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sábado, 29 de diciembre de 2012

El amor como plano inmanente


Osho tiene la palabra. Texto extraído del libro "El Tao de los tres tesoros".

El maestro Osho


 Pregunta:
Has hablado de la armonía de los opuestos. Yo siento que el odio
mata al amor, y que la ira mata a la compasión; los extremos luchan
en mi interior. ¿Cómo puedo encontrar la armonía?

Osho: Estás completamente equivocado. Si el odio matase al amor, y la ira matase a la compasión, entonces no habría ninguna posibilidad ‑no habría ninguna posibilidad de que existiese el amor o de que existiese la compasión. Entonces estarías atra­pado, entonces no podrías salir de ello. Has vivido con odio durante millones de vidas ‑esto habría matado ya a la compasión. Pero mira... el amor sigue ahí. El odio viene y va pero el amor sobrevive; la ira viene y va pero la compasión sobrevive, el odio no ha podido matar al amor; la noche no ha podido matar al día; la oscuridad no ha sido capaz de asesinar a la luz. No, to­davía sobreviven.
Así que lo primero que hay que comprender es que no los han matado. Esto es una cosa. 'Y la segunda sólo será posible más adelante, cuando ames realmente. Tú no has amado real­mente, ese es el problema, no el odio ‑el odio no es el problema. Tú no has amado realmente. La oscuridad no es el problema ‑no tienes luz. Si hubiese luz, la oscuridad desaparecería. No has amado. Fantaseas, imaginas, sueñas, pero no has amado. Ama. Pero no estoy diciendo que con sólo amar el odio desapa­recerá inmediatamente. No. El odio luchará, el odio peleará. Todo el mundo quiere sobrevivir. Cuanto más ames, más fuerte vendrá el odio. Pero te sorprenderá descubrir que el odio viene y va, pero no mata al amor; por el contrario, hace que el amor sea más fuerte, porque el amor también puede absorber al odio. Si amas a una persona, en algunos momentos puede que la odies, pero eso no destruye el amor; por el contrario, le aporta riqueza.
¿Qué es el odio en realidad? Es la tendencia a alejarse. ¿Qué es el amor? Es la tendencia a acercarse. El odio es la tendencia a separarse, la tendencia al divorcio; el amor es la tendencia al matrimonio, a estar cerca, a acercarse más, a hacerse uno. El odio es volverse dos, independientes; el amor es volverse uno, interdependientes. Siempre que odias, te alejas de tu amante,  de tu amado, pero en la vida ordinaria es necesario alejarse para re­gresar de nuevo. Es como cuando comes ‑tienes hambre y co­mes. El hambre se va porque has comido. Cuando amas a una persona es como la comida. El amor es comida ‑muy sutil, es­piritual, pero comida. Nutre. Cuando amas a una persona, el hambre se calma y te sientes saciado, entonces comienza de pronto el movimiento para alejarte y te separas. Pero entonces te sentirás hambriento de nuevo y querrías estar más cerca, aproximarte más, amar, caer el uno en el otro. Comes, y duran­te cuatro, cinco, seis horas te olvidas de la comida; no te quedas sentado en la cocina, no te quedas sentado en el comedor. Te vas, y seis horas después, de pronto comienza a regresar el hambre.
El amor tiene dos caras. El hambre y la saciedad. Tú con­fundes el hambre con el odio. Una vez que comprendes que no hay odio sino una situación para crear el hambre, entonces el odio se vuelve parte del amor y entonces enriquece al amor; entonces la ira se vuelve parte de la compasión y enriquece a la compasión. Una compasión sin posibilidad de ira será impo­tente, no tendrá energía ‑una compasión con posibilidad de ira, tiene fortaleza, vigor. Un amor sin posibilidad de odio, se vol­verá rancio, entonces el matrimonio parecerá una prisión, no puedes alejarte, pero un amor con odio tiene libertad ‑nunca se vuelve rancio.
Según mi matemática de la vida, los divorcios suceden por­que cada día los vais posponiendo. Entonces el divorcio va acu­mulándose y llega un día en el que el matrimonio ha sido mata­do  totalmente por él. Si me comprendes, te sugeriría que no es­peres divorciarte, vuélvete a casar cada día. Debería ser un ritmo, como el día y la noche, el hambre y la saciedad, el verano el invierno, la vida y la muerte. Debería ser así. Por la mañana amas. Por la tarde odias. Cuando amas, amas realmente, amas cuando odias, odias realmente; y de pronto encuen­tras su belleza. La belleza está en la totalidad. Un odio es bello, tan bello como el amor total; una ira total es bella, tan bella co­mo la compasión total. La belleza está en la totalidad.

