Lo que ha logrado el confinamiento es abrir un acceso a la dimensión subterránea de nuestras casas, y en sí, a relacionarnos con la subterraneidad de nuestras vidas. La cultura es aérea, el virus es aéreo, ambos están en la atmósfera, pero lo que nos sostiene, la fuerza y la organización de nuestros pequeños terrores, es subterránea, reposa en un adentro que nos subyace, y que encuentra ecos entre almas gemelas, resuena, más allá de las naciones, las razas, los atributos o las edades, y nos mantiene unidos por debajo
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