¿Qué es la filosofía? En más de un libro leí que no se puede hablar de la existencia de filosofía, pero sí de filósofos. Tomás Abraham, filósofo argentino, dice que lo único que se ve son filósofos, y que hablar de filosofía a secas es quedarse en la abstracción. Es algo similar a lo que muchos críticos dicen sobre el arte, que el arte no existe, sólo los artistas. Otros podrán afirmar que existe una disciplina llamada filosofía que es independiente de quienes la practiquen y que puede transmitirse de generación en generación.
Es posible que estas dos posiciones no estén reñidas. Todo depende de hallar el enfoque. Pero lo que nos interesa señalar es que no se trata de una mera diferencia de opiniones. Se trata en realidad de una diferencia de enfoques. Un enfoque plantea una problemática, además de una manera de posicionarse frente al problema. Entonces, en filosofía siempre nos preguntamos por qué se dice lo que se dice; qué problema plantea aquello que se dice. Esto está brillantemente expuesto en el libro Qué es la filosofía, de Deleuze y Guattari. Es básicamente un modus operandi que puede observarse a lo largo de la historia de la filosofía.
Pero vamos concretando algunos puntos de nuestra propia cosecha. Sostenemos que la filosofía, el ejercicio de filosofar, tiene que ver con la búsqueda del ángulo más comprensivo a la hora de abordar una situación, un conflicto, un objeto, un libro, un film, una manera de combatir, etc. En este sentido, se lee filosofía para aprender a variar el ángulo de visión. Hacer filosofía es, para nosotros, el arte de variar el ángulo, saber elegir el enfoque, replantear la visión de un acontecimiento, objeto o relación. Esto se puede aceptar a condición de entender que se varía siempre por una cuestión de necesidad, no de gusto o de capricho. De ahí es que muchas veces la filosofía ha estado relacionada con periodos de crisis, tal es el caso del contexto que ve surgir a la llamada escuela cínica. Cuando hay crisis se debe replantear las cosas, pensar de nuevo, pues se trata de un momento de ruptura, y lo que se buscar es lograr una mayor eficiencia en la manera que se llevan las cosas.
Todo esto tiene que ver con la lectura, aunque claro que no basta con leer. El filósofo escribe, la escritura es parte de sus prácticas cotidianas, es su modo de expresión, y cuando inscribe su escritura en el espacio público actúa para intervenir una escena. Cuando se escribe se plantean preguntas como: ¿Qué es lo que se va ha conectar y qué es lo que se mantendrá separado? ¿Qué referencia lateral es importante y cuál otra no? Y todo ello tiene que ver con el ángulo de abordaje. En el arte de escribir de esa forma, uno de los pulmones del filósofo es su biblioteca, y no sólo ella, también lo pueden ser su colección de películas en Dvd, sus álbums musicales, su misma relación con la internet, por qué no.
Acerca de ser mejor
Tomás Abraham, en una serie de conferencias que brindó en la Facultad Libre de Rosario, insistió en la idea de que la filosofía no te hace mejor persona, es decir, no necesariamente, no se busque eso en ella, es lo que dice. De hecho, muchas veces una revisión por la historia nos hará ver que los filósofos no se caracterizan por ser buenos tipos, buenas personas. ¿Los griegos? No lo sabemos, ¿qué dirían los más amanerados, hoy dando clases de ética en las palestras, de un Diógenes de Sinope? Shopenhauer era casi depresivo, Nietzsche terminó como terminó sin que esto abra un espacio de permisión para juzgarlo. Kant era el asceta de escasos tratos con el mundo femenino, ese era su mundo es todo. Hegel no es recordado como un tipo agradable... Pero es inútil entrar en ese detalle. El caso es que no estamos seguros de que la filosofía sirva para mejorar a las personas, no es un asunto de ayuda personal ni de motivación. Pero la práctica de filosofar, ¿qué es eso? ¿En qué aporta la disciplina del leer? ¿En qué aporta la disciplina de abordar lo que se vive con una mirada más integral? Siguiendo lo antes dicho, filosofar viene a ser buscar el mejor enfoque, la mejor manera de entrar en una cuestión, y por tanto de plantear el problema. La filosofía no aporta soluciones ni nuevos conocimientos. No aporta información. Pero en un mundo de inflación de información, donde la red permite un intercambio masivo de conocimientos de todo tipo y cualidad, lo que hace falta son filtros, criterio, capacidad de valoración, discernimiento. Tomemos el caso del Gracie Jiu Jitsu: una cosa es el conocimiento de las técnicas, puede un practicante conocer el sumario de técnicas que se requieren para ser un cinturón azul. Pero lo que ofrecen los Gracies, y aquello que los convierte en excelentes profesores, es su grado de comprensión de cada técnica. Ryron Gracie y Rener Gracie han hecho un trabajo formidable en su serie de DVD´S titulada Gracie Combatives. Véase ahí cómo desmenuzan cada técnica, cómo analizan sus variantes, los puntos de apoyo y las prevenciones necesarias que requieren para no perder la posición al efectuarlas; son años de destilación. Entonces, una cosa es el conocimiento en general, otra cosa es la comprensión de ese conocimiento. Y no se llega del primero al segundo sin que intervenga de una u otra manera la filosofía.
