El presidente Evo Morales volvió
a hacer noticia a partir de una de sus afirmaciones medio despistadas medio
acertadas. O tal vez sea más correcto decir que los medios de prensa nacionales
se sirven de una de sus afirmaciones para convertirlo en línea de primera
plana. Lo concreto es que hace unos días se encontraba promulgando la nueva Ley
del libro y la lectura Óscar Alfaro (366), ocasión en la que confesó que tiene
problemas para leer, que "a lo mucho ve los títulos o unas páginas"
de los libros que le regalan. Se critica su sentido de la ubicación y del
momento, pero tal vez aquel acto haya sido el más idóneo para plantear el
problema.
Breve rodeo: Al no tener Evo
especial inclinación por la lectura, menos aún lo tendrá por la escritura, y
entre ambas se pierde un mundo, sin que por ello éste mundo deba ser ajeno a
sus aventuras. Resulta curioso sin embargo que en los últimos años haya sorprendido por la
publicación de libros donde oficiaba como el prologuista. El primero del que
tuve conocimiento fue "El fin de la prehistoria. Un camino hacia la
libertad" de Tomás Hirsch. Si Evo Morales hablara como aparece redactando
en ese texto, seguramente no habría llegado a ser el primer presidente
indígena, pues sería uno más del montón. Para no caer en la monotonía hay que
saber tomar cuenta de la singularidad de un personaje. El que escribe ese prólogo
lo hace de la manera más uniforme, no patea al castellano en ningún momento,
respeta las reglas de puntuación obedientemente, no se sale, no rompe nada, no
provoca ni una fuga ni una risa. Es tan "rectito" que termina por ser
olvidable. Pero firma Evo Morales. Desconozco el valor que pueda tener ese
texto aunque él lo firme, pues no corresponde con la relación que Morales
mantiene con el idioma castellano. El autor Tomás Hirsh lo vio de otra manera,
cosa suya.
Además de este, se sabe también
que hizo el prólogo del libro “Abya Yala: una visión indígena”
(2012), pero ese lo desconozco.
Volvamos a referirnos a las palabras
de Evo respecto de la Ley Óscar Alfaro. Una reflexión un poco más acuciosa de
sus palabras nos llevará a evitar los juicios, y más bien a reparar en las
implicaciones. Alguien ya dijo, Evo Morales no es un ser que pasó a pertenecer
a alguna realeza por haberse convertido en Presidente; su victoria electoral no
lo exime de su pasado; en realidad es también un producto de las deficiencias y
virtudes de la evolución de nuestro sistema educativo. En nuestro país se habla
fácil de "incentivar la lectura", pero es como un eslogan vacío. La
lectura es una actividad subestimada, y se la suele relacionar con los
"hábitos", como cuando se enseña a los niños a que tiendan su cama.
Pero la lectura habría que relacionarla mucho más con el juego que con los
deberes. Dicho esto, es una falacia pretender que la palabra Presidente
equivalga a decir "hombre leído", no por definición, sino por las
muestras que nos brinda nuestra realidad.
Algunos comedidos le increparon
velozmente por sus palabras, señalaron que les daba un mal ejemplo a los niños.
Carlos Cordero, según una nota de Mónica Salvatierra en El Deber (5-5-2013),
entiende que el mensaje condenable que se extrae de las palabras del primer
mandatario sería que "sin importar que no se lea, igual se puede llegar a
ser presidente". Pero eso sólo asumiendo que los niños o cualquier otro
ser que siente el paso del tiempo, desee ser presidente. Hay muchas cosas más
importantes y deseables que entrar en la política y convertirse en presidente.
De hecho, nos resulta familiar la noticia de que los políticos leen poco, o
apenas leen, sólo de ese modo pueden moverse a gusto en sus aguas. Esto también
va acorde con la idea del actual gobierno, que consiste en quitarle relevancia
a la formación académica, y valorar mucho más la experiencia de trabajo
sindical.
Lo que no debe olvidarse es que
la aventura de la lectura le sucede a cada uno de diversas formas, un poco
gracias a la formación, al espacio geográfico que se ocupa, a las posibilidades
de la casa paterna, pero otro gran trecho gracias a la valentía de cada uno
para asumir su mundo, y elegir sus pasos en concordancia con sus asombros e
interrogaciones más recónditas. No se lee "gracias" al colegio, la
universidad o el precio alto o bajo de los libros, más bien se lee "a
pesar" de todo ello.
Links relacionados:
No hay comentarios:
Publicar un comentario