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viernes, 9 de octubre de 2015

SENTIDOS ABIERTOS




El Centro Cultural Simón I. Patiño invita al público interesado en las artes, los procesos de la mente y la creación en general, a participar en este Encuentro de Intersecciones Creativas. El ingreso será libre.

En el estudio "Sentidos Abiertos” nos hemos interesado en investigar cómo surgen nuevas ideas en la
intersección entre las artes. https://www.facebook.com/events/1500730793585000/

Asombra que un poeta encuentre en la
percusión de un tambor la manera de proseguir su propio trabajo; o que un músico se alimente
de la pintura para la interpretación de una sinfonía.

La premisa creativa sería:

“En lugar de excavar en el mismo lugar, intenta en otra parte”. 
Sal de tu propio ámbito. Esto es Hipertexto, simbiosis, artenferencias; cruces que recorren de la literatura a las artes visuales, pasando por la filosofía y
varias otras disciplinas.

También veremos el caso extraño de la Sinestesia cuando es utilizada por gente creativa.

Invitamos para conversar sobre estos temas a reconocidos artistas e intelectuales del ámbito de Santa Cruz:

Marianela Aparicio,

Roberto Valcárcel,

OsZo (Oscar Soza)

Claudia Bowles

Maximiliano Barrientos

Glenda Rodríguez

María Schneider


Milan Gonzales (Participación virtual)


Gestor del Encuentro: Jorge Luna O.



La suerte favorece a las mentes conectadas...


Mayores informaciones:

Centro Cultural Simón I.Patiño
Tel. 3 3372425
Calle Independencia esq. Suárez de Figueroa
Santa Cruz - Bolivia

https://www.facebook.com/Centro-Cultural-Simón-I-Patiño-Santa-Cruz-1494124957547288/timeline/

jueves, 9 de julio de 2015

BAJO LA MISMA ESTRELLA, DENTRO DEL MISMO INFINITO




BAJO LA MISMA ESTRELLA (2014) es una bella historia llevada al cine, basada en la novela del mismo título escrita por John Green, que sirve para curtir el alma con sentido de infinitud. Como lo dice uno de los personajes en el film, "algunos infinitos son más grandes que otros infinitos". Me hubiera gustado escribir toda una reseña sobre esto, pero tal vez sea otro día. Hoy quisiera dejar resaltada la sensación de golpe seco y de empujón sincero que me contagia. 



He leído por ahí que John Green, el autor de la novela, estudió literatura y religiones, lo cual explica muy bien la densidad de la historia y la profundidad que se puede encontrar en varios de sus diálogos. Las preguntas que se plantean los protagonistas son de esas que podemos encontrar en la historia de la filosofía desde sus inicios. ¿Cuál es el sentido de existir en esta vida, y hacer todo lo que hacemos si no hay nada más allá? La historia no versa acerca de una enfermedad terminal, es en realidad sobre el amor de dos juveniles en una situación tan extrema en la que las velocidades son intensas. La cuestión que parecen buscar todos los escritores de este tipo de libros exitosos consiste en plantear situaciones extremas, completamente desesperadas, en las que el amor sea uno de los frutos, como algo que está atrapado ahí, pero al mismo tiempo como algo que lo trasciende con un rayo repentino 

Recuerdo ahora una escena donde el personaje de Shailene Woodley acompaña al hospital a su novio, le rasca la cabeza para tranquilizarlo, y ante su pedido comienza a contarle de una poesía que conoce incompleta, pero que va completando en base a lo que está pasando en ese momento, con todo lo que se juega en esos minutos. Pensé que no podemos al escribir perder esa sensación de sentido, de viveza y rapidez con urgencia. Si tuvieras que hablar de algo significativo, importante, de qué hablarías? ¿Seria de lo mismo que estás escribiendo ahora? Shailene Woodley por su parte es el rostro de la pureza, te mueve a reir y ver lo mejor de la vida, cualquiera sean sus circunstancias.

Me ha conmovido por supuesto, pero no la veo tan dura como afirman algunos críticos. Me mostró que existen otras personas que viven sus días con una serie de incomodidades impensadas para nosotros. Me habló del temple, de la consciencia que te permite vivir sabiendo que un día te irás. Y no tratas de distraer la mente para no pensar en ello, sino que te quedas ahí hasta que aprendes a aceptarlo, haciéndolo parte de la estatura de tu vida y tus proyecciones. 

miércoles, 8 de julio de 2015

¿PUEDE UNA CANCIÓN DE AMOR SALVAR TU VIDA DE ESTRELLA PERDIDA?



Venía de ver una película de comedia romántica donde la música del grupo The boxer rebellion juega un papel protagónico, porque es como si la sensación misma de ese romance se hubiera incrustado en los temas musicales que aparecen en momentos claves de la historia. Estoy hablando del film Going the distance (2010), donde la bella y espontánea Drew Barrymore nos ofrece otra interpretación hilarante y memorable, además con mucha química con el co-protagonista Justin Long, también suelto y lleno de carisma. 

Fue entonces cuando me topé con Begin again (2013), un drama sobre encuentros y desencuentros, del talentoso director John Carney, donde el solista del grupo musical Maroon 5, Adam Levine, participa como actor de reparto, agregando además dosis de música pop justas para la trama. No es una película de romance tradicional, se trata de cruces de historias, pero tampoco esto lleva a que la película se narre como lo hace el cineasta mexicano Alejandro González Iñarritú (Amores perros, Babel, 21 gramos), cuyos mejores trabajos se vieron en el relato de historias paralelas de personajes que sólo se encuentran en el desenlace de modos sorprendentes. 



La historia es sensacional, y las interpretaciones de Keira Knightley y Mark Ruffalo son notables, pero lo que me llamó la atención primero fue la manera en que la música es una protagonista tan central, y al mismo tiempo aparece como una forma más de la narración; no se puede decir que se trate de una película musical con la misma claridad que se podría afirmar esto de la ganadora del Oscar Moulin Rouge, es decir, el papel imperceptible y a la vez estelar de las piezas musicales es una cuestión de ingeniería artística en el guión. Por ello esta es una película que no podía basarse en una novela, porque leída en el papel esta historia perdería mucho sin su soundtrack. Y esta es una gran noticia en un tiempo en el que 80% de las historias que Hollywood nos ofrece son versiones tomadas de la literatura para llevarlas al cine, o a veces incluso de libros escritos enfocados específicamente para su traducción al guion cinematográfico. 

Begin again, distribuida en latinoamérica como ¿Puede una canción salvar tu vida?, es una historia original, es el inicio de una gran amistad (como en Casablanca), captación de un momento particular en el que dos almas se tocan en sus fases más bajas, como si alumbraran subterráneamente una luz de desesperación y vulnerabilidad escondida que sólo el otro puede captar. Existe un espacio entre nosotros que se puede compartir de modos imperceptibles, va más allá del espacio privado de cada uno, se trata de una intimidad compartida, donde nada sale forzado y todo sucede por gravitación propia a la relación.  

La sensación que me deja el film es la del gozo por un brillo que resalta sobre lo que es auténtico y desprovisto de cálculo. Tal parece que muchas veces cuando todo está bien no existe necesidad, ni pasión, ni locura, ni fuego. A veces la vida nos tira un jab en el estómago, y justo cuando parece ahogarnos por un mínimo momento que parece una eternidad es que obliga a que salga lo mejor de nosotros, entendiendo lo mejor como lo más auténtico, eso que salta del interior cuando te dejas de vueltas y especulaciones, cuando no te las das de peine ni esperas por el siguiente tren, justamente cuando estás por fin listo para saltar sin la red de seguridad a tus pies.

Es una diversión para mí escribir todo esto, pero no soy un crítico de cine y a veces me gustaría serlo, para referirme a este tipo de asuntos con un manejo de términos técnicos y un conocimiento de la historia del cine que me proteja de sobre-dimensionar el valor de una película. Pero lo que me interesa ante todo es devolver enriquecida la fuerza de empuje que una película generó en mí al revolverme el mundo en menos de dos horas. 

