, atracciones y repulsiones se producen en él que no coinciden con los segmentos?, ¿cuántas locuras secretas y a pesar de todo en relación con los poderes políticos?” (p. 142). No interesa tanto el oficio, la profesión o la actividad diaria, todo el mundo puede hacerse sus líneas subterráneas de vida, cada uno puede descubrir que hay más por debajo de la dureza de las segmentariedades, con sus formas y sus sujetos; cada uno puede aspirar hacia un proyecto vital, lo mismo una mesera que un empresario o un carpintero. Lo que si nos parece es que hay espacios desde los cuales es más complicado llegar a comprenderlo, a tener la posibilidad de pensar algo así; es como si el camino se hiciera más pendiente para otros, para los que viven según una visión más tecnocrática. Hay ciertas actividades vitales que favorecen mejor esta comprensión de lo que es un proyecto de vida. Se ve mucho entre algunos escritores, casi todos nuestros favoritos, quizás también en varios cineastas, en artistas, filósofos, y tal vez hasta en algunos hombres de ciencia, que parecen ser bastante más propensos o proclives a desarrollar esta noción. Spinoza rechazó una invitación para enseñar en Heidelberg porque sabía que de hacerlo “no hubiese tenido tiempo de hacer avanzar la filosofía”. Es el gesto de un hombre comprendiendo cuál es su verdadero deseo, cuál es su proyecto vital. No ha reprimido sus deseos con la esperanza de que esto lo conduzca a una vida mejor, sino que ha preferido desear lo que le hace bien, pues esta es la mejor manera de vivir. Spinoza tuvo que pasar por una ex-comunión y una ruptura familiar, lo que lo llevó a vivir en gran medida de manera solitaria y sencilla. Sabía que para desarrollar su pensamiento necesitaba de la libertad que procura el no haberse casado con ninguno de los poderes. Rechazó así varias ofertas de pensiones de la Sinagoga por ejemplo.

En última instancia qué es esto del proyecto vital, que se construye a lo largo de una vida, si no es el alma misma. Es algo que se forma paralelamente a lo que vas haciendo con tu cuerpo, según lo que haces de lo que puedes. Siempre he pensado que nadie viene al mundo con un alma, que el alma no es algo que ya este dado, que preexista a la vida. Es algo que uno tiene la posibilidad de hacerse mientras vive. En cierta manera tiene que ver con dejar un legado; hay que abrir boquetes para que el pensamiento siga fluyendo ahí dónde una idea triste o reactiva ha taponado su circulación. ¿Qué es lo que pasa cuando se intuye una idea alegre pero que parece imposible de ser pensada? Deleuze dice que “cuando se ve en eso algo que atraviesa la vida pero repugna al pensamiento, entonces hay que forzar al pensamiento a pensarlo, convertirlo en el punto de alucinación del pensamiento, una experimentación que lo violenta” (D. p. 65) Dejar constancia de una forma de pensar que puede abrir la posibilidad de pensar más alegremente, más vitalmente, es un buen legado. No interesa que sea dejado bajo nuestra firma. En cambio qué alegría sería saber después que funcionó y que es usado.

No tengo una noción exacta de cuándo llegué a comprender qué es un proyecto vital. Más aún, no se con precisión cuándo quise hacerme uno, cuándo inicié la idea de tener algo en lo que perseverar. Tiene mucho que ver con continua sombra de la muerte como parte de nuestra condición de humanos. Pensar en la muerte lleva a preguntarte ¿de qué sirve todo lo que hacemos si de todos modos vamos a irnos de este mundo? La acumulación es vana. Un trabajo de ocho horas que te sirve para vivir al día le deja una tremenda sensación de vacío a tu vida. ¿Qué haces? ¿Qué es lo que dejas? En última instancia la mejor respuesta que encontré en mi vida para contrariar a la muerte es la creación. Esto es lo único que puede vencer a la muerte. Un proyecto vital es la planificación de tu creación personal. Lo que creas pervive, y tú pervives en esencia en ello. Podríamos explayarnos un poco sobre esto a partir de la vida de Gandhi. El problema de Gandhi era lograr la independencia de la India, y dejó un legado. Lo veremos en la próxima entrega.

