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jueves, 2 de febrero de 2012

BATMAN THE DARK KNIGHT, MONTAJE DE IDEAS



Batman The Dark Knight (2008) es una película que sólo se puede contar a través del Joker, el villano genialmente interpretado por el desaparecido Heath Ledger. Iba a decir que el Joker es el personaje opuesto, la antítesis de Batman, pero afirmarlo sería demasiado superficial, puesto que ambos se mueven en el mismo plano de inmanencia. La única diferencia entre Batman y El Guasón radica en la manera que han elegido de sobrellevar la oscuridad que los habita. En la primera parte, Batman begins (2005), se cuenta que en una ocasión el pequeño Bruce Wayne cayó en un pozo de murciélagos por accidente, y que desde ese día, siendo todavía un niño, guardó un terror mortal hacia esos horribles seres de alas largas con cara de ratas. El siguiente episodio traumático de su vida aconteció cuando unos ladrones de poca monta mataron a sus padres al salir de un teatro. El pánico lo invadió, la inseguridad, la experiencia de la intemperie…, todo ello amenazó con hundirlo, y de repente pasó a odiar la delincuencia y el crimen, mientras que la violencia lo desconcertó profundamente… Y claro, este el énfasis de realismo del director Nolan, decir que Bruce Wayne no es simplemente un buen tipo que oficia de justiciero, que no es un filántropo con nada más que un buen corazón, sino que es un ser desgarrado, que vive torturado por tensiones internas, un lobo estepario que por largo tiempo no supo encontrar su lugar en el mundo y que ha encontrado una manera de relacionarse con la oscuridad que lo mira de frente. Y en este enfoque es curioso que sea Cristian Bale quien interprete el papel de Bruce Wayne. Podría apostarse que la interpretación de Bale de un yuppie degenerado en American Psyco es lo que terminó de convencer al director y co-guionista Christhoper Nolan de que era el sujeto que necesitaba para el rol. Porque en esta nueva versión, Bruce Wayne es eso, un yuppie que no aguanta la idea de ejercer el rol de “Príncipe de Gótica” que le espera en la mansión, una vez que debe decidir qué hacer con su vida. (Este punto ya lo comentó Rodrigo Ayala en un excelente artículo sobre la película publicado en la extinta Revista Pulso (agosto del 2008), donde hace notar que en este segunda entrega se quita del escenario la mansión Wayne y se la cambia por un penthouse frívolo. Se le cambia así a Wayne su aire señorial, trasladando su imagen aristócrata de otras zagas hacia un yuppie con tendencias algo psicópatas, un mujeriego, un playboy, un pervertido).  




Pero hay un “antes”. Recordemos Batman begins: Wayne debe irse muy lejos para vivir en la pobreza, volviéndose él mismo un delincuente por necesidad. Su conflcito radicaba en que no quería ser un miembro más entre tantos yuppies, jóvenes hartos de la opulencia que viven sin un gramo de consciencia social. Wayne se va ha estudiar en carne propia la naturaleza del crimen y del temor. Escapa. Atraviesa un devenir-murciélago, es decir, intercambia fuerzas a nivel intensivo. Aprende a estar entre los delincuentes sin convertirse en uno de ellos. Es justo decir que en última instancia, convertirse en Batman es la única salida que encuentra para que su vida como Bruce Wayne le sea soportable; sólo así siente que puede hacer algo por cambiar el estado de cosas existente en la decadente ciudad de Gótica.

Después de ese viaje él es otro, él es Batman, y su máscara más admisible pasa a ser Bruce Wayne, al contrario de lo que se piensa. Sin embargo la oscuridad no lo abandona, le deja una marca de por vida.

Por su parte El Guasón no quiere cambiar el mundo, se jacta de saber nadar entre su inmundicia; lo único que quiere es ponerle una sonrisa a los rostros serios, aunque tenga que romperles la carne de la mejilla. Proviene de una oscuridad más tenebrosa, una oscuridad que no combate sino que padece, y que ha hecho de su cuerpo una prolongación aterradora, una fuerza nihilista. No es un fundamentalista en el sentido ordinario, alguien que defiende su apego a una creencia con obsesión enfermiza; su fundamentalismo consiste más bien en su falta de creencia extrema, en su no creer en nada. No se trata de una nada de voluntad si no de una voluntad de nada. En este punto el director Nolan no se toma el trabajo de contarnos de dónde viene esta criatura siniestra y humorística, simplemente aparece de entrada en el robo de un banco, donde se justifica el uso de una máscara de payaso. Es como si Nolan nos pidiera que para conocer de la procedencia del Joker nos remitamos a la primera versión dirigida por Tim Burton en 1989, donde la idea es básicamente que el Joker –interpretado por Jack Nicholson– era un gánster de nombre Jack, al que su socio le tiende una trampa con la policía y termina sufriendo un accidente en el que cae a un barril de sustancias químicas que le queman y deforman la cara. Lo interesante es que él dirá después al volver por su venganza: “lo que había antes del Guasón está muerto; Jack ya no existe”. Así deduciremos que el Guasón es un ser que proviene de la muerte, que se asienta en algo que no existe más. En ello radica su oscuridad, y es por eso que no puede temerle más a nada, no existe manera alguna de atemorizarlo, a partir de ahí él siempre se encontrará en la posición del que no tiene nada que perder.





