Indaguemos
brevemente en dos conceptos, el de intervención y el de desobediencia civil. No
se trata de una cuestión lúdica, al revés, es el constante estado de conflicto
que vive el país el que debe forzarnos a pensarlo. La idea es trabajarlos en
conjunto para hacer la pregunta: ¿cómo se puede hacer en pleno siglo XXI para
que la desobediencia civil sea un
arma efectiva de intervención del
campo social boliviano?
Intervenir
es ejecutar una acción, individual o colectiva, que produzca efectos reales,
que perturbe, que reordene, logrando así renovar el campo de posibilidades de
una situación.
Desobediencia
civil es una idea postulada por el filósofo naturalista Henry David Thoreau
(1817-1862) en su famoso ensayo del mismo nombre, escrito después de que lo
encarcelaran por haberse negado a pagar los impuestos; la razón es que se
oponía a las leyes de Massachusetts que promovían la persecución de esclavos y
la guerra a México. El resultado es un ensayo poderoso, lleno de fuego y de paz
interior, al punto que su lectura hace retumbar la voz resuelta de un hombre
pacífico que ha transformado sus ideas en un hacha envuelta en llamas.
Verdadero alimento para leones…
A
lo largo de la historia la resistencia contra la injusticia ha adquirido muchas
formas, las Guerras Civiles, la Revolución Francesa, el movimiento en Cuba,
Mayo del 68, nuestro Octubre Negro…, con millones de ciudadanos saltando a las
calles en defensa de sus derechos. Aquí las movilizaciones son prácticamente
una cuestión cultural –parte del exotismo de vivir en Bolivia– casi una forma
de empleo para algunos sectores. Pero cabe preguntarse ¿cuántos en ésta
historia han sabido defender esos derechos con la integridad y visión de Henry
David Thoreau? Pocos, muy pocos. Antes sólo Jesús de Nazareth, con aquella
sentencia que invita a ofrecer la otra mejilla a aquel que fue agresor. Thoreau
le declaró una guerra silenciosa al Estado, aunque estaba dispuesto a servirse
de él a su manera, una vez que sus grotescas medidas le habían hecho perder
todo el respeto que le merecía.
Desobediencia
civil es un concepto que pertenece a un linaje minoritario dentro del
pensamiento, pero a Thoreau no le importaban las minorías ni las mayorías, pues
nunca ha sido el número de simpatizantes de una idea el criterio para medir la
veracidad de la misma. Sólo le importaba la labor del hombre consecuente con su
hombría, es decir con su honor; y del individuo consecuente con su
individualidad, “porque no importa lo pequeño que parezca el comienzo: lo que
se hace bien una vez, está hecho para siempre”.
El
notable político hindú Mohandas Gandhi (1869-1948) –que tomó la antorcha
encendida por Thoreau y la aplicó en su lucha por liberar a la India del
imperio británico–, solía decir: “no importa que un solo hombre tenga una idea
verdadera, ese hombre ya es una mayoría”. En la India esto se conoce como el satyagraha, que significa “tener firmeza
en la verdad”, promueve una actitud de lucha no-violenta contra la injusticia.
Gandhi aplicó la desobediencia civil en conjunción con el ahimsa, que es la doctrina de la no-violencia. Es un error creer
que Gandhi promovió la resistencia pasiva, como algunos entienden, puesto que
toda movilización con capacidad para intervenir un campo social demanda una
resistencia activa y provocativa. No-violencia no significa pasividad. La idea
básica era la desobediencia, Gandhi lo entendió, no se podía chocar
frontalmente contra un enemigo poderoso, pero era posible, al menos,
no-cooperarle. La experiencia que tuvo a Gandhi al frente es el mejor ejemplo
de cómo se puede hacer de la desobediencia civil una fuerza con poder de
intervención.
La intervención consiste en mostrarse firmes en lo que es justo,
induciendo en ocasiones al Estado a que cometa errores de juicio, abusos de poder, medidas
descalificables, y estar dispuestos a sufrirlas. ¿No residió aquí la fuerza de
la XVII Marcha por el TIPNIS, después de aquella deplorable intervención de la
policía? En aikido nunca se agrede, simplemente se encauza la fuerza del
agresor en contra de sí mismo para restaurar el cauce natural de las energías.
En política debería atenderse más a esta filosofía de la resistencia.