Comencé este texto hablando de otra película romántica. Era para acentuar el valor de esta película,  Begin again, que a los cines de Bolivia llegó recién este 2015. El título mismo nos habla de una reinvención personal, un punto de crisis, o de transformación de estar-en-el-mundo. En este film la música del soundtrack se intercala con la narración de un modo muy sutil y artístico. Desde Walking in the line (2006), la historia de Johny Cash y June, no recuerdo haber visto otra película donde sintiera tan crucial el soundtrack y tan necesario. Aquí ya no se trata de unas canciones de algún grupo interesante escogidas para potenciar el clima de una escena. Aquí la cuestión es que los mismos protagonistas conversan y hacen avanzar la historia al interpretar sus canciones, y nos referimos a Keira Knightley y Adam Levine. El diálogo musical entre ellos y el protagonista Mark Ruffalo no es del estilo musical como clásicos tipo Grease (1978), con John Travolta y Olivia Newton, porque en esas historias la intervención musical parece más bien una suspensión, un momento pirotécnico de descarga, algo sobrepuesto, y difícil de aguantar cuando para algunos temples son muy recurrentes. En Begin again en cambio los momentos de interpretación musical están bien escogidos, aunque existen canciones del tipo nostálgico o de una derrota interior que se vive con hidalguía, la mayor parte del tiempo la música aparece para sumarle intensidad a la escena como conjunto, las piezas son vigorosas y alegres, los instrumentos se intercalan y entretejen gustosamente. 

Probablemente redundo mucho en este tema, que sólo es una de las virtudes de la película. A quién le importa hablar tanto de esto, tal vez sólo cuando la hayan visionado podamos enfrascarnos en otros diálogos sobre el soundtrack, por ahora lo dejamos acá.  



lunes, 6 de julio de 2015

PADRES Y MADRES SEPARADOS: EN DEFENSA DEL PAPÁ



Ocurre en ocasiones que el amor que surge entre dos personas no es precisamente hasta que la muerte los separe, como sentencia solemnemente la institución del matrimonio. A veces estas disoluciones se producen sin que esto implique un falso amor, simplemente que la pareja se separa por condicionantes complejas propias de la relación o de un tránsito que no puede acontecer para uno de ellos. A veces los mundos de ambos no están hechos para ser fusionados entre sí, pese a sus mejores intenciones. Y de estas relaciones, que se fracturan con los visos de la impotencia también quedan hijos en ocasiones, o al menos un hijo o hija, que es fruto puro y valioso, constancia viva de aquella estela amorosa que una vez existió.  

Así, pienso para mi coleto que está muy bien que se defiendan a nivel de las leyes los derechos de aquellas madres que se quedan con toda la responsabilidad en sus manos cuando el padre abandona la embarcación y desaparece rumbo al olvido. ¿Pero y qué de los papás cuando ellos también quieren ejercer legítimamente su rol después de la separación? 

Una lectura rápida del Nuevo Código de las Familias y del Proceso Familiar en Bolivia deja en claro otra preocupación que atañe a los papás: muy poco se modificó la antigua ley en cuanto a la protección que el Estado puede brindar a la relación papá e hijos en familias modificadas, es decir aquellas en las que los padres se separaron. De la dureza para castigar el atraso en pago de pensiones ya se conoce, pero en cuanto a la protección del tiempo papá-hijos poco se agrega, todo se maneja en torno a regímenes de visita. ¿Qué pasa con los papás que no desean un régimen de visitas y luchan porque lo favorable para los hijos es un régimen de vida? Sólo en el artículo 217 de la ley reza: 

"La guarda compartida es un régimen de vida que busca estimular la corresponsabilidad de ambos padres que viven separados, en la crianza y la educación de las y los hijos comunes, mediante un acuerdo voluntario que asegure su adecuada estabilidad y continuidad."

Esto está muy bien, pero depende del acuerdo que muy bien la madre puede negar. Y luego, ¿acaso tiene el papá que someterse a la tiranía de una madre con la que eligió no hacer su vida para ver a los hijos que nunca dejó de querer?

Mucho se publican notas en los medios acerca de la violencia doméstica contra las mujeres en Bolivia, que sin duda existe, pero poco o casi nada se habla de la violencia psicológica (y a veces física) que muchas madres ejercen en el país contra los papás usando a los hijos. Pareciera que en cierto plano de la sociedad, el tema de la defensa del papá está casi vedado o es muy difícil de comprender y aceptar, pues siempre se tiende a apoyar al más débil en la ecuación, que se cree erróneamente es la mujer, cuando en realidad es el niño o niña, pero no tiene voz. La excepción a la regla es cada vez más una masa creciente de hombres que reclama alrededor del mundo derechos para los papás.

Hace poco mi abogado me comentó de la separación traumática de un matrimonio con hijos en Santa Cruz, un caso en el que la mujer, literalmente, terminó apuñalando al hombre por la espalda; fue una noche desafortunada en una temporada de discusiones por temas amorosos entre la pareja; el hombre había ido a la cocina para sacar una bebida del refrigerador, justo después de que abriera la puerta la mujer vio la oportunidad de abalanzarse por sorpresa con el arma blanca, con la suerte de que la estocada no alcanzó a herir órganos vitales del afectado. Luego de salir del hospital, sin haber presentado cargos contra ella, al padre le tocó vivir los sufrimientos de la separación de los hijos, con quienes ya no podía vivir porque les prohibió visitarlos. Cómo no quería avivar la ira de la mujer, el hombre se privó de exigir sus derechos de padre por ley en un juzgado, y así transcurrieron meses y meses hasta que conoció a un abogado que lo aconsejó. No es muy frecuente escuchar de estos casos en los medios informativos, es casi una rareza que se hable del papá como víctima, a condición de comprender que la víctima mayor es a la larga el hijo o la hija.

El discurso feminista de agrupaciones como Mujeres Creando se equivoca al partir del supuesto de que en hogares separados la culpa debe ser siempre la del hombre, padre-irresponsable-desalmado-hijo-de-puta-abusivo y quien sabe qué adjetivos más que le cuelgan aunque no siempre lo digan explícitamente. Así lo esgrime abusivamente Maria Galindo cuando se trata de buscarle defectos al Presidente Evo Morales, y así lo repitió en ocasión de una carta que publicó este año en Página Siete para discutirle su pretención de ser también feminista. A más de uno se le ha debido cruzar por la mente la certeza de que no necesitamos de las feministas para amar y respetar a las mujeres. 

La defensa de los papás no viene respaldada por algún ismo convertido en grupo de choque y de interpelación a la sociedad. Lo que muchos papás organizados en las redes en Argentina, Chile, o España en Europa (por citar un país de habla castellana) están pidiendo es que se respete la ligazón natural que el padre tiene con su hijo o hija aunque tome la decisión de no continuar su relación con la madre, y reclaman la guarda compartida. Esto ya no remite a un análisis sobre la crisis a causa de los divorcios, porque estamos hablando de que más de la mitad de los matrimonios en el país terminan rompiéndose antes o después, y de que existe un altísimo número de hijos que se conciben fuera del matrimonio. Los hijos de padres son una realidad y exigen un análisis propio, fuera de los que buscan las formas de evitar las causas. 

Y lo que pocos saben es que existen papás que se rigen primero por su amor hacia sus hijos, que no definen sus vidas por unas reglas que les dicta una institución que los libraría de su responsabilidad de estar presentes una vez que no existen papeles que indiquen que hubo un matrimonio antes. Algunos papás se quedan ahí, o si se van es sólo por un tiempo donde las oportunidades de pararse económicamente les permitirán estar disponibles para sus hijos, inicialmente en cuanto a la obligación de asistencia económica para ellos, que es la base para lograr entendimientos con la mujer.

Lo que pocos parecen aceptar es que existen muchos hogares que se han roto porque la responsable principal es la mujer. Es decir, la mamá también tiene su papel y su peso en la separación. Entiéndase que la disolución de un proyecto que se había querido construir entre dos no significa que se sacrifique inmediatamente la crianza ni la cercanía ni los tiempos para compartir que el niño(a), que necesita estar tanto con el padre como con la madre. Separarse de la madre no es renunciar a los hijos, aunque la separación de un ser emocional con una memoria prodigiosa como es la de la mujer, resulte en una cercanía más compleja y problemática para los papás con sus pequeños. 