Contra la vulgarización de la libertad de expresión

http://educamposv.lacoctelera.net/post/2008/09/07/una-dosis-filosofia-contra-exceso-libertad-expresion

martes, 3 de enero de 2012

Acerca de cómo un cuadripléjico formal pudo fugarse de su cautiverio


Reseña del libro La escafandra y la mariposa, pero sobre todo de la hazaña de su autor, la cual fue llevada al cine diez años después por Julian Schnabel.


El 8 de diciembre de 1995 Jean-Dominique Bauby, jefe editor de la revista francesa Elle, sufrió una apoplejía masiva que lo dejó en coma. Despertó veinte días después y se enteró de que había dejado de ser un paciente cuyo diagnóstico era dudoso para convertirse en un cuadripléjico formal. Quedó, por decirlo de alguna manera, enterrado en vida. Los médicos le explicaron que padecía una anomalía denominada “síndrome de cautiverio”. Su cuerpo, la superficie de contacto con la que debía relacionarse con el mundo, quedó reducido a un manojo de nervios inertes, como una asfixiante campana de buzo, una escafandra que lo sumergió en la más profunda y aterradora soledad. Bauby contaría después en su libro: “Para mí fue como una sentencia a cadena perpetua. La terrible verdad fue fulminante: enceguecedora como una explosión nuclear y más afinada que la guillotina”. (Le scaphandre et le papillon, publicado por Robert Laffont, Paris, 1997)[i].


Náufrago en la escafandra
En el cuarto 119 del Hospital Naval de Berck, en la costa francesa, Jean-Do Bauby quedó exiliado como un cangrejo ermitaño que reposa en su concha. Rígido, inmóvil, mudo y medio sordo yace en su cama al fondo de un pasillo. Podía sonreír a medias, pero como la boca le quedó chueca, la suya era más una mueca. Lo único que podía mover normalmente era el párpado de su ojo izquierdo. Sandrine, Terapeuta del lenguaje, fue la que ideó una forma de comunicación que protegió a Jean-Do de quedar completamente aislado de los que le rodeaban. “Vocales y consonantes danzan para mí en una farándula […]. Con manos abiertas, ellas atraviesan el cuarto, giran alrededor de la cama, abren la ventana, trepan por la pared, van hasta la puerta y salen para dar una vuelta. Más que un alfabeto, es un hit-parade en que cada letra está clasificada en función de su frecuencia de uso en la lengua francesa”. Según el manual de uso, el interlocutor de turno va recitando una versión especial de alfabeto, que Sandrine ha confeccionado, hasta que Jean-Do, con un parpadeo, lo detiene en la letra que necesita. Luego comienzan de nuevo la operación, pacientemente, hasta que poco a poco se van formando palabras y a veces hasta segmentos de frases más o menos entendibles. Es algo así como escribir a punta de guiños un mensaje de texto en el celular.

En París algunas voces del mundo de la farándula, y también de la competencia, ya dan por perdido a Jean-Do, se apresuran en redondear su reducida existencia a la completa nada. En un café parisino, el publisher de una importante editorial sentencia con una pregunta: “¿Sabían que Bauby está hecho todo un vegetal?”. Aquellas impresiones crudas llegan a oídos de Jean-Do en la forma de rumores. Pero él no reacciona. El verdadero problema es que se basta solo para sentirse miserable, seguro de que su vida ya ha terminado, y limitándose a soportar los angustiantes minutos de prórroga que le quedan.

