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jueves, 6 de febrero de 2014

MICHEL ONFRAY, PRESENCIA CERTERA



Por: Jorge Luna Ortuño

Hay algunos en el panorama teórico actual que ven con muy malos ojos a los intelectuales que aparecen con demasiada frecuencia en los medios, peor si es la televisión siendo entrevistados. Michel Onfray, filósofo francés, responde con sarcasmo: "también existen los intelectuales que se quejan porque nadie los invita a un programa y sus libros no los leen más que sus amigos en la academia y colegas, también existe eso, yo elijo a qué programas quiero ir, no acepto cualquier invitación, eso no está tan mal". 

Onfray, que a sus 28 años sufrió un paro cardíaco, nos ofrece una especie de filosofía novelada, aunque él no la presenta así ni tiene necesidad de hacerlo. Escribiendo sobre el Jardín de Epicuro como modelo para la Universidad Popular -que fundó el 2002 junto a sus amigos colegas en Caen-, utiliza el denominativo de personaje conceptual. Así es, el Jardín aludido funcionaría como una especie de personaje conceptual en sí mismo, siguiendo la propuesta de Deleuze y Guattari en Qué es la filosofía. Sería una "oportunidad de filosofía y de filosofar", "una casa destinada a la idea". Así Onfray avanza y nos hechiza, conjuga la capacidad de entusiasmarnos con un estilo vigoroso y de escasas citas, su prosa es encendida, no se contiene, dispara por ráfagas, párrafos cortos, y de vez en cuando se da tiempo para abundar en el uso de adjetivos y descripciones sensoriales. 

Sus libros son best sellers, al menos algunos de ellos, tiene publicados más de 50 y cuenta menos de 55 años. No es un cínico como lo era Diógenes de Sinope, ni es un escéptico como lo fue Pirrón, y tiene especial afecto por Epicuro. Sin ser como ellos, logra un impacto demoledor, llama la atención y es leído por públicos muy amplios. ¿Cómo? No es un gurú de autoayuda, no no, pero entra en ese circuito que tan bien aprovechan las multinacionales como las marcas de ropa americana, que mediante sus productos invitan a la individualidad, a la originalidad, a la rebeldía, a cierta construcción de uno mismo, liberalismo democrático mal entendido. Onfray utiliza la filosofía para contradecir en ese circuito. Entiende que la filosofía de la época helenística se preocupaba por teorizar en función de efectos prácticos para la vida, que tiene conexión todavía con las preocupaciones actuales de la gente en Europa. Robert Kiyosaki logra un éxito editorial con su serie de libros "Padre Rico Padre Pobre", porque cuenta su historia mientras enseña nociones de economía con la promesa de que te ayudará a volverte financieramente independiente. Jurgen Habermas en cambio escribió un libro junto al penúltimo Papa, sabemos que le interesan temas relacionados con la comunicación, pero vaya a saber cuál es el público que lo lee. Michel Onfray se destaca en este campo, sabe ventilar sus ideas, sabe construir sus canoas para decorar el envoltorio, y ofrece algo que cultiva a los que lo leen, o lo van a escuchar en sus clases magistrales en la Universidad Popular. 

Pero habíamos dicho que buena parte de su propuesta consiste en escribir una filosofía novelada. Entendemos aquí la novela de una manera muy simple: un género literario en el que se narran las peripecias de unos personajes. Onfray nos narra las peripecias de ciertos personajes dentro de la historia de la filosofía, por supuesto que en la página que escribe los héroes tienen que tener buenos tratos con la inmanencia. Para Onfray los buenos de la película son Epicuro, Demócrito, Nietzsche, Montaigne, Deleuze, entre los que más rescata y utiliza como "filósofos de cabecera". El gran villano en su novela siempre es Platón, a quien no le tiene la menor misericordia; ocasionalmente Kant y Descartes juegan también ese papel poco honroso. El personaje del malo en Onfray es bastante plano, no tiene matices, no se permite el mínimo grado de admiración, o los quiere o los odia por completo, no admite medias tintas. De modo que su villano es siempre un personaje plano, muy cercano a esos villanos truchos que se encuentran en una película de acción de clase B. Ahora, si se trata de un uso adecuado de lo que es un personaje conceptual, lo que hará Onfray, pese a la dureza de sus palabras, no será decirnos que le cae mal Platón, o que tiene casi un problema personal con él. Lo que pasa es que en la construcción teórica de su plano, el que cumple el rol de frontera, aquel que devuelve todo a la cochina trascendencia, es Platón, porque la misma historiografía oficial se ha encargado de ponerlo en ese lugar referencial. Es una cuestión de ser consecuente en su forma de ver las cosas. El personaje cercano es un amigo del concepto, ayuda a rayar los vértices del problema al que remite, y al mismo tiempo existe el otro, que Deleuze llama el personaje antipático, el que señala los peligros propios del plano, las malas percepciones, las distorsiones, aquello que invoca un carácter repulsivo, y que sin embargo es también parte de la trama del plano que se está construyendo. El gran antipático para la generación precedente en Francia, conocida por algunos como los posestructuralistas, había sido Hegel con su dialéctica devoradora. En la lectura de Onfray parece darse por sentado que la batalla contra el idealista Hegel ya fue superada por sus antecesores. Foucault, Lyotard y Deleuze, principalmente, prolongando el proyecto nietzscheano, ya lograron cavar una serie de salidas para el pensamiento filosófico frente a la hegemonía que ostentaba el autor de La ciencia de la lógica. Pero necesitaban de esa inercia en contra para dar vida a sus proyectos, y lo mismo pasa con Platón en la construcción de una Contrahistoria de la filosofía, la colección de más de 10 tomos que Onfray viene trabajando como sostén teórico de la Universidad Popular. De modo que Onfray concentra el furibundo poder de su pluma para descargarlo contra Platón y su edificio teórico desde distintos ángulos; avanza en bloque, sentando bases para una erótica, una dietética, una ética y una política. 