En el primer año la dependencia del hijo respecto de la madre es casi permanente, no existe en esos casos mucho margen para que el papá pueda compartir espacios independientes con el recién nacido, al menos si está solo y no cuenta con el apoyo de su familia. La dificultad viene ya desde el hecho de que el bebé necesita leche del pecho, es algo natural que se debe aceptar, y la tarea del papá consistirá primordialmente en cooperar, sobre todo para la adquisición de los insumos necesarios en la crianza de un bebé. Lo trágico es que en la separación, los tiempos se rompen, la armonía se trastoca, para el papá despertar con su hijo es un privilegio que se corta, acunarlo, hacerlo dormir, calmarlo en momentos impensados de su día y otros momentos comienzan a convertirse en algo muy difícil de que acontezcan. La separación amorosa implica la necesidad de alejarse de la otra persona, con quien es posible que hayas caído en círculos nocivos para tu salud emocional y mental. Y sin embargo necesitas estar al mismo tiempo cerca, porque el bebé ya está ahí y cada día cuenta. Se trata de una situación de cercanía y lejanía compleja, de presencia y de ausencia extraña, de difícil resolución, y requiere de una madurez emocional muy desarrollada de parte de ambos, lo cual es difícil cuando ganan los resentimientos y la bronca de uno de ellos hasta por el hecho de que vuele una mosca. 

Es en este escenario, a medida que crecen los hijos, que se van desarrollando las distorsiones por el accionar de mala fe de algunas madres, a quienes se les cede la guarda de los hijos en vista de que éstos en sus edades más tiernas necesitan más biológicamente de la mamá. Habrá por ahí desacuerdo de parte de algún papá que se armó de agallas y crió a su hijo o hija solo desde que era un bebé, dándole leche en polvo de biberón y despertando a todas horas para cambiarlo o simplemente aliviarlo de sus gases. Pero en condiciones más o menos normales, es siempre la mamá la que debe estar con el hijo, pues eso que se llama calor maternal es algo que la naturaleza ha creado en tal manera sin que haya necesidad de renegar por ello, simplemente basta con recordar la importancia de esa función que jugaron nuestras madres en nuestras crianza. 

Y así como se pide a los hombres que recuerden a sus madres para retractarse de conductas abusivas contra sus mujeres, así también hay que recordarles a las mujeres abusivas e intransigentes que sus hijos también pueden caer en la mala fortuna de cruzarse en sus vidas con ese tipo de mujeres que les hagan la vida menos gozosa y más accidentada. La sabiduría de la vida consiste en que todo se mueve según tiempos secretos en modos cíclicos, quien reposa en su interior y se mueve sin pretensiones ajenas a su talante verá pronto cómo sus tiempos se sintonizan con los de la naturaleza. 

¿Cómo es hoy entonces la figura? Nuestra sociedad, y nuestros juzgados de familia se mueven en base a un prejuicio silencioso terrible contra los papás, de modo que sucede también que los buenos pueden pagar por los pecadores. Al papá lo que se le exige como deber insalvable es que cumpla las pensiones, con pena de apremio y confiscación de bienes, y de una manera muy paternalista se protege a la madre dándoles todos los privilegios de tiempo a compartir con la hija o el hijo. En países más avanzados del primer mundo existe normalmente la guarda o tenencia compartida, y es común, por ejemplo, que previo acuerdo entre los padres, se establezca que los hijos pasen una semana con el papá y otra con la mamá, de modo alternado, esto con miras a que los infantes no se alienen de sus papás, y que no terminen siendo figuras de visita que se parecen más a los amigos cercanos o a los tíos. Además se busca equilibrar las responsabilidad que no tiene de ningún modo que asumir solamente la madre. 

El problema es que para llegar a acuerdos hay que contar con que la mamá esté dispuesta a promover una relación saludable para los hijos, y no tenga necesidad de sabotear los acuerdos con el papá al estacionarse en posiciones duras que le hagan sentir un reparo a su sensación de reproche permanente. Algunas mamás creen que su rol es el de ser proteccionistas porque se creen dueñas de los hijos, como si de un objeto o de un bien se tratara. A esas madres repartidas por los confines de este país Bolivia quisiera decirles que el sobreproteccionismo solamente perjudica a quienes han venido al mundo para cumplir también una experiencia de realización y de aporte para el mundo, en consonancia con un plan que va más allá de nuestro entendimiento; que los hijos no le pertenecen ni al papá ni a la mamá, pero que son ellos quienes tienen la responsabilidad de crearles las condiciones para su desarrollo libre; que no se puede utilizar a los hijos como parches para paliar la soledad en la que se sienten luego de la separación; que no hace bien que se oculten tras de ellos para ocultar sus errores o utilizarlos como banderas cuando eligen el papel de víctimas; que la vida no se acaba en el monopolio de acaparar los tiempos para darse el gusto de tenerlos cerca, cuando lo que interesa es que ellos no dejen de estar con sus papás, a pesar de las condiciones peculiares que establece un hogar dividido, porque hay cosas que al niño le corresponde aprender y gozar con su papá, y hay otras que le corresponden lo mismo hacer con la mamá. 

Cabría agregar para terminar esta primera entrega un llamado de acción a los papás que viven separados de sus hijos, para aquellos que se han sentido a punto de rendirse y han pensado en alejarse con tal de ahorrarles malos momentos a sus hijos, y de evitarse rabietas ellos mismos. Para todos aquellos papás alrededor del mundo que no se conforman con las condiciones que un juzgado demasiado anclado en el prejuicio de género les ha determinado, y para aquellos que de forma timorata se someten a los caprichos de una madre resentida que se ha propuesto "hacerles pagar caro" la ocurrencia de haber elegido una vida sin ellas, a esos papás les diremos que no se desanimen, que no claudiquen en su lucha porque sus hijos no tienen ni los brazos, ni la voz, ni el entendimiento ni las armas para reivindicar ese derecho de la relación, de la normal convivencia y la participación en los asuntos que atañen a la salud, educación y esparcimiento lúdico de los hijos. Su mejor recompensa la sentirán en un abrazo espontáneo que les regalen sus pequeños, en la mirada alumbrada por la sorpresa y la dicha repentina cuando les entreguen un juguete en sus manos o les cuenten un cuento mágico. A ellos les pedimos que no dejen de estar ahí, aunque lo estén en temporadas a la distancia, porque la conexión con las almas que queremos es inalámbrica, a veces no necesita de la cercanía corporal, nuestro cariño y la materialidad de nuestros pensamientos son recepcionados por los hijos, y la retroalimentación sucede como si fuera en sueños. Luego de un tiempo de confusión o desánimo, sabrán perfectamente lo que deben hacer para estar para ellos, porque el misterio de esas comunicaciones en silencio nadie lo podrá explicar, sólo un padre y una madre saben cuánto los hijos significan para ellos. 

EL PERIODISTA COMO INTELECTUAL: EL DESACUERDO ENTRE GALINDO Y GRACIA


Entrada al penal de mujeres, llamado según la neolengua orweliana: "centro de orientación femenina." (Fotografía del portal Bolivia en tus manos).

El periodista es un intelectual, o al menos tiene todo en su potencia para serlo. En Bolivia, por hablar de nuestra realidad, muchas veces el trabajo del periodista consiste en tener el coraje de decir lo que ya todo el mundo sabe. En otras ocasiones se ocupa de cuestionar aquello que no se dice de lo que se ve. Así, su tarea se ve hermanada con la del  intelectual, el investigador o el académico de punta, aunque varíen en sus procedimientos y en sus enfoques al tratar un mismo objeto.

La reciente polémica que se abrió entre Maria Galindo, de Radio Deseo, e Isabel Gracia, de la Agencia de Noticias Fides, nos plantea también la cuestión de la función del intelectual. Dado que se trató de una demanda de una periodista contra una colega, las aristas del debate se han mantenido mayormente dentro de casa (casi la totalidad de los que se pronunciaron son periodistas) pero no es un problema que atañe solamente a ese gremio, ni tampoco parece cabal desviarlo hacia una discusión sobre los parámetros de la libertad de expresión. Menos aún debería aprovecharse esta situación para instalar una oposición binaria entre los que defienden a Galindo y sus detractores.

Para no perder la perspectiva es bueno volver a leer la crónica publicada por Isabel Gracia sobre la situación de las madres en la cárcel de Obrajes en La Paz (Página Siete 24/05/2015). Es una crónica bien escrita, tibia, en la que la cronista no se posiciona críticamente, tampoco incluye preguntas a las autoridades del penal para cuestionar sobre la adversa realidad que está atestiguando. Según la misma autora, fue escrita en oportunidad de la cercanía del día de la madre, lo cual, da la impresión, la llevó a ablandar su enfoque, limitándola a confeccionar un texto que intenta conmover por medio de la descripción de una realidad desgarradora, y que se apoya en los testimonios que selecciona de algunas de las convictas que viven con sus hijos en la prisión. Se trata de una opción legítima y, al final del día, por su misma publicación, es ya un texto que interviene y cuestiona.