La ira sola se vuelve fea, el odio solo se vuelve feo ‑es sólo un valle sin colina, sin la cima. Pero con la cima, el valle se convierte en un bello paisaje ‑desde la cima el valle se vuelve precioso, desde el valle la cima se vuelve preciosa. Te mueves. El río de tu vida se mueve entre estas dos orillas. Y poco a poco, cuanto más vayas comprendiendo las matemáticas de la vida, dejarás de pensar que el odio está en contra del amor. Es complementario. Y de­jarás de pensar que la ira está en contra de la compasión. Es complementaria. Entonces no pensarás que el descanso está en contra del trabajo ‑es complementario- o que la noche está en contra del día ‑es complementaria. Forman un todo perfecto.
Como no has amado, tienes miedo del odio ‑tienes miedo porque tu amor no es lo suficientemente fuerte, y el odio podría destruirlo. No estás seguro de si realmente amas o no, por eso tienes miedo al odio y a la ira: sabes que podrían echar por tie­rra toda la casa porque no estás seguro de si la casa existe real­mente o si es sólo una imaginación, una casa imaginaria, Si es imaginación, el odio la destruirá; pero si es real, el odio la hará más fuerte. Después de la tormenta desciende el silencio. Des­pués del odio los amantes están frescos de nuevo para caer el uno en el otro ‑completamente frescos, como si de nuevo se es­tuviesen encontrando por primera vez. Se encuentran una y otra vez, por vez primera una y otra vez.
Los amantes siempre están encontrándose por primera vez. Si te encuentras por segunda vez, el amor ya se está volviendo viejo, rancio. Se está volviendo aburrido. Los amantes que se ena­moran siempre cada día, se mantienen frescos, jóvenes; miras a tu mujer y ni siquiera puedes reconocerla, nunca la has visto antes ‑es tan nueva. Miras a tu hombre y parece un extraño. Te enamoras de nuevo.
El odio no destruye el amor, sólo destruye su ranciedad. Es una limpieza. Si lo comprendes, le estarás agradecido; y si pue­des estarle agradecido, has comprendido. Ahora nada puede destruir tu amor; ahora estás realmente enraizado por primera vez: ahora puedes absorber la tormenta y fortalecerte con ella, enriquecerte con ella.
No mires a la vida como una dualidad. No mires a la vida como un conflicto. No lo es. Yo lo sé ‑no lo es. Yo lo he experi­mentado ‑no lo es. Es una totalidad, una pieza, y todas las co­sas encajan en ella. Sólo tienes que descubrir cómo dejar que encajen, cómo permitirles encajar. Permíteles que encajen unas en otras. Es una bella totalidad.
Y si me preguntas, si existiese la posibilidad de un mundo sin odio, yo no lo elegiría; sería un mundo absolutamente abu­rrido, estaría muerto. Puede que fuese dulce, pero sería dema­siado dulce ‑anhelarías la sal. Si fuese posible un mundo sin ira, yo no lo elegiría,  porque la compasión sola, sin ira, no tendría vida. El opuesto aporta la tensión, el opuesto aporta el temple. Cuando el hierro ordinario pasa a través del fuego se convierte en acero; sin fuego no puede convertirse en acero. Y cuanto más alta sea la temperatura, mejor será el temple, la fuerza del ace­ro. Si tu compasión puede pasar a través de la ira, entonces cuanto más alta sea la temperatura de tu ira, mejor será el temple y la fuerza de la compasión.
Buda es compasivo. Es un guerrero. Desciende de la raza Kshatr¡ya, es un samurai. Debe haber tenido una vida llena de ira ‑y luego, de pronto, la compasión. Mahavira proviene de un clan Kshatr¡ya. De hecho, esto parece absurdo, pero tiene una cierta coherencia: todos los grandes profetas antes de la no ­violencia provenían de una raza Kshatr¡ya, ningún Brahmín ha predicado la no‑violencia. Sólo sabemos de un Brahmín, que es conocido como uno de los avataras, Parusharam. El era el hom­bre más violento que el mundo jamás ha visto ‑¡un Brahmín! ¡el más violento! Los veinticuatro teerthankaras de los jainas son todos Kshatr¡yas. Buda es un Kshatrjya. Todos ellos hablan de la no‑violencia, de la compasión, pero han vivido la violencia, conocen lo que es la violencia, la han atravesado. Incluso si un Brahmín trata de ser no‑violento, su no‑violencia puede ser profunda. Sólo un Kshatr¡ya, un guerrero, que ha vivido a través del fuego, tiene una compasión sólida, o la posibilidad de ella.
Así que recuerda, si los extremos luchan dentro de tu cora­zón, no elijas. Permite que ambos estén allí. Sé una gran casa, ten suficiente espacio en tu interior, no digas: "Tendré sólo compasión, no ira; tendré sólo amor, no odio". Así te empobre­cerás. Ten mucho espacio y deja que ambos estén allí.
Y no hay necesidad de crear una lucha entre ellos, porque no hay lucha. La lucha viene de la mente, de las enseñanzas, la educación, el condicionamiento. El mundo entero sigue di­ciéndote: "Ama. No odies". ¿Pero cómo puedes amar sin odiar? dice Jesús: "Ama a tus enemigos", y yo os digo: "Odia a tus amantes también", entonces se convierten en un todo completo. De otra forma el dicho de Jesús está incompleto. Jesús dice: "Ama a tus enemigos". El dice: "Ámales también". Pero falta la otra parte. Yo os digo: Odia a tus amigos y odia a tus amantes también, y no tengas miedo. Entonces poco a poco verás que no hay diferencia entre el enemigo y el amigo; porque odias y amas al enemigo, y amas y odias al amigo. Será sólo cuestión de que la moneda esté con la cara hacia arriba o hacia abajo.
Cuando el amigo es el enemigo y el enemigo es el amigo, las distinciones simplemente desaparecen.
No crees una lucha en tu interior, permite que ambos estén allí, ambos serán necesarios ‑con los dos tendrás dos alas, y entonces podrás volar.


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