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domingo, 26 de febrero de 2012

PROGRAMA DE AMPLIACIÓN DE LA FILOSOFÍA (III)


“El sueño que persigo es el de ver florecer de nuevo el agonizante árbol de la filosofía en una eclosión sin desencantos, plagado de las extrañas flores del pensamiento, rojas, azules y blancas, fulgiendo en los colores del principio…” Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica.

          Intro:
El concepto Filosofía 360° responde a la necesidad de hacer filosofía al aire libre, lo que no quiere decir que la convirtamos en una cuestión de sabiduría popular, sino que se trata de renovar sus accesos, desbloquear sus poros, conectarla, relacionarla nuevamente con los no-filósofos, su público original. Gilles Deleuze observa: Conectar el pensamiento con el exterior es lo que muy raramente han hecho los filósofos, incluso cuando han hablado del aire libre o del exterior. Nosotros quisiéramos avanzar en este sentido, un público lleno de especialistas cubre solamente uno de los puntos cardinales, es lo que los académicos no quieren reconocer. Oriéntese cada uno con su brújula, la confección del mapa le corresponde a cada quien.

Bono, el solista de la banda U2, explica acerca de la idea que inspiró la última gira de conciertos de la banda Tour 360: “Nos habíamos planteado algo diferente. Lo que queríamos era presentarnos completamente al aire libre; todos los conciertos se habían hecho siempre en 180°, lo nuestro era ver ¿cómo podíamos crear una experiencia en la cual cantáramos para las cuatro tribunas?" El problema que se planteó la banda irlandesa U2, y que  respondió logrando que un grupo de ingenieros construyera  una plataforma desarmable para dar conciertos en 360°, es un problema que le atañe a la filosofía. La cuestión es, teniendo a los griegos en mente: ¿Cómo volver a hacerla al aire libre? Esto implica que es necesario pensar no sólo en la composición de las ideas, sino también en la configuración del escenario en el que se narran sus viscicitudes. El filósofo cínico Diógenes camina con nosotros por la mina, con una mano sostiene una lámpara, con la otra nos señala un camino. La filosofía no es una cuestión de acumulación teórica de saber,-nos grita a los lejos- sino la práctica continua de un modo de vida insobornable desde el cual un individuo piensa lo que vive. Sin cortinas ni hipocresías, Diógenes, ¡un filósofo al aire libre!

La estructura que construyó el equipo de ingenieros para el Tour 360 de U2, 2009-2011

Imagen de la estructura en acción, concierto en Milán, 2009

Media luna:
Con el proyecto Filosofía 360° buscamos dar vida a una manera diferente de presentar la filosofía, una manera que esté menos exenta de la solemnidad y la redundancia académicas, que esté alejada de la esterilidad que le inyecta el lastre de la profesionalización y la burocracia. Filosofía 360° es la presentación gráfica de una apertura, de la expansión: se puede acceder por cualquier lado desde el exterior, cada uno inicia un movimiento desde su actividad (cine, matemáticas, teatro, música, arte conceptual, performance, instalaciones, etc.), en función de los intereses de su trabajo, y es posible que interseccione con la filosofía, que la línea quebrada la atraviese por algún lado. Esto no quiere decir que hay que convertirse en filósofo, simplemente significa que uno podría tener algo que ver con la filosofía. Devenir-filósofo del artista. La salida se produce  igualmente por cualquier lado. Este movimiento de entradas y salidas designa un recorrido intensivo. En el caso del filósofo, se sale de la filosofía haciendo filosofía, pudiendo apoyarse en otros soportes para plantear el problema que le interesa. Y es posible que en esta travesía converja con un poeta, o un artista audiovisual, que también se planteaban ese mismo problema, o quizás se relacione con algún personaje de la calle que carga con una inquietud que no ha racionalizado como problema, pero que tiene clavada como una espina en el dedo gordo del pie. En fin, está latente siempre la posibilidad de que un filósofo se encuentre con su afuera y de que, al mismo tiempo, vuelva sobre sí en otro momento; incluso pretender dejar de hacer filosofía es una manera de relacionarse con ella. Salida y retorno; despliegue y repliegue. Filosofía 360°, plano horizontal, plano de producción, de encuentro entre prácticas estéticas y sociales, enfocada en la potenciación de la producción de pensamiento. Filosofía 360° no es otra cosa que un dispositivo que permite acelerar y visibilizar las complicidades existentes entre voces heterogéneas en un escenario local.


