Por: Jorge Luna Ortuño
Han pasado ocho años desde que saliera la última entrega de The Matrix, pero el impacto visual que generó en su momento la trilogía de los hermanos Wachowski, y sobre todo la fascinación intelectual que despertó en varios grupos de estudiosos –estimulando a la publicación de libros de análisis y un sinfín de artículos–, no ha perdido su poder de atracción, en cuanto nos permite recorrer las distintas etapas de la pugna política contemporánea, con fuertes resonancias en la coyuntura boliviana. The Matrix está llena de elementos que nos permiten leer la gran “película-realidad” en la que vivimos inmersos, incluso en este mismo momento.
¿Qué es la Matrix? Es un mundo simulado que tiene efectos en lo real (si mueres en la Matrix tu cuerpo muere fuera de ella). Es una especie de tejido ideológico que determina el mundo simbólico en el que vivimos. Matrix=Ideología. Su función es delimitar todo aquello que aceptamos colectivamente como “la realidad”: lograr que existan ciertos consensos de significación de “lo real” para la vida en convivencia dentro de una sociedad –toda una serie de códigos articulados.
De aquí se desprende la consigna de la resistencia: libera a tu mente de las ficciones que te han hecho aceptar, desconéctate, y luego tu cuerpo podrá infringir libremente las leyes físicas de la realidad. El mensaje de Matrix es que todos aquellos que puedan desconectarse de esa realidad fabricada podrán manipular sus leyes, pues al descubrir su carácter virtual, verán que es tan solo una invención cuyas reglas se pueden poner en suspenso y reescribirse. Y si lo relacionamos con el instrumentalismo ideológico reinante en Bolivia: ¿no es precisamente esta la manera de operar del MAS frente a la democracia: un juego que, por ser virtual, se puede modificar a voluntad poniendo en suspenso algunas de sus reglas? (Volveremos luego a ello).
Superestructura. Siguiendo las palabras de Morfeus, se entiende que la verdadera liberación es alcanzable a nivel de las ideas, las cuales delimitarán después las condiciones materiales de nuestra existencia. Es inevitable aquí hacer referencia al fantástico ensayo de Slavoj Zizek, “Ideology Reloaded”, en el que relaciona a Matrix con la vieja dupla marxista infraestructura/superestructura. A partir de su lectura de Matrix Recargado, Zizek apunta la falsedad de esa idea que siempre han querido vendernos los expertos en economía, esa que dice que la economía es el sitio real y objetivo que define nuestras vidas, y que el terreno de la política-ideología no es más que un teatro especulativo de sombras y retórica. “Aún cuando la lucha tiene lugar en la “realidad real” (a las afueras de Zion), la batalla clave hay que ganarla en la Matrix, razón por la cual los rebeldes humanos deben re-ingresar al universo digital”. Se revierte así el orden de determinación de la dupla marxista: el resultado de la batalla en la superestructura, el universo simbólico montado por una ideología, definirá la configuración de la infraestructura, la base de lo material.
Esto lo ha entendido perfectamente el MAS en la formulación de su proyecto de gobierno. La batalla clave la juegan todos los días en el nivel de lo político-ideológico. En este sentido, la “nacionalización” que propone es principalmente a nivel simbólico-discursivo. Y la revolución que promueven no es tanto a nivel de estructuras materiales, sino mentales: es “democrática-cultural”. La cultura es efectivamente el terreno de construcción de los habitus que define Bourdieu, de “lo deseable”, de las formas en que percibimos lo real. La cultura, volcada hacia el fortalecimiento de la tradición indígena y folclórica, es nuestra realidad virtual. De ahí que, después del deterioro de la relación del Presidente con grandes sectores de la pluralidad indígena que provocó la intervención de la policía a la marcha en defensa del TIPNIS, una de las primeras preocupaciones del MAS fue la de transmitir en directo por Televisión Boliviana un llamativo ritual, en pleno Palacio de Gobierno, en el que un yatiri bendecía tanto a Evo Morales como al proceso de cambio, y reafirmaba simbólicamente el respaldo de los pueblos indígenas a su gobierno.
Film-realidad. Parafraseando al genial escritor William Burroughs, la realidad es un film impuesto por un poder en control de la sala de proyección. Propone como única salida para desvelar la realidad impuesta el asalto del cuarto gris, donde la película es fabricada, la propagandización del carácter ficticio de la realidad, e invertir los mensajes. Todo esto al nivel de la palabra. Ejercicio de contra-ideología. El problema de la resistencia en Bolivia es que, como los ideólogos y encargados del marketing político del gobierno son expertos en esto, el desafío se duplica: consiste en diseñar una estrategia de contra a la contra-ideología. O, quizás, llevar la ideología a su grado cero, a lo que Morfeus llama el “desierto de lo real”, donde estemos desprovistos de las significaciones recién impuestas.