Batman y el Guasón tienen en común el hecho de ser anomalías, outsiders, presencias perturbadoras, seres que responden a sus propias voces; ambos son una especie de monstruos que han vuelto con los ojos ensangrentados después de haber probado los abismos de la oscuridad. Mientras Batman afirma, el Guasón es la negación absoluta de la vida. (Es curioso que después del proceso de  maquillaje el Heath Ledger–Joker haya terminado luciendo un rostro tan parecido al del personaje siniestro que interpreta Brandon Lee en El Cuervo (1993), un ser que vuelve de la muerte para vengarse de sus asesinos; también es llamativo que ambos hayan muerto jóvenes, a la misma edad, 28 años, y de manera trágica siendo estas dos sus últimas películas, respectivamente).  

Todo esto no aparece de repente. Siendo el director y el co-escritor, Christhoper Nolan ha tenido que montar cuidadosamente unas ideas para decir algo –a partir de la historia de Batman– respecto de los problemas que nos aquejan en este tiempo de desencanto y de crisis a nivel global. Muchos coinciden en señalar que Batman The Dark Knight es una alegoría del terrorismo contemporáneo, o de las contradicciones en la lucha gubernamental contra la inseguridad ciudadana. Todo ello es posible, pero lo interesante es observar que un montaje creativo ha tenido lugar, puesto que el interés de Nolan no tomaba el éxito taquillero como centro, tal como fue el de Joel Schumacher, el mediocre director de las versiones anteriores. En un artículo en la red leí hace poco que la Warner Bross, esperando repetir el tremendo suceso económico que representaron las dos primeras partes, hizo todo lo que estaba en sus manos para que el director londinense firmara la realización de una tercera parte de la zaga. Por un buen tiempo Nolan no estuvo interesado en alargar la franquicia, diciendo que solamente si se le ocurría una buena historia podría interesarse otra vez en este proyecto. Un gesto honesto de artista. Finalmente después de un buen tiempo apareció con un guión que le convencía, el proyecto comenzó a filmarse con los principales personajes de las secuelas precedentes, y lo que sabemos es que se estrenará en los EEUU en julio de este año con el siguiente título: The Dark Knight Rises







Parte II

En el mundo de la filosofía algunos autores se dan el trabajo de mostrar cómo hicieron el montaje de sus ideas, porque las ideas, como las películas, también se montan. Esta apreciación no es mía, lo tomé prestada de Tomás Abraham. En el caso de Batman The Dark Knight lo que nos interesa es mostrar una parte del montaje de ideas que efectúa Nolan para sostener la historia.

