Julio Barriga es una máquina disparadora de frases poéticas, y entiéndase por poéticas a las frases que te rompen un poco la lógica acostumbrada, te inyectan otro clima o te botan de espaldas con la mayor consideración. Lo vi afuera del salón, luego de que Alex Ayala presentara su último libro de crónicas con El Cuervo. A la salida los asistentes se comenzaron a agrupar en pequeños círculos dispersos, pero Julio se quedó a un lado sin tener prisa de acoplarse a ninguno de ellos. Como yo mismo andaba también en una desintonía similar ante tantos desconocidos, los dos aparecimos a un lado, comenzamos a charlar. Alex Ayala había hecho bromas en torno a su tartamudez durante su presentación, con el mayor desenfado y soltura. Fue algo que comentamos después, pues habían momentos en los que Alex se embarcaba de manera tal en lo que estaba diciendo, que parecía olvidarse de esta tartamudez asumida; de un tiro le salían ráfagas de palabras hasta completar oraciones sin baches. Nos recordaba a un equilibrista que se sube a la cuerda y entiende que su oportunidad radica en avanzar de prisa hasta el otro lado, como quien desea apresurar el fin de la faena. Alex se lanzaba así, y Julio me dijo que le había encantado la teatralidad implícita en su exposición de sus crónicas. "Siempre he pensado que la tartamudez tiene más que ver con seguir el hilo de la idea, no es un problema de lenguaje. Cuando pierdes la idea por un momento te pierdes y otra vez vuelve la tartamudez." No lo cito de manera exacta, pero me dijo algo así con voz suave y como si estuviera compartiendo un caramelo entre tantos que le sobran.
"La muerte es la que sostiene a muchos seres con vida", me soltó de impreviso Julio Barriga en otro momento, fue cuando le quise hablar de la subterraneidad y la flotabilidad de dos personajes. Luego me confesaría sin disimulos que Enrique Vila Matas le resulta "excelente", citó sin perder tiempo su impresión sobre los portátiles, y hasta me planteó una relación con una novela de Jaime Saenz, pero no me quedó impresión de ello en la memoria.
Julio Barriga habita otro plano, se nota que viene de otra parte donde es muy feliz. Sus tratos con el mundo son de tipo más silencioso, es un hombre de mucho respeto que sabe apreciar el cariño. Comenzamos a lanzar frases a la noche como dos perros atolondrados, me sorprendía que salía de rato en rato con frases como si las llevara guardadas. Luego me dijo eso que Fernando Barrientos cita en el prólogo al libro El hombre que amaba a Amy Winehouse; Julio cuenta que su madre le dijo que se dedicara a la alta cultura, porque era su única forma de hacer algo, ya que no era ni inteligente ni pintón ni tenía dinero. Es una especie de broma, de todos modos ni siquiera estoy seguro de citarlo bien. A veces una palabra es una gran diferencia, porque te abre las puertas al lugar correcto. Las palabras son llaves del viento, ni qué vuelta que darle. No podemos asumir la potencia ni el efecto de las palabras que le dedicamos a otra persona, sólo somos conscientes de una parte de lo que provocan. Me ha pasado en muchas ocasiones que una mujer, un amigo o un familiar me hacía notar algo que le había dicho, y en ese momento caía en cuenta de que lo dicho podía también entenderse en ese sentido. Entonces me disculpaba. Alguna ocasión llegué a sentir que las palabras nos sobrepasan, o más bien los sentidos sobrepasan nuestra comprensión de los sentidos posibles de esas palabras. Por eso ha de ser que el ser humano necesita acompañar tanto a la comunicación de la expresión corporal y la dinámica de los gestos, para convencerse de lo que se está diciendo. En facebook y otras redes sociales se han hecho un agosto con las caritas, los íconos, todo eso que resume los estados de ánimo, como cuando estábamos en kinder y nos ponían esas caritas al hablarnos de nuestras emociones.
Julio Barriga me dice que él no se ama tanto a sí mismo. Es sencillo al hablar de sus cosas. No ha vuelto mucho sobre su libro, tan comentado y elogiado en el medio boliviano. No le hace mucha gracia hablar del video que salió donde se lo observa haciendo ejercicios. No es un hombre de poses, le preocupa un poco que lo metan en el mismo saco de los que viven de las poses y las firmas. Fernando Barrientos, el director editor de El Cuervo, aprovechó la oportunidad de la presentación del libro para aclarar que la intención de juntar el libro y el video en la presentación no fue la de convertir a Julio en una vedette. Aunque no esté demás, lo tenemos claro los que apreciamos el trabajo de esta notable editorial. Luego volvemos a hablar de la modestia. Él dice que un escritor no debe tomarse muy en serio a sí mismo. Esa es una de sus señas, se toma con tranquilidad. No duda en afirmar que tiene una obra poética, por ello mismo no duda en decir que El hombre que amaba a Amy Winehouse es un libro "inseparable" de su obra poética. En otras palabras, lo que nos ha dicho es que conviene leer ese su libro en prosa desde fuera, es decir, no como un objeto cerrado sobre sí mismo, sino que comprenderlo se hará por medio de las relaciones que establece con sus temas anteriores, con sus obsesiones de siempre, con el talante de su poesía. Es un hombre triste, se podría decir de Julio, porque parece lleno de anécdotas que no lo dejan muy bien parado, o de episodios duros, pero en realidad hay muy pocos seres que caminan portando su calidad de sonrisa. Casi todo lo que dice lo acompaña con una sonrisa, en su tono suavito y carismático, a veces parece que se mira en su interior antes de soltar una de sus frases de improvisto.
En todo caso sobra decir que me ha encantado conocerlo, no he grabado ninguna conversación entre nosotros, esas casuales conversaciones en los pubs o en descansos de la feria del libro cruceña. Tampoco me hice al peine pidiéndole una entrevista para el periódico, me parecía que lo más interesante de hablarle era la completa espontaneidad de lo que ocurría. No me las di de periodista, creo que el periodista despierta un cierto grado de desconfianza, y a seres incomovibles y puros como Barriga estoy seguro que les gusta más la anonimidad, no se cierran, pero no se abren de la misma manera. Él prefiere irse y así sabe que le hace un favor a su libro. Al no estar él hay menos fuerza de empuje que rebalse el agua del libro. No estuvo en la anterior presentación de su libro en Santa Cruz, tampoco creo que estuvo en La Paz por un buen rato, pero él mismo dice que eso ayudó al libro, porque "la mayoría prefiere escribir de los que no están, o sólo escriben de ellos cuando ya se han ido. A mí me pasó algo de eso".