Por: Jorge Luna Ortuño
Two and a half men (Dos hombres y medio) fue, hasta la salida de Charliee
Sheen, la serie de Tv más exitosa de los
Estados Unidos. Creada por Chuck Lorre y transmitida por Warner Bross desde
2003, la serie es una amena compañía para un público amplio, principalmente
para todos los que deseamos liberar la mente del ajetreo cotidiano en las
tempranas horas de la noche. Es fantástica, pero también detestable a momentos,
combina escenas de delicioso sarcasmo con otras de terrible crueldad, y de una
visión mercantilista elevada a la máxima potencia.
El mundo del capitalismo tardío quisiera que todos centremos nuestras vidas
en una sola línea, la línea dura,
escuela-universidad-trabajo-matrimonio-retiro…, donde todo se mide en
crecimiento de lo que está a la vista, mayor dinero, mayor fama, mayores
logros… Alan lo ha perdido casi todo en esa línea, tiene 35 años, es un
quiropráctico con escaso éxito profesional, su hijo Jake no lo respeta, se
divorció de la única mujer que había tenido en su vida y perdió el juicio,
junto con la casa y sus amigos; estando quebrado en la calle, solo le queda
replegarse al sofá-cama en casa de su hermano. Está convencido de que su
ex-esposa le despojó de la poca autoestima que tenía. Lo cómico es que a pesar
de toda su desgracia, se especializa en arruinar las pocas oportunidades que se
le presentan para salir del hoyo, como cuando provoca el incendio de la casa de su novia por dejar
su habano encendido. La serie es despiadada con Alan, el perdedor: aquel que no tiene éxito ni con las mujeres ni con
el dinero, quien deja que una mujer domine sus actos, y encima de ello no sabe
divertirse. El filósofo Slavoj Zizek ya señaló que el terrible imperativo de
nuestro tiempo es que el goce es obligatorio; “tener mucho sexo, realizarse” es
ahora un deber.
Las siete temporadas que tienen a Charlie como protagonista se centran en
diferenciar dos caminos de vida, la comparación entre el ganador y el perdedor.
Lo deseable se presenta como la capacidad para burlar las opresiones del compromiso, no ser dominado
por una mujer en relaciones monogámicas, sino por los vicios: el juego, el
alcohol y las mujeres fáciles. Charlie es el ganador, disfruta de la comodidad
de su casa en la playa de Malibú, sus días están llenos de siestas, ropas planchadas
en el cajón, romances cortos, wiskhy, habanos, Bourbon, algo de TV y más
Bourbon. En algún punto intentan variar el perfil de su personaje, aparecen Mia
primero, y después Chelsea, las dos mujeres con las que convive e intenta algo
serio.
Algunos de los momentos más hilarantes de la serie llegan cuando Charlie
y Alan discuten sus puntos de vista sobre las relaciones con mujeres. Charlie
está comprometido con Mia, pero se ve a ocultas con Kendhi. Alan aboga porque
sea fiel a su pareja, pero Charlie cree que es conveniente tener un bote
salvavidas siempre, “por si el barco se hunde”. Alan critica su falta de
confianza en la relación, pero él sostiene que se trata de un “saludable
respeto por el poder del océano”. De hecho sería positivo, pues “son desahogos
saludables para volver después nutrido a la relación primaria”.
La gran diferencia entre ambos es la actitud frente a la vida. En una
ocasión, con el consejo de su tío Charlie, Jake gana $us 1200 apostando en una
carrera de caballos. Alan le dice “pongámoslos en el banco en una cuenta de
ahorros”. Charlie le dice: “gástalos”.
Alan sugiere que es mejor tener un
colchón, pues “no hay mejor sensación que tener un respaldo cuando llegan los
días difíciles”. Charlie no concuerda: “Conozco al menos ocho sensaciones mejores que esa”. Así, entre éstas dos visiones, se cría Jake, un tiro al
aire, quedando en posición de escribir una nueva versión del libro “Padre rico
padre pobre” (Kiyosaki).