Hemos dicho que el Joker es el comodín, el móvil a partir del cual se teje toda la acción en esta segunda parte y avanzaremos en esa línea. Una vez que Nolan ha contado cómo nació Batman, lo que le interesa en la segunda parte es reflexionar sobre su naturaleza, sobre su eficacia, sus posibilidades, en una ciudad como Gótica, que es una parodia de New York. ¿Qué hace Batman? ¿Es un outlaw? ¿O es un aliado de la ley, un contacto estratégico del Jefe de la Policía Jim Gordon? ¡Cómo no compararlo con Robocop, ese policía mitad hombre-mitad máquina, que sólo adquiere sentido en medio de una ciudad como Detroit, en la que el vandalismo se ha adueñado de las calles. Pero Robocop vive en los cuarteles de la policía, ahí no existe mayor conflicto del héroe con las autoridades locales? En el caso de Batman, ¿cuál es la idea de permitir que un enmascarado delirante con aires de justiciero ande suelto por las calles? Jim Gordon se preguntaba en la primera parte: ¿cómo aceptar que un sujeto disfrazado de murciélago negro sea el responsable de hacer justicia en una ciudad jalada de los pelos? Esto representaba un problema para la policía, un cuestionamiento serio. Por otra parte, Nolan sabía que el atractivo de este Batman debía consistir en que él pueda jugar con sus propias reglas, que no pierda su aire subversivo. Pero ¿cómo conciliar ambas cosas, para que la policía no se convierta en uno de sus cazadores? Esto se puede responder si obervamos lo que pasa algunas noches, cuando los problemas aprietan el cuello, y desde lo alto de un edificio Jim Gordon decide prender un enorme farol con el signo del hombre-murciélago, haciendo que esa luz atraviese toda la ciudad, como un llamado de paz pero también como un grito de guerra. Hay veces en que no viene, pero como el mismo Gordon lo explica, “esperan que sea porque está ocupado”. No obstante, no importa que Batman acuda o no, pues ahí entendemos cuál es la función social que cumple Batman en Gótica y; se trata  de ver cómo la justicia ha hallado una manera de hacer uso de Batman, logrando atemorizar a la mafia por el sólo hecho de invocarlo. La cancha se ha invertido. Por supuesto que Batman no puede estar siempre en todos lados, ni que pueda acudir siempre; incluso es posible que una noche de esas el llamado pille a Bruce Wayne cumpliendo su papel de playboy multimillonario, o simplemente que esté viendo en la TV en Warner Bross a su alter-ego Charlie, en un nuevo episodio de Two and a half men, y prefiera “apagar su celular” (no estoy para nadie). Pero no importa que se presente o no, porque de todos modos igual lograr producir su efecto, el efecto-Batman, que es el de convertir Ciudad Gótica en un gran panóptico –en la manera que lo ha descrito Michel Foucault. Desde que se ha hecho famoso todos han pasado a sentirse vigilados, aunque el vigilante, que no es divisable, ni siquiera esté en ese momento por esos lados. Gordon dice: “aunque no venga, la señal al menos les recuerda a todos que anda por ahí”. Sucede entonces que Christhoper Nolan ha tenido que adaptar a un personaje como Batman, que surgió en la era de las sociedades de vigilancia  (la miniserie data de los 70 y los cómic de más atrás aun), para que pueda explicarse y ser creíble en la arquitectura de las sociedades de control. Batman está entre las dos, siendo generador de un raro panoptismo, pues ha convertido por sí solo a Gótica en un lugar desde el que en cualquier momento se puede ver todo sin ser visto. (La idea del panóptico se explica a partir de las antiguas cárceles, donde las personas podían ser vistas claramente por un observador a cualquier hora del día, pero ninguno de los internos alcanzaba a ver al observador, que se ubicaba en la torre central). Vigilar y castigar. Sin embargo en Batman The Dark Knight esta idea se lleva al extremo, se trata de la innovación más perversa del poder disciplinario. No se deja de lado el hecho de que vivímos en el Siglo XXI y que la tecnología ha permitido que las formas de controlar a los individuos se hagan más eficaces, por ejemplo colocando cámaras en todos lados, o implantando microchips en los prisioneros. No queriendo dejar de lado las posibilidades actuales, Christhoper Nolan deja que se introduzca una idea más perversa aun: en el desenlace Batman hará uso de un sistema de triangulaciones entre las señales de todos los celulares de la ciudad, que permite localizar a cualquier persona y ver lo que está haciendo en un diagrama de visión de última generación. Se trata de un programa militar que nunca se usó.  Sólo así encontrará la manera de estar un paso por delante del Guasón. Pero esa arma invade la privacidad de las personas, rompe uno de sus derechos fundamentales, planteando un serio conflicto ético. De ahí que cuando se entere de ello Lucius Fox (Morgan Freeman) el director de Wayne Enterprises, y además conocedor de la identidad oculta de Wayne, prefiera adelantar su renuncia.

