BRUCE LEE |
Amistad tripartita
En
un pasaje de una de sus novelas más elogiadas, mi amigo el escritor chaqueño Jesús Urzagasti escribe: “Los muertos que no se conocieron en vida,
traban amistad en el más allá, pero sus aventuras no están vedadas. Y en buena
hora. Mis amigos muertos proceden de mundos dispares, algunos de ellos ni
siquiera cruzaron un saludo y en la mayoría de los casos el uno no supo de la
existencia del otro. […] Sin embargo, los muertos que están destinados a no
conocerse en vida, delegan el papel de intermediarios a un montón de personas.
Una del montón soy yo”. [1]
Tengo
dos amigos que son parte de la tribu que me habita, de las fuerzas que me
animan y de las voces que hablan en mi escritura. Uno vivió en Francia casi
toda su vida, el otro estuvo mixturando su percepción entre la rigidez de las
tradiciones chinas y la pragmática visión de vida que tienen los
norteamericanos. Uno en la filosofía occidental, el otro en las artes marciales
orientales, cada uno le habrío ventanas de liberación a su campo, hasta llegar al punto de que sus
creaciones trazaran poderosas líneas de fuga y renovación para sus artes.
Filosofía y artes marciales. Aunque
vivieron en la misma época, y es casi seguro que no se conocieron (ninguno de los dos nombra al otro en sus escritos), ni tampoco
pudieron leerse mutuamente, pues mientras uno comenzaba a hacerse más
notorio, allá por el 72 con El AntiEdipo, el otro moría un año después en circunstancias
misteriosas, haciendo de Operación Dragón una película póstuma. Pero su afinidad ya había
comenzado a partir de un filósofo que los afectó por igual: ambos fueron
fervientes lectores de Baruch Espinoza. (Cabe apuntar que la filosofía oriental siempre le interesó a Gilles Deleuze, basta con darle una leída a Lógica del sentido, y que Bruce Lee estudió filosofía en la Universidad de San Francisco, aunque no terminó la carrera).
GILLES DELEUZE |
Hoy
por hoy los dos se han ido, muchas de las bellas imágenes que tenían del mundo
se fueron con ellos, pero muchas otras nos fueron legadas a través de sus
libros, de sus estudiantes y amigos y de algunas raras entrevistas que quedaron grabadas. Se fueron, por lo
menos en lo que atañe a su forma orgánica, pero en realidad se quedaron, porque
no han dejado de trazarle sus rutas de salida a la vida ahí donde está comprimida,
aprisionada por las formas, los sistemas, las líneas segmentarias, los sujetos o las rutinas. Nada que
interpretar, ambos son una provocación para que desencadenemos
experimentaciones con nosotros mismos.
Sus nombres propios designan mucho más que la historia o la biografía de
un personaje; más bien son la cifra de una multiplicidad de encuentros y
devenires que siguen pasando a través de ellos. Ellos son Bruce Lee y Gilles
Deleuze, y las aventuras que han debido tenerlos por protagonistas en el más
allá no nos han sido vedadas, en buena hora, y si es que por algún capricho
aún no hubieran podido juntarse, en este caso es el que escribe una de esas personas privilegiadas
que a través del mundo de los conceptos se conoció con ambos e
intuyó desde el principio que hubieran sido grandes amigos. Soy por tanto en
esta ocasión uno entre el montón que puede hacer las funciones de intermediario
para hilar lo que no ha alcanzó a tejerse en vida. Esta es, ante todo, una
cuestión de amistad y de agradecimiento.