Acto seguido, Maria Galindo invita a la autora a su programa de entrevistas Barricada (Junio, 2015), que en ocasiones es audaz y valioso, pero que en otras degenera en interrogatorios que recuerdan los ejercicios de un fiscal exhortando al sospechoso a que confiese. Habiendo sido celebrada la publicación de esta crónica por la misma Galindo, uno hubiera esperado un poco más de complicidad con la invitada, más allá de posibles diferencias, para analizar los temas acuciantes, como por ejemplo la urgencia de modificar las terribles condiciones en que viven los hijos de las madres detenidas dentro del penal. Converger, ensamblar experiencias, llevarse más allá entre dos…

Pero Galindo eligió la crítica más débil, que consiste en rebajar a la propia altura lo que se critica. En lugar de entrar en tema, se ensañó con la autora y los rasgos de su identidad. La periodista española se mostró ofendida poco después, pero bien visto, la verdadera ofensa prejuiciosa no fue contra ella, sino contra las mujeres detenidas en el penal, puesto que según el argumento de Galindo –falaz ad hominem por cierto– sólo las gordas, morenas, feas y que no sean rubias pueden comprender a las madres en la prisión paceña, y por tanto son las únicas que tienen legitimidad para hacer una crónica periodística sobre ellas. Quien atenta en realidad ahí contra la libertad de opinión publicada es Galindo, con su posición tan superficial y cosificante. Si se la tomara en serio, resultaría que ninguna periodista blanca, simpática y rubia, y además ¡española!, ¡qué horror!, podría practicar un periodismo comprometido de crítica social en Bolivia.

En cambio el otro tema que Galindo le plantea en el último tramo de la entrevista es ya un problema relevante. Tiene tres aristas: 1) la forma en que se debería enfocar críticamente temas tan sensibles de la realidad social; 2) si escribir es representar o hablar por otros; 3) la función del intelectual.

Inmediatamente estos temas me retrotrajeron a una entrevista que el filósofo francés Gilles Deleuze le hizo a su colega Michel Foucault en los 70: “Los intelectuales y el poder”, texto donde se refieren al trabajo de este último, que había organizado grupos de información sobre las prisiones como parte de su investigación sobre el poder disciplinario. Planteaban la tarea del intelectual ya no como la consciencia ni la voz de los que no pueden hablar. Con los grupos de información lo que hizo Foucault fue instaurar nuevas condiciones en las que los prisioneros pudiesen ellos mismos expresarse. Así, la cuestión era cómo conectarse con los prisioneros, cómo producir con ellos un sistema de conexión en un conjunto, en una multiplicidad de piezas y de pedazos a la vez teóricos y prácticos.

¿Cómo puede el periodismo hacer más eficientes los canales de expresión de los sectores vulnerables que normalmente no hacen escuchar su propia voz? Ese era un planteamiento interesante. Una discusión en términos de producción es siempre mucho más valiosa. Isabel Gracia no había presentado una teoría sobre la vigencia del arcaico modelo de encierro en Bolivia, sin embargo Galindo la increpó como si le refutara una hipótesis absurda. Y se trataba sólo de una crónica. Los veinte minutos de la Barricada, Galindo podía haberlos dedicado a conversar los temas mencionados CON su invitada, para construir entre ambas una crítica de la estructura de las cárceles, o de las condiciones que llevan a muchas mujeres a delinquir por necesidad. Pero muy atada a su formato que llama Barricada, creyéndose sabedora de todo, Galindo se empeñó en ir CONTRA su invitada, para luego hablar, de paso, de las condiciones adversas de madres tras las rejas. Una falta de respeto.

La pasividad de Isabel Gracia, que no supo cortar ni defenderse con argumentos que retornen la conversación a su cauce relevante, alimentaron el ánimo combativo de Galindo. Después la co-fundadora de Mujeres Creando declararía en una entrevista para Página Siete (1/7/2015), que lo que está en debate en realidad después de la demanda de Isabel Gracia, es el formato entrevista en el periodismo actual.  Pero en verdad, lo ocurrido nos invita a pensar en las formas en que se debe ejercer hoy en día un periodismo comprometido con la transformación social, y que no se limite a describir o enunciar desde el ficticio lugar de la neutralidad. Y segundo, acerca de la práctica de otro tipo de crítica, que no consista en ir en contra de todo, sino que utilice el momento de la negación como antesala de la producción afirmativa de algo nuevo que contrapese a lo que se repudia.

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sábado, 4 de julio de 2015

CRÍTICA A LA FERIA DEL LIBRO DE SANTA CRUZ – PARTE I


Por: Jorge Luna Ortuño

I

La Feria del Libro que se realiza en la Fexpocruz año tras año es un espejo más o menos fidedigno de la actualidad cultural e intelectual de Santa Cruz. Por el lado negativo, refleja el vaciamiento ideológico, la irrelevancia, además de cierta banalidad de contenidos y los juegos de vanidades que se observan con frecuencia en sus distintos espacios de cultura, salvo excepciones puntuales. Por el lado optimista, refleja una energía latente en segmentos importantes de la ciudadanía cruceña, la cual busca la forma de emerger y canalizar su sed de arte, cultura y conocimiento en formas articuladas.

La versión XVII de la FIL 2015 se realizó entre el 27 de mayo y el 7 de junio. La organización estuvo dirigida por la nueva presidenta de la Cámara del Libro de Santa Cruz, la promotora de lectura infantil Sarah Mancilla, quien se mostró siempre entusiasta y llena de intenciones positivas para la realización de esta cita. De entrada se evidenció una apuesta más fuerte por la elaboración de una campaña publicitaria, pero lastimosamente con un criterio simplista muy escaso de ideas. Ya el Spot Oficial que presentaron días antes fue el augurio de la decepción que resultó esta nueva versión.  El Spot está disponible en el canal “Fil Santa Cruz” en YouTube, el lector juzgará por sí mismo.




Es cierto que podríamos también ser diplomáticos y quedarnos callados, y conformarnos porque niños y adolecentes de diversas escuelas –es decir los públicos cautivos que asisten por acuerdos con los directores– colorearon con su presencia los pabellones del campo ferial. Pero sucede que en los medios de prensa cruceños, como El Deber, que coadyuva en la organización, y en general alrededor de la Cámara del Libro local, se observa una llamativa falta de autocrítica, como si existiese un pacto de complacencia entre ciertos actores de la escena local cultural y mediática. Sin embargo, con ello sólo se contribuye al montaje de una escena mediocre que nunca podrá despegar. Tampoco estamos seguros de que sea especialmente alentador que en una ciudad con más de 2 millones de habitantes –consumidora por excelencia de las ferias– una feria del libro haya recibido 100000 visitantes en diez días de oferta.  Pero en los medios locales se publica la noticia en son de que ha sido un “éxito rotundo”, declaración ya clásica de los funcionarios de la Cámara del Libro en el final de cada versión.

Hace falta darse cuenta que una crítica honesta a este tipo de solapamiento es la única forma de amar a Santa Cruz y de conectarse con su reservorio pleno de posibilidades por venir. Al respecto, me han contado de la existencia del libro de un arquitecto americano llamado Buckminster Fuller, titulado Manual para gestionar la nave espacial Tierra, en el que propone el concepto de una nueva arquitectura, de un nuevo paradigma de coherencia constructiva al que llama "tensintegridades". Esta palabra es un híbrido construido por los términos tensión e integridad. “Las "tensintegridades" son arquitecturas en las que el conjunto se aguanta por la sinergia de elementos que en el fondo no están juntos. Las fuerzas que quieren crear el hundimiento del sistema son las que, de alguna manera, lo mantienen en pie.”[1] Así también debe funcionar la crítica afirmativa, que aparentemente conspira en contra, pero en realidad funciona para sostener lo que sin ella sólo se tambalearía.   


