Por: Jorge Luna Ortuño
En las conferencias de prensa del UFC 196, en la guerra mental de poder a poder de la pelea estelar, quedó claro que Nate Diaz se manejó con eficiencia, no atacó mucho ni muy seguido, pero cuando debía hacerlo lo hacía contundentemente. Dos fueron sus mejores argumentos: el primero que Conor había vencido a tres enanos consecutivamente (Siver, Méndez y Aldo), mientras que él tenía una fila de peleadores de primera línea a los que peleó en la última década. Su otro tema era la legitimidad de su equipo y sus sparrings: con quién entrenas, en tu gimnasio no tienes a nadie, mientras que yo tengo a Nick Diaz, a Kron Gracie, a Shields, a mi coach de boxeo, etc. Tenía dos puntos fuertes, e incluso llegó a callar a Conor en la segunda conferencia de prensa. Fue una antesala de lo que pasó en la gran noche de la pelea, Conor podía venir y venir, pero cuando Nate sacara las grandes armas, la pelea hallaría su fin. Quedó también como gran duda el hecho de que Conor no tenga como coach principal a un striker, pues John Cavenagh es especialista en grappling. Fue John quien le dio instrucciones muy condescendientes y no tan claros en el descanso, en lugar de decirle: "ahora no te quemes, no pongas todo el poder en tus golpes, busca marcar puntos y moverte, guárdate para los rounds finales", lo que le dijo fue "el directo de izquierda está llegando, y el gancho de derecha está ahí. Sigue así, y destroza esa pierna delantera".
La electrizante pelea que protagonizaron Conor McGregor y
Nate Diaz la noche del 5 de marzo del 2016 será recordada por un largo
tiempo por los estudiosos del combate y los fans de la MMA. Quedará marcado el cómo,
en el minuto 3.11 del segundo round, Conor McGregor descubrió que la trampa que
creía estar tejiendo para Nate Diaz era en realidad una tumba que había cavado para sí mismo. En el minuto 2.22 la tormenta se le vino encima. Nos
referimos a la cuestión estratégica: quedó emboscado en un plan de pelea que
creía haber armado para su conveniencia, pero resultó que le había estado
haciendo el mejor negocio al mismo Nate. El mismo Conor reconoció en tono humilde, después de la pelea, que hubo un momento en el que pasó al modo “pánico”. En ese horroroso instante para sus pretensiones,
Conor descubrió que llevaba todas las de perder en una pelea de toma y daca
frente a un luchador como Nate, curtido en cien batallas de ese tipo, provisto
de una cabeza de piedra y una quijada granítica, pese a la dureza con la que se
puede impactar al rosto con los guantes de MMA.
Conor había sido conmovido por
una combinación 1-2, lo que era como recibir una cuchara de su propia medicina. Así
tocado, notando que sus golpes ya no producían ningún daño, y tragándose todo
su orgullo, en tal situación Conor optó por buscar el derribo, que intentó con
un double leg bastante previsible. Fue el momento en que Nate supo finalmente
que lo tenía a su merced, la guillotina esperaba lista, la guillotina Kron Gracie, que se efectúa con el codo bien alto.
Nunca en toda su carrera, salvo en aquella ocasión contra Holloway que sufrió una lesión en el
ligamento de su rodilla izquierda, Conor había buscado ir al derribo durante un
intercambio franco de golpes de puño. “Estoy invicto en intercambios”/ “Veamos
quién da el primer paso atrás”. Justamente, en esta pérdida tajante, Conor
perdió ese invicto del que tanto se vanagloriaba, lo que en el balance tal vez
resulte el golpe más decisivo a su moral. Anoche fue Conor el que tuvo que acudir
al papel de “wrestler desperado”, como él mismo bautizó a todos sus oponentes perdedores en
las 145 libras.
