"El resultado siempre es una consecuencia del juego"
Pep Guardiola
Barcelona demostró contra Real Madrid en su encuentro del 23 de marzo del curso que todavía tiene activado su fútbol de toque y posesión de balón con creatividad. El problema del Madrid de Angelotti fue algo que también se le podría considerar como virtud, y es que estaba más preocupado en hacer su propio juego que en establecer cerrojos específicos contra el Barcelona. Se trataba de un cambio de política, un claro contraste respecto de la gestión pasada de Mourinho.
En la Liga hoy el equipo que se ha especializado en contrarrestar el fútbol de los culés es el Atlético de Madrid. No por nada, ante la noticia de que ambos equipos se volverían a enfrentar en cuartos de final, Dani Alvez afirmó que era la opción más complicada que les podía tocar.
Eso nos lleva al tema central de este artículo. ¿Se ha deteriorado tanto como se especula el juego del Barcelona? Creemos que no. En juegos como el que tuvieron contra el Celta de Vigo, justo después del asalto al Santiago Bernabeu, confirmaron su buen estado de forma (3-0). Lo que en realidad aconteció, a un nivel de análisis más microperceptivo, es que los rivales han aprendido a lo largo de estos últimos cinco años cómo incomodarle el juego al Barcelona.
Se creía que la solución estaría en interrumpir el circuito de su juego. La presión alta que le vimos hacer al Real Madrid en el partido de Copa del Rey el 2010 era parte de este laboratorio de experimentaciones. Cortar el juego desde arriba, impedir que comiencen a hilvanar la jugada con comodidad, este ítem el cholo lo apropió a su equipo, como parte de una enseña de actitud y de juego de mucho despliegue físico. Así quería a su equipo el cholo, que nos hace recuerdo a una buena selección uruguaya o paraguaya en nuestro continente. Se trata de una manera diferente de sentir el fútbol, no sólo de comprenderlo intelectualmente. Concepto y afecto: una filosofía.
Por parte del Barcelona, el error grande ha sido el de creer que en los partidos difíciles hay que alinear a los jugadores con mayor prestigio, sin tomar en cuenta cuán funcionales puedan ser al circuito del equipo estando juntos. Sucedió entonces lo mismo que se discutía en torno a la selección española: con Xavi, Iniesta, Xavi Alonso y Busquets, ¿dónde colocar a Fábregas?, o ¿cómo mantenerlo motivado en el banquillo? La solución de Del Bosque fue utilizarlo como falso 9, respuesta que no nos termina de agradar a los que disfrutamos del fútbol ofensivo, donde se valora la posición del delantero neto, del verdadero 9 de área, o del centro-delantero 11 del estilo del legendario Romário o de Aguero o Suárez en la actualidad.
Aquí puede radicar el principal problema de conducción del Barza, porque se ha querido cuidar egos, respetar jerarquías, seguirse jugando por los nombres, en lugar de actualizar una versión de juego acorde a los jugadores con los que se contaba. La única decisión firme que se le vio tomar a Martino en este sentido fue la de ceder ante esta manera maquillada de solucionar el problema de los volantes, a cambio de que arriba intervenga Neymar desde el arranque. Hay algo casi molestoso en el juego de Alexis y Pedro, y es que juegan a la vista mucho más para Messi que para ejercer como atacantes con hambre de gol. Ese chip no se ha incorporado de la misma manera en Neymar, que le ha mostrado respeto a Messi, pero al mismo tiempo ha tratado de mantener viva su agresividad, su capacidad de inventar, de intentar algo diferente: la definición en lugar de la habilitación a toda costa al crack argentino. En ocasiones le ha salido bien, en otras mal y hasta terriblemente mal, pero su actitud de ser una lanza con hambre propia le ha agradado a Martino, un estudioso que ve el fútbol con otros ojos de los que prefieren un runrun perfecto en el Barza, con Pedro corriendo por la banda para meter el centro. Sólo por ésta determinación algo polémica para los que consideran la Masia como una especie de culto -donde Neymar no debería poder saltar la antiguedad y jerarquía de Pedro, formado con ellos- parece haber una razón suficiente de defender la permanencia de Martino, darle más tiempo y condiciones de trabajo más normales, no agraviadas por tantos escándalos externos, y sobre todo en momentos tan neurálgicos dentro de las competencias.
