La pintura anímica
Por: Jorge Luna Ortuño
En
el cielo azul y el paisaje variado de las artes plásticas bolivianas se observa
cruzar como un rutilante meteorito a un pintor cruceño que entrega sobriedad y
un aura de misticismo envuelto en sus cuadros. Es un hombre gentil y sereno, de
extremidades cortas, es de
ascendencia japonesa, bien podría pasar por el maestro de kárate kid, pero su mundo tiene mucho más que ver con Santa Cruz, su
tierra amada, por ello se reconoce ante todo como un camba. Radicado en la
tierra oriental la mayor parte de su vida, Tito Kuramoto es un artista que no
para de moverse. En esta entrevista comenta por qué, mientras comparte varias
de las inquietudes que sostienen invisiblemente su obra. De la pintura hacia el
gran afuera, la vida misma.
- En
tu obra se pueden observar varias mutaciones, estás moviéndote sin que se sepa
muy bien por dónde aparecerás en tu siguiente trabajo.
Así
es, yo creo que el artista está todo el tiempo cambiando, y aguanta miserias o
tiempos difíciles porque tiene en su mente la convicción de que su arte es lo
que vale. Con el arte está descubriendo el porqué de las cosas. No sé bien cómo
explicarlo, es difícil, pero yo mismo cuando estoy pintando voy descubriendo
cosas al poner ese color, ese contraste, esas líneas o esa armonía de formas;
me dicen algo, pero yo mismo no sé qué. Todos los artistas trabajamos un poco a
ciegas, igual que los hombres de ciencia.
- ¿Cómo
procedes cuando te sientes bloqueado, cómo haces avanzar la obra?
La
verdad es que sigo insistiendo, ese mismo día y el otro y el siguiente... Mira,
yo hace tres meses que no pinto. Es porque mis ideas están disgregadas, y necesito
tener una cohesión. Además, otra cosa, no todas las ideas son plásticas, hay
cosas que no se pueden expresar en la pintura, son demasiado abstractas,
incluso para una pintura abstracta. Ahora, lo interesante del arte es que no
innova nada; el arte de las cavernas fue tan bueno como el arte actual. El
descubrimiento de la gravedad de Newton es algo terminado, no hay más vuelta
que darle. En cambio todavía podemos gozar de un cuadro de Rembrandt tanto como
gozaríamos de un buen cuadro de la actualidad. El arte está siempre vigente, no
hay innovación, sólo cambio. Picasso es el ejemplo claro, él manipulaba sus
cuadros, “Las meninas”, creo que le dio ochenta vueltas, le hacía
trasposiciones, al estilo cubista, al estilo expresionista… Es un juego, poner
las mismas fichas de una manera y luego de otra.
- Dices
que no todas las ideas son plásticas, ¿cómo trabaja un pintor con las ideas?
Bueno,
recuerdo algo de Platón, pienso en la diferencia, por ejemplo, de la idea de
cama que tiene el carpintero, y luego la idea de cama del pintor. En mi trabajo
lo primero que uno hace es trazar límites, porque de otro modo no podría hacer
nada, es tan vasto lo que se puede hacer. Una vez que se tiene ciertos
parámetros, uno se pone el paracaídas y se tira, y ya si no se abrió el
paracaídas mala suerte. Uno se lanza del precipicio a pintar. Sale o no sale.
Es todo anímico. Ya uno se abandona a lo que verifique el subconsciente. En ocasiones,
en una exposición no hay más que un cuadro que vale la pena. Y no hablo de los
otros sino de los míos; a veces hay un solo cuadro que está bien logrado. Uno
no puede pensar que todo lo que hace está bien. Cuando uno ve una obra y se
emociona pienso que está logrado lo que se quería.
- Claro,
darle preponderancia a la emoción. Pero ocurre también, por ejemplo en el arte
contemporáneo, que la mayor intelectualización de la obra parece ser el
criterio central de valoración. ¿Coincides?
Claro,
es más intelectualizado en el sentido de que tiene una idea literal, porque en
lo que expresa y hace es otra cosa. Yo siempre he sido enemigo del arte
literal. No veo por qué el arte tenga que expresar la idea de libertad, por
ejemplo, que es una idea abstracta. Se puede pintar a un hombre rompiendo unas
cadenas, pero eso para mí es una idea literaria, que la literatura se encarga
de expresar. La pintura tiene otro lenguaje, de ahí por ejemplo que no me
gustan los muralistas mexicanos, ni tampoco me gusta Dalí. Todos ellos dominan
la pintura, pero el tema del mensaje es lo que no me va.