La construcción de un film realidad, de una imagen que lo beneficie, es propia de cualquier organización en funciones de poder. Lo que llama la atención es la dedicación casi íntegra que este gobierno le ha dedicado a esta tarea en desmedro de las transformaciones efectivas en lo real. La cuestión de las manipulaciones de algunas imágenes en “La masacre de Pando” ya nos dejó ver algo. Poco a poco fuimos reconociendo al MAS como un ente lector de los postulados del filósofo argentino posmarxista Ernesto Laclau, a quien también invitaron a sus ciclos “Pensando el mundo desde Bolivia”. Veamos algo de lo que propone Laclau: Los hechos en sí, lo que se llama el mundo de la objetividad, es mudo, y no lo podemos conocer sin inscribirlo en un sistema de representación, es decir, en un discurso que lo signifique. Se conoce lo existente por sus efectos, por lo que provoca. El ser de las cosas es algo que se nos da discursivamente (en el campo de lo lingüístico y lo extra-lingüístico). Un hecho en sí no puede tener significado por fuera del discurso que lo visibiliza. Un ejemplo de este poder para darle nombre a los acontecimientos es aquella multitudinaria marcha del 2009 que realizaron los movimientos sociales que conforman la CONALCAM, que nos recuerda a la que se hace ahora por el TIPNIS, pero en reversa. Mientras para la oposición se trataba de una movilización ilegitima que cercaría al Congreso atentando contra de la democracia, el oficialismo se encargó de significarla como una marcha pacífica y espontánea que reflejaba el deseo legítimo del pueblo indígena en consecuencia con su papel histórico.
Evo/Neo. Por ahora estamos en la Matrix, y nada se logra significar fuera de ella. Volviendo a la película, una escena curiosa se produce en el final de la segunda parte cuando Neo, con el solo acto de levantar su mano, logra detener a los gigantes calamares mecánicos que estaban por atacarlos. ¿Cómo pudo hacerlo si en ese momento no estaba dentro de la Matrix? Esto nos daría a entender que, en última instancia, todo lo que existe está dentro de la Matrix. Pretender que existe otra realidad pura, vacía, auténtica, sería la verdadera ilusión. En otras palabras, no existe un plano de lo real, solamente una multiplicidad de planos de ficciones. En ese instante Neo, el Elegido, descubrió que sus poderes no estaban limitados a un plano específico, realmente podía hacer lo que le diera la gana. Y cualquier caudillo que hace ese descubrimiento es peligroso. En nuestro contexto ese papel lo juega el presidente Evo, el ser capaz de desconectarse de la realidad-virtual, manipularla y suspender sus reglas a su antojo. La clave es entender que la realidad es una invención cuyas reglas pueden reescribirse. Para Evo y su gobierno, la virtualización de la realidad viene dada por una deslegitimación del orden de las cosas que trabaja en una doble dimensión: objetiva y subjetiva. Descarta al Estado colonial republicano, sus instituciones, el sistema político, el sistema de partidos, sus representantes, sus mecanismos y sus operadores. Todo con el objetivo posterior de crear a través de la nueva CPE otras estructuras objetivas indígenas que les permitan delimitar nuestra experiencia de lo cotidiano.
En el film se manifiesta el desencanto y la duda a través del personaje de Cypher. Dentro de la nave de los rebeldes, Cypher representa a la porción minoritaria que no se identifica con el proyecto político de Morfeus. Se lo suele ver como “el Judas” de la historia, pero es algo más. Cypher juega el papel del cínico-conservador de nuestros tiempos, aquel que dice “¡gocemos de la falla porque esto no tiene solución!” Según el discurso que los otros rebeldes en la nave han aceptado plenamente, la liberación proviene de desconectarse de la Matrix, por tanto, ya son libres.
Pero Cypher no se traga la idea. Cree que
Morfeus es un loco manipulador. “¿Llaman a esta vida ser libre? Todo lo que
hago es lo que él (Morfeus) me dice que haga. Estoy cansado de vivir en este
hoyo, de tener frío, de comer todos los días el mismo maldito atole, estoy
cansado de pelear… Y estoy cansado de ese imbécil que nos engañó. Si nos
hubiera dicho la verdad le hubiéramos hecho meterse esa pastilla roja por el
trasero”. Luego, traiciona al movimiento e introduce la posición cínica:
venderá información al enemigo a cambio de que éste lo reintegre dentro de la
Matrix, donde deberá ser un hombre rico y exitoso. El mensaje: es mejor vivir la ilusión, ¡disfrutemos del
capitalismo! El desenlace del film ya lo conocemos. Pero en nuestra
película el final sigue abierto, la misma sensación que experimentó Cypher se
ha instalado fuertemente en nuestro país a causa del conflicto referente al
TIPNIS: ¿Era esto lo que habíamos imaginado al tomarnos la pastilla roja el
2005?
Nota.- Este artículo se publicó en el periódico boliviano La Razón, Suplemento Tendencias, en octubre del 2011.
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