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jueves, 10 de abril de 2014

BARCELONA F.C. AL LIMBO





El Barcelona fue eliminado ayer de la Champions League, y la historia es sabida cuando pasan estas cosas. ¿Otra vez especularán sobre el final de un ciclo? Los cuervos que esperaban impacientes pueden ahora saltar encima del cuerpo caído. Esos cuervos son los mismos que semanas atrás glorificaban a Messi y a Iniesta, tras la victoria a domicilio en el clásico frente a los madrilistas (3-4). "Messi es Di Estefano", rezaba una nota en El País, diario de Madrid, el mismo que publica ahora notas que sepultan al Barza en el lugar que se le otorga a una cansada anciana. Así, no hace mucho se saludaba la reacción del Barza, notable reactivación de su maquinaria algo menos lúcida en esta temporada. Lo único que aprendemos de ello es que los medios importantes leen el fútbol como una cuestión de moda, en función de quién gana. 

Cierto que ayer los azulgranas jugaron un partido opaco, ausentes la mayor parte del segundo tiempo, cuando más se los esperaba. ¿La culpa la tiene Martino? En parte sí, él tiene responsabilidad. Pero también mérito enorme de la entrega de los adversarios, que pusieron el cuerpo para dar vida a la idea que manejaba Simeone. El cholo había establecido una clara diferencia entre ambos cuadros: "Ellos juegan con el balón, nosotros jugamos con los espacios". Así, palmo a palmo, el cholo construyó un discurso orgulloso de su propio equipo y su estilo, que nada le tiene que envidiar a otros cuadros top del continente. 

Por su parte Martino siempre se mostró más calculado, más modesto, hablando de una gestión ganadora que le precedía. Cuando llegó al Barza anunció que se respetaría el estilo que tantos títulos y prestigio le habían dado al Barza, pero que se añadirían algunos elementos, algunas variantes, mientras que se trataría de recuperar otros perdidos, como la intensidad en el juego. Tuvo su época este discurso, pues en el análisis, a unas fechas de cerrar la temporada, el Barcelona no logró ser mucho más que la genialidad de sus jugadores clave, en momentos exigentes, cuando estaban despiertos con todas las luces. Cierto una vez más que el fútbol se arma con jugadores, dejen para un segundo lugar todas las estrategias. La levantada frente al Real Madrid, algo inesperada en tal manera, nos hizo ilusionar a los que disfrutamos cuando juega con belleza el Barcelona, pero resultó ser una especie de energía de reserva, no mucho más quedaba en los galones. 

En la víspera de la vuelta de cuartos de final, Xavi decía que el Atlético de Madrid es un equipo que ha sido armado a la inversa del de ellos, es decir, con énfasis en el juego en otro lado del campo, desde atrás. Están hechos para incomodar a cualquier equipo que le quiera tocar la pelota, y como esa es una especie de nueva moda que se incorpora desde los éxitos del Barcelona, hicieron bien Simeone y compañía en basar por ahí la clave de su propuesta. ¿Podrá desactivar de la misma manera la máquina del Bayer Munich? 

Volvamos a lo que aconteció en el Vicente Calderón, que fue una verdadera olla de cocción, para comerse crudos a los azulgranas. ¿Qué tenían además de las ganas y el talento de Neymar? Messi encerrado. El relator de Fox Sports decía que veía a un Barcelona atado a su chip de juego, el del control del balón, con vistas a controlar el partido. Todas las estrategias victoriosas de oposición que le han planteado otros equipos antes, como el Chelsea, el Inter de Milán, el Real Madrid alguna vez, en aquella Copa del Rey del 2011, luego el Bayer de Munich, y ahora el Atlético de Madrid, se combinaron y perfeccionaron ayer en un arma anti-incendios. El cholo Simeone apuntó después, en la conferencia de prensa, con sonrisa sobria, que los más de 700 pases del Barcelona no le habían servido para controlar el partido "como hubiera querido Martino". Ironía, antídoto contra una manera de jugar que comienza a volverse caricatura. 