El mejor libro que existe para comprender la filosofía del Jeet Kune Do, la creación de Bruce Lee |
El cuerpo
¿De
qué servirían las artes marciales y la filosofía si no fueran un vehículo a
través del cual el ser humano pudiera expresarse honesta e integralmente a sí
mismo? Bruce decía las cosas simple. Ahí donde Deleuze dice
“aprendan a hacerse un cuerpo sin órganos”, Bruce dice: “vacía tu copa”. (A parte de Antonin Artaud, el
taoísmo es la referencia de ambos). Y vaciar tu copa significa que no puedes
expresarte realmente a ti mismo hasta que no te hayas deshecho de tus certezas,
de lo que ya sabes, de tus prejuicios, de los conceptos que tienes y a través
de los cuales quieres hacer encajar el flujo puro de la vida. Un escritor, un
pintor, un filósofo, no se enfrentan con una página ni con un lienzo en blanco,
pues incluso ellos mismos están ya rayados de antemano por una serie de líneas
que los amarran y de las cuales tienen que liberarse. Hay una organización de
su organismo que tienen que hacer saltar antes de que lo nuevo pueda brotar. “¿Cómo hacer para escribir si no es sobre lo
que no se sabe, o lo que se sabe mal? Es acerca de esto, necesariamente, que
imaginamos tener algo que decir. Sólo escribimos en la extremidad de nuestro
saber, en ese punto extremo que separa nuestro saber y nuestra ignorancia, y
que hace pasar el uno dentro de la otra”.[2]
Bruce practicando una patada de intercepción |
Pero
está bien, son ideas, son ideas mi amigo, no perdamos mucho tiempo en eso. No te concentres demasiado en el dedo o te
perderás toda la gloriosa majestuosidad de la luna hacia la que está apuntando.
El pensamiento tiene que ser algo muy práctico, porque está al servicio de la
vida, nunca al revés. Respecto del cuerpo, Baruch Spinoza hace una poderosa afirmación
en contra el dualismo cartesiano: “nadie sabe de lo que es capaz el cuerpo”. (Jesús Urzagasti lo dice en forma más bella: "aunque tú no sepas, tu cuerpo sabe). ¿Cómo
llevar este interés a las artes marciales? Bruce Lee lo pone así: antes que la
preferencia por un estilo de combate u otro, antes que la adhesión a un sistema
o a una doctrina, el ser humano comprometido con su propio desarrollo debe preocuparse
por conocer qué es lo que puede su cuerpo, ¿de qué afectos es capaz, cuáles son
sus poderes de ser afectado?
GILLES-DELEUZE-RIZOMA |
Bruce
Lee retoma esta batalla contra el dualismo cuerpo-alma, y la
lleva a la aplicación de una pedagogía en las artes marciales.“No enseño nada, sólo puedo ayudarte a
explorarte a ti mismo”, aclara a sus estudiantes. Esto no consiste en
preguntarse ¿quién soy yo?, sino en cuestiones funcionales: ¿qué funciona mejor
para mí?, ¿qué puede mi cuerpo?, ¿qué está en la potencia de mi cuerpo? Helio Gracie se hace esta pregunta y modifica el jiu jitsu más rústico que habían aprendido sus hermanos de un japonéz. ¡Gracie Jiu Jitsu! Bruce escribe en un pasaje de
sus miles de folios de apuntes acumulados –difundidos por John Little–: “La utilidad de una copa está en su vacío, y
lo mismo puede decirse de un artista marcial que no tiene forma, y que en
consecuencia carece de estilo, puesto que no tiene juicios preconcebidos
respecto al combate, ni a favor ni en contra. En consecuencia él es fluido,
adaptable, y capaz de trascender la dualidad y llegar a la totalidad última”.
La no-forma
Toda
la lucha de Deleuze contra la trascendencia se llevó a la práctica en la vida
de Bruce Lee: “experimenten, no descarten lo que no conocen, tomen de los otros
sistemas lo que les sea útil, pero sin dejar que este sistema restringa su
libre investigación”.
Deleuze hubiera dicho: AGENCIEN. Agenciar=extraer elementos
de campos heterogéneos para hacerlos co-funcionar. Hacer rizoma. Parafraseando
a Bob Dylan, el artista tiene que cuidarse de no creer nunca que ya ha
llegado a un lugar, sino estar consciente de que está continuamente
convirtiéndose en algo, becoming, estado de devenir, algo siempre
inacabado, sin forma. Pero he aquí una distinción: no es lo mismo no tener
forma que tener la no-forma. Devenir es lo segundo. “Aprende la forma, obedece la forma, y luego
trasciende la forma”.[3]
Tener un no-estilo, aprender a utilizar todos los caminos sin estar limitado
por uno. No acumular ni evolucionar, mas bien devenir, involuir, hacerse más
simple y económico. Estar siempre inacabado, como este texto que no se cierra
aquí.
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