Jiu jitsu en japonéz quiere decir: “arte suave”. Llevado a Brasil, aprendido, modificado y luego presentado por la familia Gracie, a la cabeza de Carlson y Helio Gracie, el jiu jitsu pasó a contagiarse de otras fuerzas que la cálida tierra brasileña le podía transmitir: alegría, rítmo, irreverencia, samba... A partir de ahí Brazilian jiu jitsu podría entenderse también como arte suave-alegre-gostoso, y además con aroma de playa, dejando de lado unos descibeles menos de rigidez y solemnidad japonesa (lo cual no sacrificaba en lo absoluto una disciplina y un fervor continuo por el entrenamiento en el tatami). A ese proceso de contextualización los Gracies le añadieron un par de elementos más que serían constituyentes: orgullo y honor, a la brasileña, en medio de un país que era y es más inseguro en sus calles que Japón. Pasaron más de setenta años y lo que tenemos es toda una tradición, el Gracie Jiu Jitsu. Desde la primera generación a la que Helio le transfirió sus conocimientos, todos fueron mostrando la efectividad del Gracie Jiu Jitsu en desafíos contra luchadores de otros sistemas y éste pasó a convertirse en un motivo de orgullo nacional para los brasileños. (Véase los dos videos de Gracie Jiu Jitsu in action, confeccionados por Rorion Gracie). Renzo, Rorion, Royler, Ryan todos a su turno fueron cosechando triunfos dentro y fuera de Brasil, hasta que llegó la más importante intervención en América que fue la de Royce, con sus triunfos en el UFC entre 1993 y 1995. Pero hubo un Gracie entre todos ellos que se encargó de llevar el Jiu jitsu un poco más allá, cruzando la línea del horizonte, y ese es Rickson Gracie.
Rickson ganó dos Open Vale Tudo Japan, el 94 y el 95, dos competiciones que fueron pioneras del espectacular torneo Pride, organizado también por los japoneses. Rickson brilló con todas sus luces en ambos torneos, pero ninguno de ellos tuvo la repercusión mundial de los UFC que ganó Royce. En los dos primeros UFC Royce entraba al octágono acompañado de todo el tren Gracie, tomando los hombros de Rickson y con Royler animándolo por detrás. A la cabeza Helio Gracie. ¡Una locura de tren!, ¡tren de playestation! Y veíamos todos en las grabaciones que Rickson estaba ahí, en la esquina de Royce, y después lo alzaba en hombros cuando el torneo había acabado y los Gracies gritaban victoria, otra vez. Generoso Rickson. Pero es al final del UFC II que Royce es entrevistado con toda la familia a lado, todavía dentro del octágono, y dice algo así: “espero que esos tipos que se hacen pasar por rudos, que hablan en las revistas, que vengan aquí, que entren al ring, porque hablan de dureza pero para eso hay que entrar aquí”. Rickson lo escuchaba. En algun punto tuvo que haberle llegado ese mensaje que no estaba dirigido a él, puesto que ya tenía algunas peleas en su haber, las principales aquellas dos con el gigante Zulú, en los 80 (le aplicó un choke en ambas ocasiones). El caso es que en el siguiente UFC, el año 1994, Rickson ya no formaba parte del tren, y nunca más se lo vió entrar acompañando a Royce. No decimos que se produjo una enemistad ni mucho menos. Creo que estas palabras de Rickson en el documental Choke (1995) lo resumen claramente: “después de tanto esfuerzo, después de tanto trabajo, de tanto sacrificio, es finalmente mi momento de hacer algo importante”. Rickson también quería ganar algo, un torneo. En ese mismo año y en el siguiente compitió en los dos torneos mencionados, después en Pride, y después en el 2000, a sus 40 años, protagonizó una pelea memorable con el japonez Funaki, en Coloseum. Las ganó todas sin dejar ninguna duda acerca de su completa superioridad. Cuando uno pone la cinta y revisa sus peleas todo parece fácil, de repente el jiu jitsu se muestra al alcance de cualquiera, y rápido. Pero Rickson hace simplemente cosas maravillosas que vienen a ser producto de un maceramiento de las técnicas en su cuerpo que han requerido al menos unos 25 años de práctica continua. (Cualquiera puede ser bueno en jiu jitsu, pero ese alguien tiene que romperse el alma entrenando). Quedó la sensación después de todos esos combates de Rickson de que no llegó a cruzarse con ninguno que representara una verdadera amenaza. Con los grandes es muy difícil distinguir si sus oponentes son malos o es simplemente que él los domina en tal forma que los hace ver como unos vagos. Además en esos tiempos era muy poco probable que se encuentre con algun peleador con más experiencia que él en torneos free style. Básicamente se puede ver que la mayoría de los competidores de aquellos Open Vale Tudo en Japan no sabían qué esperar, la mayoría habían ido allá por el dinero, como si fuera un torneo más de kickboxing o