En las tardes suele cerrar sus ojos y viajar a/con su memoria para revisar su pasado, pero es un ejercicio que sólo sabe hacer para castigarse con el reproche. “Hoy mi vida parece una sucesión de pequeños fracasos, mujeres que no supe amar, oportunidades que no supe aprovechar, momentos de felicidad que dejé escapar. ¿Habré sido ciego y sordo, o hacía falta un desastre para que hallara mi verdadera naturaleza?”. Se lamenta por el buen padre que no fue, por su matrimonio roto, y los incontables días que malgastó pensando que retornarían cualquier momento. Ahora gasta sus días en un hospital, donde lo atormentan el silencio y la soledad, dos compañeras que siempre rehuyó. La pasada semana lo paseaban por el otro pabellón, y al encontrarse repentinamente con su imagen reflejada en el cristal de una vitrina experimentó el espanto en todo su esplendor. Llegado a un punto de extremo abatimiento, dicta estas palabras a su doctora: “Quiero morir”. Ante tal sugerencia, ella le contesta afligida: “Está vivo, no diga que quiere morir. Es irrespetuoso. Es obsceno”. Es un corto tiempo pero casi todos en el hospital ya se han encariñado con ésta ave de alas rotas. Sin embargo, él ya sólo tiene una voluntad de nada. ¡Tiene que haber una salida!

Hay que tener imaginación para saber recordar
Los críticos dicen que Jean-Do inventó un mundo ficticio para evadirse a la realidad, pero decir esto es insuficiente, puesto que reduce el poder de la imaginación a la producción de fantasía: percibir todavía aquello que no existe más, o no existió nunca. Ignoran que la imaginación, cuando está poseída por fuerzas activas, no es una negación de la realidad, sino una negación de una manera predominante/trivial de ver la realidad. El empirista Hume decía que la imaginación es la facultad que organiza nuestra experiencia de la realidad; asocia las ideas y les da la forma de causa y efecto. Creemos que estas asociaciones son la realidad definitiva porque quedan retenidas en nuestras vidas en la forma de hábitos de pensar, de ver, de oír, de oler… Pero todas las ideas pueden ser separadas mediante la imaginación para ser después nuevamente enlazadas en la forma que a ésta le plazca. El día que Jean-Do descubre que ésta capacidad de (re)conexión está a su alcance se produce una fiesta en su interior. Ensaya rápidamente una reorganización de su experiencia de la realidad, es decir, utiliza su imaginación para efectuar nuevas asociaciones. Aprende a imaginar más allá de lo que sus hábitos le habían permitido durante toda su vida. Aprende además a identificar qué fuerzas están animando su facultad de recordar y de imaginar; cuando está poseída por fuerzas reactivas, la imaginación suele acudir a la memoria para prolongar el sufrimiento. Si vuelve al pasado es solamente para atormentar con arrepentimientos o para hacer regresiones dolorosas. ¡Hay que saber usar la imaginación para volver al pasado! Es de este modo que el pasado pasa a ser un territorio impredecible. Solemos relacionar exclusivamente el uso de la imaginación con el tiempo futuro, olvidando que también nos puede servir para otorgar nuevos sentidos al pasado que, en sí mismo, es incompleto, reclama nombres y formas de ser usado. Por sí solo no es más que el desvanecimiento de una colección de imágenes que continuamente se reducen a las cenizas de la memoria. El momento que Jean-Do decide hacer un uso activo de éstas dos facultades vuelve a sentir la alegría de estar vivo. Es más, planea su escape.

La fuga de la mariposa
“He decidido dejar de quejarme. Fuera de mi ojo hay dos cosas que no tengo paralizadas: mi imaginación y mi memoria”. Comienza por darle un sentido alegre al uso de su memoria: “Si deseo placer, tengo que recurrir a mis vívidos recuerdos de olores y sabores. Según sea mi estado de ánimo me agasajo con una docena de caracoles, un plato de salchichón alsaciano con col agria y una botella de vino blanco…”. Luego cae en cuenta de que si antes había podido viajar con su mente para sentirse miserable a su vuelta, ahora aprendería a viajar en una forma que potenciaría su felicidad presente. “Mi mente remonta el vuelo como una mariposa. ¡Hay tanto que hacer! Puedo perderme en el espacio o en el tiempo, ir a la Tierra del Fuego o al palacio del rey Midas. Puedo descubrir la Atlántida, visitar a la mujer que amo, hacer realidad mis sueños de infancia y mis ambiciones de adulto…”. No reniega de su existencia, inventa un nuevo estilo de felicidad. Finalmente, adopta la aceptación como estado mental, lo que cambia radicalmente su manera de ver las cosas. Confía en lo que la vida le depara, abraza lo que aparece, toma lo que se le da. “Una cosa me queda bien clara: he comenzado una nueva vida, y esa vida está aquí, en esta cama, en esa silla de ruedas y en aquellos corredores. En ningún otro sitio […]. Yo no era el hombre glamoroso, elegante, peligrosamente atractivo… ¡Ese es Marlon Brando, no soy yo! Me recordaré como era”. Comunicado de esta manera con la vida, está listo para escribir.