Curiosamente, no es muy fácil toparse con lectores interesantes de la obra de Onfray: o lo leen para responderle, cayendo en el juego, o lo leen para seguirlo de manera fanática. Sin embargo, Luis Diego Fernández, filósofo argentino radicado en Buenos Aires, es el caso privilegiado de un lector cómplice. Él nos hace notar con acierto que "Onfray no es un gran creador de conceptos, como sí lo era Deleuze, pero en cambio es un gran sistematizador de tradiciones". Esto es muy interesante porque existen una serie de filósofos interesantes a los cuales la definición de D-G no les acomoda. Por ejemplo, sin ir muy lejos geográficamente, a Tomás Abraham; el rumano-argentino no es un aficionado a la creación de conceptos, él prefiere hablar de ideas y no complicarse la vida. Pero vaya que Abraham es una compañía invaluable a la hora de ponerse el casco y lanzarse a los campos de follaje verde de la filosofía, y teniéndolo cerca como guía y mano amiga. En este sentido, Onfray funciona de una manera parecida, es un hacedor de brújulas. No se propone crear, no es un innovador. Se autodenomina como hedonista, nietzscheano de izquierda, pero me parece que es, ante todo, un ecléctico, reivindica aquella corriente poco retomada de la época helenística. ¿En qué sentido? Porque elige y selecciona lo mejor, pero no lo mejor en sí, sino lo mejor para su proyecto, lo que le permite avanzar en su propio proyecto. Esto requiere que él tenga muy claras las cosas, y las tiene, por ello otra característica que Luis Diego Fernández también resalta en su corpus filosófico, y es la coherencia. 


La primera tarea, por tanto, es cartografiar estos territorios. Enseñar a practicar relevos, identificar los pasajes, anotar los callejones sin salida. Aquí se subraya el obstáculo, el imposible flujo; allá se descubre la línea de paso. [...] Así, la filosofía se enseña a la manera de como se hace un mapa. Luego se entrega una brújula y se invita a cada uno a dibujar su ruta, a inventar su propio camino. 
 (Michel Onfray, La comunidad filosófica, p. 117. Gedisa editorial. 


Volvamos a la imagen de Onfray como "sistematizador de tradiciones". Su trabajo consiste en extraer y conectar, uniendo cabos para dar una figura de mosaico, donde teorías filosóficas que mantienen una amistad silenciosa por su vocación afín se pueden finalmente encontrar juntas. Por ejemplo, en Las sabidurías de la antiguedad, la manera en que raya un territorio y pone juntos a los filósofos hedonistas que deben ser recuperados para su mundo no canónico. Se trata de una radicalización de una intuición que ya se hallaba en el trabajo de Gilles Deleuze. Si uno lee las palabras de Deleuze en libros como Diálogos o Conversaciones -ideales para aprender a leerlo- se verá que él ya se refería a la existencia de un linaje subterráneo dentro de la historia de la filosofía, una especie de linaje lateral, contracultural, marginal si se quiere, donde colocaba a Lucrecio,  Duns d´Scotto, Bergson, Spinoza... Sentía que había una especie de conexión eléctrica entre ellos. En su obra se hallaron los vínculos para entender esa secreta filiación. 