Conor gritó a los cielos que una vez sus oponentes sentían su
mano izquierda, antes o después todos se quebraban, así lo profetizaba respecto
de Dustin Pourier por ejemplo. La batalla mental que tan bien se le había dado
a Conor en toda su carrera, finalmente anoche resultó un boomerang contra sí
mismo. Oyendo la conferencia de prensa y lo que pasó en el pesaje oficial, me dio la sensación de que fue demasiado; con tan pocas horas antes de la pelea, un guerrero necesita estar en una estado de paz, de control de sí mismo, serenidad pura, como lo mostró frente a José Aldo en el pesaje antes del UFC 194. En cambio con Nate se vio entrampado en una situación donde la soberbia, la agresividad y el gusto por los insultos se había multiplicado como virus, la temperatura de la pelea se salía de los límites, sin ser algo personal estos dos hombres actuaban como si se odiasen. Conor había subido tanto las expectativas que estaba obligado a noquear a Nate
Diaz para cumplir acorde a su discurso.
Conor podría haber hecho una pelea muy
inteligente, con todos los recursos técnicos que posee, bastante superiores en
variedad y fluidez a los de Díaz, pero eligió meterse en una batalla por el orgullo,
que era acerca de quién quebraba primero al otro mentalmente y lo talaba como se hace caer un gran árbol. Fue él mismo
quien puso las expectativas tan altas, diciendo cosas como que Nate era muy suave en su cuerpo, un flacucho, con juego de pies previsible, con golpes demasiado repetidos, lento, muy lento para él. Por eso cuando inició el round, Conor lanzó desde los primeros diez
segundos sus izquierdos volados colocando todo el poder encima. Erró la
distancia en varios golpes, se sintió incomodado por la amenaza de jab de Diaz, por la longitud de su brazo.
Lo que pocos tienen en cuenta es que el golpe que se
falla o se tira al aire cansa más que el que conecta. Díaz se movía atrás y en círculos, ocasionalmente
lanzaba un jab y pronto se animó a soltar una que otra izquierda, pero sin
lograr preocupar a McGregor. No hacía mucho Díaz, pero controlaba la distancia
hasta la mitad del round. Recién cuando faltaban dos minutos para la
finalización de ese round inicial Conor logró aterrizar sus cruzados y directos
con algo más de notoriedad, logrando marcar el rostro de su rival, quien todavía
daba la impresión de que estaba en ánimo tentativo y algo tímido. Los
movimientos de Conor eran ágiles, se le veía cierta armonía a momentos,
combinando bastante con la patada pisotón a la rodilla adelantada de Díaz, que le
ayudó estratégicamente a prevenir mayores avances de Díaz. Pero lo cierto es
que Conor se desgastó bastante en ese primer round, sobre todo en el suelo al final, donde Nate amenazó con revertir a Conor quedando montado pero con
visión norte-sur. Conor usó su fuerza y tuvo que poner todo su peso hacia
adelante para impedirlo, pero no consiguió hacer ningún daño en el ground and ound,
siendo que invirtió buena cantidad de energía.
Otro problema de ineficiencia para Conor fue que cuando lanzó
sus temidas izquierdas en ese inicio, varias eran desmedidas, lanzadas con toda la fuerza, quedaban en el aire y comprometían su balance, lo cual compensaba agachando la cabeza contra un
posible contrataque. Pero un experimentado kickboxer probablemente hubiera
aprovechado para rodillarlo en la cara o lanzar una patada ascendente. Díaz no
atacó estos movimientos de McGregor, se conformó con hacerlo fallar, y a veces
soltar su cross de derecha como respuesta.
Se ha dicho que Conor McGregor ha enfatizado la atención al movimiento
del cuerpo humano en las artes marciales. La presencia de Ido Portal por
segunda vez en su esquina probablemente tenía la intención de continuar con ese
discurso públicamente y hacerlo muy obvio para todos, pese a que Ido sólo se acopla a sus cmpus en la última semana de su preparación. Lo lamentable es que el peleador irlandés no mostró
propiamente toda la fluidez de movimiento que hubiéramos esperado. Con algunas
de sus patadas en giro de capoeira, que nunca llegaron al rostro de Díaz, nos
pusimos a recordar a Bruce Lee, cuando decía que la libre expresión de uno
mismo no es lo mismo que auto-exhibición; que la funcionalidad está antes que la vistosidad. Conor hizo cierta exposición de sí mismo con fines de búsqueda de la admiración externa, como
todo buen vendedor de su negocio. Pero, en lo profundo, esas prácticas no le
hacen bien a un artista marcial, que necesita mantenerse ligado a lo que es
real, a lo que funciona, a lo que surge realmente como forma de expresión
honesta de uno mismo. Es muy fácil ponerse arrogante y mostrar a la gente una
serie de movimientos llamativos, es fácil impresionar con movimientos, y eso es
algo que también es parte de la cultura de movimiento vista desde afuera. Pero,
vale decir que el verdadero movimiento no es auténtico si se hace en busca de
alguna aprobación externa. El artista marcial moviliza su cuerpo a partir de
algo honesto.