En el evento que organizamos con el Goethe Institut, a mi lado el expositor invitado de Chile, Adolfo Vasquez Rocca, 

¿Y cómo puede un artista, un artesano o un matemático encontrarse con la filosofía?  Lo primero que hay que aclarar y remarcar es que la filosofía es una disciplina tan creativa como las otras artes, ya que no se limita a reflexionar ni a contemplar algo, sino que trabaja con y a partir de ese algo en base a conceptos. Un filósofo es un ser activo, un conector, un productor de ideas. Piensa situaciones actuales, plantea problemas a tiempo que crea posiciones de problema. Para tal efecto, su trabajo consiste en crear conceptos. Crear un concepto es poner en palabras una inquietud, hacer de un evento o una situación un dispositivo de lectura. Su creación responde a las condiciones de posibilidad de un escenario, de una ciudad, de una coyuntura, aunque espera poder desbordarlas. Crear un concepto es prender una bengala, iluminar un pasillo por donde no le había interesado pasar a nadie, conectar aquello que permanecía separado, plantear una pregunta novedosa y señalar un camino de trabajo.


Usamos el término intersección –que es un concepto en sí– porque lo que nos interesa poner en escena son los cruces, cruces que se producen en alguna línea entre maneras distintas de trabajar, las cuales cuentan con sus propios soportes y medios de expresión. Filosofía y arte. Intersección de dos campos creativos que probablemente convergen sólo en cierto sector de su recorrido. Como creador, lo importante es estar atento a los ecos, a los puntos de contacto, a las interferencias, a las oportunidades de encuentro con el afuera. Cada uno debe encontrar a sus cómplices, a los que convergen en alguna línea con su propio trabajo, aunque ellos hagan algo totalmente distinto o vengan de muy lejos. La afinidad es un misterio, pero podemos intuir que lo que une a ciertos pensadores con ciertos artistas es una manera similar de plantearse problemas. Sólo de esa manera puede haber diálogo. Y el campo social y cultural está siempre propenso al trazado de líneas transversales que contienen en potencia este tipo de diálogos: lo que un artista visual produzca por un lado servirá en otra parte a un escritor, cada uno agitará dominios diferentes, un pintor se sobresaltará con el efecto de una percusión, lo que un cineasta trabaje servirá de disparador para la creación de un concepto filosófico... Y como señala Deleuze, ni siquiera se puede decir que estos encuentros sean entre dominios ya delimitados, puesto que los mismos dominios se construyen y se reinventan continuamente a partir de estos encuentros. Las fronteras son móviles, circunstanciales, provisorias…
El programa del evento
No interesa saber si la filosofía tiene futuro, o preguntarse por su esencia, tampoco parece tener mayor relevancia pensar el futuro o la muerte del arte.  Mejor preguntarse con qué eficacia producen los efectos que esperan lograr en un escenario social. En ambos casos lo que interesa percibir es el devenir que los atraviesa subterráneamente –filosofía y arte como verbos– averiguar qué movimientos internos y contemporáneos los sacuden, qué direcciones de trabajo se señalan entre ellos en su inevitable y a veces imperceptible cercanía. El enemigo común de ambos es el marketing publicitario –con sus nociones peregrinas de concepto y creatividad–, y también el vacío que genera una cultura basada en la transmisión de mensajes, empapada de burda opinión y de inmediatez. En las artes y la filosofía la comunicación no tiene lugar, lo que importa es la creación, y crear no es una cuestión de comunicación sino de expresión. Cuando uno expresa algo invita más al cuestionamiento que al reemplazo de una interpretación existente por otra, al desarreglo de una organización que a la generación de un nuevo orden.

“Para ampliar la filosofía dejemos, primero, de creer en la existencia de temas específicamente filosóficos –la lista de nociones oficiales proporciona la base ineludible: conciencia, verdad, razón, libertad, derecho, etcétera–, porque no existen sólo tratamientos filosóficos para todas las interrogaciones posibles. Abordar con mediocridad un tema acorazado en tanto tema de predilección filosófica –Dios, el tiempo, la materia, etcétera– presenta menos interés que abordar filosóficamente un problema ausente de la historiografía oficial; por ejemplo, la gastronomía”.[1]

La distorsión comienza cuando se plantea la filosofía como actividad reflexiva. Esa es una definición inadecuada, escolar, inofensiva. No es curioso que el arte esté también exhausto de definiciones inofensivas tales como “expresión de lo bello”. Al respecto, el crítico de arte Roberto Valcárcel plantea la definición del arte de otro modo: “no interesa averiguar qué es el arte, lo que interesa es preguntarse cuándo un objeto o una situación funciona como arte. Y funciona como arte cuando provoca efectos, cuando logra que el receptor de una obra vea algo de otro modo, o por lo menos, se plantee una pregunta, cuestione una interpretación de su realidad aceptada como dada, inmodificable”. Esto es algo que nos sirve, porque con la filosofía pasa algo similar. La pregunta que vale la pena hacerse es: ¿Cuándo un evento, un libro o una conversación funcionan de tal modo que producen el efecto filosofía? Nosotros esperamos generar este efecto a partir del encuentro entre distintos modos de expresar un problema-inquietud, y de posicionarse frente a él. Filosofía 360°: no existen jerarquías ni primacías por antigüedad o proveniencia, sólo un plano horizontal abierto a una multiplicidad de conexiones. 