¿Qué cambios requiere el Barcelona de cara a la próxima gestión? Pensar en renovar la defensa, donde ya no debería seguirse insistiendo con un Mascherano que no tiene la constitución necesaria de un saguero, por más ímpetu que le ponga. Si juega Dani Alves no se puede colocar un lateral de igual estatura baja al otro costado, y lo mismo se puede decir viceversa. Los culés utilizan el juego de los laterales de un modo algo distinto que la manera en que lo hacen los equipos brasileños. En Brasil entendieron desde la conquista del tetracampeonato que cuando se tienen laterales que suben tanto, un santo remedio se encuentra en la protección en la zona media con dos volantes de recuperación eficientes. En aquella ocasión fueron Dunga y Mauro Silva los dos soldados. El Barza tiene a Busquets, que juega otro tipo de fútbol, más elegante, de menos roce, de muy buena marca, pero que se ha visto a veces sobrepasado, le hace falta un socio, como Xavi Alonso cuando juegan en la selección española. Song se ha postulado como el acompañante para aliviar la carga en partidos de Liga que el Tata Martino pensaba podía ensayar. Contra Valladolid y contra Granada terminó de confirmarse que la figura con dos volantes no le sirve, o más concretamente, que Song no tiene lugar en el equipo como volante. Otra cosa sería que un brasileño como Paulinho, una de las revelaciones de la selección brasileña, ex-Corinthians, se acoplara con toda su versatilidad, capacidad de marca tanto como de armación, y poderío físico. Una nota importante tiene que ver con la decisión que tomó Guardiola en las semifinales de la Champions del 2011 contra Real Madrid. Ya en aquella ocasión se hablaba del posible agotamiento del modelo del Barza, de la falta de banquillo, de variantes ofensivas... Habían perdido la final de la Copa del Rei. El partido se anticipaba caliente, Guardiola, en una conferencia de prensa encendida, le envío algunos mensajes a Mourinho, saliéndose de su esquema. El golpe fue clave, Guardiola se salió de su esquema mental, pero para compensar falencias defensivas que el estilo de batalla de Mourinho le provocaba. Incluyó a Keita en el medio para subir la altura de la defensa y agregar protección. En el lateral izquierdo no jugó Adriano, en su lugar Abidale, que en ocasiones actuaba de defensor central. La defensa quedaba entonces con Piqué, Puyol, Alves y Abidale, y para los corners tenía además a Busquets y Keitá. Completaban Xavi e Iniesta en el medio, y Messi junto a Villa adelante. Era un equipo equilibrado, que no tenía las mismas aspiraciones de dominio del balón, tampoco generaba el mismo caudal de jugadas ofensivas, pero lograba el control del partido, el objetivo central, por otros medios, renunciando un poco a la marca registrada del juego a lo Guardiola. Salió bien. Ese tipo de decisiones inesperadas, de giros largos, son las que le falta al Barcelona, que se amarra a lo que le ha procurado su prestigio.
Con Ronaldinho el Barcelona se confirmó en sus creencias, querían jugar a lo mismo que ese brasileño personificaba, con esa alegría, con esa capacidad técnica, con apetito competitivo, con justeza goleadora. Guardiola fue el comandante en la transición luego de la salida de Ronaldinho, supo leer qué elementos debían preservarse, mantenerse activados, era esa la esencia misma del culto al talento. Le agregó algunos elementos para hacer posible un tipo de juego tal, la defensa debía funcionar de cierta manera, los sagueros debían acostumbrarse a jugar muy adelantados, a saber tocar el balón, a realizar las coberturas a los laterales muy rápidas, a salir para el off side, etcétera. Guardiola dijo en cierta ocasión que el puesto de defensor central era el más difícil de jugar en su equipo.