En el caso de Onfray el trabajo de hacer esas filiaciones se efectúa sin la misma profundidad. Su caso no es el de una ballena que se interna en lo más hondo de los mares, más bien se trata de un pez saltarín que no puede estar quieto ni a gusto demasiado tiempo en un solo lugar, vive de la variación, de la velocidad, de la producción obsesiva. Escribe como máquina, un flujo de escritura con vida propia -como atestigua después de su infarto- apenas pasa los cincuenta años y ya tiene algo así como sesenta títulos publicados. Es una barbaridad, es como si Onfray no se limitara a meterse al baño con un libro para leerlo, ¡él prefiere meterse con su computadora portátil para escribir!. Dejando la broma de lado, lo cierto es que una deficiencia de la publicación frecuente se nota cuando un escritor escribe más de lo que lee. Onfray es prolijo y exitoso editorialmente, pero esto nos deja dudas. Existe muchísimo que leer, posturas nuevas, reactivaciones, giros interesantes, trabajos que ya han sido hechos por otros. A Onfray parece no importarle si se repite, tiene un coraje de producir que por otra parte es notable. Juega según sus reglas, es un egoísta en más de un sentido, pero también habla del contrato hedonista, "gozar y hacer gozar al otro". Me resulta algo chocante su manía de encontrar siempre alguien contra quien estrellarse para poder dar rienda suelta a su admiración por el otro bando. Cuando escribe su libro sobre Camus tiene demasiada necesidad de denigrar a Sartre, de hacerlo papilla de algún modo, o de vengar las duras palabras que éste le había dedicado al argelino en una correspondencia muy agitada. Sartre le había dicho a Camus, entre otras cosas, que sus lecturas de filósofos no eran de primera mano, que su lectura era débil, que no había entendido a Hegel, que era un filósofo clase B... Onfray responde con malicia lo que Camus prefirió callar en su momento. Según él sólo se limita a exponer los hechos, poniendo al descubierto una incongruencia política que pocos supieron perdonarle al autor de El ser y la nada. Entonces, y ya finalizando, lo que choca en Onfray es su gusto por la polémica, por las palabras subidas de tono, su necesidad de ahondar en detalles de la vida privada, de cómo vivía tal o cual, descartarlo, hacerlo quedar mal, y luego comenzar a afirmar su propia vena productiva. En este sentido se puede decir que Onfray esboza un antirelato radical. No es "contra", es "anti". La diferencia es grande, la contracultura por ejemplo en los 60 no se definía como algo opuesto, sino como una compensación, "contra" era más algo así como equilibrar del otro lado, compensar. Pero Onfray es anti, y es el filósofo anti-Platón, sin la menor pena. Reduce toda crítica posible a su propia altura, no se toma el tiempo de encontrar algo admirable en aquellos con los que no está de acuerdo. Es amigo de las simplificaciones, mejor evitar los rodeos antes que dar oportunidades. ¿Será correcto decir que Onfray escribe a veces con el hígado, que es un escritor algo visceral? 

No importa. Nosotros a la vez podemos también ejercer el eclecticismo al leerlo. Hay mucho para tomar de Onfray, hay líneas de intersección en las que se puede trabajar a su lado, o al menos con la sensación de su enfoque. Destaco sobre todo su reivindicación, muy justa, al saber poner una distancia entre los temas y los tratamientos filosóficos. No es ya lo que caracteriza a la filosofía el objeto del que se ocupa; antes bien, lo que garantiza su singularidad son los procedimientos que pone en marcha, la manera de leer, de abordar sus temas. No es que lo haya dicho antes, pero le ha insuflado una energía desbordante a esa posición, y esto origina nuevos campos de trabajo, como por ejemplo, lo que denomina la "gastrosofía". 

miércoles, 5 de febrero de 2014

ESCRIBIR


Deseo escribir sobre muchos temas, escribir muchas cosas. Yo también tengo cierto deseo de popularidad. Es casi inconcebible que se pueda escribir sin tener una imagen de lector en mente. Escribimos con el aliento de susurros que nos acompañan por ráfagas, escribimos para algunos y también a pesar de otros. Son las 10.30 de la noche, escucho a Peter Gabriel, su composición de La última tentación, film controvertido que se basa en una novela de Niko Kazantzakis. En ese pasaje dos personajes que admiro mucho, uno es el griego Kazantzakis, el otro es Martin Scorcesse, que dirige el film. Podría decir que aprendí a escribir junto con Kazantzakis, a quien comencé a leer por su novela "Alexis Zorba el griego". Es fascinante el mundo de la lectura, porque uno lee con el íntimo deseo de escribir también algún día lo suyo. Se amontonan trapos y cartones, experiencias idas no muy bien recordadas con otras memorables, colores y paisajes de mundos microscópicos afectan nuestros sentidos sin que terminemos de darnos por enterados, y en algún momento, por alguna suma justa de las dosis, llega el día en que se comienza a escribir por cuenta propia. No es una cuestión de leer mucho, de sumar libros a la biblioteca de la memoria, sino de leer libros y situaciones que nos sirvan para avanzar a la siguiente página de nuestras vidas.

Una corriente libertaria dentro de la historia de la filosofía, que encuentra base principalmente en la etapa helenística, sostiene la idea de que el modo de pensar debe producir una vida en consecuencia. Los modos de percibir y de comprender tienen directa incidencia en el acabado de nuestras vidas de contornos difusos. Esta sencilla verdad se convierte de repente en un tema de debate cuando aparecen las mentes que respiran desde otros recovecos de la existencia sin terminar de atar los cabos ocultos. El que escribe se confiesa tributario de una filosofía libertaria, que se expresa de formas diversas en una forma de vida. Pese a todos los esfuerzos, J. no puede encontrar un trabajo fijo, parece ser olido a millas de distancia, sería un ser conflictivo en las oficinas donde se espera conductas sumisas y bien adaptadas a la ética laboral del dependiente. J trabajaba en una editorial ubicada dentro de una planta de encuadernación de textos. En aquella planta coexistían al menos cuatro empresas, incluidas otras que tenían que ver con los automóviles y las joyas. El primer signo de alerta llegó de alguna manera cuando J. fue el primero de su oficina en enterarse de que uno de los antiguos trabajadores de la planta, precisamente el cajero que les pagaba los sueldos, se había suicidado un día antes. Las caras en que aquel mezzanine eran de congoja, de resignación,de interrogación, y J. no lo había podido adivinar hasta que un oficinista se lo comentara. Aquel pobre hombre había elegido como salida colgarse del pescuezo para entregar la vida ante el infortunio que habría tenido que soportar en sus adentros. La conducta que predominaba dentro de esas paredes era al menos rara, había un misterio casi excesivo en torno al acontecimiento. Reinaba la frialdad. Pero también y esto pasando a otro tema, estaban ahí las compañeras de oficina; terrible tarea la de convertirse en conciliador de bandos encontrados dentro de una misma oficina. No existe manera de integrar a los que no quieren integrarse, sabia frase de mi amigo de Santiago. Allá había una especie de guerra fría, y sin darnos cuenta siempre nos encontrábamos cruzando líneas enemigas en cualquier momento, incluso cuando hacíamos todo lo posible por no tomar partido.