Comienza a escribir el libro que tenía postergado por años, desde que aquellas lecturas de El Conde Montecristo terminaran por fascinarlo. No era la lujosa ciudad de París el escenario que lo acompañaría, sino un caro hospital, pero hospital al fin, donde Jean-Do escribía para fugarse. Lo dictaba, es cierto, pero como un alto ejercicio de escritura, pues la única salvedad era que él no tecleaba las letras con sus dedos, sino con su ojo izquierdo. “En mi mente le doy diez vueltas a cada frase, borro palabras, añado adjetivos y aprendo de memoria el texto, párrafo por párrafo”. Cómo no inducir de todo esto que escribir consiste en hacer viajes inmóviles, los más intensos, puesto que no contemplan cálculos, pronósticos, ni mallas de seguridad. Jean-Do ha aprendido la lección de Kafka en Metamorfosis, donde se cuenta que Gregorio Samsa despertó una mañana transformado en insecto, pero sólo para escapar a la opresión asfixiante de su trabajo y de su padre. Samsa halló una salida ahí donde otros no supieron encontrarla. Jean-Do despertó una fría mañana encerrado en una escafandra, así que escribió para escaparse, para abrirse una ventana, dejar que entren aire, paseos y ventilación. Jean-Do se metamorfoseó-mariposa, insecto que después de vivir por largo tiempo sobre sí mismo, un buen día abre sus alas para emprender vuelo.

“Mi tarea actual consiste en escribir las notas del viaje inmóvil de un náufrago en las costas de la soledad (…) Mi imaginación y mi memoria son las dos únicas salidas para escapar de mi escafandra”. Ahora entendemos porqué quiso dejar escrita su experiencia. Su libro nos arrastra con él hacia su pesadilla, nos estremece con su historia, y uno siente la falta de aire, caramba es una tortura, pero es al final cuando nos damos cuenta de que todo lo ha escrito para montar los detalles de su prisión y los resortes de su fuga, que nos contagia de alegría al final, cuando sabemos que sigue contenido en ese cuerpo pero ya no está ahí, y parece que escribe a gritos, gritos de júbilo. Jean-Do es un nuevo Houdini, un maestro escapista, escribe para dejar constancia del canal que abrió para fugarse. El libro La escafandra y la mariposa es una máquina de guerra –en el sentido que Deleuze y Guattari deseaban– es el diario de una fuga. Ésta fuga es una experiencia intensiva, ocurre sin que sea necesario desplazarse del lugar. Esto se resume en lo que le dice Claude Mendibil -la joven que amorosamente tomaba dictado de su libro– a Jean-Do cuando lo percibe temeroso de estarle causando sufrimiento con su constante compañía: “No me importa que me arrastres al fondo del mar porque también eres mi mariposa”. Con su historia Jean-Do abre también nuevas posibilidades de vida para todos los exiliados en la enfermedad. Representa para esos lectores postrados lo mismo que el faro –visible desde la terraza del hospital- era para él: “Ahí estaba, alto, imponente, y a la vez tranquilizador, pintado de rayas blancas y rojas. En seguida me acogí a la protección de ese símbolo de hermandad, guardián no solo de los navegantes, sino también de los enfermos: esos náufragos en el mar de la soledad”.