- Y
aquel famoso cuadro de Goya, un grupo de hombres en el paredón a punto de ser
fusilados, y en medio de ellos uno que da el paso al frente sacando el pecho...
En
esos cuadros intervienen elementos que no tienen nada que ver con la pintura.
El cuadro en sí es bello. No se puede olvidar lo que vivió España en ese
tiempo, y Goya comenta el valor de la gente para afrontar la muerte. Eso es
real. Es buena pintura, pero la temática, mm… Por ejemplo, para mí el mejor
cuadro que se ha pintado hasta el día de hoy es “Las meninas” de Velásquez. No
tiene mayor pretensión de dar un mensaje. Ese cuadro es mi paradigma. Por lo
demás las ventas de ideas nunca me han gustado. Una vez le dije a Lorgio Vaca:
el muralismo mexicano no hizo la revolución, simplemente comentó la revolución.
Lo mismo pasó con la Revolución Francesa, la pintura sirvió para comentar e
ilustrar las nuevas ideas democráticas.
- Bueno,
pero volvamos a la emoción, ¿cómo surge de ahí el color?
Del
color yo hago abstracción, porque el color es algo que no se piensa; sólo sé
que el color me va salir como le dé la gana. Yo no pienso “voy a hacer este
cuadro más amarillo”, ni nada. El color es anímico. Así que comienzo haciendo
bosquejos con el pincel, el color de partida me pide un color a un lado, y eso
se va formando, eso sale, no sé de dónde. Probablemente uno tenga esto ya
organizado dentro del archivo de su mente, porque muchas veces veo en mis
cuadros que utilizo analogías que ya había usado antes, pero eso vuelve
involuntariamente, es ya parte del repertorio de uno. Por eso es que un pintor
viejo pinta más rápido que un joven, porque tiene más repertorio.
- Claro,
y con el mayor repertorio vienen también las trucos, ¿verdad?
Todo
arte tiene una serie de trampas de las que se vale el artista para lograr un
efecto. Por ejemplo, no es lo mismo ver a un tipo que está haciendo mímica de
jalar algo pesado, que a aquel que realmente está jalando algo pesado. El mimo
introduce elementos para hacerlo más creíble, lo exagera. En cambio el otro no
tiene que hacer ninguna exageración, simplemente está jalando. En una obra de
teatro al actuar no tienes que emocionarte, basta con que representes una
emoción, y para eso existen recursos que el público no siempre se dará cuenta.
Si un actor quiere dirigir la atención del público hacia un sitio, puede
hacerlo usando el color negro; si un pintor quiere darle profundidad a un
paisaje, le quita, por decir, elementos claros y luego pone elementos oscuros
que hagan contraste y lleven la vista más atrás, luego otra vez claro sobre
oscuro y oscuro sobre claro… Son pequeños trucos que todo el tiempo está usando
el artista. Y hay algunos trucos tan ingenuos que ni siquiera el mismo artista
sabe que los está usando. El artista más realista no puede lograr lo que ha
hecho la naturaleza, pero un cuadro realista de la naturaleza siempre será
superior a una fotografía a colores de la naturaleza. Porque está llena de
trucos que la cámara no puede hacer. Ya es un truco seleccionar lo que se va a
pintar y lo que se deja de lado en un paisaje.
- Finalmente,
¿consideras que el artista debe trabajar siempre a partir de alguna
incomodidad?
Creo
que hay algo de eso. No existe en la historia del arte un artista millonario. Los
artistas suelen salir de la clase media, pequeño burgués –no salen de la clase
obrera–, y antes la clase pequeño burgués terminaba rechazándolos,
expulsándolos, así que el artista era un poco paria. Esa carencia hace que se
tenga todo más trágico. Esos momentos que no hay dinero, que quedan las deudas,
yo sentía eso y me refugiaba en el arte. Toda esta corriente de instalaciones,
video arte y demás, es de gente con recursos, no de gente pobre, porque
requiere de algunos materiales caros. Por ejemplo, ese par de artistas que
hicieron una intervención con una silla presidencial de cinco metros. Eso
cuesta plata. Y esa es una idea literaria. Qué le importa al arte la ecología o
la sociología. Nada. El arte es formas, colores, líneas, nada más.
*
Publicado en Nueva Crónica y buen gobierno (agosto 2012)
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