Jim Carrey |
Homenaje de Jim Carrey a Meryl Streep
Jim Carrey es la condensación de la raza humana, es un chino si lo quiere, al rato es un abogado, puede hacer de un ser patético o del más iluminado, parece poder asimilar todas las actitudes, las formas de mostrar una idea y de ocultar un sentimiento, todo lo que el ser humano ha aprendido, sus mañas, sus mínimos gestos, lo que ha quedado rezagado en el inconsciente, todo eso él lo puede caricaturizar y sacar a la vista con la misma despreocupación de un niño que juega con la tierra y babea sin darle mayor importancia. Viéndolo en acción en un show de premiación de Hollywood, como en ese del vídeo que compartimos, uno puede llegar a dudar si se han mezclado imágenes de realidad con otras animadas. Jim Carrey está parado en la línea misma que divide los dos mundos del clásico film Quién engañó a Royer Rabbitt? Es decir, quién puede deformar en tal manera su cara, hacer gala de tal sentido de los gestos de un dibujo animado, y cambiar así de voces, es un transformista, él es todo aquello que le achaca a Meryl Streep al homenajearla, es un cambiador de formas, un aspirador de cuerpos, modulador de voces, todo está en sus manos.
¿Vergüenza? ¿Puede este ser extraído de alguna caricatura de los Looney Toons sentir algo de vergüenza? Vaya a saber uno qué es lo que se agita en su entramado interior antes de cada presentación en vivo, o frente a la cámara, pero quizá sea como se dice de los seres más valientes: ellos no son los que no sienten miedo, al contrario, conviven con el miedo, pero saben tenerlo a raya.
Como muchos, lo conocí por vez primera vez cuando encarnó al detective de mascotas Ace Ventura. Luego hizo Tonto y re-tonto, y la consagración llegó con La Máscara, donde nos presentaron también a una debutante y bella Cameron Díaz. Todos ellos eran alter-egos del mismo Jim Carrey. La magia con la que nos pinta a sus personajes, se hace fresco en ellos, y les da una vida autónoma que parece someter a su cuerpo en función de sus demandas, es formidable. En Mentiroso mentiroso encontramos una de las escenas más sorprendentes de un hombre asestándose una paliza a sí mismo en el baño de un juzgado, sólo para buscar que se postergue la sesión. (Sólo comparable con la escena que pone Edward Norton en Fight club). Luego Irene, yo y mi otro yo es ya una película jalada de los pelos con interesante contenido para los estudiosos de la esquizofrenia, quizá la enfermedad central en salud mental de nuestras sociedades capitalistas actuales.
Hablaremos después de El show de Truman, que merece un apartado a parte. En las mencionadas películas, el actor se confronta con una porción desconocida de sí mismo, algo pasa que lo arrastra a salir de la confortabilidad de su yo, de su personalidad establecida. Ya sea por el tema de la máscara que raya una frontera entre un ser timorato y otro demonio verde que consigue todo lo que desea, o a través del recurso de la mentira, que le traza una línea divisoria para aprender sobre el hombre en el que se ha convertido, y más todavía en el caso de Irene, yo y mi otro yo, donde juega el papel de un ser reprimido, contenido, del que se ríen todos, un pan blanco del que muchos se aprovechan apenas pueden; del otro lado su alter-ego, el ser que todo lo puede, un caradura busca-pleitos dominado por su pene, ser ordinario de palabras cortantes y actitud cínica a la doble potencia. Podemos efectivamente ver que hay una especie de plano de trabajo para Jim Carrey, el tema de las identidades, de la construcción de la subjetividad, del yo descentrado, todo ello aparece como un tema de trasfondo en varias de sus películas, no es su intención simplemente animar una comedia para hacer reír.
En Dick y Jane se produce otra circunstancia externa que lo fuerza a transformarse, a impersonarse como un otro dentro de sí que no conocía. ¿Y acaso en Todopoderoso no se produce también un giro de este tipo cuando su personaje Bruce descubre los poderes que le han sido conferidos y el papel que se le ha delegado? Jim Carrey es el rey de las impersonaciones. Pocos saben que esa habilidad fue la que lo llevó a Hollywood, que grandiosas impersonaciones de Jack Nicholson, Clint Eastwood, Robert de Niro, Michael Landon, y otros. Difícil no batirse uno en su asiento y doblarse en dos cuando Jim Carrey monta uno de esos shows, disponibles varios en YouTube.
¿Vergüenza? ¿Puede este ser extraído de alguna caricatura de los Looney Toons sentir algo de vergüenza? Vaya a saber uno qué es lo que se agita en su entramado interior antes de cada presentación en vivo, o frente a la cámara, pero quizá sea como se dice de los seres más valientes: ellos no son los que no sienten miedo, al contrario, conviven con el miedo, pero saben tenerlo a raya.
Como muchos, lo conocí por vez primera vez cuando encarnó al detective de mascotas Ace Ventura. Luego hizo Tonto y re-tonto, y la consagración llegó con La Máscara, donde nos presentaron también a una debutante y bella Cameron Díaz. Todos ellos eran alter-egos del mismo Jim Carrey. La magia con la que nos pinta a sus personajes, se hace fresco en ellos, y les da una vida autónoma que parece someter a su cuerpo en función de sus demandas, es formidable. En Mentiroso mentiroso encontramos una de las escenas más sorprendentes de un hombre asestándose una paliza a sí mismo en el baño de un juzgado, sólo para buscar que se postergue la sesión. (Sólo comparable con la escena que pone Edward Norton en Fight club). Luego Irene, yo y mi otro yo es ya una película jalada de los pelos con interesante contenido para los estudiosos de la esquizofrenia, quizá la enfermedad central en salud mental de nuestras sociedades capitalistas actuales.
Hablaremos después de El show de Truman, que merece un apartado a parte. En las mencionadas películas, el actor se confronta con una porción desconocida de sí mismo, algo pasa que lo arrastra a salir de la confortabilidad de su yo, de su personalidad establecida. Ya sea por el tema de la máscara que raya una frontera entre un ser timorato y otro demonio verde que consigue todo lo que desea, o a través del recurso de la mentira, que le traza una línea divisoria para aprender sobre el hombre en el que se ha convertido, y más todavía en el caso de Irene, yo y mi otro yo, donde juega el papel de un ser reprimido, contenido, del que se ríen todos, un pan blanco del que muchos se aprovechan apenas pueden; del otro lado su alter-ego, el ser que todo lo puede, un caradura busca-pleitos dominado por su pene, ser ordinario de palabras cortantes y actitud cínica a la doble potencia. Podemos efectivamente ver que hay una especie de plano de trabajo para Jim Carrey, el tema de las identidades, de la construcción de la subjetividad, del yo descentrado, todo ello aparece como un tema de trasfondo en varias de sus películas, no es su intención simplemente animar una comedia para hacer reír.
En Dick y Jane se produce otra circunstancia externa que lo fuerza a transformarse, a impersonarse como un otro dentro de sí que no conocía. ¿Y acaso en Todopoderoso no se produce también un giro de este tipo cuando su personaje Bruce descubre los poderes que le han sido conferidos y el papel que se le ha delegado? Jim Carrey es el rey de las impersonaciones. Pocos saben que esa habilidad fue la que lo llevó a Hollywood, que grandiosas impersonaciones de Jack Nicholson, Clint Eastwood, Robert de Niro, Michael Landon, y otros. Difícil no batirse uno en su asiento y doblarse en dos cuando Jim Carrey monta uno de esos shows, disponibles varios en YouTube.
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