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lunes, 6 de julio de 2015

EL PERIODISTA COMO INTELECTUAL: EL DESACUERDO ENTRE GALINDO Y GRACIA


Entrada al penal de mujeres, llamado según la neolengua orweliana: "centro de orientación femenina." (Fotografía del portal Bolivia en tus manos).

El periodista es un intelectual, o al menos tiene todo en su potencia para serlo. En Bolivia, por hablar de nuestra realidad, muchas veces el trabajo del periodista consiste en tener el coraje de decir lo que ya todo el mundo sabe. En otras ocasiones se ocupa de cuestionar aquello que no se dice de lo que se ve. Así, su tarea se ve hermanada con la del  intelectual, el investigador o el académico de punta, aunque varíen en sus procedimientos y en sus enfoques al tratar un mismo objeto.

La reciente polémica que se abrió entre Maria Galindo, de Radio Deseo, e Isabel Gracia, de la Agencia de Noticias Fides, nos plantea también la cuestión de la función del intelectual. Dado que se trató de una demanda de una periodista contra una colega, las aristas del debate se han mantenido mayormente dentro de casa (casi la totalidad de los que se pronunciaron son periodistas) pero no es un problema que atañe solamente a ese gremio, ni tampoco parece cabal desviarlo hacia una discusión sobre los parámetros de la libertad de expresión. Menos aún debería aprovecharse esta situación para instalar una oposición binaria entre los que defienden a Galindo y sus detractores.

Para no perder la perspectiva es bueno volver a leer la crónica publicada por Isabel Gracia sobre la situación de las madres en la cárcel de Obrajes en La Paz (Página Siete 24/05/2015). Es una crónica bien escrita, tibia, en la que la cronista no se posiciona críticamente, tampoco incluye preguntas a las autoridades del penal para cuestionar sobre la adversa realidad que está atestiguando. Según la misma autora, fue escrita en oportunidad de la cercanía del día de la madre, lo cual, da la impresión, la llevó a ablandar su enfoque, limitándola a confeccionar un texto que intenta conmover por medio de la descripción de una realidad desgarradora, y que se apoya en los testimonios que selecciona de algunas de las convictas que viven con sus hijos en la prisión. Se trata de una opción legítima y, al final del día, por su misma publicación, es ya un texto que interviene y cuestiona.

Acto seguido, Maria Galindo invita a la autora a su programa de entrevistas Barricada (Junio, 2015), que en ocasiones es audaz y valioso, pero que en otras degenera en interrogatorios que recuerdan los ejercicios de un fiscal exhortando al sospechoso a que confiese. Habiendo sido celebrada la publicación de esta crónica por la misma Galindo, uno hubiera esperado un poco más de complicidad con la invitada, más allá de posibles diferencias, para analizar los temas acuciantes, como por ejemplo la urgencia de modificar las terribles condiciones en que viven los hijos de las madres detenidas dentro del penal. Converger, ensamblar experiencias, llevarse más allá entre dos…

Pero Galindo eligió la crítica más débil, que consiste en rebajar a la propia altura lo que se critica. En lugar de entrar en tema, se ensañó con la autora y los rasgos de su identidad. La periodista española se mostró ofendida poco después, pero bien visto, la verdadera ofensa prejuiciosa no fue contra ella, sino contra las mujeres detenidas en el penal, puesto que según el argumento de Galindo –falaz ad hominem por cierto– sólo las gordas, morenas, feas y que no sean rubias pueden comprender a las madres en la prisión paceña, y por tanto son las únicas que tienen legitimidad para hacer una crónica periodística sobre ellas. Quien atenta en realidad ahí contra la libertad de opinión publicada es Galindo, con su posición tan superficial y cosificante. Si se la tomara en serio, resultaría que ninguna periodista blanca, simpática y rubia, y además ¡española!, ¡qué horror!, podría practicar un periodismo comprometido de crítica social en Bolivia.

En cambio el otro tema que Galindo le plantea en el último tramo de la entrevista es ya un problema relevante. Tiene tres aristas: 1) la forma en que se debería enfocar críticamente temas tan sensibles de la realidad social; 2) si escribir es representar o hablar por otros; 3) la función del intelectual.

Inmediatamente estos temas me retrotrajeron a una entrevista que el filósofo francés Gilles Deleuze le hizo a su colega Michel Foucault en los 70: “Los intelectuales y el poder”, texto donde se refieren al trabajo de este último, que había organizado grupos de información sobre las prisiones como parte de su investigación sobre el poder disciplinario. Planteaban la tarea del intelectual ya no como la consciencia ni la voz de los que no pueden hablar. Con los grupos de información lo que hizo Foucault fue instaurar nuevas condiciones en las que los prisioneros pudiesen ellos mismos expresarse. Así, la cuestión era cómo conectarse con los prisioneros, cómo producir con ellos un sistema de conexión en un conjunto, en una multiplicidad de piezas y de pedazos a la vez teóricos y prácticos.

¿Cómo puede el periodismo hacer más eficientes los canales de expresión de los sectores vulnerables que normalmente no hacen escuchar su propia voz? Ese era un planteamiento interesante. Una discusión en términos de producción es siempre mucho más valiosa. Isabel Gracia no había presentado una teoría sobre la vigencia del arcaico modelo de encierro en Bolivia, sin embargo Galindo la increpó como si le refutara una hipótesis absurda. Y se trataba sólo de una crónica. Los veinte minutos de la Barricada, Galindo podía haberlos dedicado a conversar los temas mencionados CON su invitada, para construir entre ambas una crítica de la estructura de las cárceles, o de las condiciones que llevan a muchas mujeres a delinquir por necesidad. Pero muy atada a su formato que llama Barricada, creyéndose sabedora de todo, Galindo se empeñó en ir CONTRA su invitada, para luego hablar, de paso, de las condiciones adversas de madres tras las rejas. Una falta de respeto.

La pasividad de Isabel Gracia, que no supo cortar ni defenderse con argumentos que retornen la conversación a su cauce relevante, alimentaron el ánimo combativo de Galindo. Después la co-fundadora de Mujeres Creando declararía en una entrevista para Página Siete (1/7/2015), que lo que está en debate en realidad después de la demanda de Isabel Gracia, es el formato entrevista en el periodismo actual.  Pero en verdad, lo ocurrido nos invita a pensar en las formas en que se debe ejercer hoy en día un periodismo comprometido con la transformación social, y que no se limite a describir o enunciar desde el ficticio lugar de la neutralidad. Y segundo, acerca de la práctica de otro tipo de crítica, que no consista en ir en contra de todo, sino que utilice el momento de la negación como antesala de la producción afirmativa de algo nuevo que contrapese a lo que se repudia.

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