Crítica a una feria del libro en el extranjero

Sobre una feria del libro chilena y la venta de libros escolares



[1] Citado por Peter Sloterdijk en una entrevista con Fabrice Zimmer.  Publicada en Magazine Littéraire, mayo de 2001.

sábado, 13 de junio de 2015

JULIO BARRIGA DESDE EL HORIZONTE

Julio Barriga es una máquina disparadora de frases poéticas, y entiéndase por poéticas a las frases que te rompen un poco la lógica acostumbrada, te inyectan otro clima o te botan de espaldas con la mayor consideración. Lo vi afuera del salón, luego de que Alex Ayala presentara su último libro de crónicas con El Cuervo. A la salida los asistentes se comenzaron a agrupar en pequeños círculos dispersos, pero Julio se quedó a un lado sin tener prisa de acoplarse a ninguno de ellos. Como yo mismo andaba también en una desintonía similar ante tantos desconocidos, los dos aparecimos a un lado, comenzamos a charlar. Alex Ayala había hecho bromas en torno a su tartamudez durante su presentación, con el mayor desenfado y soltura. Fue algo que comentamos después, pues habían momentos en los que Alex se embarcaba de manera tal en lo que estaba diciendo, que parecía olvidarse de esta tartamudez asumida; de un tiro le salían ráfagas de palabras hasta completar oraciones sin baches. Nos recordaba a un equilibrista que se sube a la cuerda y entiende que su oportunidad radica en avanzar de prisa hasta el otro lado, como quien desea apresurar el fin de la faena. Alex se lanzaba así, y Julio me dijo que le había encantado la teatralidad implícita en su exposición de sus crónicas. "Siempre he pensado que la tartamudez tiene más que ver con seguir el hilo de la idea, no es un problema de lenguaje. Cuando pierdes la idea por un momento te pierdes y otra vez vuelve la tartamudez." No lo cito de manera exacta, pero me dijo algo así con voz suave y como si estuviera compartiendo un caramelo entre tantos que le sobran.   

"La muerte es la que sostiene a muchos seres con vida", me soltó de impreviso Julio Barriga en otro momento, fue cuando le quise hablar de la subterraneidad y la flotabilidad de dos personajes. Luego me confesaría sin disimulos que Enrique Vila Matas le resulta "excelente", citó sin perder tiempo su impresión sobre los portátiles, y hasta me planteó una relación con una novela de Jaime Saenz, pero no me quedó impresión de ello en la memoria.

Julio Barriga habita otro plano, se nota que viene de otra parte donde es muy feliz. Sus tratos con el mundo son de tipo más silencioso, es un hombre de mucho respeto que sabe apreciar el cariño. Comenzamos a lanzar frases a la noche como dos perros atolondrados, me sorprendía que salía de rato en rato con frases como si las llevara guardadas. Luego me dijo eso que Fernando Barrientos cita en el prólogo al libro El hombre que amaba a Amy Winehouse; Julio cuenta que su madre le dijo que se dedicara a la alta cultura, porque era su única forma de hacer algo, ya que no era ni inteligente ni pintón ni tenía dinero. Es una especie de broma, de todos modos ni siquiera estoy seguro de citarlo bien. A veces una palabra es una gran diferencia, porque te abre las puertas al lugar correcto. Las palabras son llaves del viento, ni qué vuelta que darle. No podemos asumir la potencia ni el efecto de las palabras que le dedicamos a otra persona, sólo somos conscientes de una parte de lo que provocan. Me ha pasado en muchas ocasiones que una mujer, un amigo o un familiar me hacía notar algo que le había dicho, y en ese momento caía en cuenta de que lo dicho podía también entenderse en ese sentido. Entonces me disculpaba. Alguna ocasión llegué a sentir que las palabras nos sobrepasan, o más bien los sentidos sobrepasan nuestra comprensión de los sentidos posibles de esas palabras. Por eso ha de ser que el ser humano necesita acompañar tanto a la comunicación de la expresión corporal y la dinámica de los gestos, para convencerse de lo que se está diciendo. En facebook y otras redes sociales se han hecho un agosto con las caritas, los íconos, todo eso que resume los estados de ánimo, como cuando estábamos en kinder y nos ponían esas caritas al hablarnos de nuestras emociones. 


Julio Barriga me dice que él no se ama tanto a sí mismo. Es sencillo al hablar de sus cosas. No ha vuelto mucho sobre su libro, tan comentado y elogiado en el medio boliviano. No le hace mucha gracia hablar del video que salió donde se lo observa haciendo ejercicios. No es un hombre de poses, le preocupa un poco que lo metan en el mismo saco de los que viven de las poses y las firmas. Fernando Barrientos, el director editor de El Cuervo, aprovechó la oportunidad de la presentación del libro para aclarar que la intención de juntar el libro y el video en la presentación no fue la de convertir a Julio en una vedette. Aunque no esté demás, lo tenemos claro los que apreciamos el trabajo de esta notable editorial. Luego volvemos a hablar de la modestia. Él dice que un escritor no debe tomarse muy en serio a sí mismo. Esa es una de sus señas, se toma con tranquilidad. No duda en afirmar que tiene una obra poética, por ello mismo no duda en decir que El hombre que amaba a Amy Winehouse es un libro "inseparable" de su obra poética. En otras palabras, lo que nos ha dicho es que conviene leer ese su libro en prosa desde fuera, es decir, no como un objeto cerrado sobre sí mismo, sino que comprenderlo se hará por medio de las relaciones que establece con sus temas anteriores, con sus obsesiones de siempre, con el talante de su poesía. Es un hombre triste, se podría decir de Julio, porque parece lleno de anécdotas que no lo dejan muy bien parado, o de episodios duros, pero en realidad hay muy pocos seres que caminan portando su calidad de sonrisa. Casi todo lo que dice lo acompaña con una sonrisa, en su tono suavito y carismático, a veces parece que se mira en su interior antes de soltar una de sus frases de improvisto. 


En todo caso sobra decir que me ha encantado conocerlo, no he grabado ninguna conversación entre nosotros, esas casuales conversaciones en los pubs o en descansos de la feria del libro cruceña. Tampoco me hice al peine pidiéndole una entrevista para el periódico, me parecía que lo más interesante de hablarle era la completa espontaneidad de lo que ocurría. No me las di de periodista, creo que el periodista despierta un cierto grado de desconfianza, y a seres incomovibles y puros como Barriga estoy seguro que les gusta más la anonimidad, no se cierran, pero no se abren de la misma manera. Él prefiere irse y así sabe que le hace un favor a su libro. Al no estar él hay menos fuerza de empuje que rebalse el agua del libro. No estuvo en la anterior presentación de su libro en Santa Cruz, tampoco creo que estuvo en La Paz por un buen rato, pero él mismo dice que eso ayudó al libro, porque "la mayoría prefiere escribir de los que no están, o sólo escriben de ellos cuando ya se han ido. A mí me pasó algo de eso". 

NADA DE NADA

Está muy aburrido mi blog. No sé, tal vez el blog no sea para mí. He leído hace poco en la página de Enrique Vila Matas unas consideraciones sobre la espontaneidad del blog. Él dice que a veces se pierde en corrección, por apostarle a la espontaneidad, cuando hay tanto papel que juega la reescritura dentro de la escritura. Tiene razón. Por otro lado, no la tiene en lo absoluto. Es lo interesante de la vida, que se puede decir algo con total criterio y de manera legítima, pero lo mismo se puede argumentar opuestamente como si todo fuera de más de dos caras, y pienso en una moneda siempre que llego a este pensamiento. 

Lo cierto es que no hay nada tan bello como la sensación de seguir con el hilo. Julio Barriga me ha dicho que su gran amigo difunto, Roberto Echazú, en realidad no escribía: borraba. Así de breve era el famoso Robertito, tan amigo de los diminutivos. "Es el hombre más grande que ha dado Tarija" - dice Julio, y por un segundo parece que el lenguaje le juega una mala pasada, porque aparenta ser una contradicción. Pero bien podría ser completamente cierto. Otra vez vemos que dos cosas completamente distintas se pueden decir de una misma cosa, y ambas con absoluta pertinencia y verdad. 

Por eso ya no discuto mucho, ni siquiera con la madre de mi hijo, que tiene un PHD en darle a la contra a la primera cosa que observa que uno cree con convicción. A veces lo más inteligente con personas de su tipo es no dejar ver mucho interés por nada, no desear con notorio interés ningún tipo de cosa, como por ejemplo que te deje ver a tu hijo todo el día para irte a ver un partido de fútbol y llevarlo a hacer un montón de cosas que ni siquiera alcanzas a planear en tu imaginación. 