Pero ante todo, lo que el Barza transmitió a sus jugadores fue una claridad absoluta en lo que debían hacer para ganar, había una confianza sin fisuras respecto del guión que tenían establecido. Hoy, después de las derrotas seguidas en tres gestiones de la Champions League, en el Barcelona los mismos jugadores deben estar dudando acerca de si basta con tener la bola la mayor parte del tiempo para mantener su juego en alta. El Atlético de Madrid, sobre todo en la vuelta, les ha desbaratado la idea de que la posesión es una garantía; la disciplina de los de Simeone llegó a hacerles sentir nauseas con la bola en los pies, el ejercicio era tan repetitivo e inofensivo que a casi todos les pesaba la bola cuando llegaba a sus pies. Neymar, quizá porque recién empieza en este equipo, era el más libre, el que más quería, el fogoso, pero solo no podía hacer mucho, como no lo podría ningún jugador del mundo.
¿Y Messi? Messi explotó contra el Real Madrid, y ha marcado muchos de sus goles de penal desde el retorno de su lesión. Ha roto récords, sabemos que es el jugador más impresionante de nuestra era. Pero algo le ha jugado en contra. Su presencia rutilante en el equipo vino a cambio de que se expurgaran a los centro-delanteros del equipo. Un niño Torres no tiene lugar acá, tampoco un Suárez, menos un Falcao, es decir, todos esos jugadores que podrían interrumpir su puesto preponderante a la hora de ser receptor del último pase a la red. ¿Y quién cobraría los penales? El goleador es el que quiere hacerlo siempre, pero nadie querría competirle en esa faceta al señor Messi. Poir razones de este tipo refirieron la imagen del "falso 9", que en algún momento le dio resultado, partidos puntuales. En la final en Tokio, por ejemplo, contra el Santos de Neymar, el 2011, fue una locura la cantidad de volantes que alinearon titulares, incluyendo a los nombrados al mismo Tiago Alcántara. No había ni un delantero, Villa se había roto la pierna en las semifinales y Pedro entró sólo al final. De modo que Messi era el único con vocación de delantero natural, se regodeaba así entre los volantes que lo acuñaban, y el partido se prestó muy bien para la forma de juego de los azulgranas y al hambre de protagonismo del argentino. Fue un 4-0 que despejó cualquier posibilidad de crítica a la propuesta de Guardiola. Todo se encuadraba en aquella frase de Guardiola cuando se refería a Messi "hay que hacerlo feliz".
El Tata Martino en contrapartida no ha sabido leer esa receta de Guardiola. Cuando le preguntaron en conferencia de prensa, luego de la victoria contra el Real Madrid 3-4 en esta temporada, qué podía decir de la actuación de Messi, el Tata dijo que no quería caer en la redundancia, porque se trata de halagar una y otra vez, y ya sabemos todo eso. Su otro argumento fue que prefiere hablar del trabajo colectivo, recurso más previsible y usado a menudo por los técnicos como una señal de correctitud. En cambio de Neymar no ha tenido empachos en hablar cuando lo requería, de elogiarlo varias veces, incluso en actuaciones regulares del brasileño, por haber hecho un desmarque, por un regate, una falta que provocó, cosas puntuales. El hecho es que con él sí se tomaba la molestia y el detalle. Messi lo ha debido notar y en alguna manera imperceptible puede haberle afectado el discurso del estratega rosarino.
Una cuestión más que burbujea ante los fracasos del Barcelona es ¿cómo repercutirán estos reveses en la confianza de la selección española? De este equipo algo derrotado en su actitud en campo, Piqué, Xavi, Iniesta, Jordi Alba, Busquets, Fábregas, Pedro, tienen que asumir papeles estelares en Brasil 2014. ¿Se mantendrá el estilo de juego que privilegia el toque de balón y la construcción paciente y lenta del ataque? Lo que aporta el estilo del Real Madrid es el vértigo, claramente acentuado desde Mourinho, la verticalidad del juego, la dinámica, frente al juego horizontal del Barza, solo interrumpido en ocasiones ante la posibilidad de filtrar un pase entrelíneas. Será inteligente Del Bosque si empieza ya a introducir alternativas en su dibujo, para cuando se enfrente a equipos bien trabajados que repitan la fórmula del Atlético de Madrid, o del mismo Real Madrid que lo desdibujó en más de una ocasión.
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