El 9 de marzo de 1997 Jean-Dominique Bauby salió de su escafandra para ya no volver. Vuela libre. Éste el fragmento de una canción infantil que aprendió a tararear en esos últimos días:


El canguro se ha escapado
-¡Adiós zoológico!- gritó
Salvó la cerca de un salto
Y un batacazo se dio.
 



[i] Este artículo se apoyó en la lectura de la edición digital del libro traducido al portugués: Bauby, Jean-Dominique,  O escafandro e a borboleta / Traducción de Ivone Castilho Benedetti. São Paulo: Martins Fontes, 1997, y de la película  Le scaphandre et le papillon, 2007, dirigida por el cineasta Julian Schnabel.

ENSAYOS ESCOGIDOS de un lector polifacético


Reseña sobre el libro de compilación de ensayos de Luis H. Antezana; apuntes y apreciaciones a modo de primeras reacciones; juego de complicidad entre lectores.

Dentro de la gran cantidad de obras que se publicaron el año pasado en el ámbito editorial boliviano, no hay duda de que Ensayos escogidos 1976-2010 (Plural editores, La Paz-2011), de Luis H. Antezana J. (1943) se encuentra entre lo más destacable. ¿Ejercicios de crítica? No necesariamente. Se trata más bien de un catálogo de ejercicios de lectura de la cultura boliviana, ejercicios que ningún crítico, literato, estudiante de humanidades ni investigador social debería dejar de revisar. Al analizar una obra, el autor orureño, más conocido como “Cachín Antezana”, hace escuchar la voz de la tribu que lo habita, la de una nutrida biblioteca que respira en sus venas. Así reflexiona en sus Posdatas: “Pese a las apariencias, nunca practiqué, creo, la crítica literaria. Lo más cerca que estuve de ella han debido ser las reseñas breves, aunque, en general, aun éstas tiendan a ser sólo descriptivas, poco o nada valorativas. La crítica implica interpretación y valoración. Mis capacidades me inclinan simplemente al análisis. Como en medicina, antes de diagnosticar la enfermedad o su ausencia, o, más aún, emprender un tratamiento o hasta una cirugía, que serían labores críticas, me inclino por una labor previa al diagnóstico, el simple análisis de laboratorio”. (pp. 653-654). Es modesto Antezana, no se florea, en el inicio de cada ensayo avisa brevemente al lector cuál es la operación que se propone realizar e inmediatamente pasa a dialogar con el texto que lo ocupa; por ejemplo, señalar algunos aspectos narrativos de Tirinea de Urzagasti, o en otro caso destacar el funcionamiento narrativo de Aluvión de fuego de Cerruto. Al lector le corresponde valorar hasta dónde lleva Antezana sus juegos de desarme y conexión del texto. Estas palabras del español José A. Rojo –editor de opinión de El País de Madrid que dictó recientemente un taller sobre crítica cultural en La Paz– parecen describir cabalmente la tarea que realiza Antezana: “Para mí es muy importante la crítica para orientar a los lectores. De todo lo que hay, yo te recomiendo esto; o de todo lo que hay, yo voy a relacionar esto que está surgiendo ahora con otras cosas que hubo antes; yo te voy a hacer un mapa de qué cosas son verdaderamente importantes; o de todo lo que hay, yo voy a conseguir que te enamores de esto. Todas estas son funciones del crítico, como cartógrafo, como detective, como Celestina…”*.