La teoría dice que cuando deseas manejar el partido debes retener el balón, "administrarlo", palabra contaminada desde otras áreas, y en otros términos, monopolizarlo un poco. Todos los equipos lo sabían, aunque sea por un entendimiento de sobrevivencia, o por algo que se aprende jugando en el barrio, que cuando el partido está por acabar y ganas por la mínima diferencia una cruenta batalla, tienes que irte al costado del córner, trabar, amarrarte el balón para que el tiempo pase. Eso lo hacían los más mañudos, desde hace mucho, los argentinos especialmente siempre han manejado este ítem en sus selecciones y equipos ganadores de Copas Libertadores. Lo que hizo el Barcelona fue diseñar una manera de retener el balón que se practicara como parte del mismo juego, como su esencia, no como su paralización ni si cortocircuito. Lo hizo de maravilla, pensamos en aquel equipo de Guardiola que doblegó al Manchester United en la final de la Champions League del 2009, o aquella versión que vapuleó 5-0 al Real Madrid de Mourinho. Pero entonces tenían a Etó, a Henry, a Larssen, pasó Villa, y luego venía Messi, estaban Iniesta y Xavi, y Dani Alves ya despuntaba. Parecía un equipo algo más versátil, diverso, con posibilidades físicas distintas. Pero ante todo, todavía no había sido completamente estudiado su funcionamiento.

Se ha comprobado que cada vez le duele más a los petisos del Barcelona confrontarse contra equipos que sostienen un juego de mucho vigor físico, de intensidad continua, porque ese es el ítem en el que no pueden competir en igualdad. Intentaban que su mejor posicionamiento en la cancha, su mayor cualidad técnica, y su posesión de la bola fueran palancas para contrarrestar esa dificultad, pero ya no ha sido así. Ya la pasada gestión el Bayer de Munich mezcló potencia física con calidad técnica, ambición y agresividad, y se convirtió en la bestia negra del Barcelona, lo despachó metiéndole 7 goles en dos partidos de ida y vuelta. Por otra parte, el biotipo de sus jugadores no invita al choque y a ese tipo de desgaste, cuando prefieren la elegancia, el juego virtuoso, el pase entrelíneas, la genialidad, una gambeta. No es muy probable por ello que se le gane al Barcelona jugando un lindo fútbol, todo el éxito consiste en hacer un partido engorroso, sin claridad, monótono, sin sorpresa. También sufre el espectador. 

Recuérdese que estos mismos petisos sufrieron contra Brasil en la final de la Copa Confederaciones. Brasil tenía un plus vital en aquella ocasión, podía incorporar a su juego la reciedumbre, la pierna fuerte y decidida que demandaba Felipao Scolari, pero al mismo tiempo tenía ya incorporado el chip del toque de balón, de la armación creativa de una jugada, y el talento técnico igual de depurado, de modo que resultaba un mal rival para España, que terminó vencida aquel día por un categórico 3-0 que mereció ser más. 

Resumiendo, el Atlético de Madrid ha puesto en escena una actualización de las mejores versiones de marcar a Messi, y de anular a un equipo de talentosos que no están diseñados para el choque ni el partido friccionado. Antes se pensaba que la técnica podía vencer a la fuerza, lo decían también los de la Familia Gracie en ocasión de los primeros campeonatos del UFC. Después se dieron cuenta de que no es sólo eso, ante todo se trata de la sorpresa, de la capacidad de hacerse indiscernible para el adversario, y de replantear el problema. Royce Gracie llamó la atención sobre la pelea en el suelo, otra zona de definición. Pero años después, cuando el mundo se había puesto al corriente, sufrió contra Sakuraba porque el japonés estaba preparado para todo lo que pudiera intentarse en el suelo, y estando de pie igualmente llevaba la ventaja. Toda la técnica contra un Sakuraba un poco más pesado no le sirvió de nada, se había desafiado un discurso. Paralelamente, en el fútbol, los equipos que le juegan al Barza han tomado mayor consciencia del peligro de los pases entre líneas, ese juego rasante milimétrico que dominan Xavi e Iniesta, y entonces decidieron jugarle con dos bloques de cuatro o hasta cinco jugadores, poniendo ambas líneas muy juntas, todo compacto. La marcación en zona de Arrigo Sachi del Milán de otrora tuvo influencia en el esquema usado por el cholo, cierto. 

Cuando la batalla se alarga el oponente se adapta a tus estrategias, eso es mortal. Antes de que acabara el partido, varios jugadores del Barza parecían caminar por el campo ya resignados, pensando en la ducha que se darían en vestuarios, el momento de anudarse los calzados e ir para casa, la vista de la ciudad de Madrid en fiesta mientras pasara por ahí encogido su bus con el rabo entre las piernas, empequeñecido por la dureza de los hechos que rompía su sueño.