Cierto día simpático apareció un italiano de nombre Filipo. Decía ser filósofo. Su actitud y sus formas al ponerse a la cabeza de la empresa nos demostraron sus dotes de policía. El día en que se ordenarían las piezas le dije sin mucho disimulo que estaba seguro de que nadie podía estudiar filosofía para convertirse en policía. El italiano, ducho en este tipo de intercambios, apreció la ironía, no de muy buen modo, pues le obligó a reacomodarse en su asiento emitiendo un tipo de respiración que parecía un descontento indignado, algo así como un rebuzne, y luego encaró su cuerpo hacía mí. Evidentemente tuvo que cambiar de tema, o dirigirla hacia un campo donde le convenía mejor discutir. Giró el rumbo hacia un terreno donde podía pedirme explicaciones, o realizar aseveraciones que discutían mi profesionalidad. Todo el asunto estaba ligado a los horarios, y a un reclamo que yo hacía por un descuento arbitrario que habían decidido hacer sin previo aviso del cambio en sus políticas. Me resultó divertido notar que su nombre se prestaba a la confusión: Filósofo y Policía -- Filipo. Lo que menos me agradaba era su falta total de empatía, dentro de un trabajo que exigía ese tipo de conexión. Pero nuestra oficina era un tributo a la desconexión, y él venía a ser la cereza en la torta de aquella situación. Estar desconectado es también carecer de entusiasmo, pero sobre todo no tener nada que ver los unos con los otros. Podía unirnos un proyecto en común, y el compartimento de un mismo ambiente, unas mismas circunstancias, pero en lo esencial estábamos todos flotando como islas urañas, cada uno por su rumbo, a su velocidad, con su música encajada por los audífonos, con cada vez menos cosas que decirnos, menos velas que soplar en los agasajos de algún cumpleaños, y menos risas o y comentarios banales en las horas de descanso. Se habían establecido los miramientos y las envidias. Cada uno armaba su grupo de preferidos, giraba en torno a ellos, el resto era evitable. Nadie dependía totalmente de nadie, así que se podía elaborar un mapa de recorridos por la oficina sin llegar a cruzarse hasta el momento culminante donde cada uno agarraba su maleta y decía: "hasta mañana", con educación forzada. Mañana sería un nuevo desafío para mantener la distancia, por ahora sólo había que regocijarse por el final de esa jornada.

A las 12 del día nos trasladábamos a un comedor común donde nos servían comida a todos. Era un comedor descuidado, de mesones largos, algo descoloridos, que estaban bordeados por dos filas de asientos largos a los lados. Si recuerdan las imágenes de unos reos comiendo frente a frente en películas como "Sueños de fuga" o "Fuga de Alcatraz" tendrán un cuadro muy fideligno del escenario en el que comíamos. La afirmación es fuerte cuanto más atinada. Las paredes eran descoloridas, los ventiladores se agitaban dando una sensación de hartazgo por su deterioro, algunas ventanas parecían rotas, y afuera se escuchaban algunos sonidos que provienen de las otras plantas en ese enorme Parque Industrial. No soy un elitista, no soy clasista, pero en cierta medida creo en las diferenciaciones. No me agrada, a la hora de la comida, que nos metan a todos en el mismo saco. Supongo que soy algo distinguido en esto. Sucede que a esa hora comíamos a lado de prensadores, encuadernadoras, cuidadores, es decir, toda una masa de gente que tiene otro nivel de educación, también aspiraciones y modales distintos, y que se viste además de una manera bastante tosca, ataviada con sucios uniformes de overol, que exponen a las claras el carácter primariamente manual de su trabajo, dentro de una sociedad que glorifica el trabajo intelectual. Y debo decir que no pido que no se les deje comer en el mismo ambiente, lo que hubiera preferido es que nos dieran a todos uno ambiente un poco mejor donde pudiéramos gozar de nuestro espacio según la compañías que deseábamos. El almuerzo de cada día consistía en un plato de sopa y un plato de segundo, acompañado por un vasito de soda, de esas que parecían de sobre yuppie. Las cocineras intercalaban el buen humor con la mala gana, se hundían en sus tremendas ollas de porte industrial para salir después triunfantes con un cucharón lleno, y repetían la operación hasta llenar el plato de sopa. En total costaba Bs 12, pero la empresa costeaba la mitad del precio cada día; ese era el aliciente para que la gran mayoría se quedara a mediodía y volviera luego rápidamente a sus puestos de trabajo. Genial medida del dueño de empresa, que tenía así agarrado al chancho por la cola. Los trabajadores de escritorio, entre los que me encontraba, teníamos asegurada una cita con el gastroenterólogo y también con una diáfana pansa que no sabe de verguenzas. A las 12:30 se calculaba que ya debíamos estar volviendo a nuestros escritorios. Qué tipo de descanso se tiene así. Después de todo, no era un contrato de tiempo continuo. Pero con el pretexto de cooperarnos para no viajar muy lejos para almorzar y luego volver, se planteaba la figura de comer ahí para estar más pronto contabilizando horas de trabajo. El ritmo para los que se sometieron a esas medidas debió ser muy difícil, como bien lo mostraban sus propios cuerpos.