Escribo este saco deshilachado y me doy cuenta de que este blog está muy aburrido, lo siento por la mayoría de los lectores. Sucede sin embargo que me estoy divirtiendo. Hoy por hoy vivo con lo justo, como un anciano, hay días que me siento anciano, no por debilidad ni porque me falten los dientes, sino por la vibración de reposo en mi interior, no me exalto ni me conmuevo con muchas de las fantasías que seducen a la mayoría de mi generación, no salgo a fiestas salvo alguna excepción, ni me gusta trasnocharme al calor de las bebidas y la música, salvo alguna ocasión. El pasado sábado un gran amigo me llevó a un condominio bastante lujoso donde se reunían con su grupo de emprendedores y emprendedoras. Esta últimas palabras no he terminado de entenderlas en varios años, pero qué vuelta que darle. Me encantó bailar con algunas de esas bellas muchachas al pie de un piscina azul como un botón de marinero; me divertí desde luego saboreando unas copas de Fernet con la infame Coca Cola. Pero antes o después volví a sentir que soy un subterráneo y que no hay forma de que ese bloque emerja en mí con tremenda intensidad. No me agradan esos espacios más que por tiempos limitados. Soy feliz avanzando en mi proyecto vital, que tiene que ver con la empresa de poner en limpio los pensamientos enmarañados que visitan cada mañana y que este último tiempo se quedan revoloteando hasta altas horas de la noche por ahí. Anoto los que puedo en un cuaderno hasta que me duele la mano un poco. Pongo agua en mi vieja caldera eléctrica, que ya no puede ni apagarse sola, y luego vacío el agua hervida a un termo crema que suena como sonaja. Soy un subterráneo porque no me gusta la idea de vivir enterrado, me gusta la luz y las ventanas amplias, el aire fresco y la compañía de ínfimos seres desconocidos y anónimos. En la calle estás rodeado pero estás solo, pero estás menos solo porque te alegras de que existan tantos seres como tú. Cada uno se bambolea y soporta sus crisis a su manera en las aceras de la ciudad, y a veces,
sólo a veces, alcanzo a percibir el drama de algunas vidas que se me cruzan, no hace falta que tengan los ojos vidriosos, ni que exhalen un alarido, pues siento una extraña vibración que me comunica de su desazón. 

Siento que he vuelto a escribir aunque no sé bien qué. No importa, el ejercicio ha sido pleno. Leer a Enrique Vila Matas, con su "Versión disidente de Historia abreviada de la literatura portátil", me ha hecho dar ganas de sincerarme en múltiples maneras. No soy mucho más que un atorrante en ocasiones, me las doy de Don Corleone cada vez que puedo pero luego me descubro olvidando que dejé el agua en la caldera enfriándose otra vez, y que son las 12 de la noche y no he comido bien mi cena otra vez, las distracciones en cosas pequeñas le hacen a uno sentirse ínfimo, inoperante y hasta pequeño. Luego me sonrío y me acurruco de nuevo en la silla frente a la computadora. No es mucho, pero vivo tranquilo con poco, a la espera de pequeños placeres, pequeños lujos, como el gran lujo que tengo de compartir con mi hijito de cinco años. Aunque no vivo con él siempre recuerdo que tenemos un mundo entre los dos. A fuerza de cariño y constancia nos hemos hecho un mundo a nuestra medida, un mundo transformer, lleno de dinosaurios, con aventuras y diálogos de los más divertidos y hondos, es decir salpicados de la hondura cristalina que sólo puede tener un niño. 

Sopla otra vez fuerte el viento y amenazan las gotas de lluvia, podría ser yo también el que duerme en las calles cerca de la plaza con un pedazo de cartón. Como vivo al día no me siento muy lejos de ese peligro, porque tan fuerte como soy no me veo soportando una vida así por más tiempo que unos días. Por ahora se me permite escribir y no lo doy por sentado, al final de cuentas, si todavía se me permite escribir debe ser porque algo tengo que decir. 


martes, 9 de junio de 2015

Recuerdos de Charles Bukowski II

¿Por qué cuesta tanto escribir sobre Bukowski? No sé si les pasa a muchos, a mí me cuesta un horror, admiro a los articulistas y ensayistas que le han dedicado tantas páginas. A mí me cuesta, escribirlo es de repente una tentación de repetirlo, se lo cita y se devora la página, ¿qué más puedes llegar a decir? Para mi estilo es complicado trabajar con Bukowski como plano de un ensayo. Lo que quieres decir a partir de él o con él en algún punto termina siendo aspirado por sus poderosas y cortantes líneas. 

Leerlo es una experiencia adictiva, no digo nada nuevo aquí, muchos lo han expresado antes que yo. Cuando llegué a Bukowski había leído a Rimbaud y a Henry Miller, me desesperaba por continuar encontrando ese tipo de escritores desesperados que son cataclísmicos, que se rebelan contra la cosa convencional de la sociedad, que tienen una prosa suculenta y que además te arrancan carcajadas con facilidad, no porque sean graciosos, sino principalmente porque tienen tanta razón que casi son asquerosos en sus pocos pelos en la lengua. Bukowski era mejor que todos, al menos en ese momento. Todavía conocería después a los beatniks, Kerouac y Burroughs, creo que fue inmediatamente después cuando conocí a Deleuze. Con el filósofo francés se cerró un ciclo y llegó una manera de leer filosofía a tiempo de leerlos a ellos y hacer algo con ellos. Deleuze fue un atento lector de la literatura norteamericana, aunque nunca le escuché hablar de Bukowski, creo que se lo perdió, tal vez era demasiado underground, o Francia no lo difundía como lo hacía con los otros citados. 

Bukowski es un universal, es como citar a Nietzsche, es una elección segura para muchos en sus muros de facebook, colocar una frasecilla de Nietzsche por ahí le viene bien a cualquiera, lo hace ver rebelde, complejo, travieso. Buko leyó a Nietzsche, por supuesto que lo impresionó, no tanto como a otros, pienso en Kazantzakis y cómo relata la admiración de su encuentro con un libro de Nietzsche en una biblioteca. Bukowski tomó como referencia muy fuerte a John Fante. Claridad, ir al punto, ser tan real como un bollo de manteca, la belleza se encuentra en otras cosas en una prosa. 

Siempre que leo a Bukowski recuerdo que no hace falta complicarse mucho. Como dijo Julio Barriga de Robertito Echazú, él no escribía, más bien borraba. O eso le parecería a un escritor como yo, acostumbrado a ciertas verborragias eruditas en los libros de filosofía. Buko confesó después de sus horas leyendo a Kant y Hegel que le desesperaba el cuanto les costaba dar vueltas para poder decir algo interesante. Bukowski siempre tenía algo de prisa, como si se resbalara una materia prima, no puedes andarle dando muchas vueltas, se suele perder en ese modo. 

Recuerdos de Charles Bukowski I

Si buscamos en el diccionario el significado de pelear, veremos algo así:

  1. Luchar contra algo o alguien, especialmente empleando la fuerza física en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, para vencerlo y conseguir un fin.
    "los niños jugaban cada día en la calle y alguna vez tuve que separarlos porque acababan peleándose; a pesar de pelear con la ceja izquierda rota, supo capear el temporal y terminar brillantemente el combate"
  2. 2.
    Reñir o demostrarse el enfado [dos o más personas] con palabras de desprecio u ofensa.


Pero un entrenador de boxeo como Teddy Atlas, además notable comentarista de ESPN, nos recuerda esa palabra al hablar de la pasividad de Manny Pacquiao en su derrota contra Mayweather el pasado 4 de mayo. La definición de pelear para un boxeador es además acerca de superarse, encontrar una salida, no rendirse (overcoming, gettin through, finding a way). Eso es lo que los profesionales en ese deporte tienen que hacer. Y eso es lo que no hizo Pacquiao, nos dice Teddy Atlas, pero ese es otro tema. La cuestión es que esta definición de Teddy respecto de la pelea es muy similar a lo que se puede decir del trabajo del artista. Artista es aquel que convierte los obstáculos en medios, el que hace que las imposibilidades se conviertan en medios, el que usa lo que tiene a mano. Lo difícil no los desmoraliza, lo imposible les toma un poquito más. Es esto lo que hace del artista también una suerte de guerrero en su espacio y dimensión, sin que esto implique una confrontación cuerpo a cuerpo. Tampoco se descuente que la obra de ciertos artistas o filósofos del pasado nos haga sentir el estruendo de cruentas batallas y la polvoreda de ejércitos chocando en la luz de la noche.