Antezana es un crítico literario en el sentido de que hace una invitación orientada a la lectura de textos clásicos bolivianos. En un siguiente momento pasa a inventar, como es el caso del saco de aparapita en Felipe Delgado, donde realiza una tentativa que será retomada por Justo Pastor Mellado, el curador general de la VII Bienal Siart 2011, usando el concepto de aparapita de Saenz como un modelo de trabajo. Consiste en observar cómo un poeta logra esbozar la visualidad de la sociedad paceña a partir de una figura, “el que carga”, que se mueve en sus márgenes, y cómo esto será un diagrama de trabajo para organizar una bienal de arte. Lo más seguro es que ésta no era una novedad para Antezana –que fue invitado en la oportunidad para hablar sobre el tema–, puesto que ya antes había utilizado la idea aparapita para ilustrar, por ejemplo, el concepto de “formación social abigarrada” de Zavaleta (p. 653). Es capaz de extraer un término de una narrativa e inventarle un uso en otro campo; así puede hablar de un devenir-aparapita de La Paz, imagen poética de una sociedad como la nuestra, que parece desarmarse, desparramarse constantemente, pero al mismo tiempo se reestructura y se vuelve a coser, dejando sus nuevas costuras a la vista. “Este saco es, se diría, un mundo hecho de fragmentos, un mundo de desgaste y de recreación y es como si un delirio cubriera el cuerpo de estos personajes”. (p. 216). Así también son los ensayos de Antezana, materias delirantes que inesperadamente remiendan trozos de tela con pedazos de cuero y tiras de zapato, que se pueden desparramar al infinito sin por ello perder su sentido de unidad. “En el caso del saco de aparapita hay una paradoja que me llama la atención: a la larga, cuando el saco original se ha desgastado totalmente, cuando ha sido reemplazado por una serie de innumerables remiendos, pese a todo, ese abigarrado conjunto conserva no el (saco) original, pero sí la forma del saco original. No otra cosa sería la literatura: una forma quizá arbitraria que, sin embargo, conserva el origen del original”. (p. 653). Claro y prolijo en su exposición, Antezana invita, luego orienta, y dando un paso más inventa. Es inventor, primero, de aparatos de lectura, o lentes que le funcionan (a la Proust), y después de llaves, a la manera de un cerrajero; nos recuerda a aquel personaje del film Matrix Reloaded (2003), “the key maker”, el portador de todas las llaves que permitían acceder a los pasillos laterales, una suerte de puentes que conectaban espacios lejanos dentro de la Matrix. 

¿Cómo funciona?
En los ensayos de Antezana se encuentra implícita una concepción de lo que es un libro: no una materia acabada, cerrada, sino un sistema abierto de guiños y enlaces, casi una página web, cuya posibilidad de conexiones es inagotable. Por ello, al escribir sobre otros autores no tiene interés en preguntar ¿qué ha querido decir?, ni ¿cuál es el mensaje? Se pregunta cuestiones más prácticas: ¿cómo funciona tal texto?, ¿en conexión con qué puede funcionar de tal o cual manera? Luego pasa a analizarlos con la profundidad del relojero, del mecánico, como si cada libro fuera una máquina de engranajes particular. Máquina-cuerpo-articulaciones. ¿Y qué hace que escriba sobre un libro y no sobre otro? Seguramente el interés personal, el gusto, una resonancia, o quizá por una cuestión de desarticulación, que para él es fundamental, según señala en sus “Posdatas”: “Es cierto que esta compilación no destaca aquellas otras obras sobre las cuales no escribí o no acabé de escribir, pero, que, sin duda, insistiría en su lectura, como Juan de la Rosa, o De la ventana al parque, o Reflexiones maquiavélicas, entre otras, cuyos diseños de texto intenté alguna vez pero cuya forma definitiva nunca pude articular definitivamente”. (p. 637). Escribe articulando, y lee aquello que las articulación tienen para decir. Su interés por algunos textos es similar al de un mecánico automotriz que se maravilla al contemplar el funcionamiento de un motor. Leyendo reconoce al libro como máquina de engranajes, máquina entre máquinas, pero también como un pequeño engranaje de una maquinaria exterior mucho más compleja. Por ello el ejercicio de leer consistirá también en reconocer las posibles relaciones de un libro con su afuera, ya que, como dice Foucault “os márgenes de un libro nunca están neta ni rigurosamente cortados; más allá del título, de las primeras líneas y del punto final, más allá de su configuración interna y la forma que lo autonomiza, está envuelto en un sistema de citas de otros libros, de otros textos, de otras frases, como un nudo en una red”. (Michel Foucault, La arqueología del saber, p. 37).