El día que se avecinaba un desenlace importante, debí calibrar qué deseaba, y si deseaba continuar, en qué condiciones me planteaba continuar. Las pruebas de la mala fe y del poco futuro que se avisoraba en esa empresa se hicieron claras en menos de lo que canta un gallo. No pensaba hacerme al peine, pero tampoco iba a dejar que nadie me manoteara. Cuando no se tiene formación sólida casi todo puede llegar a intimidar. Pero cuando se le ha visto las fauces al lobo no se teme tan fácilmente otras expresiones contradictorias en el doméstico ámbito laboral. Existen consecuencias, eso sí, pero sobre todo existen elecciones de vida. Me llevaron a una oficina a solas, cuatro funcionarios, entre ellos Filipo y el asesor legal, para decirme lo que les dirían después al resto de mis colegas. Que ese era el último día de trabajo para mí. Me miraban con perversa atención, esperaban cuidadosamente los detalles de mi reacción, como cuando un frívolo laboratorista le ha inyectado el veneno a su hámster y espera curioso el minuto en el que su corazón colapsará. Encendido en mayor manera ante tal atención de ocho ojos que me contemplaban, regodeándose en cierta medida en su sensación de poder, me manejé con total serenidad. No dejé escapar ni una expresión de lamento, antes bien confirmé que presentía que era lo mejor dada la disparidad de criterios que existían entre Filipo y mi persona. ¿Acaso un trabajador que se presume de inteligente no tiene derecho a pensar diferente y a sentirse en desacuerdo con tal o cual medida laboral interna? Pero se considera que el trabajador, por el hecho de que se le paga, como si fuera un favor, sólo puede acatar. Por supuesto que existen muchos niveles, no todos son así de explícitos, lo cierto es que la dominación sabe muy bien encontrar sus mecanismos sutiles de puesta en práctica. Miré a todos impasible, tenía las piernas cruzadas y mantenía el ritmo de la respiración muy lento. Sentí un extraño gozo que comenzaba a emerger, una especie de liberación. No podía dejar ver mi alegría en ese contexto. Sólo me preocupaba que se cumpliera el pago de mis derechos, eso entró en mi mente apenas el asesor legal lo mencionó comprometiéndose a que sería cumplido. Se muy bien que ese desenlace no fue producto de una acción descontrolada de mi parte, no fue un impulso traicionero que mandó abajo la estantería. Al contrario, había sido bastante premeditado, aunque no podía anticipar cómo se daría todo, deseaba de algún modo hacer lo que correspondía. Viví un par de meses antes de ese día arropándome bajo la dudosa seguridad que provee un sueldo fijo. Mi centro se había convertido la remuneración económica, pues resistía una serie de sinsabores personales y de inexistente proyección profesional en ese lugar nublado y sordo con tal de percibir ese sueldo.

Lo que vino después fue un premio. Lo sentí así y esto se confirmó hasta el día de hoy. Me terminé de configurar como ser libre y autogestionado. No te exime la libertad de una vida con complicaciones, no te pone todo en la mano. Al contrario, la libertad pura, la libertad que se vive en la intemperie, cuando ya no se comulgan con sutiles formas de esclavitud, es algo difícil, porque se trata de una arquitectura que cada uno debe crearse y gestionarse. Devenir-araña del hombre libre. La araña no cesa de tejer sus territorios dentro de territorios que no le pertenecen por derecho. Ella toma ese derecho, no lo reclama, ni lo pide, y se arroja a su tarea con dedicación de alfarero. Su malla es una malla dentro de otras grandes mallas, mallas tejidas por otros para todos. La araña tiende su propia cama, prefiere su cama, su cortina para atrapar su alimento. El hombre libre también tiende a ello. Es un problema verse solo, sin trabajo, sin ambiente laboral, sin las complejidades humanas que se tejen en torno a un trabajo, relaciones humanas. Es difícil ser dueño total del tiempo, que divaga como divagan nuestras intenciones en días callados llenos de misterio.



