El programa de
la Feria del Libro de Cochabamba del 2011 fue bastante convencional: presentaciones, charlas,
talleres, jornadas profesionales, algo de música en vivo, además de un par de homenajes a Marcelo Quiroga Santa Cruz y Ernesto Sabato…, en fin, todo un
combo que aglutinaron los organizadores –la Cámara del Libro de Cochabamba. Lo que ofrecieron de diferente, bajo la premisa de que ofrecían un boom, fue la llegada de un empresario-escritor de México. En realidad era el lunar del programa, nos referimos a la costosa conferencia que dictó el
mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez, el "invitado estelar" de aquella
feria del libro. Cabe decir que hubiera sido más apropiado que lo inviten a una feria de empresarios, puesto que podrá criticarse su propuesta literaria, pero el tipo sabe hacer negocios. Desde el momento en que se supo de su invitación en el pequeño círculo literario y periodístico de Cochabamba le cayeron a palos al pobre Cuauhtemoc, le dieron por todos lados, principalmente el suplemento cultural La Ramona lque levó adelante una campaña de resistencia contra su llegada. Pero no era culpa del autor de Volar sobre el pantano, sino de los organizadores, algo así como lo que pasa en la película "Moneyball", donde lo que se dice es que no puedes llevar a un caballo de carga a una pista de carreras y viceversa. Lo que sí nos extrañó es que esta idea marketinera no se les haya ocurrido primero a los muchachos de la Cámara del Libro de Santa Cruz para organizar su feria, que siempre deja claro su deseo de popularizar el acceso a la lectura, de darle un matiz de ayuda de superación personal, y de experiencia familiar, para los niños, etc.
La invitación de
este personaje hace irresistible lanzar un par de preguntas para entender la lógica del evento: ¿cuál ha sido el
aglutinante de los organizadores?, es decir, ¿cuál es la idea que sirvió como aglutinante
para juntar todo lo que se quiere juntar en ese campo ferial? En otras palabras,
¿cuál ha sido el criterio editorial del evento? Enterarse de entrada que este autor de libros
de autoayuda ha sido invitado a dar una conferencia en un evento que
promueve la lectura dice muy poco de los criterios de discriminación de la
organización. Porque aquí no se trata de promover cualquier lectura, pues la gente lee por sí sola, lee el Extra, lee Vanidades, lee El Deber, lee novelas, sí, pocas, pero qué tipo de práctica de lectura queremos promover cuando viene un Cuauhtémoc u otro de esos motivadores mexicanos... Y aquí es muy bonito hablar de la democracia, “que tiene igual
derecho que cualquier otro autor”, pero también es cierto que este tipo de enunciado no dice nada. Se debe discriminar cuando se quiere organizar algo de calidad, pues, en
última instancia, definir unos estándares editoriales de discriminación es una
operación que sirve para cuidar la imagen que se confecciona de un evento, por
un lado, y para que los organizadores/gestores cuenten con mecanismos de
protección de su trabajo.
Por todo ello, lo dijimos en su momento, el tema de estar a favor o no del paso del autor de Juventud en éxtasis por una feria del libro en Bolivia queda en segundo
plano, carece de interés. Lo que debe interesarnos problematizar a futuro es el
sentido de una Feria del Libro en Cochabamba (y en Bolivia en general). ¿Cuál
es su interés y cuál su funcionalidad? ¿Cómo pretende intervenir en la ciudad
que lo acoge y cómo construye su público? ¿Es el formato “Feria” el ideal para
promover la lectura del libro?
No hagamos un
drama creyendo que este tipo de eventos se montan pensando en los lectores de
la llamada “buena lectura”, o “lectura legítima”. Los verdaderos lectores se
aprovechan de una Feria del Libro, y no al revés. Ellos no tienen necesidad de
ésta para continuar con la aventura de la lectura por su cuenta. Una Feria del
Libro no interviene efectivamente, no produce efectos, no altera los hábitos de
lectura existentes. Evidentemente se limita a ser un negocio, una estrategia
legítima de negocios de las editoriales, que realizan una especie de caravana
publicitaria a lo largo del año: transportan sus libros de Santa Cruz a La Paz,
y de ahí a Cochabamba, y en lo que se puede a Oruro y Tarija. En medio de la
agenda anual se encuentran las Ferias de Buenos Aires, Santiago, Bogotá,
Guadalajara, y otras, a las que tratan de asistir por lo menos mediante la
alianza para alquilar un stand común. La estrategia del formato Feria es reunir
en un solo gran espacio una gran cantidad de oferta –todos los expositores posibles,
no está mal meter a algunos para que hagan bulto– y variarla con otras
atracciones, contagiándose un poco del concepto “plaza de comidas”, en el cual
los cruceños son expertos. (Ejemplo cómico: las ofertas de la editorial La
Hoguera: unos paquetes donde reúnen un libro de Paulo Coelho, una caja de
chocolates, y la posibilidad de que el hijo pequeño se saque una fotito con uno
de los personajes disfrazados del stand. Combo-Coelho,
combo-Quién-se-robó-mi-queso, etc. Desde luego, ellos dicen que piensan en la
familia…).
