Osho tiene la palabra. Texto extraído del libro "El Tao de los tres tesoros".
El maestro Osho |
Pregunta:
Has hablado de la armonía de los opuestos.
Yo siento que el odio
mata al amor, y que la ira mata a la
compasión; los extremos luchan
en mi interior. ¿Cómo puedo encontrar la
armonía?
Osho: Estás completamente equivocado. Si el odio matase al amor, y
la ira matase a la compasión, entonces no habría ninguna posibilidad ‑no habría
ninguna posibilidad de que existiese el amor o de que existiese la compasión.
Entonces estarías atrapado, entonces no podrías salir de ello. Has vivido con
odio durante millones de vidas ‑esto habría matado ya a la compasión. Pero
mira... el amor sigue ahí. El odio viene y va pero el amor sobrevive; la ira
viene y va pero la compasión sobrevive, el odio no ha podido matar al amor; la
noche no ha podido matar al día; la oscuridad no ha sido capaz de asesinar a la
luz. No, todavía sobreviven.
Así que lo primero que hay que comprender es que no los han
matado. Esto es una cosa. 'Y la segunda sólo será posible más adelante, cuando
ames realmente. Tú no has amado realmente, ese es el problema, no el odio ‑el
odio no es el problema. Tú no has amado realmente. La oscuridad no es el
problema ‑no tienes luz. Si hubiese luz, la oscuridad desaparecería. No has
amado. Fantaseas, imaginas, sueñas, pero no has amado. Ama. Pero no estoy
diciendo que con sólo amar el odio desaparecerá inmediatamente. No. El odio
luchará, el odio peleará. Todo el mundo quiere sobrevivir. Cuanto más ames, más
fuerte vendrá el odio. Pero te sorprenderá descubrir que el odio viene y va,
pero no mata al amor; por el contrario, hace que el amor sea más fuerte, porque
el amor también puede absorber al odio. Si amas a una persona, en algunos
momentos puede que la odies, pero eso no destruye el amor; por el contrario, le
aporta riqueza.
¿Qué es el odio en realidad? Es la tendencia a alejarse. ¿Qué
es el amor? Es la tendencia a acercarse. El odio es la tendencia a separarse,
la tendencia al divorcio; el amor es la tendencia al matrimonio, a estar cerca,
a acercarse más, a hacerse uno. El odio es volverse dos, independientes; el amor
es volverse uno, interdependientes. Siempre que odias, te alejas de tu
amante, de tu amado, pero en la vida
ordinaria es necesario alejarse para regresar de nuevo. Es como cuando comes ‑tienes
hambre y comes. El hambre se va porque has comido. Cuando amas a una persona
es como la comida. El amor es comida ‑muy sutil, espiritual, pero comida.
Nutre. Cuando amas a una persona, el hambre se calma y te sientes saciado,
entonces comienza de pronto el movimiento para alejarte y te separas. Pero
entonces te sentirás hambriento de nuevo y querrías estar más cerca,
aproximarte más, amar, caer el uno en el otro. Comes, y durante cuatro, cinco,
seis horas te olvidas de la comida; no te quedas sentado en la cocina, no te
quedas sentado en el comedor. Te vas, y seis horas después, de pronto comienza
a regresar el hambre.
El amor tiene dos caras. El hambre y la saciedad. Tú confundes
el hambre con el odio. Una vez que comprendes que no hay odio sino una
situación para crear el hambre, entonces el odio se vuelve parte del amor y
entonces enriquece al amor; entonces la ira se vuelve parte de la compasión y
enriquece a la compasión. Una compasión sin posibilidad de ira será impotente,
no tendrá energía ‑una compasión con posibilidad de ira, tiene fortaleza,
vigor. Un amor sin posibilidad de odio, se volverá rancio, entonces el
matrimonio parecerá una prisión, no puedes alejarte, pero un amor con odio
tiene libertad ‑nunca se vuelve rancio.
Según mi matemática de la vida, los divorcios suceden porque
cada día los vais posponiendo. Entonces el divorcio va acumulándose y llega un
día en el que el matrimonio ha sido matado
totalmente por él. Si me comprendes, te sugeriría que no esperes
divorciarte, vuélvete a casar cada día. Debería ser un ritmo, como el día y la
noche, el hambre y la saciedad, el verano el invierno, la vida y la muerte.
Debería ser así. Por la mañana amas. Por la tarde odias. Cuando amas, amas
realmente, amas cuando odias, odias realmente; y de pronto encuentras su
belleza. La belleza está en la totalidad. Un odio es bello, tan bello como el
amor total; una ira total es bella, tan bella como la compasión total. La
belleza está en la totalidad.
La ira sola se vuelve fea, el odio solo se vuelve feo ‑es sólo
un valle sin colina, sin la cima. Pero con la cima, el valle se convierte en un
bello paisaje ‑desde la cima el valle se vuelve precioso, desde el valle la
cima se vuelve preciosa. Te mueves. El río de tu vida se mueve entre estas dos
orillas. Y poco a poco, cuanto más vayas comprendiendo las matemáticas de la
vida, dejarás de pensar que el odio está en contra del amor. Es complementario.
Y dejarás de pensar que la ira está en contra de la compasión. Es
complementaria. Entonces no pensarás que el descanso está en contra del trabajo
‑es complementario- o que la noche está en contra del día ‑es complementaria.
Forman un todo perfecto.