Para algunos este texto ya habrá terminado, y está bien. Para otros todavía puede incluirse este pasaje más. Vuelvo en mi memoria al momento en que me avisaron de mi despido. Todo era muy calmo, pero parecía como si se hubieran citado a mi alrededor para observar una película. Cuando me dieron la noticia me miraban atentos. Luego respondí con indiferencia, sobre todo en control de mis expresiones y mi tono. Estaba de acuerdo. Eso pareció decepcionar a mis interlocutores. Desconozco la experiencia previa que ellos tenían, pero seguramente imaginaban un cuadro más dramático. Una gran discusión, o un derrumbe del despedido. Observé casi el ansia que había en las pupilas del tal Filipo, el ansia de verme quebrarme. Quería adivinar si me había dado el golpe maestro. Pero en mi indiferencia le hice saber de alguna manera que no podían voltearme por una medida en la que ostentaban su arbitrariedad. Era una especie de favor que me hacían. Pero ellos creían que mis raíces secretas se encontraban como para tantas otras personas en la búsqueda de la seguridad. No negaré que verse desprotegido es una circunstancia que afecta a todos, reordena las prioridades y afecta la sensibilidad del individuo. Pero yo deseaba ser inalámbrico, y si algo me salvó aquel día fue una entereza que provenía de una absoluta confianza en mi capacidad; por otra parte, asistía al acto de corte de uno de los cables de mi vida, es decir, salir de mi trabajo. Pero mi conexión era con elementos ajenos a ese, eran del tipo de las relaciones, de las certezas que uno se hace secretamente en un living con las luces apagadas. No había llegado hasta ahí para caerme con tan pequeña circunstancia, había visto noches negras antes, situaciones que me inquietaban hasta los huesos, pero eso no podía desarmarme. Felizmente resistí. Abandoné aquella reunión que terminó gracias a la agilización del trámite que propuse. Me porté con total gentileza hacia Filipo y los otros, pues les hacía saber que al no poder quitarme nada esencial, no tenía razón alguna de recriminarles o expresarles algún resentimiento. Me interesaba expulsar cualquier imagen de resentimiento u otra pasión baja. La experiencia fue sin duda enriquecedora. Dije también que me sentía en partes agradecido por lo que me había permitido hacer durante ese tiempo el haber trabajado ahí, de modo que mi intención era que todo se desarrollara dentro del marco de la normalidad y la tranquilidad para ambas partes. Dicho esto terminó de apagarse la expectativa en sus expresiones. Había una especie de decepción, pero también de descargo, se alegraban de no haber tenido que pasar por ningún evento desagradable, el fuego con el que se habían preparado esperando mi arremetida, tuvo que apagarse, a falta de una batalla. En lugar de ello les invitaba a que revisaran sus disposiciones en favor de una mayor comprensión del trabajo que desarrollábamos ahí. Quedaron un par de amigos, que sirven en el área de diagramación. Me congratulo por haber compartido con ellos. En meses que se hicieron eternidad aprendí hasta los más nimios detalles de la sensación de desconexión en un ámbito laboral.

lunes, 3 de febrero de 2014

LAS TRANSMISIONES EN VIVO DEL 9-11

El que controla el pasado controla el futuro, y el que controla el presente controla el pasado
George Orwell, 1984 



Me encuentro en este momento viendo las transmisiones en vivo de varias cadenas de TV de los Estados Unidos, que están cubriendo lo que está a punto de suceder en el World Trade Center. El día que queda capturado en las grabaciones es el 9-11-2001. Gracias a las facilidades que ofrecen internet y el portal You Tube, puedo viajar en el tiempo y sumergirme, a la búsqueda de ciertos elementos, en un viaje en el tiempo hacia un día en que se ensombreció la ciudad de New York. 

La primera transmisión que vi fue de la cadena WNYW News 9-11, con certeza una de las menos serias, por la calidad de sus periodistas y el enfoque apresurado que le dan a la noticia: 


Al principio, los relatores de las diferentes cadenas cuentan con pocas pistas, no existen más que reportes iniciales. Alguien ha dicho que vio un avión comercial colisionar con la torre norte del World Trade Center... "No tenemos nada confirmado", "esto necesita ser confirmado", es lo que sentencian con cierta frecuencia. En la cadena WNYW se dedican a buscar testimonios de gente que está cerca de las torres, poniendo en aire a un reportero de campo que pregunta una y otra vez: ¿qué vio y oyó usted? Diferentes personas testimonian hechos distintos, una señora que había salido al balcón a fumar un cigarrillo en un edificio desde donde tenía cierta vista, afirma que un avión bastante grande chocó directamente contra el edificio. Una joven en cambio desde la calzada dice que fue una explosión dentro del edificio, pues "se veía que las cosas explotaban hacia afuera". Años después, invariablemente, todas las cadenas subieron videos a You Tube donde tienen todo grabado sólo minutos después de que se produjo la primera explosión, hablamos de unos diez minutos antes de las 10.00 am. 

