"Lectura.
Instrumento
del proceso cognoscitivo de determinadas clases de información o ideas
contenidas en un soporte y transmitidas mediante algún tipo de código, usualmente
un lenguaje visual, táctil o auditivo, que permite interpretar y descifrar el
valor fónico de una serie de signos escritos, ya sea mentalmente o en voz alta".
Ley del Libro y la lectura Oscar Alfaro
En Santa Cruz se vive con
especial entusiasmo la llegada de las diversas ferias que engalanan el año de
ésta bella ciudad. La Expo Feria, por ejemplo, lo paraliza todo durante el mes
de septiembre. La Feria del Libro no tiene el mismo lugar acaparador en las
preferencias de la ciudadanía, pero despierta atención y promueve vida social
en un espacio diferente, con los libros pasando a ser un poco el decorado de la
ocasión.
Es posible que esta última
afirmación despierte una mirada chueca en algún miembro de la Cámara del Libro,
pero no tiene el objetivo de enemistarse con nadie.
Veamos. La última Feria del Libro cruceña se
realizó entre mayo y junio de este año. El periódico La Razón publicó una nota
informando que asistieron 116 mil visitantes en esas dos semanas. Fantástico. Jorge
Luis Rodríguez, presidente de la Cámara del Libro, se sintió complacido con la
cifra, que establecía un nuevo récord. “Teníamos varios objetivos para este año
y logramos cumplirlos todos. Se puede decir que cada nueva versión de la feria
representa un éxito más grande que las anteriores ocasiones”, señaló a modo de
balance inicial.
¿Pero se puede decir que
por esa Feria del Libro la gente lee ahora más en Santa Cruz? Más importante
aún, ¿acaso han aprendido a leer mejor lo que leen? Porque no basta con decir
que se conoce el alfabeto para decir que se lee. Jesús Urzagasti planteó una distinción en un gran artículo ("El libro en manos del analfabeto"), entre el analfabeto a secas, y el otro que es el analfabeto funcional. El
primero nunca tuvo las posibilidades de acceder a educación; el segundo es el
que no lee porque no le da la gana, aunque haya ido a la escuela e incluso se
haya enrolado correctamente en la maquinaria social.
Los institutos que venden
paquetes para leer más rápido, o captar más palabras por segundo, podrán hacer
su agosto creyendo que ellos poseen la fórmula para la lectura. Pero sus afanes
les son ajenos a los organismos entrenados para la ficción. En realidad, en una feria del libro, el
agosto lo hacen los libreros y las editoriales, y de manera completamente válida,
puesto que arman su plataforma de negocios como se hace en cualquier otra
industria.
Lo que sí sería
conveniente es diferenciar entre las Ferias que organiza la Cámara del Libro,
que equivocadamente se apellidan “Del Libro”, y otras plataformas que realmente
se ocupen de la lectura como herramienta de formación ciudadana. En realidad lo que siempre
vemos son Festivales de las editoras, de los libreros y las imprentas, y en
Santa Cruz también del periódico El Deber. Porque si se tratara de fomentar la
lectura, sería muy distinto. En ese caso se pensaría primero en el lector. Sin embargo, en
los Festivales de las Editoras sólo se aprecia al consumidor, y el libro es de
repente mera mercancía. Lo decía así Jesús Urzagasti cuando criticaba la
encapsulación del aliento mágico del libro en favor de su impulso comercial:
“el libro viene con el prestigio del antiguo hechizo de la lectura pero pierde
el aliento y se desmorona entre tantos intermediarios, fríos y desconocidos”.
Puede esto constatarse
cuando una librería bastante elitista por sus precios, como El Ateneo de Santa
Cruz, anuncia que poblará su stand con un nutrido número de ejemplares del
último libro de conspiraciones de Dan Brown como oferta central. Lo mismo pasa cuando el sello
editorial Comunicarte hace noticia por su masiva venta, durante
la Feria, de un libro de historias de superación que anuncian como “el nuevo “best seller de Bolivia”: Manjar para el corazón del adolescente. Pido disculpas al lector que acaba de echar la tasa de café o atorarse con la empanada que estaba comiendo después de leer estas líneas, pero la realidad es que es esa la gran literatura que triunfa en la feria del libro cruceña.
Pero no es todo esto
motivo de queja o lamentación, simplemente cabría hacer diferenciaciones.
Frente al Festival de las Editoras, podríamos los demás construir un espacio
alternativo que se llame Bienal del Libro. (¿Dónde están los escritores
independientes, que en la Feria del Libro fueron devorados por la maquinaria
editorial?) La intención de organizar una Bienal de la Lectura sería intervenir
efectivamente el espacio social donde se realice. Debería servir para realizar
diagnósticos del estado de la literatura de la ciudad. No quedarse en la
presentación de las novedades, sino rumiar también lo valioso que pasa
desapercibido. Enseñar que leer no es una sola cosa, más bien que existen
prácticas de lectura múltiples, unas cargadas de tristeza, otras rebosantes de
un deseo inagotable de conexiones. Que leer no es descifrar lo que otro quiso
decir, sino encontrar nuestras relaciones contemporáneas con tal o cual libro;
y crearlas si es necesario.
En esta Bienal de la
Lectura no nos preocuparíamos por las estadísticas, ni por acumular
expositores. Se instalarían espacios grandes con asientos cómodos para que los
lectores puedan cortejar al libro de su preferencia, sin que el vendedor esté
encima para apurar la compra. ¿Han visitado la librería Ateneo de Buenos Aires?
Porque para salir a la caza de un libro debe uno ponerse en estado de ánimo,
centrar un poco los sentidos, y comenzar a hojear. No es lo mismo que ir a una
feria de calzados o artesanías para el hogar.
En todo caso, no se trata
de pedir que desaparezcan las mal llamadas Ferias del Libro, que organiza la
Cámara del Libro. Simplemente hay que constatar que su formato es insuficiente
para decirnos algo sobre prácticas de lectura. Que cumple su función en cierto
nivel, pero después deben crearse espacios posteriores. Pues una Feria del
Libro muchas veces capta la atención de alguna gente por el acto de leer, pero
no se trata de que lean cualquier cosa y de leerla como sea. Se debe hacer
también un trabajo para encauzar ese interés despertado por la lectura en los
ciudadanos de todas las edades.
Finalmente, recuérdese que
la Feria del Libro cruceña estuvo marcada por la reciente aprobación de la Ley
del Libro y la Lectura Oscar Alfaro, donde se precisa un concepto de la lectura
opaco, demasiado burócrata, que citamos en el epígrafe. Es una ley cuadrada a la medida de
sus ferias. Lo curioso es que mucho se habló de si los libreros dejaban de emitir facturas o no por los libros, pero nadie se acordó de hacer algo por el escritor. Ni se puso una
medida definitiva contra la piratería en nuestro país, ni se tocó siquiera el
tema de los pobres porcentajes que conceden las editoriales a los escritores nacionales por publicar sus libros con ellos. El festín es de los intermediarios, por
ahora. El banquete del escritor(a) y los lectores pasa por una complicidad de
músicas por venir y comunicaciones silenciosas.
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