de shootfighting, iban a experimentar. Rickson en cambio emanaba un aura de confianza tan grande que parecía haber visto ya en el camerino la cinta de cómo iba a pasar todo, y simplemente se limitaba a ejecutar el papel que el destino le había asignado. Después vinieron las peleas con Nobuhiko Takada, que venía de la lucha, y que dejó una pobre impresión de su perfil como peleador frente a sus compatriotas. Takada lo hacía bien detrás del micrófono presentando otras peleas de Pride, o tocando los tambores, pero dentro del ring era paupérrimo. (Para su crédito hay que recordar que le hizo una llave de talón a un Mark Coleman que ya venía de bajada). Lo cierto es que a Rickson le tuvo miedo desde el momento mismo en que sonó la campana, y rehuyó el combate, sobre todo en su primer encuentro. En ambos fue finalizado con sendos arm bars. Finalmente la pelea de despedida de Rickson fue contra Funaki, un japonéz con cara de palo que hizo su entrada al ring vestido con el traje de un samurai. Mucho ruido y pocas nueces. Pero por lo menos él le dio un poco más de pelea a Rickson, por lo menos se le plantó logrando conectar un par de buenos golpes al rostro, y prolongó el tiempo en el que Rickson finalmente lo pudo llevar al suelo; estando ahí estuvo tan pérdido como todos los anteriores: Rickson lo golpeó a voluntad y finalmente le aplicó el mataleao, su marca registrada, apenas le entregó la espalda. El hombre vestido de samurai perdió contra el otro que traía el legado de los samurai en su interior.
En este tiempo veremos muy pocos peleadores que parecen avanzar a una velocidad completamente diferente. Anderson Silva tiene todavía un nivel impresionante de pelea parado, gracias a su gran Muay Thai, su boxeo pulido y su manejo del Jeet Kune Do; cuando él comienza a apretar el acelerador se vislumbra en los ojos de su víctima la mirada de alguien que se encuentra en un mundo completamente distinto. (Por ejemplo Demian Maia, Patrick Coutte, Dan Henderson y su víctima más sufrida, Rich Franklin). En el caso de Jon Jones pasa lo mismo, con el agregado de que tiene quizá el físico más privilegiado en la historia para este tipo de competición.
De lo que se puede hablar hoy es de un deporte, el deporte de las MMA, mientras que la lógica en la que se movía Rickson Gracie no era tan deportiva. Él mismo hace notar que las artes marciales han comenzado a condicionarse por otros criterios externos a ella, como ser la velocidad que exige el mundo de la televisión. Las trasmisiones PPV exigen que las peleas tengan rounds, que la acción se corte si los peleadores están quietos, que los primeros rounds tengan mucha adrenalina, puesto que los peleadores saben que tendrán un descanso. Se tiende a favorecer el vértigo, la espectacularidad, el apuro, la violencia que deja señas, la mentalidad del que entrena para hacer puntos, y las mayores ventajas para los que prefieren defender y sobrevivir… Los peleadores han sacrificado bastante la técnica, se enfocan a cien en el músculo y en el cardio. Rickson en cambio peleaba en un entorno que respetaba más el libre desenvolvimiento de un sistema como el Gracie Jiu Jitsu. Él siempre ha dicho que se preparaba para estar disponible para cualquier tipo de competición, pero su estrategia siempre era la de saber esperar, saber usar a su favor el mínimo error que su oponente cometiera, la priorización de una técnica depuradísima y de una paciencia estratégica, contando con rounds de por lo menos 10 minutos. Los valores y las virtudes que Rickson ponía en el tapete no podrían entenderse desde la visión actual que promueven las MMA. El UFC a la cabeza de Danna White ha producido un deporte para los grandes públicos, un monstruo que hace mucho dinero, que llama la atención, y que seguimos como fans, pero ya hace algun tiempo hemos dejado de hablar de artes marciales en lo que atañe a su esencia.
"Por supuesto que las técnicas del jiu jitsu son geniales, pero el aspecto más interesante del jiu jitsu es la sensibilidad del oponente, el sentido del tacto, la espera, el momentum, la transición de un movimiento a otro, eso es lo increíble del jiu jitsu. Debes permitirte a ti mismo estar como en piloto automático. No saber exactamente a dónde estás iendo, hasta que el movimiento suceda, porque no puedes anticipar qué es lo que va ha pasar. Debes estar en un punto cero, en un punto neutral, y estar tranquilo, relajado, y conectado con las variaciones. Así que es bastante fluir con la ola. Este es un punto que está más allá del conocimiento, son años y años de entrenamiento, para que tengas este tipo de sensibilidad". (Rickson Gracie)
Por: Jorge Luna Ortuño.
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