Como no has amado, tienes miedo del odio ‑tienes miedo porque
tu amor no es lo suficientemente fuerte, y el odio podría destruirlo. No estás
seguro de si realmente amas o no, por eso tienes miedo al odio y a la ira:
sabes que podrían echar por tierra toda la casa porque no estás seguro de si
la casa existe realmente o si es sólo una imaginación, una casa imaginaria, Si
es imaginación, el odio la destruirá; pero si es real, el odio la hará más
fuerte. Después de la tormenta desciende el silencio. Después del odio los
amantes están frescos de nuevo para caer el uno en el otro ‑completamente
frescos, como si de nuevo se estuviesen encontrando por primera vez. Se
encuentran una y otra vez, por vez primera una y otra vez.
Los amantes siempre están encontrándose por primera vez. Si te
encuentras por segunda vez, el amor ya se está volviendo viejo, rancio. Se está
volviendo aburrido. Los amantes que se enamoran siempre cada día, se mantienen
frescos, jóvenes; miras a tu mujer y ni siquiera puedes reconocerla, nunca la
has visto antes ‑es tan nueva. Miras a tu hombre y parece un extraño. Te
enamoras de nuevo.
El odio no destruye el amor, sólo destruye su ranciedad. Es
una limpieza. Si lo comprendes, le estarás agradecido; y si puedes estarle
agradecido, has comprendido. Ahora nada puede destruir tu amor; ahora estás
realmente enraizado por primera vez: ahora puedes absorber la tormenta y
fortalecerte con ella, enriquecerte con ella.
No mires a la vida como una dualidad. No mires a la vida como
un conflicto. No lo es. Yo lo sé ‑no lo es. Yo lo he experimentado ‑no lo es.
Es una totalidad, una pieza, y todas las cosas encajan en ella. Sólo tienes
que descubrir cómo dejar que encajen, cómo permitirles encajar. Permíteles que
encajen unas en otras. Es una bella totalidad.
Y si me preguntas, si existiese la posibilidad de un mundo sin
odio, yo no lo elegiría; sería un mundo absolutamente aburrido, estaría
muerto. Puede que fuese dulce, pero sería demasiado dulce ‑anhelarías la sal.
Si fuese posible un mundo sin ira, yo no lo elegiría, porque la compasión sola, sin ira, no tendría
vida. El opuesto aporta la tensión, el opuesto aporta el temple. Cuando el
hierro ordinario pasa a través del fuego se convierte en acero; sin fuego no
puede convertirse en acero. Y cuanto más alta sea la temperatura, mejor será el
temple, la fuerza del acero. Si tu compasión puede pasar a través de la ira,
entonces cuanto más alta sea la temperatura de tu ira, mejor será el temple y
la fuerza de la compasión.
Buda es compasivo. Es un guerrero. Desciende de la raza Kshatr¡ya, es un samurai. Debe haber
tenido una vida llena de ira ‑y luego, de pronto, la compasión. Mahavira
proviene de un clan Kshatr¡ya. De
hecho, esto parece absurdo, pero tiene una cierta coherencia: todos los grandes
profetas antes de la no violencia provenían de una raza Kshatr¡ya, ningún Brahmín ha predicado la no‑violencia. Sólo
sabemos de un Brahmín, que es conocido como uno de los avataras, Parusharam. El era el hombre más violento que el mundo
jamás ha visto ‑¡un Brahmín! ¡el más violento! Los veinticuatro teerthankaras de los jainas son todos Kshatr¡yas. Buda es un Kshatrjya. Todos ellos hablan de la no‑violencia,
de la compasión, pero han vivido la violencia, conocen lo que es la violencia,
la han atravesado. Incluso si un Brahmín trata de ser no‑violento, su no‑violencia
puede ser profunda. Sólo un Kshatr¡ya, un
guerrero, que ha vivido a través del fuego, tiene una compasión sólida, o la
posibilidad de ella.
Así que recuerda, si los extremos luchan dentro de tu corazón,
no elijas. Permite que ambos estén allí. Sé una gran casa, ten suficiente
espacio en tu interior, no digas: "Tendré sólo compasión, no ira; tendré
sólo amor, no odio". Así te empobrecerás. Ten mucho espacio y deja que
ambos estén allí.
Y no hay necesidad de crear una lucha entre ellos, porque no
hay lucha. La lucha viene de la mente, de las enseñanzas, la educación, el
condicionamiento. El mundo entero sigue diciéndote: "Ama. No odies".
¿Pero cómo puedes amar sin odiar? dice Jesús: "Ama a tus enemigos", y
yo os digo: "Odia a tus amantes también", entonces se convierten en
un todo completo. De otra forma el dicho de Jesús está incompleto. Jesús dice:
"Ama a tus enemigos". El dice: "Ámales también". Pero falta
la otra parte. Yo os digo: Odia a tus amigos y odia a tus amantes también, y no
tengas miedo. Entonces poco a poco verás que no hay diferencia entre el enemigo
y el amigo; porque odias y amas al enemigo, y amas y odias al amigo. Será sólo
cuestión de que la moneda esté con la cara hacia arriba o hacia abajo.
Cuando el amigo es el enemigo y el enemigo es el amigo, las
distinciones simplemente desaparecen.
No crees una lucha en tu interior, permite que ambos estén allí,
ambos serán necesarios ‑con los dos tendrás dos alas, y entonces podrás volar.
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