¿De dónde viene?
Ensayos escogidos es un libro de filiaciones, en el entendido de que ninguna obra se hace de la nada, que siempre remite a otra obra, a un linaje, a una secuencia no siempre explicitada. Cachín es un hilador de textos, de lenguajes. Su tarea desea aportar tanto al objeto como al inventario de herramientas de la disciplina. Comentando el ensayo sobre las “Canciones Chimane” dice: “Los tratamientos convergentes en literatura, es decir, el acercamiento de la literatura hacia temas o argumentos que, en principio, le son ajenos, son los más difíciles porque deben aportar conocimiento tanto al material tratado literariamente como a la disciplina que los presenta o examina”. (p. 653). Cachín Antezana, como buen detective de biblioteca, investiga de qué trama de otras obras anteriores, o laterales, la obra proviene, se construye, es decir, cuál es su proceso, dónde están sus continuidades, discontinuidades, encubrimientos, fallas…, en fin. Así, en el cuadro de un pintor, en el caso concreto del ensayo “En torno a un cuadro de Fernando Rodríguez Casas: Flora y la muerte”, Antezana se interesa también por mostrar de qué secuencia forma parte esa obra, casi en un sentido musical. Analiza el lienzo como un tejido, “un texto que se entrelaza, directa o indirectamente, con otros textos”; luego ¿cuál será el mundo teórico del pintor?, ¿cómo tal figura es un homenaje a Boticelli?, todo esto será objeto de estudio. Esta su premisa: “Porque el arte es necesaria y quizá esencialmente plural: un complejo sistema de ecos, un continuo desplazamiento, un permanente diálogo entre los que estamos y los que estuvieron, un espacio nómada –se diría con Deleuze y Guattari–, un sistema de fragmentos de viejas canciones olvidadas (Shakespeare)”. (p. 319). El ensayo se irá conformando –de manera erudita– identificando los elementos dentro del cuadro que le sugieren un otro eco literario, intertextual, anexo, para ver qué tiene que ver el cuadro de Rodríguez Casas con Hamlet de Shakespeare, con Borges, con un pasaje de Eliot, o con la Teoría de la Relatividad de Einstein.

Análisis por gusto
“La crítica como reseña es un servicio más que el periódico o los medios de comunicación brindan a sus lectores para que éstos eduquen, cultiven y profundicen en sus gustos. Cuando se dice gusto parece una cosa muy burguesa. Pero cuando digo gusto quiero decir: tu visión de mundo y tu relación con la vida, lo que te da placer en la vida, lo que te hace crecer como hombre”. (José A. Rojo). En el prólogo del libro Mauricio Souza hace notar que los ensayos presentados son sobre obras de la literatura boliviana que “no habría que dejar de leer”. Está muy bien, pero por otro lado, ¿por qué serían imperdibles tales obras? ¿Leerlas para qué? ¿De qué serviría la lectura de este itinerario propuesto a los que no son doctores en literatura? He aquí un último elemento: el alto valor que Antezana le asigna al simple acto de la lectura en la vida. Quizá el objetivo de nuestro paso por esta Tierra sea el de lograr confeccionar una visión original de mundo, singular, y quizá la lectura sea un excelente camino para lograrlo. Que todo lo que ames, construyas, visites, leas, conozcas, etc., sea en el fondo un medio para elaborar una visión de mundo singular, que te permita conectar lo in-conectable. Para qué leería uno si no fuera para involucrarse en sus propias transformaciones, y hacer todo lo que le permitirá acceder a la siguiente página de su vida. ¿De qué serviría leer toneladas de libros si esta disciplina no configurara una forma de vivir más alegre, más a tono con la propia vida? No se trata de leer por leer, como se viaja por viajar, sino de leer para averiguar si se puede pensar diferente, percibir diferente al modo en que se percibe ordinariamente. Lectura: ejercicio crítico de diálogo con uno mismo, potenciación de la tolerancia, creación de ciudadanía. Por ello no es una casualidad que Luis H. Antezana además de ser un eximio lector sea una persona tan querida por donde pasa. Suele ser elogiado por su neutralidad como crítico, por su capacidad para poner una distancia respecto de la obra que analiza, pero nosotros hemos querido subrayar aquí otros motivos para admirar su labor.