Introducción
No existe material suficiente
para completar una biografía satisfactoria del escritor catalán Enrique
Vila-Matas. A lo mucho, lo que alcanzamos a imaginar, por la textura de los
personajes en los que habla en primera persona, es un ser meditativo, experto
en fugas, que ve literatura en todo y que goza con la mutabilidad de las
identidades. Se ha dicho que hace “metaliteratura”, “autoficción”, pero él se
declara inocente de ambos dictámenes. Su forma irreverente de trabajar con las
citas es el asunto más controvertido de su obra. En este artículo me limitaré a
sugerir que los procedimientos que usa Vila-Matas, siguen un trayecto paralelo
con los que utilizó el filósofo francés Gilles Deleuze (1925-14995) al interior
de la historia de la filosofía.
Contexto
Enrique Vila-Matas es un autor
poco comentado en nuestro país, pero su obra heterodoxa guarda múltiples afinidades
con más de un autor boliviano, entre ellos con nuestro querido narrador Jesús
Urzagasti (1940-2013), especialmente respecto del género híbrido de novela
ensayística o ensayo novelado, que constituye En el país del silencio. (¿Y acaso Tirinea no es un doblez de las meditaciones metafísicas de
Descartes, pero con otro final más feliz?)
Antes de entrar en materia, habrá
que contextualizar. Vila-Matas nació en Barcelona-España, ronda los 68 años, es
uno de esos escritores que te devuelve la confianza en la escritura y en la ficción
cuando más lo necesitas. Sin duda, es uno de los autores más traviesos e
inclasificables del panorama mundial. Destacan en su producción Historia abreviada de la literatura portátil,
Bartleby y compañía, El mal de Montano, Doctor Pasavento, Kassel
no invita a la lógica, entre otros. Recientemente este año, bajo el sello
de Seix-Barral, presentó su última travesura: Mac y su contratiempo.
En esta última incursión, el
autor catalán saluda explícitamente a Gilles Deleuze por su libro Diferencia y repetición (1968). Lo mencionó
en varias ocasiones, como en este extracto de una entrevista para El País de
Madrid:
“[…] el protagonista quiere producir
el efecto de una novela póstuma incompleta, para apuntarse a la moda de estas
novelas. Al mismo tiempo, Mac lucha por que la novela no invada su diario de
debutante. Es también un ensayo sobre la repetición y la diferencia, como
decía Gilles Deleuze, y también es un libro de cuentos. Este trasvase de
géneros es bastante sencillo. La cuestión es que sea cuatro cosas al mismo
tiempo. Vengo de una trayectoria en la que he manejado mucho esos trasvases”.[1]
Es un encuentro afortunado en el
que se cumple lo que Deleuze postulaba: la filosofía debe ser como la música,
no se necesita ser un estudioso de la música para escucharla, para sentirla o disfrutarla.
Con mucha lucidez, Enrique Vila-Matas efectúa una comprensión no-filosófica de
un planteamiento filosófico. Más que a Deleuze, lo que le interesa es recuperar
su concepción sobre las categorías de repetición y diferencia. Søren
Kierkegaard, Nietzsche, Bergson, son varios filósofos que se reúnen en esa
línea, catalogados por Deleuze según ese criterio en ese libro Diferencia y repetición de 1968.
Para el autor de Mac y su contratiempo se trata de una
cuestión de escritura, o de re-escritura, porque en literatura, considera, no
se hace otra cosa que repetir sobre lo que ya se hizo, para afirmar algo
diferente. “Toda la historia de la literatura es modificar los textos ya
escritos y esto es lo que intento explicar en el libro”. Por ello, seguramente,
abundan en internet los estudios del palimpsesto en la obra de Enrique
Vila-Matas.
Sin entrar en profundidades con
el palimpsesto –conocida categoría literaria– mi teoría es que la obra de
Enrique Vila Matas se alumbra de modo inaudito leyéndola desde el pensamiento de
Gilles Deleuze. Entre ellos resuenan varios intereses compartidos. Alguna vez
se dijo que si Fernando Pessoa hubiera hecho filosofía, sería la de Gilles
Deleuze. Ahora yo diré que si Gilles Deleuze hubiera hecho novelas, hubiera
sido Enrique Vila-Matas. Por supuesto que esto es mucho más un ejercicio lúdico,
pues cada uno de ellos es un Original.
Deleuze-Vila-Matas
No soy el primero en relacionar a
Enrique Vila-Matas con Gilles Deleuze, y recomiendo entre otros el bello
artículo de Luis Reguero “Los Bartleby no se acaban nunca”[2].
La diferencia es que aquí me intereso por el procedimiento de escritura. En ese
sentido, Vila-Matas es una radicalización del filósofo francés. En su libro Conversaciones, Deleuze explica cómo, desde
sus primeras monografías sobre Nietzsche, Bergson, Hume, usó las citas de un
modo controversial, aunque siempre fue exacto y riguroso en ese sentido. “Era
necesario que el autor haya dicho efectivamente lo que le hacía decir”. Sin
embargo él usaba esas citas para que se piense algo diferente de lo que se
decía del autor en cuestión. El mundo académico no entendía que usaba las citas
como sintaxis, porque lo que estaba haciendo era evocar una presencia, había
algo vivo, eléctrico, ocurriendo ahí. Una cita es un conector de párrafos, como
trampolín del pensamiento; a veces sirve para reforzar algo que se ha dicho,
pero los grandes autores utilizan la cita para ingresar algo nuevo que va
subiendo el tono del texto en general, y dispara nuevas posibilidades de
conexión. Afecta en la prosa general de todo el texto, eleva la exigencia,
irradia su belleza. Es un pensamiento hipertextual, de las multiplicidades,
abierto a las múltiples conexiones, el que les da lugar.
Vila-Matas es Deleuze llevado a
las últimas consecuencias, no cualquier Deleuze, sino el de sus primeras dos
etapas, el de Lógica del sentido o Diferencia y repetición, antes de su
encuentro con Guattari. Vila-Matas introduce citas, o hace guiños constantes
dentro de su prosa, algo que le han criticado, pero lo hace como sintaxis o
ejercicio de estilo. Tanto es así que, para dejarlo claro, muchas veces inventa
citas que atribuye a autores imaginarios, en otras modifica citas de autores conocidos,
y otras les atribuye frases que en realidad no son suyas. De mil formas
desdobla su voz polifónica, y deshace la figura del sujeto del enunciado. Para
explicarse ha utilizado otra cita: “Sólo se puede citar lo que uno mismo
piensa, aunque haya sido dicho en palabras de otro y en otros contextos”. Y
esto es cierto: ¿cuántas veces no le habrá pasado al lector que se encuentra
con algo que pensaba pero que otro autor ha puesto en palabras exactas? Con
todo lo discutible que podría resultar este procedimiento, es plenamente
coherente con su ímpetu de escritor de “ficción-radical”.
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