Durante el partido todo fue del manual de cómo jugarle al Barza, un manual al que ha contribuido decisivamente Mourinho en su paso por la casa blanca. El primer gol de Atlético llegó producto de una presión en zona alta que efectuaron los rojiblancos, demostrando que no todo es caramelo y toque fino para salir jugando cuando cuecen las papas; primer punto fuerte contra la filosofía de Pep Guardiola, que se molestaba cuando alguien tiraba la bola como despeje, sin cuidado por la estética. Luego, en el gol, fueron dos cabezasos en el área, el primero uno que le ganan en el salto al pequeño Jordi Alba, hasta el otro lado donde un también bajo Dani Alves debía defender. Los laterales del Barcelona son de baja estatura, y sin embargo los culés se dan el lujo de jugar con un otro central que también es bajo, Mascherano. Una saga de esas características tendría que jugar con  tres centrales, para brindar mayor protección y reforzar su juego aéreo, y jugadores del tipo Thiago Silva, Marquiños (del PSG), o David Luiz del Chelsea, le vendrían de maravilla. Pero el Barcelona, con Andoni Zubizarreta como consejero, decidió desde el principio de la temporada ganar o morir vistiendo su vieja ropa guardada, no contrataron sagueros, apostaron por un Puyol que ya daba señales claras de potro cansado, y así siguieron con su tozuda fórmula, aquella para la que los equipos más competitivos de Europa ya tienen el antídoto. ¿Qué le hubiera hecho el Bayer a este Barcelona, y el Chelsea? 

Tal vez fue mejor que se fuera antes, por evitarle mayores agravios a su jerarquía. Se fue antes de lo que esperábamos, fue en cuartos de final y los detractores lo recordarán por buen tiempo. La mediocre forma de clasificar de los culés frente a un Manchester United en desventaja, con un empate sin muchas ideas en su propia casa, mostró por adelantado la poca contundencia y ambición que tenía este Barcelona, debilitado desde lo anímico y en cuanto a su fuerza de deseo. ¿Qué interés tiene ganar cinco campeonatos haciendo lo mismo cada vez, un run run que no se acaba y que se privilegia por encima del mismo fútbol, casi una fórmula que parece valer más que la vida misma? 

Surge un tema a futuro. En la prensa de El País escriben que a Messi siempre había que instruirlo, que no es un genio del que sólo cabe esperar magia y no hay que molestarlo; más bien sugieren que Guardiola trabajaba mucho con él, en su mentalización, en tener claro lo que tenían que hacer, y con Messi no habían tantas concesiones. ¿Pero cuánta moral puede tener un técnico rosarino como el Tata para llegar al Barza y decirle qué hacer o ya no hacer a otro rosarino más grande como Messi? Es muy difícil hoy llegar al Barza e intentar algo riesgoso. ¿Cómo tuvo que portarse Neymar al llegar? ¿Qué actitud era la que más le convenía? Fue muy humilde y breve, por lo que oímos, si llegas a un equipo que ha ganado tanto sin ti, ¿qué te queda si no esperar que te permitan ser parte? En el caso de Romário el año 1993 llegaba en situación algo parecida, el Barcelona ya era ganador repetidas veces de la Liga, tenía ya una orejona en su historial, pero él llegaba sin rastros de humildad ni de adaptación. Él llegaba para ser Romñario. Es cierto que el Barcelona ya era un equipo dream team antes de él, pero Romario opinaba que nunca habían tenido un Romário en sus filas, nunca habían ganado en la forma que lo harían con él. Lo esperaba otro zurdo, menos estrella que Messi, se llamaba Stoichkov, muchos pensaban que sería su verdugo, pero se convirtió en su mejor amigo, ambos eran de pocas pulgas, ambos vividores, amantes del gol, se entendieron rápido. No ha pasado lo mismo entre Neymar y Messi, en parte porque se percibe desde fuera una situación algo odiosa dentro del Barcelona, un excesivo celo en torno a la pulga, una especie de respeto para no tocar su protagonismo ni tantearle la corona. Se fue Etó por algo relacionado con ello, Villa no aguantó del todo esa filosofía, e Ibrahinovic fue quien peor se fue, enemistado con esa forma de gestionar el banquillo. 

No sabemos qué le espera al Barcelona, eso es lo interesante. Tal vez todavía tenga ánimos para terminar la Liga deseándola con hambre de campeón. Tiene por delante una final de Copa del Rei, contra los merengues, y aquí se notará la mano del técnico Martino, su forma de gestionar una nueva levantada, y manejar un grupo tan grande que parece necesitado de renovación urgente. Con un castigo de la FIFA que le prohíbe hacer nuevas contrataciones, por lo pronto, nos parece que el equipo se instala en el limbo.  

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