Por: Jorge Luna Ortuño
I
La Feria del Libro
que se realiza en la Fexpocruz año tras año es un espejo más o menos fidedigno de
la actualidad cultural e intelectual de Santa Cruz. Por el lado negativo,
refleja el vaciamiento ideológico, la irrelevancia, además de cierta banalidad de
contenidos y los juegos de vanidades que se observan con frecuencia en sus distintos
espacios de cultura, salvo excepciones puntuales. Por el lado optimista,
refleja una energía latente en segmentos importantes de la ciudadanía cruceña, la
cual busca la forma de emerger y canalizar su sed de arte, cultura y conocimiento
en formas articuladas.
La versión XVII de
la FIL 2015 se realizó entre el 27 de mayo y el 7 de junio. La organización
estuvo dirigida por la nueva presidenta de la Cámara del Libro de Santa Cruz, la
promotora de lectura infantil Sarah Mancilla, quien se mostró siempre
entusiasta y llena de intenciones positivas para la realización de esta cita. De
entrada se evidenció una apuesta más fuerte por la elaboración de una campaña
publicitaria, pero lastimosamente con un criterio simplista muy escaso de ideas.
Ya el Spot Oficial que presentaron días antes fue el augurio de la decepción
que resultó esta nueva versión. El Spot
está disponible en el canal “Fil Santa Cruz” en YouTube, el lector juzgará por
sí mismo.
Es cierto que
podríamos también ser diplomáticos y quedarnos callados, y conformarnos porque niños
y adolecentes de diversas escuelas –es decir los públicos cautivos que asisten
por acuerdos con los directores– colorearon con su presencia los pabellones del
campo ferial. Pero sucede que en los medios de prensa cruceños, como El Deber,
que coadyuva en la organización, y en general alrededor de la Cámara del Libro
local, se observa una llamativa falta de autocrítica, como si existiese un pacto
de complacencia entre ciertos actores de la escena local cultural y mediática. Sin
embargo, con ello sólo se contribuye al montaje de una escena mediocre que
nunca podrá despegar. Tampoco estamos seguros de que sea especialmente
alentador que en una ciudad con más de 2 millones de habitantes –consumidora por
excelencia de las ferias– una feria del libro haya recibido 100000 visitantes en
diez días de oferta. Pero en los medios
locales se publica la noticia en son de que ha sido un “éxito rotundo”, declaración
ya clásica de los funcionarios de la Cámara del Libro en el final de cada
versión.
Hace falta darse cuenta
que una crítica honesta a este tipo de solapamiento es la única forma de amar a
Santa Cruz y de conectarse con su reservorio pleno de posibilidades por venir. Al
respecto, me han contado de la existencia del libro de un arquitecto americano llamado
Buckminster Fuller, titulado Manual para
gestionar la nave espacial Tierra, en el que propone el concepto de una
nueva arquitectura, de un nuevo paradigma de coherencia constructiva al que
llama "tensintegridades". Esta palabra es un híbrido construido por los
términos tensión e integridad. “Las "tensintegridades" son
arquitecturas en las que el conjunto se aguanta por la sinergia de elementos
que en el fondo no están juntos. Las fuerzas que quieren crear el hundimiento
del sistema son las que, de alguna manera, lo mantienen en pie.”[1] Así también
debe funcionar la crítica afirmativa, que aparentemente conspira en contra,
pero en realidad funciona para sostener lo que sin ella sólo se tambalearía.
Sobre una feria del libro chilena y la venta de libros escolares
[1] Citado por Peter Sloterdijk en una entrevista con Fabrice Zimmer. Publicada en Magazine Littéraire, mayo de
2001.
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