Al leer a Proust, Deleuze recuperó la imagen de aquel que lee para construirse sus propios lentes. Es muy acertado: se filosofa para construirse lentes o, en otras palabras, aparatos de lectura. Hay que aprender a hallar el enfoque más comprensivo en cualquier cosa que se haga en la vida.
Comprensión
Terminaré estos apuntes usando un ejemplo de otro campo para redondear la idea. Esta mañana visité al ingeniero Juan Carlos Gutiérrez de un Supermercado de Veterinaria en Santa Cruz de la Sierra. Conversamos acerca de las maneras de lidiar con la maleza para proteger lo que se llama "la libre expresión de los cultivos". La entrevista era para una revista. Ambos acordamos la reunión porque deseábamos un encuentro productivo para ambas partes. Es decir, queríamos economizar en el tiempo invertido y sacar el mayor provecho de la conversación. Y no es diferente en cuanto al campo de la agropecuaria (que íbamos a tratar), pues cuando se habla de productividad en las tierras, también manda el criterio de la eficiencia: "lograr el mayor rendimiento con el menor gasto posible de recursos". En la ocasión el ingeniero me comentó que la manera más eficiente de lidiar con la maleza es la prevención. Dependiendo de la fase de daño que haya producido la maleza, y del tipo de maleza, se puede actuar con estrategias manuales, mecánicas o químicas. Pero él recomienda una primero: la prevención. Cierto que la prevención demanda gastos -apunta-, pero asegura que "prevenir es más barato que curar". Tiene razón, y nos damos cuenta en este detalle de que entre el campo agrícola y la medicina general existen una serie de paralelos. En suma, lo que cada uno está buscando en su área específica de desenvolvimiento, casi siempre, es abaratar sus costos y acrecentar su rentabilidad. Eso se llama eficiencia. Y lo que decimos es que una manera más comprensiva de evaluar los hechos es un paso hacia la eficiencia en tu campo.
Ahora, nosotros creemos que la filosofía, la manera en que planteamos la lectura de la filosofía, puede ayudar a desarrollar ejercicios de comprensión que se aplican a cualquier área de la vida. Esto llevará a vivir de manera más eficiente.
No basta con tener muchos conocimientos; hace falta dar un paso posterior: ¿cuánto comprendes de lo que sabes? La filosofía enseña el arte de la minuciosidad. Muchos hallan engorrosa su vocación por la pregunta, ese constante martilleo que parece prolongarse en una espiral inagotable. Así fue desde Sócrates, pues era esta la forma en que el pequeño personaje incomodaba a sus interlocutores, llevándolos a salir de su zona de confort mental. Les hacía preguntas minuciosas y molestas acerca de sus convicciones, sin tener él mismo una convicción definida aparente. Dialéctica socrática se le llamó a su arte, y eso lo supimos por Platón. Una manera de leer, de analizar los hechos de una situación, tiene necesariamente que romper con otras que están acostumbradas, muchas veces incluso impuestas, siendo defendidas en ocasiones por instituciones esclerosadas. Existe una manera institucionalizada de leer (y escribir) y existe una manera creativa. Incluso desde sus inicios en la antigua Grecia, tiene que romperse con el mito para que nazca la filosofía, es decir, tiene que romperse con una forma de ignorancia para que nazca otra.
No basta con tener muchos conocimientos; hace falta dar un paso posterior: ¿cuánto comprendes de lo que sabes? La filosofía enseña el arte de la minuciosidad. Muchos hallan engorrosa su vocación por la pregunta, ese constante martilleo que parece prolongarse en una espiral inagotable. Así fue desde Sócrates, pues era esta la forma en que el pequeño personaje incomodaba a sus interlocutores, llevándolos a salir de su zona de confort mental. Les hacía preguntas minuciosas y molestas acerca de sus convicciones, sin tener él mismo una convicción definida aparente. Dialéctica socrática se le llamó a su arte, y eso lo supimos por Platón. Una manera de leer, de analizar los hechos de una situación, tiene necesariamente que romper con otras que están acostumbradas, muchas veces incluso impuestas, siendo defendidas en ocasiones por instituciones esclerosadas. Existe una manera institucionalizada de leer (y escribir) y existe una manera creativa. Incluso desde sus inicios en la antigua Grecia, tiene que romperse con el mito para que nazca la filosofía, es decir, tiene que romperse con una forma de ignorancia para que nazca otra.
Es posible que hayamos logrado ya plantear aquí la idea germen. No hay necesidad de un tratado. Se trata de algo simple. Filosofía=construcción de ángulos de entrada=comprensión alta. Desde esta base, no es difícil imaginarse que se plantee la filosofía como una disciplina que necesita reactivarse en nuestra comunidad, renovarse como práctica creativa, siendo parte de nuestra interacción con el mundo caótico y la era que nos tiene como protagonistas.
Nota: Este artículo se publicó el 23 de junio en el suplemento La Ramona, del periódico Opinión de Cochabamba. Véase el enlace para visitar otros artículos del suplemento.
FILOSOFÍA Y EFICIENCIA ¿COMPATIBLES?
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