Si se quiere, ahí está también la diferencia entre Pacquiao y Mayweather. En la conferencia de prensa después del combate, ante la excusa del filipino de que su hombro estaba lesionado desde antes de la pelea, Mayweather respondió que él también tenía ambas manos y ambos hombros lastimados, "pero en mi caso como he dicho, siempre buscaré la forma de ganar la pelea". Y es esto lo que recuerda orgulloso en las ruedas de prensa, que él siempre viene a ganar. "No importa quién me pongan en frente, hallaré la forma de vencerlo". En algún punto, cuando un peleador de primera clase pierde el invicto, parece que pierde algo en su aura, la siguiente vez la urgencia por ganar ya no es la misma, como le pasó a Roy Jones Jr. Con Manny Pacquiao después de su derrota estremecedora con Juan Manuel Márquez ya no podía ser el mismo, dejó de intentar ganar con tal orgullo y verguenza, dejó de interesarse por pelear. Ya tenía el cheque en sus manos. Olvidó lo que es hallar la forma de sobreponerse a la dificultad, vencer el obstáculo, hacerlo razón y aliciente en lugar de excusa. Boxear con dolor, así como se escribe con sangre. 

Sí, el boxeo y el arte se parecen, tienen eso en común, y si no aceptan que se hable así del arte, al menos me darán la razón respecto de la escritura, que es una pelea, es meterse en el ring, y golpear las teclas y recibir los golpes, sabiendo que la cuestión no es si te golpean o no, pues te van a golpear. La cuestión es cómo reaccionarás cuando te golpeen, y eso hará toda la diferencia. También por eso me gusta tanto Charles Bukowski, ese viejo subterráneo. Como cuenta en uno de sus relatos, se levantó de su asiento, ahí en el bar, y le estampó un furibundo golpe al hombre de lengua suelta que lo provocaba e intentaba humillarlo desde hace un rato. "¿Por Dios qué te pasa?", le preguntaría aquel tendido en el piso, con expresión de horror ante tan fulminante reacción. Todo había pasado muy rápido. Bukowski termina el relato contando que salió del boliche, se fue a casa, entró a su cuarto y se puso a escribir frente a la máquina. "Desde entonces no he dejado de pelear" termina. Pelear aquí es lo que Teddy Atlas nos recuerda. No he podido dejar de recordar a Bukowski, esto sólo comienza. 

lunes, 25 de mayo de 2015

DON DRAPER, O UN YOGUI EN MADISSON AVENUE



ATENCIÓN: Este texto no es recomendable para los que no vieron aun el último episodio, contiene muchos spoilers.



A mi querida Susy


Conocí la serie de televisión Mad Men cuando ya habían transmitido cinco temporadas, que se podían encontrar en los mercados de DVD pirata en nuestro país. Transcurría el mes de septiembre del 2014, había ingresado a una universidad privada a dictar clases de dirección creativa, mi interés entonces era muy práctico respecto de la serie: interiorizarme en el mundillo de la publicidad y el marketing, con el plus de que el aprendizaje vendría acompañado de la narración de una historia, lo cual lo hacía más divertido. 

Como les ha ocurrido a tantos televidentes en el mundo, me enganché desde la primera escena. Década de los 50, Estados Unidos, y un personaje impecablemente vestido, humo de cigarrillos y música que invitaba a remontarse a otras épocas. El resto es historia. La pasada semana se emitió por HBO, en estreno para latinoamérica, el último episodio de la serie (EP. 14), luego de siete temporadas brillantes. 

La sensación final fue de nostalgia, también de satisfacción, por haber sido parte y haber llegado hasta ahí, como cuando se gradúa un familiar muy cercano. El episodio cumplía también el deseo de Matthew Weiner, el creador, de que sus personajes fueran un poco más felices de lo que eran al empezar la serie. Así sucede con Peggy, Joan, Roger Sterling, Pete Campbell, pero también con Don Draper, el que sufría el drama más prolongado y sin visos de solución. No es un final de película al estilo Hollywood, tampoco es una demolición descarnada como nos hacía presentir las pinceladas de Scott Fitzgerald por aquí y por allá.


Excelente análisis del último capítulo en el canal "Sillón naranja"

Algo genial en la serie ha sido la manera en que nos fue mandando falsas señales respecto del destino que le esperaba a Draper, señales que podíamos verlas desde la sexta temporada. De hecho, la idea de un final desastroso para Draper está incrustada en nuestro subconsciente desde que vemos la silueta del hombre cayendo al empezar cada episodio; casi todos intuían que era el cuerpo de Don Draper, ¿sería un sueño, una premonición? Y esa imagen parecía conectarse a veces con otras señales aisladas dejadas por ahí, como por ejemplo las alusiones constantes a la muerte, o la temática del suicidio discutida en algunas publicidades, o ver a Don leyendo un libro titulado "El infierno", además de su tendencia a desplomarse en recaídas existenciales sobre su pasado y su vida, un desorden de sucesos y deseos que correspondían también al enterrado Dick que llevaba dentro. 

Podría pensarse que Weiner demostró una vez más su genialidad en la confección del último episodio, porque no fue complaciente con lo que todos esperábamos, o más bien temíamos (la caída definitiva de Don), como si toda la serie hubiera consistido en enterarse qué tenía que pasar en la vida de un publicista cotizado, y en ese país de las oportunidades, para que termine tirándose de su oficina desde un piso muy elevado. No fue ese el final, ni involucró ningún tipo de suicidio. El final fue muy digno para todos los personajes, incluso en la actitud de la malcriada e inmadura Betty (una de las menos queridas por los fans según he podido ver), pues ella asume su enfermedad mortal con entereza y fuerza moral, como si la muerte de su madre en la primera temporada, y luego de su padre, la hubieran preparado lo suficiente para convivir con esa sombra. Al mismo tiempo, y esto es lo genial, Weiner sí fue complaciente, porque no pudo dejar de darles a los cínicos un final con el que pudieran encontrar un resquicio de placer para ellos. Se trata de reconocer la época en que vivimos, la historia ocurre en los finales de la década del 60, pero es narrada para un público del siglo XXI, y Weiner calibra esto magistralmente. 

Con un acercamiento de cámara sobre el rostro de Don Draper lo vemos finalmente sonreír, después de tanto abatimiento. Sonríe con los ojos cerrados en su sesión de meditación guiada, y esto nos hace entender que ha encontrado la paz en su interior, al menos tiene esa aura de calma que es propia de los que ven otras cosas. Pero luego en la siguiente escena se muestra lo inesperado y con ella termina la serie: se engancha una publicidad conocida de 1971, "quiero comprarle una Coca al mundo." Con ese producto archi-conocido se empieza a enlazar la idea de mundo unido, paz, juventud, hermosura, hippie style, diversidad étnica, multiculturalidad, pero diciendo además que Coca Cola es el punto de encuentro, aquello que trasciende todas esas fronteras. ¿Podemos entender ahora por qué sonreía el Don?

Claro está que los cínicos encuentran la oportunidad de fantasear y convencerse de que el don no ha cambiado, de que volverá a las suyas, se presentará en la oficina otra vez como alguien que retorna de la muerte, y llegará con esa idea ganadora, que lo encumbrará probablemente a otro premio Clio como mejor publicidad. En ese sentido Weiner dejó abierta la cuestión, y eso es ideal, es la única manera en que se puede terminar una historia o se puede pintar un cuadro en nuestros tiempos, donde se busca tanto la interactividad, el empoderamiento del receptor, la participación del lector, etc. Polisemia antes que transmisión de mensajes significativos cerrados. 




No está mal que el Don vuelva a hacer lo que sabe hacer, que se zambulla nuevamente en su vida, como lo dice el mismo John Hamm en una entrevista. Otros creemos que sería interesante imaginar a un Don Draper diferente pero en el interior, con una variación a nivel esotérico. Muchas veces en las pasadas temporadas, este icónico personaje encontraba la manera de reinventarse y salir del atolladero, ya fuera iniciando su propia compañía y divorciándose, como en el final de la tercera, o casándose con Megan como en el final de la cuarta, o incluso concibiendo una fusión con otra agencia publicitaria al final de la quinta. De alguna manera el Don siempre encontraba una manera, pero era jugando con las piezas en el mundo externo, para sentirse acompañado, para darse un sentido de ir hacia algún lado, de crecimiento. Internamente sus viejos conflictos sólo se ocultaban con viejas frazadas, eran postergados. 

En la séptima parece que finalmente muchas cosas se están desvaneciendo en la vida de Don, personas de su pasado que se van, sus hijos lejos y ya casi sin verlos, su trabajo con nuevas condiciones, todo avanza hacia un punto de desvanecimiento, lenta demolición de lo conocido. Something is changing and you don´t know what it is.... cantaba Dylan en aquella década. 