Pueden tachar a Charlie de inmaduro, pero ¿qué es ser maduro al final de
cuentas? Nos reímos con Charlie de aquellos/as que creen que ser hombre maduro
es "dar gusto", y resguardarse bajo las faldas de la “responsabilidad” a costa de
callar los impulsos de la sangre y acomodarse en una vida que sea mejor vista por la sociedad. Hay personas
que sólo aman aquello que creen pueden moldear a su medida. Es el tema que se
toca cuando Charlie y Mia rompen. Ella le había pedido: “comprométete en una relación
en la que no tendremos sexo hasta que la relación sea sólida, mientras: no
puedes tener sexo con nadie más”. La propuesta escandaliza a Charlie: ¿ser
exclusivos sexualmente y no tener sexo? Entonces piensa que no están
sacrificando lo mismo, si él deja el sexo ella tendría que donar un hígado, o
dejar el baile, lo que tanto ama. Imposible. Ella piensa en invertir en la relación para ver
futuro; él sólo piensa en gozar juntos los placeres del presente, que son los
que abrirán la puerta a un futuro. Después de romper ella le pedirá que hablen,
pero el diálogo no fructificará. La mujer es muy astuta, cuando dice que quiere
hablar, lo que está diciendo realmente es que está lista para escuchar lo que
quiere que le digan. (Quizá por ello el consejo que una vez diera Charlie a Alan:
“debes absolutamente fingir que estás siendo sincero”). Si este tipo de mujeres escuchan una
palabra que se sale de la idea que han elaborado previamente, se cierra todo
diálogo, por ello son pocas las mujeres dispuestas a "dialogar", en realidad esperan que el otro ya esté listo para ceder. Mia se despide así por una carta: “Te amo demasiado como para
intentar cambiarte, y me amo demasiado como para conformarme con el que eres”.
Duro, sincero.
Al volver a casa Charlie le cuenta a Alan: “nos separamos, lo que es bueno
porque puedo volver a ser yo mismo”. ¿Y quién eres? – pregunta Alan con sarcasmo. Un borracho que se alimenta de relaciones superficiales de puro sexo. Charlie,
a diferencia de su hermano, es alguien que no necesita de un sentido, ni de
algo significativo por lo cual vivir. No necesita que le muestren una zanahoria por delante para que corra tras ella por la vida. Sentado en su terraza, con una cerveza
helada en la mano y la playa de frente, se congratula por ser un hombre que “se
deja llevar por el cauce misterioso de la vida”, mientras toma muchas cervezas
y hace muchas siestas. “Son las decisiones difíciles que uno debe tomar, dónde
hacer la siesta… bajo el mango o bajo la palta… que pavada que no hayan
higueras en Malibú… y se pone difícil la vida, levantarse a la una para no
perderse la siesta, ¿a qué hora dormir?, elegir la hamaca… paf! Es mucho stress…”
(Mi cumpa).
Links:
http://www.la-razon.com/suplementos/tendencias/caras-Two-and-Half-Men_0_1784221671.html
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Grande !!! jajaja salud a todos los Charlies del Mungo !!! :D
ResponderEliminarcumpa te leo para saber quién soy!!!
ResponderEliminar¿Para qué leer?
ResponderEliminarPor: Iván Thays (fragmento)
Recuerdo que, hace años, leí un texto de mitología celta escrito por W.B. Yeats donde encontré la frase "tan sosegado que parece triste". De inmediato la inserté en un cuento de veinte páginas que había escrito y que le di a leer a un amigo. Este amigo dijo que el cuento era infumable, pero subrayó la frase robada diciéndome con, cierta condescendencia, "sin embargo, en esta frase es se nota que tienes talento". Nunca le dije que esa frase la había escrito Yeats, no era necesario. Es natural que en el estado de meditación en que nos introduce la lectura aparezcan frases o escenas que nos remitan a nosotros mismos y resulta natural apropiarnos de ellas. En realidad, nos pertenecen tan igual como si las hubiésemos escrito, porque nuestra existencia es la que les da sentido: sin nosotros solo serían líneas negras sobre blanco. Por ello, jamás leo por curiosidad hacia mundos o épocas distintas a las mías, sino por curiosidad por mí mismo. Leo para saber quién soy.