Son las 9.02 de la mañana, en NY Good Day, programa que está cubriendo los extraordinarios eventos, están conversando por línea telefónica con Jim Friedel, un testigo ocular que no alcanza a dar muchas precisiones sobre lo que habría chocado a la torre norte. Justo después de que se despiden llega ese controvertido minuto 3 después de las 9 horas. En ese momento cambian la imagen de una cámara estática que había estado transmitiendo para colocar en aire imágenes desde su propio helicóptero, según el relator del programa. Lo interesante es que en esta nueva toma, que no ofrece una imagen muy nítida de las torres gemelas, se realizan tres zooms casi continuos, encuadrando en el último acercamiento a las dos torres, en un cuadro que se termina de ensuciar con el velo del humo que sale de la zona dañada. Cuando aparece el avión recién en ese último acercamiento, la cámara hace un pequeño movimiento repentino, como si sólo quisiera captar esa toma; el logo del programa en la parte inferior derecha termina tapando nuestra visión, pues interfiere en la ruta que sigue el avión. Se produce la explosión, todo es muy rápido, el logo nos tapa mucho en el cuadro total. Los relatores atinan a decir: "Oh mi Dios, ahí está otro". Y la periodista que lo acompaña no duda en acotar: "Esto parece ser a propósito". Y continua el relator: "Ahora es obvio creo... ha habido un segundo ataque que recién chocó contra el WTC... yo creo que tenemos un acto terrorista de proporciones que no podemos empezar a imaginar en este momento". Temerarias palabras, casi las de un profeta. ¿Están leyendo comunicados de prensa, circulares, cables? Una cosa me anima a dudar y es que su voz no tiene el suficiente grado de admiración para escucharse real. La mayoría de los periodistas a los que he escuchado pronunciarse en ese justo momento del choque sólo dicen cosas como "dios mío", "oh mierda", y cosas tan repetitivas o faltas de verdadera sorpresa que nos hacen dudar del carácter robótico del ser humano educado para ser parte de las masas. Lo que más me sorprende es que sólo instantes antes de esa segunda explosión estaban intentando enterarse de qué es lo que había pasado realmente, hacían corroboraciones con un reportero de campo, y los testigos daban diferentes testimonios, no todos hablaban de un avión, algunos aseguraban que había sido una explosión interna. Pero en cuanto observa esa imagen a las 9.03, que proviene del helicóptero de esa cadena (Helicóptero 5 - Chopper 5), no duda en señalar: "un segundo avión chocó el WTC". Es como si él, dejando de lado su labor de periodista formal, diera rienda suelta a la especulación que le invita a realizar los pocos cabos que puede unir, y da la noticia: "un segundo avión". 

En los siguientes minutos cambian a las imágenes de FOX 5 que enfoca de cerca a las partes dañadas de las torres incendiándose en esos pisos atacados. "Para estar seguros" - señala el relator, después de unos cinco minutos al menos recién pueden mostrar un replay. La imagen es muy rápida otra vez, repiten exactamente la misma toma, es algo muy escueto para tratarse de una transmisión en vivo. Muy arriesgado implicar que los periodistas de esta cadena habrían sido participantes activos de una supuesta conspiración para incriminar a falsos culpables y encubrir a los verdaderos. A momentos parece que avanzan a ciegas, descubriendo de a poco qué es lo que está pasando, y si cometen el error de realizar inducciones apresuradas que los dejan en posesión de afirmaciones débiles, parece ser más por falta de preparación profesional, por errores personales. Una duda que surge al ver las tomas es la calidad que nos ofrecen en sus imágenes de un cielo de poca resolución, con unos colores que parecen más propios de una hora algo más temprana de la mañana. Las fuentes indicaron que aquel día fue bastante soleado, el cielo lucía celeste, y es evidente que la zona se opacó por la prominente salida de cortinas de humo que abandonaban las torres lastimadas. Pero la toma que nos ofrecen es más descolorida que la de otras cadenas. Vamos a cambiar al video de cobertura de la BBC y veamos. 


La reportera de la BBC comienza tratando de armar un poco la escena. Todo lo que tienen son las declaraciones de un testigo ocular, que vio a un avión volando muy bajo e impactando con la torre norte: "a twin engine jet, maybe a 737". Los testigos poco a poco van armando una imagen, escucharon un ruido muy grande, un enorme bang, y algunos dicen que fue un avión "an aircraft". Mucha gente temblando, afectada por la terrible explosión, como es de esperar, dado que este tipo de explosiones no son eventos muy frecuentes en la vida de un ciudadano estandar. De hecho, es posible que muchos se hayan ido de esta vida sin escuchar ni una sola vez una gran explosión de magnitudes considerables. La señal de BBC retoma los eventos aproximadamente 5 min. antes de la segunda explosión. La relatora de las noticias no se da cuenta de que un avión se aproxima a la segunda torre y provoca una tremenda explosión. Sólo gracias al bullicio que comienza a emerger del sonido ambiente del reportero de campo se introduce la novedad, da la impresión de que la relatora estaba ocupada viendo a sus apuntes y no seguía la imagen o ¿acaso tenía ella otra imagen en vivo? El fondo del cielo es un celeste claro, la resolución es mucho mejor. El helicóptero que capta esta señal lo hace desde otro ángulo más cercano. Por el fondo y la luz se dirían que se trata de otra hora de la mañana, o que corresponde a otro día, respecto de la imagen que nos ofrece la WNYW. Lo cierto es que a pie de pantalla, se lee la noticia: "Hubieron dos explosiones en el edificio después del choque del avión". Curiosamente, o quizá no, pese a tratarse de dos ángulos distintos, el momento del choque el avión aparece por el mismo lado de la pantalla, sólo que nos encontramos viendo el otro lado de la torres. Esto no me deja claro el panorama. En el documental September Clues se analiza estas transmisiones en detalle. Sin embargo, cabe destacar que en la transmisión de la BBC, el relato de la periodista es bastante más precavido. Ni siquiera arriesga soltar las palabras "ataque terrorista", que en WNYW se deja en el aire con tal facilidad. 