Pero
no sirve de nada ganar una batalla que nos ha obligado a incurrir en las mismas medidas
deplorables de los subyugadores. “Antes que el respeto por la ley se encuentra el respeto por lo
que es correcto”. Jesús mismo nos ha enseñado a no obedecer las leyes que
contrarían nuestro corazón.
El hombre no es una arcilla, nos es una fuerza
bruta ni una máquina del Estado; el hombre debe servir al Estado, pero no sólo
con su cuerpo, sino principalmente con su consciencia, y por ello, dada la
naturaleza monopolizante del Estado democrático, la mayor parte del tiempo
deberá resistirle. Thoreau escribe con algunos gritos. “Cuando un Estado es
injusto ningún hombre podrá asociarse con él sin humillarse al mismo tiempo”. “Todos
los hombres aceptan el derecho a la revolución, o sea, el derecho a negar
lealtad y a resistir al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia son grandes
e intolerables. Pero casi todos dicen que éste aún no es el caso”. Que no
vacile el espíritu, que estén atentos los ojos y templada la inteligencia
cuando llegue el momento de actuar como se hizo con dos figuras repudiables:
Gonzalo Sánchez de Lozada y Sánchez Versain. Es en la resistencia que un hombre
se conoce a sí mismo. Ninguna revolución verdadera puede ser administrada por
un Estado. ésta debe partir de los hombres que resisten con su consciencia. Es
cierto, no venimos al mundo para hacer
revoluciones, sino para vivir de la mejor manera posible dentro de lo
que existe, pero cuídese cada uno de no propagar lo negativo con su pasividad.
La clase media ha sido educada para rendir honores a la seguridad. Un hombre de
terno y corbata bien puede atravesar la plaza principal por sobre las víctimas
que ha dejado una movilización social, teniendo el cuidado de no ensuciar sus
zapatos, todo con tal de llegar a tiempo a marcar tarjeta en su trabajo.
Thoreau es contundente: “Aquellos que, mientras desaprueban el carácter y las
medidas de un gobierno, le prestan su lealtad y su apoyo, son indudablemente
sus partidarios más conscientes y, por lo tanto, a menudo se convierten en los
más serios obstáculos para realizar reformas. Algunos piden al Estado que
disuelva la Unión, que desatienda las solicitudes del presidente. ¿Por qué,
entonces, no la disuelven ellos mismos -la unión entre ellos mismos y el
Estado- y se niegan a pagar sus impuestos al tesoro? ¿Acaso no están ellos en
la misma relación con el Estado que el Estado con la Unión? ¿Y acaso las
razones que impiden al Estado resistir la Unión no son las mismas que les
impiden resistir al Estado?”
¿No
es esta relación hipócrita la que tienen la mayoría de los bolivianos con el
Estado Plurinacional? Marcelo Quiroga no se equivocaba al identificar la
dejadez y el conformismo de una clase social como un tema decisivo. No es
solamente la clase media, a muy poca gente le interesa resistir a la injusticia
con consciencia, a no ser que toque sus propios intereses. Ya es hora de desobedecer
colectivamente. Dejar de financiar a un gobierno que no logra asegurarnos las
mínimas condiciones para vivir como la gente en este país. El campesino, el
obrero, el cura, el micrero, el ropavejero, el médico, el profesor, el policía,
están todos cortados por la misma cuchilla, a la hora de resistir patinan en la
misma ciénaga, son todos seres tumultuosos y egoístas, que anteponen el bien
personal o de clase por sobre el bien común.
Camilla Vallejo, bella mujer de fuerte espíritu |
Ayer,
lunes 16 de abril, en las movilizaciones de los sectores de salud en Santa
Cruz de la Sierra (BOL), enfrentados con los grupos de choque del MAS, una mujer de mediana edad recibió una terrible pedrada que le fracturó el cráneo y la
nariz. Ni un mes ha pasado de la famosa Semana Santa, de la moral hipócrita en
un país que se dice mayoritariamente católico. ¿Acaso resistir no es más que animarse a tirar la
primera piedra?
Consigue un poco de paz mental y armonía interior, y no esperes que el gobierno te procure esos elementos centrales para la vida. Surfea, escucha un tema de Bob Marley, controla tu respuesta hacia el estímulo externo, ponle un poco más de amor al cemento de tus decisiones, amor, amor Ché.
Jorge Luna Ortuño
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