Pero hay que ir más lejos. ¿Movimiento y qué más, de qué
hablamos? Bruce Lee nunca ensalzó el movimiento sólo por sí mismo. En El Tao
del Jeet Kune Do, el único libro que escribió esperando publicarlo, enmarca la
economía de movimiento y el juego de pies. Conor tiene una comprensión más desarrollada
de esos elementos del combate, su estilo lo demuestra. Pero contra Díaz no
estaba realmente en posesión de todo su arsenal, algo lo distraía. El cambio de
estancias de guardia con el que avisaba a Díaz en la apertura, finalmente no
salió a flote. McGregor fue directo a su tarea desde la guardia natural, si
asumimos que utiliza la mano diestra principalmente. En ese caso tenía la
chance de utilizar su patada lateral, la misma que usó contra José Aldo en su
choque del UFC 194. Pero en esta ocasión, a partir de cierto punto del segundo
round, Conor sintió la queda de su tanque de gasolina y pareció olvidarse de
todas sus patadas. Había menospreciado el asunto de la subida de peso, no se
sentía en dominio, control y conocimiento de su cuerpo. ¿Cómo no previno eso si
había subido de 145 a 168 libras en menos de tres meses? Él mismo diría: “No fui
eficiente con mi energía, y él sí lo fue, peleó una pelea inteligente”. Para
colmo, Díaz se sabía en una guerra de poderes, matar o morir, por lo que
soltaba sus puños y conectaba de rato en rato, sobre todo los jabs, sólidos a
la quijada del irlandés. Y cuando tocaba recibir, se cubría, hacía que los
golpes de Conor se volvieran inofensivos en sus guantes amortiguadores. Conor comenzó
a abundar en ganchos ascendentes, desde diversos ángulos. Todavía se notaba su
riqueza técnica con puños. Pero dejó de atacar el cuerpo, siempre cerraba la
combinación con un golpe a la cabeza que no hacía casi daño. La cara
ensangrentada de Díaz no parecía encontrar un fin, y así, con toda su
envergadura, luego de cubrirse y aguantar el temporal, Díaz iba a buscar sus
propios impactos. El colmo del error fue que Conor peleó esta fase con las
manos a la altura de la cintura, confiándose en su esquiva y cabeceo, que en
esos momentos ya era muy inefectivo. La defensa de Conor se vio rebasada, y el
cruzado impactó con dureza, en el mejor estilo de un doble de McGregor que de
pronto lo colocaba a él en la situación en la que siempre ponía a sus
oponentes. Esto no hubiera pasado si Conor peleaba con mayor responsabilidad
defensiva, intentando al menos subir su brazo y codo derecho para bloquear los
directos que lanzaba Díaz como jabalinas. Cuando no fue este cruzado el que
impactaba, fue el cross de derecha, que Díaz lanza como un sopapo, como si se
tratara de un chicotazo al lateral del rostro. Conor aun tenía ánimo de sonreír
y decirle algo a Díaz, todavía se animó a desafiarlo a seguir pegando, como si
nada hubiera pasado. Pero sus piernas y la torpeza de sus movimientos lo
delataban. Su caminar por el octógono se había tornado difuso, sus movimientos
de cintura torpes y fuera de timing, incluso lo vi cruzar los pies al
desplazarse a los lados. Era la versión torpe y descuidada de Conor contra la
versión más seria y lista para matar de Nate Díaz. En algún punto Conor lo
sintió, supo que iba a morir, así que eligió la derrota más administrable para su
imagen, la derrota por finalización, que ya antes ha ocurrido en su carrera en
dos ocasiones, cuando era un inexperto en las artes del grapling. Nate Díaz lo
dejó claro, si Conor se hubiera mantenido en pie hubiera sido un k.o., y eso es
lo que evitó al lanzarse en un takedown que resultó como meter la cabeza en la
boca del lobo. Díaz mostró además que su jiu jitsu, aprendido con la guía de
Cesar Gracie, está en un nivel muy superior al del irlandés, que practica con
interesantes grapplers en el Straight Blass Gym, pero que no parece obligarlo a
evolucionar como se esperaría.