En este punto, al verlo sentado en círculo en un grupo de terapia colectiva, recuerdo otra vez el film Fight club. La idea ahí es que todos en la vida somos peleadores de alguna manera, luchadores, estamos luchando contra algo, sea una enfermedad, la melancolía, la soledad mal entendida, la vorágine de la vida capitalista burguesa cuando te comes el cuento... El club de la pelea no es sólo una organización en red clandestina, compuesta por varones que se reúnen en sótanos desconocidos para liberarse por medio de la pelea a puño limpio entre ellos. Es otra cosa, y Mad Men nos refuerza una nueva visión. Don Draper se encuentra con una de estas formas de katarsis grupal en su estado más amable y acercado a las terapias orientales. Gracias a Stephanie, se ve envuelto en un Campus de Inmersión. Recordemos a su ex-esposa Betty en la primera temporada recurriendo a la consulta con un psiquiatra, o a Roger Sterling en el diván de un psicoanalista, o el desplome de Michael en la oficina, el judío que cree que las máquinas fotocopiadoras son sus enemigas... Paranoia de los espacios cerrados, crítica a la institucionalización que se vivía en el país, un subjetividad enfermiza que tomaba posesión... En el fondo, todos necesitan algún tipo de terapia, como si dentro de la ciénaga de ese tiempo particular se avanzara más o menos con una ceguera parecida. 

En el terminar este episodio 14 por fin cuando se le da una mayor importancia a los cambios que instauraba en los 60 la filosofía de vida de la comunidad contracultural. No eran sólo los hippies, también estaban los diggest, luego fueron los hipsters, antes se había tomado la posta de los beatniks, y en esa atmósfera había una irradiación que impulsaba hacia una nivelación libertaria como opción de salud. Al final habrán pasado incluso por el LSD en la oficina de Draper, pero la verdadera paz llega con la meditación, como si te metieras en una ducha y ésta te abriera un portal hacia un lugar de serenidad y aire puro y brisas frescas, sonidos armoniosos y sensación de expansión continua. Ya metido en la terapia de grupo, Draper se ve a sí mismo en otro hombre que se siente igual de desconectado de la vida y de los otros, no es amado, y se desploma en llanto. Draper puede decir con sus ojos: "tu sufrimiento es el mío". Se pierde en el movimiento sin ego, se levanta de su silla y va a abrazarlo, como diciendo "basta de charla sobre sentimientos, lo que este hombre necesita es un abrazo". Pero luego vemos que quien más lo necesita es Draper, que se da cuenta además que su drama no es único, que incluso que no hubiera suplantado la identidad de otro hombre en la guerra probablemente tendría esos mismos sentimientos desencontrados, de alguna manera entiende que esa desconexión es parte de su época, como lo es la música o las marcas de cigarrillos. Ver en perspectiva tus propias desgracias, a través del espejo de los otros es enriquecedor muchas veces, el mundo había dejado de ser tan inhóspito con Draper, ahora veía con claridad que él no era un caso extraordinario. Eso que le pasa también lo sienten otros.


Otra vez nuestro personaje principal estará listo para flotar por el mundo, porque ha recuperado su sentido de subterraneidad. Después de sumergirse en sí mismo se conectó con la subterraneidad del mundo, aquello que no es aparente, y que sin ser visible para todos, está ahí a la vista, como una existencia que se manifiesta en diferentes capas de vibración. Ver al Don meditando como un yogui en la última escena, y luego esbozando esa sonrisa, no tiene precio. Que siguiera luego de esa escena preciosa, a orillas del mar, una otra publicidad que buen favor le hace a Coca Cola, no dejó de ser interesante, aunque personalmente la considere ya prescindible en términos de lo que era más importante saber del desenlace. Después de todo, una vez que has descubierto tu subterraneidad, es posible que vuelvas al mundo superficial, es posible que flotes ahí con mayor levedad y pericia, porque ahora no encuentras solamente ahí los motivos que movilizan tu vida, ahora eres indiscernible en cierto modo, como un iceberg en la noche callada de un océano. Pues la idea no es alejarse en un retiro permanente en las montañas. Como diría Zarathustra, hay que volver al mundo, todo lo que aprendes ahí, en tu inmersión, debes llevarlo al mundo, y probarte tu serenidad y tu nueva paz. Otro tipo de paz que puede ser agitada o deformada por los trajines de la vida mundana no es una verdadera paz. 


¿Piensan lo mismo que yo?: wow, Peggy, wow

lunes, 4 de mayo de 2015

POR UN PARQUE DE FILOSOFÍA


Había quedado varado en el aeropuerto Barajas de Madrid, por no haber sospechado lo suficiente de la inescrupulosidad de ciertos funcionarios de AeroSur, y asi cobró vida un enredo del que nadie se hizo cargo. Con escasos €60 en el bolsillo me quedé a dormir en el aeropuerto, no hacía mucho frío, la gente iba y venía, nuevos pasajeros ocasionalmente se echaban cerca de mi asiento de metal, tomaban sus mochilas y partían al escuchar el anuncio de su preembarque, y eran reemplazados por otros viajeros de otras latitudes que iban y venían buscando un lugar donde refugiarse en la noche, pero yo seguía ahí impávido, tratando de conectarme con la situación y actuar con la tranquilidad del que entiende que ciertos sucesos, si no todos, se producen porque hay un aprendizaje que necesitamos transitar en esa zona. No desmesuré mis cavilaciones ni me desesperé por hallar una pronta salida, en lugar de ello decidí resistir, aguantar y esperar, confiado en que mi única carta salvadora sería mi familia a lo lejos, o mi hermana en Francia, que siempre podía buscar una ruta alternativa. Yo actúe de modo valiente y al mismo tiempo cobarde, porque no hice mucho, esperaba que haciendo un reclamo o pidiendo ayuda en el aeropuerto alguien tomaría cuenta de mi situación, pero no fue así, a nadie le interesaba un bledo, me hicieron llenar formularios en todas partes, en la empresa Assana de servicio del aeropuerto, en la división de policía, en servicio al cliente, en informaciones, y había que esperar algún tiempo para tener alguna respuesta. Tenía mi pasaporte al día así que no les interesaba más. En el consulado de bolivia ni siquiera me dieron la hora, en realidad la consul me ofreció ayuda en caso de que ocurriera algo trágico, debiera regresar al país en calidad de difunto: ellos arreglarían la cuestión de la repatriación. Como todavía sentía lejanos los días en los que tendrán que ponerme un saco y corbata en posición de cubito dorsal me aferré a mi fuerza, aunque había comido poco e iba en bajada. una cochabambina adorable, madre de un hijo pequeño, me ofreció un techo hasta que pudiera conseguir trabajo, y me la jugara en calidad de indocumentado en el futuro. En ese contexto visité una tarde, caminando por el Prado, el parque de retiro, donde tenía lugar la Feria del Libro de Madrid, una feria interna, por demás interesante, llena de títulos de calidad, sellos editoriales de marca internacional como Anagrama, que siempre he admirado. Sucedió que la feria recién abría a las 6 de la tarde, que era todavía pleno sol para ellos hasta más de las 8. Así que me interné en los jardines de eso majestuoso parque, donde habían grupos de jóvenes estudiantes, niños y parejas tumbados en el pasto, haciendo yoga leyendo o escuchando música perdidos en sus audífonos, la vida se pasaba lenta como una nube pesada e inofensiva, nos arrastraba a todos hacia un terreno sin expectativas, sin relojes, de pura paz. Habiendo un rincón apartado me enrollé mi bolso con la computadora al brazo y en posición casi fetal caí en profundo sueño. Cuando desperté eran más de las 6, la feria del libro habría sus puertas. Aquel descanso reparador me había preparado para afrontar una nueva noche en la intemperie del aeropuerto, donde me agazapaba en la terminal 2 segundo piso. Sentí que había dialogado en mis sueños con los espíritus de ese parque, algún buen augurio me habrán hecho llegar, pues la sensación de tranquilidad y de calidez de ese parque, en un momento en el que no tenía dónde ir ni cómo pagar un hotel, me insuflaron de todos los ánimos que podrían haberme faltado. Después de revisar fascinado aquellos libros, me fui a otra zona del parque y me puse a hacer un poco de mi rutina de ginastica natural, respiraba el aire de madrid con confianza, agradecido por su calurosa recepción, desde ese día mantengo contacto por vibración electromagnética con aquella bella ciudad que conocí a pasos largos. Un Parque De Filosofía es también un lugar que abre sus brazos a un público indistinto y lo hace para combinar actividades artísticas con acciones comunitarias, justamente en favor de aquellos desposeídos que no tienen dónde ir, o que deambulan por las calles sin nada más que una confianza inquebrantable en sus adentros.