La cuestión es maquínica: ¿Qué engranajes sirven para qué máquinas? Lo que hay que lograr es crear mancuernas de producción entre el arte y la filosofía. Pero he aquí otro requisito primordial: la amistad. En su maravilloso libro ¿Qué es la filosofía?, Deleuze y Guattari lo dijeron ya casi todo: Para ser creados, los conceptos necesitan personajes conceptuales que contribuyan a definirlos, y un amigo es un personaje de ésta índole. Desde ésta óptica, el trabajo de un artista audiovisual, de un poeta, de un músico, etcétera, es una oportunidad de filosofía, una posibilidad, una presencia intrínseca al pensamiento, una potencialidad, hay algo que se puede encontrar ahí y prolongar. El curador chileno Justo Pastor Mellado dice esto del objetivo de un buen crítico de arte: trazar diagramas de las fuerzas presentes en una obra. ¿Qué fuerzas contemporáneas recorren una obra, cuáles están en conflicto, cuáles sostienen y cuáles otras amenazan con tirar(nos) abajo? Entre el arte y la filosofía está latente la posibilidad de crear nuevas maneras de sondear y diagnosticar el presente. Como dice el director de cine Marcos Loayza, a propósito del horizonte para las nuevas producciones cinematográficas bolivianas, quizá no se trate ya de intentar explicar nuestra sociedad ni de ofrecer respuestas con una nueva película, sino de plantear preguntas, preguntas que no nos lleven a callejones sin salida. 


Para el filósofo, la tarea consiste en sondear el haz de fuerzas que cruzan una obra, que incluso salen de sus marcos, observar dónde se obturan o bloquean, acompañar las líneas de fuga donde quiera que sean presenciadas, construir planos de fertilidad donde otros puedan sembrar lo suyo, extraer combinaciones inéditas… Pero, una vez más, la base del encuentro creador con el otro debe ser la amistad. Luego, es más fácil, y más divertido, crear y habitar un terreno de indiscernibilidad donde ya no predominen los juicios ni los reclamos, sino puras relaciones de camaradería, encuentro entre “x” y “y”, donde ambos se empujen más lejos de lo que podrían llegar por sí solos. Dar lugar a un tercero. Devenir. Espacios de vecindad entre filósofos y no-filósofos. Amistad. Mayor sensibilidad para el filósofo, mayor capacidad para trabajar con afectos; y para el artista, ganancia en el manejo de los conceptos, mayor precisión, agudeza en la manera de plantear las tensiones que espera poner en escena en su obra.


Sandra D'Berduccy en su exposición sobre su trabajo Desenvolver

          Luna llena:
Dejémoslo claro: no tendemos hacia el utilitarismo sino hacia un estricto funcionalismo. La filosofía como la propone Foucault: una caja de herramientas. En nuestra caja es bienvenido todo lo que une, liga, conecta y expande, aquello que genera espacios de vecindad entre diferentes. Los intercambios son a manera de robos y capturas: llegas y te vas, tomas lo que te es útil y descartas el resto, nadie tiene por qué quedarse ni formar escuela. No se trata de plagio sino de devenir. Lo que importa es el movimiento enriquecedor y la confabulación de un movimiento creativo que se muestra según diferentes aristas. El artista crea máquinas de resistencia contra lo intolerable, y llega a lugares donde la política no puede llegar; lo que toma es parte o engranaje de una máquina, que posiblemente puede funcionar en conjunción con otra máquina que trabaja un filósofo.

Lo que hay que evitar a toda costa es el ombliguismo y el ensimismamiento. El fin de la filosofía no está en sí misma, por eso se hace aburrida y vacía cuando pretende ser su propio punto de partida y de llegada, cuando no hay un interés que la preceda, que venga de otro lado, cuando cierra las puertas a los cauces que la desbordan y amenazan con desdibujar sus marcos. Nadie tiene que dejar a un lado sus conocimientos e intereses previos para interseccionarse con la filosofía, pues es más bien en función de esos intereses y esas preguntas previas que uno se encuentra con ella por el medio. Es muy difícil que alguien se encuentre con la filosofía si no viene de otro lado en la búsqueda de algo. Recordemos que el interés principal de Nietzsche era la música, y sólo después –como buen músico fracasado– optó por la filosofía, considerándola como algo que podría hacer en espera de la música. El filósofo esloveno Slavoj Zizek comenta en una entrevista que su interés inicial siempre fue el cine, pero que se vio obligado a estudiar filosofía para encontrar las herramientas que le permitieran contestarse una pregunta: ¿por qué Charles Chaplin se oponía con tanta pasión al cine sonoro? Esto es así, los filósofos siempre han venido de otro lado, siempre han surgido de otra cosa. De ahí que no exista ninguna necesidad de reivindicar la filosofía: forzosamente se produce allí donde cada actividad logra crear su propia línea liberadora.





Jorge Luna Ortuño



[1] Michel Onfray, La comunidad filosófica. Manifiesto por una Universidad Popular, p. 106. Editorial Gedisa. 

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