En definitiva, Conor lució vulnerable y descuidado, mientras
que Nate lució sorprendente y auténtico. No intentes jugar mi juego contra mí,
es lo que parecía haberle dicho Nate a Conor. Reclamaba así su personaje, el
del provocador chico malo. Ser el bravucón con ventaja de tamaño y de alcance
que aterroriza a sus rivales no era la estrategia correcta para esta pelea,
pero en el campus de Conor no lo resolvieron. Recordé mucho una pelea de fines
de 1996, cuando Roy Jones Jr subió a la categoría de los semipesados para pelear
con Mike McCallum por el título interino. Su enfoque fue de respeto al peleador
más pesado, más acostumbrado a la división, y más experimentado. En algunos
rounds, como en el quinto, Roy utilizó sus armas de lucha mental, ayudado por
su cegadora velocidad y sus reflejos infernales. Y en el round 10 incluso logró
un knock down a su favor al sorprender al McCallum con un derechazo directo. Fue
una estrategia de cocinar la comida a fuego lento. Luego se vería por qué no
había salido a buscar el k.o de entrada. Cuando subes de categoría tu poder de
knoquear ya no es el mismo, debe ajustarse a los rivales, y Roy había subido
para aprender, debía testear durante algunas peleas cuáles eran sus
posibilidades.
La lección que nos llevamos de este resultado del UFC 196
debe ser mesurada, pese a lo impactante de los desenlaces y sus repercusiones
inmediatas. Misha Tate venció a Holm, sí, pero fue una enseñanza sobre
detalles, algo específico que mejorar en su juego, su vulnerabilidad al derribo
como contraataque a su mano izquierda. En el caso de Conor McGregor, fue una
cuestión muy mental. Él cree que realizando algunos ajustes, y tomando
consciencia de que al peleador más pesado debes respetarlo y no lanzarle todos
tus golpes para noquearlo, tendrá todas las chances de volver y ganar el
cinturón de las 155 lbs. Tendría que lanzar más golpes para marcar puntos,
parecía decir, también reservarse sus mejores golpes para momentos específicos
de la pelea. Conor hablaba de que los pesos no deberían importar tanto, pero
aprendió que sí importan, que no es tan fácil aventurarse a pelear con
cualquier oponente. Debes tener un plan de pelea, estudiar un poco a tu rival,
tener claro ciertas cosas respecto de dónde quieres ir y dónde no deseas
llegar. Conor fue a lucirse, basado en la idea de que su arsenal es mayor y que
Nate no podría resistirlo. Pero lo resistió, y de ahí en adelante Conor no tuvo
más respuesta, no habían imaginado tan lejos.
POSDATA: La conferencia de prensa inicial, donde Nate y Conor
intercambiaron una divertida ronda de ironías, acusaciones y críticas, fue un
muestrario del mapa mental de la velada. ¿Cómo será la pelea? –le preguntaban a
Nate. Él respondía sucinto: “Será una pelea”. Ante otro periodista que le
marcaba la ventaja que podría tener McGregor por sus movimientos, Nate replicó:
“Yo también tengo movimientos”. ¿Cuál será tu estrategia, fue incluso una de
las arriesgadas preguntas? Nate dijo: “pienso ir a matar o ser muerto”. Conor reía
en esos momentos, pero no sabía lo que esperaba. Queda la imagen de una sesión
en la que Conor fue contestado, en la que no pudo señorearse como siempre. Cierta
frustración se pudo notar cuando Nate lo acusó de estar en osteroides. Conor tiró
todo lo que tenía y Nate pareció nunca caerse. Fue quizá un momento revelatorio
de lo que iba a pasar en la batalla del UFC.