Sobre una exposición artística que se exhibió en el Centro de la
Cultura Plurinacional.
La experiencia
Al entrar a una de las salas, el
espectador se encontrará con una serie de objetos comunes, objetos de la vida
cotidiana, en ocasiones compuestos de dos objetos ordinarios, como ser un juego
de botas impermeables sobre una pila de ladrillos, o dos juegos de plátanos
ennegrecidos colgados en la pared lado a lado, acompañados de un sugestivo
título que evoca a la caja toráxica del ser humano, obra firmada por Andrés Bedoya.
Muy cerca de ahí se verá un pesado y elegante sillón de madera, del escultor
Marcelo Callaú, emergiendo de un montón de arena para irrumpir en el espacio
pulcro de la sala. En otro rincón se podrá apreciar dentro de una caja de
vidrio un cuchillo que lleva incrustado en la punta un pequeño candado, común y
corriente, obra de Douglas Rodrigo Rada. Y así continuará el recorrido con
obras de Ramiro Garavito, Sandra de Berduccy, Roberto Valcárcel, Anuar Elías,
sólo para citar a algunos de los 19 artistas que conforman esta muestra, todos ellos
ya reconocidos en el país.
Antecedente
Para encontrar un sustento para
esta exposición dentro de la historia del arte, los curadores de la muestra –Andrea
Hinojosa (CCP) y Juan Fabbri (CCP)–, nos remontan a la primera década del siglo
XX, cuando Marcel Duchamp, en el año 1915, expuso en el Museo de Nueva York su
obra “La fuente”, el famoso urinario, que firmó como R. Mutt. Esta acción le
permitió a Duchamp inesperadamente instalar en el mundo del arte su definición
de “readymade”, que designa a objetos manufacturados que se producen
masivamente, y que son tomados para ser expuestos en un espacio que invita a la
contemplación estética.
La operación de Duchamp de
relocalizar objetos comunes servía, aparentemente, para hacer notar que
cualquier objeto puede ser considerado artístico si tan solo es exhibido como
tal dentro de un museo. No obstante ello, su propuesta era más subversiva aún. Recordemos
su obra “In Advance of the Broken Arm”,
1964 (cuarta versión después de la pérdida del original en 1915). Este
sugestivo título, que significa “En avance de un brazo roto”, sirvió para
nombrar de una manera absurda a una pala de recoger nieve que se ha expuesto en
Museos de la talla del MoMA. No se llega a entender la crítica en la exposición
de este objeto si no se comprende antes que se expuso en el contexto de la Primera
Guerra Mundial, con toda su conmoción, en especial en Europa; además, forma
parte del surgimiento del movimiento dadaísta, al cual Duchamp fue siempre
asimilado, incluso contra su voluntad. “Dadá” es una palabra sin sentido, que
los artistas que conformaron este movimiento utilizaban para designar lo
absurdo que se había tornado ese mundo con el que no querían tener nada que
ver; Europa ardía en llamas y ellos actuaban en reacción de repudio, buscando por
diversos procedimientos, como en los inicios del collage, desorganizar la manera de registrar y experimentar la
realidad.
En este sentido, más allá del
cuestionamiento respecto de lo que significa ser artista, y de los modos en que
algo se define como obra de arte, Duchamp motivó a sus contemporáneos a romper
ataduras con las formas convencionales de apreciar las cosas del mundo.
Rompiendo con el arte impresionista, Duchamp reivindicó obras que no se
definieran solamente por criterios visuales, o lo que él llamaba obras “retinales”,
sino que se apreciara mucho más el sentido conceptual de la obra, y que hiciera
esmerar al espectador a encontrar algo en ella más allá de su impresión
visual. Esto significaba romper con los
patrones acostumbrados y las cualidades con las que se asociaba a lo artístico
(belleza, composición, simetría...).
Impresiones
El artista paceño Roberto
Valcárcel, que expone en esta muestra la obra “Pompeya, 2016”, señala que la
visita a una exposición artística debería ser una experiencia que le permita al
espectador modificar su manera de percibir el mundo, y que una obra sólo
funciona como arte en tanto que sirve como “abridor de ojos”. Es por ello que,
para definirla como arte, no interesaría si la obra expuesta es una escultura
que tomó tres décadas de trabajo, o es una pintura esmeradamente lograda, o es
simplemente una rueda de bicicleta unida a una silla de madera, con tal de que
cumpla el requisito de que verla sirva para alterar la manera de percibir algo
en la vida, en la existencia sencilla e inmediata que respiramos cotidianamente.
Otra característica de estos
objetos, expuestos como “ready-mades”,
es que en la acción de ser expuestos, han sido desprovistos de su utilidad, la
misma que le daba sentido a su existencia. Así se verá en la obra de Ramiro
Garavito “Coca y motosierra” (2014), en coherencia con lo que hacía notar Jean
Paul Sartre en su época existencialista en El
ser y la nada, acerca de los artefactos creados por el hombre, donde la
idea precede a la creación del objeto, y esa idea es su funcionalidad: la idea de
cortar papeles da lugar a la invención de la tijera. La esencia de la tijera es
que sirva para cortar papeles. Pero si, como dice Sartre, se confecciona una
tijera utilizando fideos, se ha roto con la idea, pues ya no sirve para cortar,
convirtiéndolo en un absurdo.
Son este tipo de objetos
modificados, que alteran la propiedad utilitaria de los objetos, los que han
sido reunidos en esta muestra titulada curada por el MNA y el CCP, titulada “El
objeto”. La muestra vuelve a los “ready-mades”,
pero la relocaliza en el tiempo actual, quizá ya no tanto para invitar a ver lo
absurdo de los tiempos actuales en que vivimos, sino para generar procesos de
cuestionamiento y de reflexión a partir de objetos que encontramos en la
realidad cotidiana de nuestro país.
Finalmente, cabe tomar atención
de una potestad que tiene ganada el artista para sí, y que consiste en la
capacidad de nombrar y significar, muchas veces de manera poética. No puede
pasar desapercibido este elemento en la obra de Anuar Elías, un Cubo de Rubik
con los colores de la Whipala, que
titula “El mecanismo de las invenciones”. Y más notoriamente aún, el título de
la obra de Iván Cáceres, “Una forma de concretar algo que nunca existió se hace
infinito como el grito redondo del ser redondo”, (2014), que reúne estructuras
metálicas con llantas y chiwiñas.
Existe la opinión de que el título es una exterioridad de acompañamiento a la
obra, algo prescindible, sin embargo, en el caso de la exposición “El objeto”, tal
vez el espectador encuentre curiosa la manera en que muchas de ellas hallan un
sentido muy diferente en el momento en el que se lee su título.
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