¿Y de aquí cuál es en el fondo la discusión que aviva Batman? ¿Debería ser el enmascarado una figura ética? ¿Debería ser un ejemplo para los jóvenes de la ciudad? ¿Acaso no basta con que sea el único capaz de limpiar la escoria que ni la policía ni la fiscalía de distrito han logrado tocar en décadas? Esto es lo que se plantea Nolan. Es como si él mismo se fuera armando su propia respuesta contra los males de la contemporaneidad, y fuera confeccionando un héroe a su medida. Por ello tiene necesidad de contrastar el personaje de Batman con el del carismático fiscal de distrito Harvey Dent, de quien se dice es “el héroe más químicamente puro”. Este último genera asombro en la ciudadanía porque está logrando limpiar las calles encerrando a importantes cabezas de la mafia, pero utilizando las armas de la justicia del Estado, por medios legales, si es que existe algo así, y logrando este cometido en tanto funcionario “elegido”. Gordon, Dent y Batman trabajan en coordinación, pero a medida que avanza la película la pugna se juega en torno a cuál es el héroe que Gótica necesita: ¿Batman o Harvey Dent? Evidentemente se trata de un falso problema puesto que Batman no tiene el mínimo interés de entrar en una discusión semejante, ni en una competencia de héroes; y Dent no puede hacer otra cosa que sentirse halagado, pero sabiendo que ya tiene suficiente con lo que su tarea le exige. En esto el que define las verdaderas coordenadas del problema es el Guasón, cuando entra en escena y lanza un ultimátum para que Batman revele su identidad debajo de su máscara. Otra vez inseguridad. Terror. Y Gótica se vuelca en contra de Batman, prefieren a Dent, “la imagen Dent” que los tiene completamente seducidos. En las primeras escenas del film, en una cena en la que coinciden Wayne y Dent con sus parejas surge la pregunta: ¿qué se puede esperar de una ciudad que idolatra a un enmascarado vigilante? Dent lo defiende: “se trata de un ciudadano que realiza un servicio público, habría que estar orgullosos”. ¿Se tratará de un fenómeno ya visionado en la antigua Roma de César? Pero Batman no es un ciudadano; es un ser sin referencias, una presencia imperceptible, sin filiaciones, sin rostro, sin huellas digitales, sin pasado, sin registro alguno, no es más que un grito sordo que nace en medio de la noche para volver a ella irremediablemente antes de cada amanecer.  (¿Un vampiro en cierto sentido?). El Joker en sí mismo es un don nadie, por ello entiende que Batman lleva una gran ventaja gracias a este su caracter anónimo, imprevisible, que no lo sujeta a ninguna perspectiva ni jurisdicción posible. Por esto su primera movida cuando las familias gánsters lo contratan para deshacerse de Batman es obligarlo a que revele su identidad. Él sabe por qué los más poderosos cabezas de la mafia prefieren reunirse en las mañanas para realizar “sus pequeñas terapias de grupo”: la respuesta es Batman, él les ha robado toda la confianza, los ha convertido en unos peleles. Por tanto habrá que hacerlo salir a la vista, volverlo notorio, para que la noche no pueda encubrirlo más. Así el Guasón define la verdadera opción y le plantea la pregunta a Ciudad Gótica: ¿prefieren a Dent, un héroe con rostro, de tremenda personalidad, el más notorio de los hombres…, o a Batman, una estela de clandestinidad? (En el fondo esta zaga sirve para mostrar cuan estúpida puede ser la masa y cuan fácil manipularla). El caso es que  Bruce Wayne se encuentra ante una encrucijada, y se convence de que Gótica necesita de un héroe con rostro, así él ya no será necesario. Ve una oportunidad de retiro. Sin embargo todos sabemos que lo único que quiere es que todas las piezas se junten de modo que él se pueda quedarse con Rachel, la mujer a la que ama en secreto desde sus años mozos, y que ahora es la pareja de Dent. Como ya dijimos, incluir a éste Batman en una discusión sobre héroes es una tontería, puesto que él mismo prefiere ser un don nadie, y en esa su anonimidad radica su índice de eficacia. Si Batman revela su rostro, lo que se cae es el panóptico, se termina la gran ciudad de la vigilancia. En el fondo lo que se discute está relacionado con el concepto de intervención: ¿Qué tipo de héroe tiene mayor capacidad de intervenir efectivamente el estado de cosas en Gótica? ¿Debe ser un héroe que juegue dentro de las reglas de lo legal? Y cuando decimos intervenir nos referimos también a ¿cuál es el que tiene mayor poder de interpelación?, ¿cuál es el que funciona mejor como símbolo, y le da mayor esperanza a la gente? Todo parece apuntar que ese es Harvey Dent, así lo entiende el ahora Comisionado Jim Gordon, que forma parte del triángulo del lado de “los buenos”, y dice: “El Joker eligió al mejor de nosotros, y se la tomó con Dent”. Pero en realidad no eligió al mejor, sino al más débil, y fue para darle una lección. Aquí radica la lección de la película: Dent era demasiado visible, demasiado notorio, no supo nunca valorar la estrategia de aquel que sabe pasar desapercibido (tendría que haber leído el cuento “La carta robada” de Alan Poe); el Joker le demuestra entonces que en su perfecta transparencia y en su total fe en los mecanismos del sistema judicial hay una gran ingenuidad y una mayor estupidez. Batman en cambio no se fia en la justicia de los hombres, y se ha camuflado en todos los modos posibles, al punto que ya no se sabe bien si es un hombre o un murciélago, ó es algo que pasa entre los dos, debido a una mutación ha tenido lugar. En la primera parte ya se hace incapié en este aspecto del entrenamiento de Batman, que consistía en aprender a hacerse invisible, ser como un ninja, puesto que “lo que más temen los hombres es aquello que no pueden ver”.




En fin, la película termina dejando un tono de esperanza desesperanzada, Batman será un prófugo de la justicia, quedando más acorde con su papel de anomalía. La tercera parte se ha titulado The Dark Knight Rises, lo que nos hace quedar a la expectativa del nuevo montaje que se pone en escena. Nolan aseguró que ahora sí es la última, y que se encargará de que quede claro en el mismo argumento. Estaremos a la espera.


Por: Jorge Luna Ortuño

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