Veamos qué dicen en ABC news:


El cielo luce también más celeste. No puede tratarse de cuestiones de resolución de cámara. En ABC hablan también de un reporte de un testigo que vio un avión, pero no es un reporte confirmado. Sin embargo, un periodista en contacto, Don Dhaler, señala con bastante convicción que no pudo haber sido un avión, que el sonido era mucho más cercano al de un misil. Declara haber piloteado aviones antes, y tener cierta experiencia en el tema. Algo había que viajaba muy bajo -señala-. Pero no alcanzan a dar más precisiones, lo que pasó parece haber sido muy rápido para el ojo humano. Hasta ese momento se especula sobre qué pudo haber chocado a la torre norte. ¿Un avión o un misil? Otra versión señala que lo que ocurrió fue una explosión enorme. No queda remarcado el criterio de que hubieron varias explosiones continuadas, como dijeron algunos sobrevivientes que alcanzaron a salir del edificio después del primer ataque. Mientras, Don Dhaler enfatiza diciendo que no pudo haber sido un avión porque el daño al edificio ha sido muy grande. Es un hoyo gigante - señala, ante cierta incomodidad del relator. Éste último salta para cerrar el asunto: "Bueno obviamente no sabemos si fue efectivamente un avión". Lo que ellos enfatizan que su reporte especial es pura especulación de lo que "pudo haber pasado" en el WTC. The Asociated Press hace circular el reporte de que un avión chocó la primera torre, es una especie de cable que las cadenas comenzarán a definir como un reporte confirmado, pues ya tienen la fuente confiable, o que al menos les permite tener un descargo razonable. 

Y llega el minuto, 9:03 de la mañana, justo segundos antes de la explosión se escuchan interferencias en la señal, está con la palabra el reportero de campo, Don Dhaler. En ese momento se observa llegar un avión a la segunda torre y luego la explosión. El ángulo en el que llega es algo distinto, el avión parece medio inclinado. Otra diferencia interesante es que se observa llegar al avión con menos velocidad, se alcanza a apreciar con mejor detenimiento que se trata de un avión. La toma del helicóptero de ABC tiene de frente a la torre norte, que ha sido afectada, mientras que la torre sur queda justo detrás. Es una toma no muy lejana a la de la BBC. Inmediatamente en control exclaman con voz baja: "Oh dios mío". "Parece que un segundo avión acaba de chocar". Pero Don Dhaler contradice esa afirmación de inmediato: "Yo no vi un avión ir dentro del edificio, eso fue solo una explosión". Y a pesar de que el relator le dirá que ellos acaban de ver al avión pegando contra el edificio, aquí nos queda la duda a muchos, ¿cómo no escuchó el reportero de campo el bullicio que habría metido un avión acercándose a esa velocidad y volando tan bajo? Después nos dirían que se trataba del vuelo 175 que había sido secuestrado, es decir un avión de medidas considerables. ¿Cómo no lo escucharon? Entiendo que no lo hayan podido ver desde ahí abajo acercarse desde lejos, porque el centro de Manhattan, y particularmente en la zona del WTC, los edificios cubren una buena parte de la visibilidad. Pero algo tendría que haber oído para por lo menos interrumpir sus palabras y anticipar que algo pasaba, algo se escuchaba. Pero el reportero de campo sólo reacciona al sonido de la explosión, y nosotros los espectadores creemos que ha sido un avión con certeza porque lo acabamos de ver con nuestros ojos, y "en vivo". Los relatores dirán que vieron "otro avión viniendo por el lado derecho de la pantalla". Me llama la atención que no se refiera en términos más especiales, como que podría haber dicho: "vino desde el este", o "vino desde el lado del puente" o algo así. Pero sus términos de ubicación espacial están totalmente enmarcados dentro de la televisión. El reportero insiste que sólo escuchó una tremenda explosión y luego una enorme bola de fuego. Tal es la imprecisión del relator que consulta si el choque fue a la misma torre. Sólo después de las palabras de Don Dhaler, from his vintage point, queda claro que el choque se ha producido contra la segunda torre. Entonces el segundo avión cumple su objetivo, que consiste en dejar claro que se trata de una agresión, no existe más la posibilidad de que todo esto sea producto de un accidente desafortunado. En ABC no arriesgan conectar estos hechos con la conclusión de un ataque terrorista, también se cuidan de no especular con tal facilidad. Las imágenes de la transmisión dan la impresión de que el avión atraviesa el edificio; se metió adentro. Es el testimonio de un testigo que no se escucha de manera muy creíble, no sería difícil pensar que pudo haber sido entrenado. No es sólido, y afirma con demasiada certeza lo que afirma, como por ejemplo decir que ambos aviones eran del mismo tamaño. Lo increíble es enterarse de que los aviones puedan meterse por completo dentro de las torres, y que al hacerlo no quede colgando ni una parte del pico visible desde el otro lado. Evidentemente debe producirse una enorme explosión. En esos momentos no parece ocurrirse a nadie que era sospechoso que las estructuras de acero de ambas torres hayan podido ser perforadas en tal manera por materiales de aluminio. ¿O es que los aviones de las líneas aéreas son hechos de otro material que no se ha revelado al público grande?  ¿Y es tan descontable el factor de la alta velocidad en la que tendrían que haber estado viajando esos aviones?