Todo esto no
puede hacer otra cosa que hacernos largar una estrepitosa carcajada. Es valioso
no perder la alegría a la hora de realizar una crítica. No es necesario
dramatizar. Si tenemos claro que esta reunión temporal de stands responde a una
estrategia de negocios, la invitación de Cuauhtémoc es perfectamente válida. Ni
siquiera se trata de un síntoma del estado de salud de la literatura en
Cochabamba. Es completamente independiente. Se trata simplemente de un
desperdicio de fondos y recursos; se desperdicia la potencia de la Feria, lo que podría dar. Más probable es que esta falta de criterio editorial sirva para
evidenciar la mediocridad del 80% de los impulsos que animan la gestión cultural en
nuestro país. Por lo demás, ¿por qué tendría uno que preocuparse por la
presencia de este escritor en la feria si sus libros, junto con otras tantas
mediocres ofertas de autoayuda, han sido introducidos en el circuito de lectura
del sistema escolar boliviano hace más de una década? En la mayoría de las
ocasiones, uno tiene que aprender a leer a pesar de lo que le han enseñado a
leer en colegio.
El formato Feria
del Libro es demasiado impotente. No es seguro que funcione verdaderamente como
plataforma de aceleración de transferencias informativas, puesto que sus
talleres y charlas están siempre armados a manera de acompañamientos (“actividades anexas”), y lo que se trata allí suelen ser generalidades, goce del mundo de
la opinología, de la doxa. Sergio de la Zerda ha publicado en el mencionado suplemento de La Ramona un
texto con respuestas que obtuvo al respecto de Fernando Canedo, presidente de la Cámara del
Libro de la Llajta: “La
Cámara quiere que se lea en general, no es que queremos que se lea
específicamente a Cuauhtémoc. La gente puede leer lo que quiera mientras lea.
Obviamente que es preferente que lean algunas cosas positivas y no cosas
negativas. (…). Lo que se quiere es hacer una feria en la que exista
diversidad. Y que, en esa diversidad, todos tengan la oportunidad de tener al
alcance lo que les guste leer. Estamos abiertos a todo”. Esta postura, políticamente correcta, sirve para jalar la manta y cubrirse la espalda, pero en
el fondo es la que tira para atrás la imagen que se tiene del trabajo del gestor/productor de espacios
culturales. Es frecuente en nuestro medio que se organizen Ferias del Libro, Bienales internacionales de arte y
mega-conciertos de cumbia en base a la misma ligereza y superficialidad de
criterios, privilegiando "la diversidad". No existe un proyecto en verdad, y si lo existe, no existe la plataforma para hacerlo visibles. En nombre de la diversidad muchos gestores dejan de
hacerse responsables de aquello que ofrecen en tanto actividad cultural. Si
desplazamos el problema hacia un tema de gestión y desarrollo de iniciativas
culturales, una Feria del Libro debería realizarse en coordinación directa con
el Ministerio de Educación y otras instancias de fomento a la formación. (El riesgo en nuestro país es que nuestro gobierno quiera convertir el asunto en otro frente de lucha por la descolonización).
La otra cuestión
que la vaga respuesta de Fernando Canedo nos obliga a considerar es que resulta
demasiado fácil e improvisado hablar de “fomento a la lectura en general”.
¡Vamos si podemos pensar un poco más! Una vez más, hablemos de prácticas de lectura. ¿Qué
tipos? ¿Qué lugar y función ocupa la lectura en la conformación de individuos,
o en el ejercicio de la ciudadanía?
Para terminar,
¿no sería más útil en el futuro dejar de lado las ferias y enfocarnos en
organizar Bienales Internacionales del Libro (diagramas de intervención del
espacio público en base a ciertas prácticas de lectura?
Jorge Luna Ortuño
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